Petróleo
Vaca Muerta produce más, pero corre riesgo de estancarse por falta de inversión en producción e infraestructura socialPor Marcelo García (Exclusivo/El Extremo Sur).
Con una suba de 11% en el shale gas y 3% en el shale oil a lo largo de octubre, Vaca Muerta sigue mostrando una tendencia productiva creciente; aunque la falta de infraestructura la pone en el umbral de un largo estancamiento. Se necesitan inversiones de entre 10.000 y 13.000 millones de dólares anuales en producción y obras de infraestructura social para recibir a unos 200 mil habitantes. ¿Quiénes harán los desembolsos en medio del ajuste?
Según los datos de Secretaría de Energía de la Nación, en el pasado mes de octubre la producción de hidrocarburos no convencionales aumentó en octubre 11% en gas y 3% en el petróleo (respecto de septiembre). Gracias a esta nueva suba productiva, Vaca Muestra reflejó un incremento de 243% interanual en el shale gas y un 70% en el shale oil.
Los promisorios datos que arroja mes a mes la formación no convencional estrella de la Argentina, ya ubicaron a Vaca Muerta como la aportante de 38% de todo el gas que se extrae en el país y del 15% del crudo de todas las cuencas productivas.
Riesgo de estancamiento
Más allá del enorme derrame de crudo que derivó en la suspensión de YPF por parte del gobierno neuquino y las cinco muertes de obreros petroleros que se suscitaron a lo largo de lo que va de este año, Vaca Muerta se encamina aceleradamente a un proceso de estancamiento que tarde o temprano cortará la tendencia creciente de sus ritmos productivos y la hará posicionarse indefectiblemente en un cuello de botella al que le costará varios años poder superar.
Aunque todavía quedan márgenes de aumento en la extracción de hidrocarburos no convencionales, la falta de infraestructura para almacenarlos y transportarlos –especialmente el gas extraído por la técnica del fracking desde la milenaria formación– encaminan a Vaca Muerta hacia un profundo estancamiento que no podrá supera por varios años, al menos hasta que se construyan los gasoductos y oleoductos que posibiliten hacerlo llegar a los mercados internos y particularmente a las terminales –que aún no fueron montadas– por las que debe ser exportado.
La incógnita a determinar es de dónde saldrán los fondos necesarios para construir toda la infraestructura necesaria, más allá de las inversiones que las petroleras hagan en los yacimientos de Vaca Muerta, ya que el gobierno de Mauricio Macri acordó con el Fondo Monetario Internacional un fuerte ajuste del gasto público y se propone cerrar 2019 y los años posteriores con déficit cero.
Es posible que buena parte de ese flujo inversor para la infraestructura sea aportado por YPF, petrolera con mayoría accionaria estatal, y que como la principal compañía petrolera en el sector de los no convencionales se haga cargo de las inversiones que podrán aprovechar todas las demás operadoras instaladas en Vaca Muerta.
Entre las exportaciones y el cuello de botella
El gobierno nacional de Mauricio Macri comenzó a habilitar a varias productoras para que puedan exportar los no convencionales hacia Chile y Brasil (17 pedidos hacia el país trasandino y uno hacia Río Grande do Sul, contemplando exportaciones también desde la Cuenca Austral), e inclusive proyecta poner en marcha en Bahía Blanca un barco que haga la función inversa a la que antes permitía la llegada del gas natural licuado y así comenzar a vender parte de esa producción a otros países a través de embarcaciones. Sin embargo, la infraestructura es escasa y por el momento la existente no alcanza para transportar y almacenar el gas que podría extraerse en Vaca Muerta.
Como el país aún no consigue abastecer su propia demanda de gas, especialmente en invierno
–tanto para la industria como para la generación de energía o el consumo particular– Vaca Muerta todavía tiene un margen de crecimiento en su producción para subsanar esa demanda insatisfecha, pero la infraestructura tampoco es la necesaria para suplir esa necesidad.
Hoy por hoy podría decirse que están dadas las condiciones para que Vaca Muerta cubra la demanda interna de gas. En ese caso no haría falta importarlo y Argentina podría convertirse en un país con autoabastecimiento, pero el gran problema a resolver y para el que por ahora no se avizoran prontas soluciones se genera en la capacidad de transporte y almacenamiento de los no convencionales de la Cuenca Neuquina.
