El país
La Argentina vista por Mario Firmenich (h) SEGUNDA PARTE POR DAMIÁN ETCHEZAR.
Córdoba.
Especial para EES 115.
Nacido en cautiverio a 9 meses del golpe, recuperado del orfanato de Villa Allende por su madre guerrillera 5 años después, fue recién a mediados del ‘82 que Mario Firmenich hijo conoció a Mario Firmenich padre, en Méjico DF. Después de unos meses en suelo azteca la familia marchó a vivir bajo protección de Fidel Castro, que tenía en sus arcas varios de los millones que Montoneros produjo, secuestros extorsivos mediante. A las cabezas de Jorge y Juan Born las tasaron en 60 palos verdes y ganaron otros 40 en mercaderías. El rescate del Operativo Gemelas “todavía es un récord Guinnes. Posta boludo”, me dijo Mario –el hijo– alguna vez.
En la isla entonces apadrinada por la URSS pasó un tiempo en la “guardería montonera” dónde cada tanto Silvio cantaba a las guerrilleras sobrevivientes y sus hijos, y en septiembre de 1982 empezó la escuela en doble turno, uniformado con camisa, enterito y pañoletita roja al cuello. “Unidos por el comunismo seremos como el Che”, recitaba cada mañana con el resto de los “pioneros”.
Los estudiantes de primaria cubanos eran los únicos privilegiados que en la isla tomaban tres vasos de leche por día. “Dormíamos la siesta. Hacíamos la tarea. Los útiles quedaban en la escuela”. Su padre “trabajaba de jefe montonero”, haciendo política y diplomacia por izquierda.
Bolivia-Mendoza-Río
Galtieri se la jugó en Malvinas y la dictadura perdió la simpatía popular. Convocaron a elecciones. Mamá, papá, los hermanitos Mario y María y la abuela montonera bajaron de Cuba a Bolivia a comienzos del ‘83. “Pero mi papá quería que empezáramos las clases en Argentina”. Fueron a Mendoza, a otra de las casas de la abuela aristócrata-guerrillera María Elpidia Agüero Díaz. Era febrero. En marzo él volvió a empezar primer grado. En octubre habría elecciones.
Luder y Bittel eran la opción de la derecha peronista. Entre montoneros sobrevivientes habían armado Intransigencia y Movilización Peronista pero Vicente Leónidas Saadi perdió la interna. Ganó Alfonsín y el 10 de diciembre se calzó banda y bastón. Mario recuerda la asunción y a su madre panzona. Con ella embarazada de Facundo, la familia viajó a pasar las fiestas a Brasil. Existía un acuerdo político con el gobernador de Río de Janeiro. “Ahí estaba la cúpula de Montoneros”. A su padre hasta lo declararon ciudadano ilustre.
Devoto
Alfonsín institucionalizó por decreto la teoría de los dos demonios. Como cuenta Juan Gelman, el ex presidente puso como ejemplos de esa infame teoría al mismo poeta y al criminal genocida Alfredo Astiz. En enero del ‘84 nació el tercer hijo de María Martínez Agüero y Mario Firmenich. El padre fue a asentar el nacimiento a la embajada argentina. El 14 de febrero policías cariocas golpearon la puerta. A Mario hijo le vuelve cada tanto la imagen de los canas, periodistas y curiosos zumbando allá abajo, y entre ellos, su padre marchando preso.
Después del juicio de extradición, en octubre de 1984, Firmenich empezó a ser juzgado en Argentina. Se lo acusó de secuestros, asesinatos, atentados y demás “delitos concretos”. El tratado imponía que no fuera juzgado como jefe montonero, según recuerda su hijo, que en todo ese año no pisó la escuela. El segundo grado lo rindió libre, como su hermana el tercero. Los preparó su madre.
Montoneros se había reciclado en Peronismo Revolucionario y ella frecuentaba los actos de la CGT de aquel Ubaldini combativo. Recorría barrios y fábricas con los chicos de la mano. Mario la escuchaba hablar en Devoto con su padre. Decían que Alfonsín comandaba una “democracia pactada con Estado Unidos. Muy débil”. Vivían en la casa de Isidro Casanova que ahora comparten María, la mayor de los hermanos, hace poco regresada de Venezuela, y Santiago, el quinto y último.
Entre ellos, Mario nació en cautiverio en el 76, en el pabellón de presas políticas de la cárcel de Devoto. Después llegaron Facundo en el 84 y Agustín en el 87, ambos estudiantes universitarios en Barcelona. Santiago es del 89. Hoy está validando sus estudios para seguir Biología.
Indulto
Desde octubre de 1984 se sucedieron fallos y apelaciones y el proceso contra Firmenich llegó a la Corte Suprema cuando Menem ya estaba en el poder y listo para firmar el primer indulto a favor de unos y otros. La Corte ratificó una pena de 30 años en su contra. Recién cumpliría su condena en 2014 aunque de portarse bien hubiera salido en 2004. Pero en realidad quedó libre después de 6 años a la sombra.
Menem liberó a Firmenich entre fiestas: el 29 de diciembre de 1990. Hacerlo el 28 hubiera sido todavía más burdo. Entonces Mario tenía 14 años. Él cree que a su viejo “Menem lo cagó”. Con el primer indulto, en Semana Santa había dejado libres a (casi) todos los ex guerrilleros menos a su padre, a quien después puso en libertad bajo el mismo texto que exculpó a los de la junta.
Lo dejó pegado a ellos y selló su mala fama de traidor. Y en el intervalo “partió en dos al peronismo revolucionario: Perdía y Vaca Narvaja se quedaron con Menem”. En campaña el turco había prometido salariazo y revolución productiva y “los compañeros compraron”. Lucía como un caudillo federal del siglo XIX. Pero a poco de asumir se cortó las patillas y en menos de un año lo tenía adentro a Cavallo. “Mi viejo quedó del otro lado por cuestiones ideológicas. Menem se había neoliberalizado”.
“Me nefrega”
Además de ser tal vez la figura más controvertida de la política de los 70 en Argentina, Mario Firmenich también es su padre. “Y lo que digan de él –dice—me ne frega”. Asegura que conoce la historia. Que no hay una sola prueba. Que solo una mínima parte de la intelectualidad progre lo condena. Que compran y venden carne podrida a la clase media argentina, facha y acomodaticia. No lo dice, porque es político, pero lo piensa. También sabe que este gobierno “desagravia a los compañeros” a cada rato y que el régimen suma ya tres mandatos. “Más que Perón y más que Menem, ¡coño!”. El escenario pareciera el propicio pero Mario nunca me dijo nada sobre la intención de volver de su padre, ni de sus supuestos ingresos furtivos al país.
Llena de potenciales, la nota de la Voz del Interior que inspiró esta crónica decía que él, su hermano Facundo, el tío Guillermo, Cirilo Perdía y otros ex montos estarían tramando un supuesto “operativo retorno”. Pero él dice que sólo depende del tiempo el desagravio de su padre. Que sólo el tiempo sanaría el estigma de sus supuestos encuentros, acuerdos y negociados con los dictadores. Que el padre todavía se reivindica guerrillero y combatiente, pero nunca un asesino, menos un traidor.
¿Qué se creen?
El vecino que esa tarde me llevó hasta el pueblo en camioneta estaba enojado. Anda en los 50. Tiene un campo con animales en Los Molles y una forrajería en Río Ceballos. Me decía que “ahora hasta expropiar las telefónicas no paran. ¿Vos sabés lo que era Entel? ¿Qué se creen? ¿Fidel o Chávez? Pero ¿qué es esto? ¿En qué año estamos viviendo? Yo antes que esto prefiero al ejército, te lo juro. ¿Quién va a venir a invertir a un país así? La plata no te rinde nada…”. “Recién vengo de la casa de un amigo –le conté después de un ratito, para ver qué pasaba—:el hijo de Mario Firmenich”. Se quedó pensando. “Ah... El milico”. “No, el montonero”, le aclaré. “Ah. Mirá vos. Al final ganaron ¿no? Están todos en el poder”. Y yo iba a decirle que no, que en su mayoría murieron combatiendo, fueron asesinados o siguen desaparecidos. Pero me callé y seguí pensando en las mil y una formas que existen de contar e interpretar una historia.
Negocios oscuros
Fuimos adolescentes en el uno a uno. “Te tomabas un tetra por 70 centavos boludo: veneno puro”. Demasiados se quemaron la cabeza en el menemato. “Los límites de los pibes de clase media eran el alcohol y el porro. Muy cada tanto tiquitaun”. Pero entre las masas de las que depende el devenir de cualquier gobierno en Argentina, para demasiados pibes era “tiquitaun, tiquitaun, tiquitaun” cada día: Duhalde gobernaba la Provincia de Buenos Aires desde el 91 y la merca corría como fuego sobre un reguero de pólvora.
“¿Y qué te pareció después el acuerdo Kirchner-Duhalde?”, le pregunté esa vez a Mario. “Yo no estaba en el país –me dijo—. Y no es lo mismo leerlo por los diarios. Igual en 2003 yo no sé si lo hubiera votado. El sistema era una mierda. El que menos peor me caía era Rodriguez Saá por el default. Por el gesto. Pero creo que hubiera votado en blanco”.