Menos aún están resultas las posibilidades de producir y transportar los no convencionales con los que el país podría mejorar su balanza comercial externa y conseguiría un fuerte flujo de dólares (alrededor de 15.000/18.000 millones de dólares hacia 2024) para de esa manera combinarlos con los generados por la cosecha del sector agroexportador.
Esta es una realidad que la propia industria petrolera conoce muy bien. También la propia gestión macrista lo sabe desde un principio, pero ninguna de las dos partes revela con claridad la problemática porque Vaca Muerta es casi la única carta de cierto éxito que la gestión de Cambiemos puede exhibir con vistas a las elecciones del año que viene.
Las ambiciosas proyecciones del macrismo
El actual gobierno proyecta dejar de importar gas natural licuado por barcos para 2022 y extender hasta 2026 las importaciones de gas boliviano, para recién a partir de ahí abastecer totalmente el mercado interno y transformarse en un neto exportador de gas al mundo. Aspira de ese modo a ubicar al país entre los futuros cinco con mayor capacidad de licuefacción y venta al extranjero por detrás de Estados Unidos, Qatar, Australia y Rusia. Además, prevé vender desde 2019 mucho más petróleo que en la actualidad, para aumentar dichas cantidades actuales en 9 veces con vistas al 2030.
Así lo ha explicitado la gestión de Javier Iguacel en el Plan Energético para Argentina difundido hace pocos días. Claro que para conseguir que ese proyecto ideal se haga realidad se necesitan tender nuevas redes de gas y petróleo hacia el mercado interno –inclusive hacia la zona sojera santafecina–, las nuevas cañerías para el traslado destinado a la exportación por el Atlántico y el Pacífico, contemplando las plantas de almacenamiento y licuefacción; sin dejar de mencionar el tendido de las vías del tren norpatagónico de Añelo a Bahía Blanca y las rutas terrestres que se deben mejorar o construir.
En ese trabajo de la Secretaría de Energía de la Nación se observa claramente que hasta 2022 no habrá grandes aumentos en la actividad perforadora de Vaca Muerta, proyectándose pasar de 68 equipos perforadores este año a 96 el año que viene y confirmando el amesetamiento en los próximos años con 109 equipos en 2020, 119 en 2021 y subiendo a 132 equipos recién en 2022. Para 2023 se prevé llegar a 158 equipos perforadores, trepar a 179 en 2024 y alcanzar el pico máximo en 2025 con 184 plataformas perforadoras en Vaca Muerta, que se mantendrían relativamente estables o con una leve baja hacia 2030, equiparando los 180 equipos existentes en actividad actualmente en toda América Latina.
Multimillonarias e imprescindibles inversiones
Para que el mega yacimiento de no convencionales funcione a toda velocidad se estima que haría falta invertir como mínimo entre 7.000 y 10.000 millones de dólares anuales hasta 2030, cifra que acumularía la significativa suma de 120.000 mil millones de dólares. Además harían falta otros 3.000 millones de dólares anuales en infraestructura y buena parte debería ser aportada por el Estado, lo que por ahora no parece probable en lo inmediato.
Además de las inversiones estrictamente vinculadas a Vaca Muerta en el sector productivo y las relacionadas a la infraestructura de funcionamiento, se calcula que en la región norpatagónica harán falta inversiones para edificar alrededor de 60 mil viviendas, 72 mil metros cuadrados de escuelas, 210 mil metros cuadrados de hospitales y cerca de 1.600 kilómetros de redes viales (rutas y avenidas) que actualmente se encuentran totalmente colapsadas.
Aunque también hará falta el tendido de nuevas redes de cloacas y agua potable, la provisión eléctrica, la construcción de hoteles y centros comerciales, a lo que se le debe sumar todo el andamiaje de infraestructura social que posibilite dar cabida a no menos de 200 mil nuevos residentes estables en la zona y que algunas proyecciones especulan con que podrían rondar los 400 mil habitantes.
Todo ese panorama fue valuado en 2014 con un costo no menor a 17.000 millones de dólares, según informó la Cámara Argentina de la Construcción. De esa suma, poco más de un tercio debería ser invertido por el Estado. En medio del plan de ajuste y déficit cero acordado con el FMI, es difícil suponer que las inversiones necesarias para Vaca Muerta sean estatales, particularmente las vinculadas a infraestructura logística y social en la Cuenca Neuquina y sus alrededores.