En el 95, con 18 años, votó por primera y última vez hasta la reelección de Cristina. “Sabía que votaba a un sorete (Bordón, del Frepaso) pero había que sacar a Menem. Había vendido el país y no tenía escrúpulos. Con Duhalde peleaban por el control de los negocios oscuros”. Le pedí que se explicara y dijo algo así: “los negocios más grandes de los políticos son los negocios oscuros. Dejan el mayor margen de ganancia: los permitís, los promovés y los controlás vos. Los negocios en blanco siempre son de otros. Vos solamente cobrás impuestos… O te buscás testaferros”.
Kompañeros
Aunque vivía en Isidro Casanova, Mario en el 90 empezó la secundaria en un colegio de “clase media-media garca”, en pleno centro porteño: el Nacional Buenos Aires. Se movía en “un ambiente seguro”, en un circuito de joda “bastante cheto”, reducido. Cultivaba una onda “para-cultural, medio under”, pero siempre “dentro de lo in, no de lo out”. Nunca salían por el conurbano, excepto para ver alguna vez a Los Redondos o juntarse de fiesta en su casa cuando los viejos no estaban.
Mario se sentía observado, no por sus compañeros, pero sí por los padres. “Decían que mi viejo estaba libre pero era un asesino. Ante eso yo tenía argumentos políticos: Firmenich no era un loco que salía a matar gente. Formaba parte de una organización que usaba la violencia como herramienta política”.
Él ni siquiera se trompeó por cuestiones políticas o ideológicas, pero sí jugando al fútbol. Su padre es zurdo y jugaba de 11. Él es ambidiestro, menos habilidoso pero igual de veloz: se calzaba la 3 o la 4, aunque terminaría la secundaria como último hombre. “Por lo aguerrido”, me dijo, aunque también asumió que era un poco faulero y bastante calentón: todo un peligro con un 2 en la espalda.
Después del indulto, el 91 fue un año difícil para el hijo de figura semejante. El conjuraba su malestar militando en el Colegio, en las filas de la Agrupación Eva Perón donde hacía sus primeras armas otro de los ilustres jóvenes k. Mariano Recalde estaba entonces en 6to. año y presidía el Centro de Estudiantes. Le decían “heavy”. Hoy preside Aerolíneas Argentinas.
En la sobremesa de cada cena Mario continuaba su formación política hablando con el padre. Los argentinos compraban todo por dos pesos mientras Menem desguazaba el Estado. “Era muy difícil militar. Todo el peronismo se había neoliberalizado”. Su agrupación se veía forzada a celebrar “alianzas borgeanas”, más por espanto que por amor, con chinos y troscos. A él en 2do. año lo eligieron delegado de su curso.
De a poco se fue convenciendo de estudiar Economía, como lo había hecho su padre, que empezó en la cárcel y terminó en la UBA con el mejor promedio de su división. Pero le negaron la medalla de oro. Se la dieron al segundo promedio, Axel Kiciloff: otro de los del Buenos Aires que devino joven estrella del firmamento k. Hoy es el primer hombre de YPF.
London calling
En el 95 quedaron libres y con Andrés “el Cuervo” Larroque aprovecharon para armar el Frente de Lucha Estudiantil, alianza de izquierda que empezó a dar una riesgosa notoriedad al hijo del ex jefe montonero. Rindieron libres el 5to año. y en el 96 ganaron el Centro de Estudiantes. Pero su familia ya recibía frecuentes amenazas. Por entonces a su padre un hombre de Barrionuevo le chocó el auto con serias intenciones. A él desde un Falcon Verde lo encañonaron a cuadras de su casa.
El kiosquito que la familia explotaba en Barrio Norte no alcanzaba. La URSS se había desintegrado y desde Cuba ya no giraban plata de Montoneros. Su madre decidió que era tiempo de dejar el país. El destino era Noruega. Primero zarparon María y Mario, que colgó el Colegio a mitad del 6to año. Viajaron desde Italia en tren haciendo escalas en casa de “compañeros” exiliados. Pero fue en Barcelona que a su padre le aceptaron su proyecto de doctorado. Aunque se decidió que ahí se afincaría la familia, el plan de los jóvenes Firmenich era otro.
María y Mario volvieron a Argentina a arreglar papeles y en diciembre del 96 volaron en plan de supervivencia sudaka a Londres, donde Mario cumplió 20 años. Consiguió trabajo como windows cleaner. Escobita en mano ganaba lo suficiente para alquilar una pieza, comer, estudiar inglés y gozar la vida loca que inspiraba Londres a jóvenes de todo el mundo: punchi, alcohol, punchi, pepas y punchi, punchi, punchi. A los 6 meses dejó de limpiar ventanas, se hizo okupa y se puso a vender “El gran asunto” (The Big Issue): una revista anarco, de la cultura homeless. Con squatters neo punks de todas las latitudes compartía una casa señorial. Recorría cada día los undergrounds de su propia conciencia y la cultura londinense, aunque sin tocar la puerta del fondo, que es el primer pico de heroína.