Estados Unidos, con problemas similares
Un panorama similar se encuentra atravesando actualmente Estados Unidos con su promisoria explotación de los reservorios no convencionales de Texas. A tal punto llegó el conflicto por la falta de infraestructura que cuando se incrementó la producción del fracking los caños para transportar el shale oil y gas se saturaron en su capacidad y el traslado comenzó a realizarse en trenes e inclusive en camiones con el consiguiente aumento de los costos.
El proceso del fracking en Estados Unidos tomó impulso en 2007 pero se potenció fuertemente luego de la crisis mundial económica desatada por la quiebra de Lehman Brothers, alcanzando en 2010 un ritmo acelerado de crecimiento. Cuando el crudo cotizó en junio de 2008 a 139 dólares por barril, Estados Unidos venía desarrollando una gran inversión en el fracking aprovechando la alta rentabilidad; y al bajar abruptamente el precio a 39 dólares en febrero de 2009 ya se estaba preparando para encarar la disputa con la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
En 2013 y 2014 se produjo una explosión en la producción de los hidrocarburos no convencionales, especialmente en la Cuenca Pérmica. En 2000 solamente había 23.000 pozos perforados con la técnica del fracking y en 2016 esa cantidad había ascendido a 300.000 perforaciones vinculadas al shale. A partir del descubrimiento en los inicios de 2016 de la formación Wolfcamp –como parte de la formación Pérmica localizada en Texas y Nuevo México– se multiplicaron las posibilidades de extracción de no convencionales.
En 2017 se produjo un estancamiento en la producción de shale como consecuencia de la falta de infraestructura para el transporte y almacenamiento de crudo y gas, situación que desembocó en una meseta extractiva hasta que se resolvieran las dificultades de infraestructura. Pese a encontrarse en una región petrolera por excelencia los problemas de funcionamiento no pudieron ser sorteados con inmediatez.
La mayor potencia mundial puso manos a la obra, y se especula que recién para finales de 2019 podría estar resolviendo el cuello de botella con las obras de infraestructura que le permitirían incrementar el ritmo productivo y seguir pugnando por el control del precio del crudo internacional e intentando desbancar a la OPEP –que lidera el mercado mundial desde los años ’70–.
Con una suba de 11% en el shale gas y 3% en el shale oil a lo largo de octubre, Vaca Muerta sigue mostrando una tendencia productiva creciente; aunque la falta de infraestructura la pone en el umbral de un largo estancamiento. Se necesitan inversiones de entre 10.000 y 13.000 millones de dólares anuales en producción y obras de infraestructura social para recibir a unos 200 mil habitantes. ¿Quiénes harán los desembolsos en medio del ajuste?
Según los datos de Secretaría de Energía de la Nación, en el pasado mes de octubre la producción de hidrocarburos no convencionales aumentó en octubre 11% en gas y 3% en el petróleo (respecto de septiembre). Gracias a esta nueva suba productiva, Vaca Muestra reflejó un incremento de 243% interanual en el shale gas y un 70% en el shale oil.
Los promisorios datos que arroja mes a mes la formación no convencional estrella de la Argentina, ya ubicaron a Vaca Muerta como la aportante de 38% de todo el gas que se extrae en el país y del 15% del crudo de todas las cuencas productivas.
Riesgo de estancamiento
Más allá del enorme derrame de crudo que derivó en la suspensión de YPF por parte del gobierno neuquino y las cinco muertes de obreros petroleros que se suscitaron a lo largo de lo que va de este año, Vaca Muerta se encamina aceleradamente a un proceso de estancamiento que tarde o temprano cortará la tendencia creciente de sus ritmos productivos y la hará posicionarse indefectiblemente en un cuello de botella al que le costará varios años poder superar.
Aunque todavía quedan márgenes de aumento en la extracción de hidrocarburos no convencionales, la falta de infraestructura para almacenarlos y transportarlos –especialmente el gas extraído por la técnica del fracking desde la milenaria formación– encaminan a Vaca Muerta hacia un profundo estancamiento que no podrá supera por varios años, al menos hasta que se construyan los gasoductos y oleoductos que posibiliten hacerlo llegar a los mercados internos y particularmente a las terminales –que aún no fueron montadas– por las que debe ser exportado.