En el salón principal de la casa imperaba el mural de un gigantesco hongo fluorescente, que con su cara alucinada le dio la bienvenida a mamá, papá y los hermanitos Firmenich cuando en agosto cayeron de sorpresa.
Mamá volvió a Barcelona craneando el secuestro. Lo quería a Mario fuera de ese submundo pero también lejos de Argentina y sus otros peligros. Entonces les pidió que fueran a España. Que ella y el padre viajarían. Que él y María debían cuidar a los hermanitos. Sarasa, sarasa. “Pisé Barcelona y mi vieja me metió preso” en la casa que alquilaban en pleno campo. A María la dejó volver a estudiar a Argentina. Ella probó un año de Sociología en la UBA. No le gustó la óptica y partió a la isla con beca de estudio del estado cubano. A él lo puso a estudiar para que rindiera libre el 6to año y entrara a la universidad catalana.
Anarco-jipi-punk
“Yo soy caótico desde antes de Londres. Siempre fui así. Mi viejo, en cambio, es marcial. Es alemán. Pero no me rompía las pelotas… Me daba discursos”. Mario se mandaba alguna y ya “sabía que venía el sermón eterno de papá”. El tipo “tenía fundamentos para cada cagada a pedos y quería que yo racionalizara mi comportamiento. Pero yo de adolescente era un animal: un anarco-jipi-punk”.
“Siempre fui un espíritu libre”. Según los chinos Mario es dragón de fuego. Su vieja “es fanática de Ludovica”. El tira el I-Ching. “La filosofía oriental me gusta mucho y también tuve mi etapa om”. Con el Cuervo y otros del Colegio proyectaban instalarse en comunidad en las sierras de Córdoba después de egresar. Hicieron fiestas para financiar su salida del sistema pero naufragaron antes de zarpar. La fraternidad se rompió por cuestiones centrales: por guita y por minas.
501
A mediados del 98 Mario vino para rendir 6to año. Pasó 3 meses y volvió a Barcelona decidido a fugarse de la prisión domiciliaria. Sus padres lo querían viviendo con ellos y estudiando en la universidad local. Pero el Cuervo hizo una colecta entre amigos y le mandó los pasajes. Mario les informó que se volvía. La madre resignada lo contactó con Mariotto por laburo y él volvió a lo que quedaba de Argentina, a instalarse en Isidro Casanova, estudiar Economía en la UBA y producir documentales para el laboratorio de la Universidad de Lomas donde el hoy vice gobernador de Buenos Aires era decano.
En el 99 empezó 2do. año de la carrera como alumno regular. Militaba con el Cuervo en el Grupo por la Educación Popular. Construyeron una escuelita en la Villa 20 de Lugano para alfabetizar y dar apoyo escolar. Con otros del Buenos Aires adherían a las marchas de la CTA y hacían trabajo social con grupos del incipiente movimiento piquetero. Salían de joda a ver a Todos tus Muertos, a Las Manos de Filippi y coreaban como locos: “hay que matar al presidente”, “son todos narcos”, “tienen el poder y lo van a perder”.
Haciendo base en IMPA, puntal del movimiento de empresas recuperadas, a las elecciones del 99 opusieron con su hermana y Kiciloff, Larroque, Recalde y otros el llamado Movimiento 501. Decían que Duhalde o De la Rúa eran lo mismo. Serían gerentes del mismo modelo. Lograron que el día de la elección unos 500 viajaran en tren hasta Tandil para rehuir su deber cívico sin salirse de la ley. “No íbamos a convalidar otro teatro de la democracia sobre el consenso de Washington”.
BZN-BAS-BZN
La perinola de la democracia argentina daría saltos acrobáticos a partir del estallido del 2001. Mario ya se había quedado sin laburo. Se fue a Barcelona resignado a seguir estudiando con respaldo de los viejos pero volvió para ver al fin campeón a su club y codearse sin conocerse con Máximo en la Racing Stone. Llegó justo para estar en la Plaza esos días culminantes de diciembre, tirando contra bancos y policías, cantando “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. “Piquete y cacerola, la lucha es una sola”, coreaba la chusma con la plata en el corralito.
En febrero de 2002 ya estaba de vuelta en Barcelona, rindiendo para entrar a la Universidad local. Un año más tarde, en una marcha contra la guerra de Irak conoció a Berta, la jovencita rebelde, 7 años menor, que le dio tres hijos españoles en 2004, 2006 y 2007.
Hasta que nació el primero él laburó con intensidad cada verano, de mozo o ayudante de cocina, para que le alcanzara changueando el resto del año. Convertido en padre sentó cabeza como titiritero en el Poble Español, la Ciudat dels Artesans, y después de dos años entró a asuntos internacionales de una empresa de seguros. Le ayudó ser políglota: habla portugués, catalán, francés, italiano e inglés.
En 2005 vinieron a casarse al hogar de Villa Allende donde había vivido sus primeros 5 años de vida creyéndose huérfano. Terminó Economía en Barcelona en 2009 y con Berta decidieron volver para radicarse en Argentina en julio. Mario tenía lista para el cobro la indemnización por haber nacido en cautiverio. Con eso compraron la casa donde viven hoy, en Salsipuedes.
“Jota K”
Aliado a Duhalde, “Néstor” llegó en 2003 a la presidencia. Aquellos pibes del 501 se convirtieron en cuadros políticos del kirchnerismo y hoy son algunos de los más sonados representantes de La Cámpora. La organización conducida por Máximo coloca sus fichas al frente de todos y cada uno de los organismos del Estado nacional, de punta a punta del país: ahora YPF, primero Aerolíneas, también cada ventanilla de la AFIP, la ANSES, PAMI, el Nación y demás. El control total es la consigna.
Mario Javier Firmenich hoy es secretario de interior de la hermética “jota k” en Córdoba. Es hijo del jefe montonero exiliado en Barcelona, sobre quien todavía pesa en Argentina una causa por el asesinato de Rucci, cometido por una célula autónoma de la organización guerrillera. Yo lo conocí en Salsipuedes. Nos hicimos amigos y me fue contando esporádicamente una historia que hasta ahora no salía en la prensa.
Córdoba.
Especial para EES 115.
Nacido en cautiverio a 9 meses del golpe, recuperado del orfanato de Villa Allende por su madre guerrillera 5 años después, fue recién a mediados del ‘82 que Mario Firmenich hijo conoció a Mario Firmenich padre, en Méjico DF. Después de unos meses en suelo azteca la familia marchó a vivir bajo protección de Fidel Castro, que tenía en sus arcas varios de los millones que Montoneros produjo, secuestros extorsivos mediante. A las cabezas de Jorge y Juan Born las tasaron en 60 palos verdes y ganaron otros 40 en mercaderías. El rescate del Operativo Gemelas “todavía es un récord Guinnes. Posta boludo”, me dijo Mario –el hijo– alguna vez.
En la isla entonces apadrinada por la URSS pasó un tiempo en la “guardería montonera” dónde cada tanto Silvio cantaba a las guerrilleras sobrevivientes y sus hijos, y en septiembre de 1982 empezó la escuela en doble turno, uniformado con camisa, enterito y pañoletita roja al cuello. “Unidos por el comunismo seremos como el Che”, recitaba cada mañana con el resto de los “pioneros”.
Los estudiantes de primaria cubanos eran los únicos privilegiados que en la isla tomaban tres vasos de leche por día. “Dormíamos la siesta. Hacíamos la tarea. Los útiles quedaban en la escuela”. Su padre “trabajaba de jefe montonero”, haciendo política y diplomacia por izquierda.
Bolivia-Mendoza-Río
Galtieri se la jugó en Malvinas y la dictadura perdió la simpatía popular. Convocaron a elecciones. Mamá, papá, los hermanitos Mario y María y la abuela montonera bajaron de Cuba a Bolivia a comienzos del ‘83. “Pero mi papá quería que empezáramos las clases en Argentina”. Fueron a Mendoza, a otra de las casas de la abuela aristócrata-guerrillera María Elpidia Agüero Díaz. Era febrero. En marzo él volvió a empezar primer grado. En octubre habría elecciones.
Luder y Bittel eran la opción de la derecha peronista. Entre montoneros sobrevivientes habían armado Intransigencia y Movilización Peronista pero Vicente Leónidas Saadi perdió la interna. Ganó Alfonsín y el 10 de diciembre se calzó banda y bastón. Mario recuerda la asunción y a su madre panzona. Con ella embarazada de Facundo, la familia viajó a pasar las fiestas a Brasil. Existía un acuerdo político con el gobernador de Río de Janeiro. “Ahí estaba la cúpula de Montoneros”. A su padre hasta lo declararon ciudadano ilustre.
Devoto
Alfonsín institucionalizó por decreto la teoría de los dos demonios. Como cuenta Juan Gelman, el ex presidente puso como ejemplos de esa infame teoría al mismo poeta y al criminal genocida Alfredo Astiz. En enero del ‘84 nació el tercer hijo de María Martínez Agüero y Mario Firmenich. El padre fue a asentar el nacimiento a la embajada argentina. El 14 de febrero policías cariocas golpearon la puerta. A Mario hijo le vuelve cada tanto la imagen de los canas, periodistas y curiosos zumbando allá abajo, y entre ellos, su padre marchando preso.