La incógnita a determinar es de dónde saldrán los fondos necesarios para construir toda la infraestructura necesaria, más allá de las inversiones que las petroleras hagan en los yacimientos de Vaca Muerta, ya que el gobierno de Mauricio Macri acordó con el Fondo Monetario Internacional un fuerte ajuste del gasto público y se propone cerrar 2019 y los años posteriores con déficit cero.
Es posible que buena parte de ese flujo inversor para la infraestructura sea aportado por YPF, petrolera con mayoría accionaria estatal, y que como la principal compañía petrolera en el sector de los no convencionales se haga cargo de las inversiones que podrán aprovechar todas las demás operadoras instaladas en Vaca Muerta.
Entre las exportaciones y el cuello de botella
El gobierno nacional de Mauricio Macri comenzó a habilitar a varias productoras para que puedan exportar los no convencionales hacia Chile y Brasil (17 pedidos hacia el país trasandino y uno hacia Río Grande do Sul, contemplando exportaciones también desde la Cuenca Austral), e inclusive proyecta poner en marcha en Bahía Blanca un barco que haga la función inversa a la que antes permitía la llegada del gas natural licuado y así comenzar a vender parte de esa producción a otros países a través de embarcaciones. Sin embargo, la infraestructura es escasa y por el momento la existente no alcanza para transportar y almacenar el gas que podría extraerse en Vaca Muerta.
Como el país aún no consigue abastecer su propia demanda de gas, especialmente en invierno
–tanto para la industria como para la generación de energía o el consumo particular– Vaca Muerta todavía tiene un margen de crecimiento en su producción para subsanar esa demanda insatisfecha, pero la infraestructura tampoco es la necesaria para suplir esa necesidad.
Hoy por hoy podría decirse que están dadas las condiciones para que Vaca Muerta cubra la demanda interna de gas. En ese caso no haría falta importarlo y Argentina podría convertirse en un país con autoabastecimiento, pero el gran problema a resolver y para el que por ahora no se avizoran prontas soluciones se genera en la capacidad de transporte y almacenamiento de los no convencionales de la Cuenca Neuquina.
Menos aún están resultas las posibilidades de producir y transportar los no convencionales con los que el país podría mejorar su balanza comercial externa y conseguiría un fuerte flujo de dólares (alrededor de 15.000/18.000 millones de dólares hacia 2024) para de esa manera combinarlos con los generados por la cosecha del sector agroexportador.
Esta es una realidad que la propia industria petrolera conoce muy bien. También la propia gestión macrista lo sabe desde un principio, pero ninguna de las dos partes revela con claridad la problemática porque Vaca Muerta es casi la única carta de cierto éxito que la gestión de Cambiemos puede exhibir con vistas a las elecciones del año que viene.
Las ambiciosas proyecciones del macrismo
El actual gobierno proyecta dejar de importar gas natural licuado por barcos para 2022 y extender hasta 2026 las importaciones de gas boliviano, para recién a partir de ahí abastecer totalmente el mercado interno y transformarse en un neto exportador de gas al mundo. Aspira de ese modo a ubicar al país entre los futuros cinco con mayor capacidad de licuefacción y venta al extranjero por detrás de Estados Unidos, Qatar, Australia y Rusia. Además, prevé vender desde 2019 mucho más petróleo que en la actualidad, para aumentar dichas cantidades actuales en 9 veces con vistas al 2030.
Así lo ha explicitado la gestión de Javier Iguacel en el Plan Energético para Argentina difundido hace pocos días. Claro que para conseguir que ese proyecto ideal se haga realidad se necesitan tender nuevas redes de gas y petróleo hacia el mercado interno –inclusive hacia la zona sojera santafecina–, las nuevas cañerías para el traslado destinado a la exportación por el Atlántico y el Pacífico, contemplando las plantas de almacenamiento y licuefacción; sin dejar de mencionar el tendido de las vías del tren norpatagónico de Añelo a Bahía Blanca y las rutas terrestres que se deben mejorar o construir.
En ese trabajo de la Secretaría de Energía de la Nación se observa claramente que hasta 2022 no habrá grandes aumentos en la actividad perforadora de Vaca Muerta, proyectándose pasar de 68 equipos perforadores este año a 96 el año que viene y confirmando el amesetamiento en los próximos años con 109 equipos en 2020, 119 en 2021 y subiendo a 132 equipos recién en 2022. Para 2023 se prevé llegar a 158 equipos perforadores, trepar a 179 en 2024 y alcanzar el pico máximo en 2025 con 184 plataformas perforadoras en Vaca Muerta, que se mantendrían relativamente estables o con una leve baja hacia 2030, equiparando los 180 equipos existentes en actividad actualmente en toda América Latina.