Después del juicio de extradición, en octubre de 1984, Firmenich empezó a ser juzgado en Argentina. Se lo acusó de secuestros, asesinatos, atentados y demás “delitos concretos”. El tratado imponía que no fuera juzgado como jefe montonero, según recuerda su hijo, que en todo ese año no pisó la escuela. El segundo grado lo rindió libre, como su hermana el tercero. Los preparó su madre.
Montoneros se había reciclado en Peronismo Revolucionario y ella frecuentaba los actos de la CGT de aquel Ubaldini combativo. Recorría barrios y fábricas con los chicos de la mano. Mario la escuchaba hablar en Devoto con su padre. Decían que Alfonsín comandaba una “democracia pactada con Estado Unidos. Muy débil”. Vivían en la casa de Isidro Casanova que ahora comparten María, la mayor de los hermanos, hace poco regresada de Venezuela, y Santiago, el quinto y último.
Entre ellos, Mario nació en cautiverio en el 76, en el pabellón de presas políticas de la cárcel de Devoto. Después llegaron Facundo en el 84 y Agustín en el 87, ambos estudiantes universitarios en Barcelona. Santiago es del 89. Hoy está validando sus estudios para seguir Biología.
Indulto
Desde octubre de 1984 se sucedieron fallos y apelaciones y el proceso contra Firmenich llegó a la Corte Suprema cuando Menem ya estaba en el poder y listo para firmar el primer indulto a favor de unos y otros. La Corte ratificó una pena de 30 años en su contra. Recién cumpliría su condena en 2014 aunque de portarse bien hubiera salido en 2004. Pero en realidad quedó libre después de 6 años a la sombra.
Menem liberó a Firmenich entre fiestas: el 29 de diciembre de 1990. Hacerlo el 28 hubiera sido todavía más burdo. Entonces Mario tenía 14 años. Él cree que a su viejo “Menem lo cagó”. Con el primer indulto, en Semana Santa había dejado libres a (casi) todos los ex guerrilleros menos a su padre, a quien después puso en libertad bajo el mismo texto que exculpó a los de la junta.
Lo dejó pegado a ellos y selló su mala fama de traidor. Y en el intervalo “partió en dos al peronismo revolucionario: Perdía y Vaca Narvaja se quedaron con Menem”. En campaña el turco había prometido salariazo y revolución productiva y “los compañeros compraron”. Lucía como un caudillo federal del siglo XIX. Pero a poco de asumir se cortó las patillas y en menos de un año lo tenía adentro a Cavallo. “Mi viejo quedó del otro lado por cuestiones ideológicas. Menem se había neoliberalizado”.
“Me nefrega”
Además de ser tal vez la figura más controvertida de la política de los 70 en Argentina, Mario Firmenich también es su padre. “Y lo que digan de él –dice—me ne frega”. Asegura que conoce la historia. Que no hay una sola prueba. Que solo una mínima parte de la intelectualidad progre lo condena. Que compran y venden carne podrida a la clase media argentina, facha y acomodaticia. No lo dice, porque es político, pero lo piensa. También sabe que este gobierno “desagravia a los compañeros” a cada rato y que el régimen suma ya tres mandatos. “Más que Perón y más que Menem, ¡coño!”. El escenario pareciera el propicio pero Mario nunca me dijo nada sobre la intención de volver de su padre, ni de sus supuestos ingresos furtivos al país.
Llena de potenciales, la nota de la Voz del Interior que inspiró esta crónica decía que él, su hermano Facundo, el tío Guillermo, Cirilo Perdía y otros ex montos estarían tramando un supuesto “operativo retorno”. Pero él dice que sólo depende del tiempo el desagravio de su padre. Que sólo el tiempo sanaría el estigma de sus supuestos encuentros, acuerdos y negociados con los dictadores. Que el padre todavía se reivindica guerrillero y combatiente, pero nunca un asesino, menos un traidor.
¿Qué se creen?
El vecino que esa tarde me llevó hasta el pueblo en camioneta estaba enojado. Anda en los 50. Tiene un campo con animales en Los Molles y una forrajería en Río Ceballos. Me decía que “ahora hasta expropiar las telefónicas no paran. ¿Vos sabés lo que era Entel? ¿Qué se creen? ¿Fidel o Chávez? Pero ¿qué es esto? ¿En qué año estamos viviendo? Yo antes que esto prefiero al ejército, te lo juro. ¿Quién va a venir a invertir a un país así? La plata no te rinde nada…”. “Recién vengo de la casa de un amigo –le conté después de un ratito, para ver qué pasaba—:el hijo de Mario Firmenich”. Se quedó pensando. “Ah... El milico”. “No, el montonero”, le aclaré. “Ah. Mirá vos. Al final ganaron ¿no? Están todos en el poder”. Y yo iba a decirle que no, que en su mayoría murieron combatiendo, fueron asesinados o siguen desaparecidos. Pero me callé y seguí pensando en las mil y una formas que existen de contar e interpretar una historia.