Multimillonarias e imprescindibles inversiones
Para que el mega yacimiento de no convencionales funcione a toda velocidad se estima que haría falta invertir como mínimo entre 7.000 y 10.000 millones de dólares anuales hasta 2030, cifra que acumularía la significativa suma de 120.000 mil millones de dólares. Además harían falta otros 3.000 millones de dólares anuales en infraestructura y buena parte debería ser aportada por el Estado, lo que por ahora no parece probable en lo inmediato.
Además de las inversiones estrictamente vinculadas a Vaca Muerta en el sector productivo y las relacionadas a la infraestructura de funcionamiento, se calcula que en la región norpatagónica harán falta inversiones para edificar alrededor de 60 mil viviendas, 72 mil metros cuadrados de escuelas, 210 mil metros cuadrados de hospitales y cerca de 1.600 kilómetros de redes viales (rutas y avenidas) que actualmente se encuentran totalmente colapsadas.
Aunque también hará falta el tendido de nuevas redes de cloacas y agua potable, la provisión eléctrica, la construcción de hoteles y centros comerciales, a lo que se le debe sumar todo el andamiaje de infraestructura social que posibilite dar cabida a no menos de 200 mil nuevos residentes estables en la zona y que algunas proyecciones especulan con que podrían rondar los 400 mil habitantes.
Todo ese panorama fue valuado en 2014 con un costo no menor a 17.000 millones de dólares, según informó la Cámara Argentina de la Construcción. De esa suma, poco más de un tercio debería ser invertido por el Estado. En medio del plan de ajuste y déficit cero acordado con el FMI, es difícil suponer que las inversiones necesarias para Vaca Muerta sean estatales, particularmente las vinculadas a infraestructura logística y social en la Cuenca Neuquina y sus alrededores.
Estados Unidos, con problemas similares
Un panorama similar se encuentra atravesando actualmente Estados Unidos con su promisoria explotación de los reservorios no convencionales de Texas. A tal punto llegó el conflicto por la falta de infraestructura que cuando se incrementó la producción del fracking los caños para transportar el shale oil y gas se saturaron en su capacidad y el traslado comenzó a realizarse en trenes e inclusive en camiones con el consiguiente aumento de los costos.
El proceso del fracking en Estados Unidos tomó impulso en 2007 pero se potenció fuertemente luego de la crisis mundial económica desatada por la quiebra de Lehman Brothers, alcanzando en 2010 un ritmo acelerado de crecimiento. Cuando el crudo cotizó en junio de 2008 a 139 dólares por barril, Estados Unidos venía desarrollando una gran inversión en el fracking aprovechando la alta rentabilidad; y al bajar abruptamente el precio a 39 dólares en febrero de 2009 ya se estaba preparando para encarar la disputa con la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
En 2013 y 2014 se produjo una explosión en la producción de los hidrocarburos no convencionales, especialmente en la Cuenca Pérmica. En 2000 solamente había 23.000 pozos perforados con la técnica del fracking y en 2016 esa cantidad había ascendido a 300.000 perforaciones vinculadas al shale. A partir del descubrimiento en los inicios de 2016 de la formación Wolfcamp –como parte de la formación Pérmica localizada en Texas y Nuevo México– se multiplicaron las posibilidades de extracción de no convencionales.
En 2017 se produjo un estancamiento en la producción de shale como consecuencia de la falta de infraestructura para el transporte y almacenamiento de crudo y gas, situación que desembocó en una meseta extractiva hasta que se resolvieran las dificultades de infraestructura. Pese a encontrarse en una región petrolera por excelencia los problemas de funcionamiento no pudieron ser sorteados con inmediatez.
La mayor potencia mundial puso manos a la obra, y se especula que recién para finales de 2019 podría estar resolviendo el cuello de botella con las obras de infraestructura que le permitirían incrementar el ritmo productivo y seguir pugnando por el control del precio del crudo internacional e intentando desbancar a la OPEP –que lidera el mercado mundial desde los años ’70–.