Negocios oscuros
Fuimos adolescentes en el uno a uno. “Te tomabas un tetra por 70 centavos boludo: veneno puro”. Demasiados se quemaron la cabeza en el menemato. “Los límites de los pibes de clase media eran el alcohol y el porro. Muy cada tanto tiquitaun”. Pero entre las masas de las que depende el devenir de cualquier gobierno en Argentina, para demasiados pibes era “tiquitaun, tiquitaun, tiquitaun” cada día: Duhalde gobernaba la Provincia de Buenos Aires desde el 91 y la merca corría como fuego sobre un reguero de pólvora.
“¿Y qué te pareció después el acuerdo Kirchner-Duhalde?”, le pregunté esa vez a Mario. “Yo no estaba en el país –me dijo—. Y no es lo mismo leerlo por los diarios. Igual en 2003 yo no sé si lo hubiera votado. El sistema era una mierda. El que menos peor me caía era Rodriguez Saá por el default. Por el gesto. Pero creo que hubiera votado en blanco”.
En el 95, con 18 años, votó por primera y última vez hasta la reelección de Cristina. “Sabía que votaba a un sorete (Bordón, del Frepaso) pero había que sacar a Menem. Había vendido el país y no tenía escrúpulos. Con Duhalde peleaban por el control de los negocios oscuros”. Le pedí que se explicara y dijo algo así: “los negocios más grandes de los políticos son los negocios oscuros. Dejan el mayor margen de ganancia: los permitís, los promovés y los controlás vos. Los negocios en blanco siempre son de otros. Vos solamente cobrás impuestos… O te buscás testaferros”.
Kompañeros
Aunque vivía en Isidro Casanova, Mario en el 90 empezó la secundaria en un colegio de “clase media-media garca”, en pleno centro porteño: el Nacional Buenos Aires. Se movía en “un ambiente seguro”, en un circuito de joda “bastante cheto”, reducido. Cultivaba una onda “para-cultural, medio under”, pero siempre “dentro de lo in, no de lo out”. Nunca salían por el conurbano, excepto para ver alguna vez a Los Redondos o juntarse de fiesta en su casa cuando los viejos no estaban.
Mario se sentía observado, no por sus compañeros, pero sí por los padres. “Decían que mi viejo estaba libre pero era un asesino. Ante eso yo tenía argumentos políticos: Firmenich no era un loco que salía a matar gente. Formaba parte de una organización que usaba la violencia como herramienta política”.
Él ni siquiera se trompeó por cuestiones políticas o ideológicas, pero sí jugando al fútbol. Su padre es zurdo y jugaba de 11. Él es ambidiestro, menos habilidoso pero igual de veloz: se calzaba la 3 o la 4, aunque terminaría la secundaria como último hombre. “Por lo aguerrido”, me dijo, aunque también asumió que era un poco faulero y bastante calentón: todo un peligro con un 2 en la espalda.
Después del indulto, el 91 fue un año difícil para el hijo de figura semejante. El conjuraba su malestar militando en el Colegio, en las filas de la Agrupación Eva Perón donde hacía sus primeras armas otro de los ilustres jóvenes k. Mariano Recalde estaba entonces en 6to. año y presidía el Centro de Estudiantes. Le decían “heavy”. Hoy preside Aerolíneas Argentinas.
En la sobremesa de cada cena Mario continuaba su formación política hablando con el padre. Los argentinos compraban todo por dos pesos mientras Menem desguazaba el Estado. “Era muy difícil militar. Todo el peronismo se había neoliberalizado”. Su agrupación se veía forzada a celebrar “alianzas borgeanas”, más por espanto que por amor, con chinos y troscos. A él en 2do. año lo eligieron delegado de su curso.
De a poco se fue convenciendo de estudiar Economía, como lo había hecho su padre, que empezó en la cárcel y terminó en la UBA con el mejor promedio de su división. Pero le negaron la medalla de oro. Se la dieron al segundo promedio, Axel Kiciloff: otro de los del Buenos Aires que devino joven estrella del firmamento k. Hoy es el primer hombre de YPF.
London calling
En el 95 quedaron libres y con Andrés “el Cuervo” Larroque aprovecharon para armar el Frente de Lucha Estudiantil, alianza de izquierda que empezó a dar una riesgosa notoriedad al hijo del ex jefe montonero. Rindieron libres el 5to año. y en el 96 ganaron el Centro de Estudiantes. Pero su familia ya recibía frecuentes amenazas. Por entonces a su padre un hombre de Barrionuevo le chocó el auto con serias intenciones. A él desde un Falcon Verde lo encañonaron a cuadras de su casa.
El kiosquito que la familia explotaba en Barrio Norte no alcanzaba. La URSS se había desintegrado y desde Cuba ya no giraban plata de Montoneros. Su madre decidió que era tiempo de dejar el país. El destino era Noruega. Primero zarparon María y Mario, que colgó el Colegio a mitad del 6to año. Viajaron desde Italia en tren haciendo escalas en casa de “compañeros” exiliados. Pero fue en Barcelona que a su padre le aceptaron su proyecto de doctorado. Aunque se decidió que ahí se afincaría la familia, el plan de los jóvenes Firmenich era otro.
María y Mario volvieron a Argentina a arreglar papeles y en diciembre del 96 volaron en plan de supervivencia sudaka a Londres, donde Mario cumplió 20 años. Consiguió trabajo como windows cleaner. Escobita en mano ganaba lo suficiente para alquilar una pieza, comer, estudiar inglés y gozar la vida loca que inspiraba Londres a jóvenes de todo el mundo: punchi, alcohol, punchi, pepas y punchi, punchi, punchi. A los 6 meses dejó de limpiar ventanas, se hizo okupa y se puso a vender “El gran asunto” (The Big Issue): una revista anarco, de la cultura homeless. Con squatters neo punks de todas las latitudes compartía una casa señorial. Recorría cada día los undergrounds de su propia conciencia y la cultura londinense, aunque sin tocar la puerta del fondo, que es el primer pico de heroína.
En el salón principal de la casa imperaba el mural de un gigantesco hongo fluorescente, que con su cara alucinada le dio la bienvenida a mamá, papá y los hermanitos Firmenich cuando en agosto cayeron de sorpresa.
Mamá volvió a Barcelona craneando el secuestro. Lo quería a Mario fuera de ese submundo pero también lejos de Argentina y sus otros peligros. Entonces les pidió que fueran a España. Que ella y el padre viajarían. Que él y María debían cuidar a los hermanitos. Sarasa, sarasa. “Pisé Barcelona y mi vieja me metió preso” en la casa que alquilaban en pleno campo. A María la dejó volver a estudiar a Argentina. Ella probó un año de Sociología en la UBA. No le gustó la óptica y partió a la isla con beca de estudio del estado cubano. A él lo puso a estudiar para que rindiera libre el 6to año y entrara a la universidad catalana.
Anarco-jipi-punk
“Yo soy caótico desde antes de Londres. Siempre fui así. Mi viejo, en cambio, es marcial. Es alemán. Pero no me rompía las pelotas… Me daba discursos”. Mario se mandaba alguna y ya “sabía que venía el sermón eterno de papá”. El tipo “tenía fundamentos para cada cagada a pedos y quería que yo racionalizara mi comportamiento. Pero yo de adolescente era un animal: un anarco-jipi-punk”.
“Siempre fui un espíritu libre”. Según los chinos Mario es dragón de fuego. Su vieja “es fanática de Ludovica”. El tira el I-Ching. “La filosofía oriental me gusta mucho y también tuve mi etapa om”. Con el Cuervo y otros del Colegio proyectaban instalarse en comunidad en las sierras de Córdoba después de egresar. Hicieron fiestas para financiar su salida del sistema pero naufragaron antes de zarpar. La fraternidad se rompió por cuestiones centrales: por guita y por minas.
501
A mediados del 98 Mario vino para rendir 6to año. Pasó 3 meses y volvió a Barcelona decidido a fugarse de la prisión domiciliaria. Sus padres lo querían viviendo con ellos y estudiando en la universidad local. Pero el Cuervo hizo una colecta entre amigos y le mandó los pasajes. Mario les informó que se volvía. La madre resignada lo contactó con Mariotto por laburo y él volvió a lo que quedaba de Argentina, a instalarse en Isidro Casanova, estudiar Economía en la UBA y producir documentales para el laboratorio de la Universidad de Lomas donde el hoy vice gobernador de Buenos Aires era decano.
En el 99 empezó 2do. año de la carrera como alumno regular. Militaba con el Cuervo en el Grupo por la Educación Popular. Construyeron una escuelita en la Villa 20 de Lugano para alfabetizar y dar apoyo escolar. Con otros del Buenos Aires adherían a las marchas de la CTA y hacían trabajo social con grupos del incipiente movimiento piquetero. Salían de joda a ver a Todos tus Muertos, a Las Manos de Filippi y coreaban como locos: “hay que matar al presidente”, “son todos narcos”, “tienen el poder y lo van a perder”.
Haciendo base en IMPA, puntal del movimiento de empresas recuperadas, a las elecciones del 99 opusieron con su hermana y Kiciloff, Larroque, Recalde y otros el llamado Movimiento 501. Decían que Duhalde o De la Rúa eran lo mismo. Serían gerentes del mismo modelo. Lograron que el día de la elección unos 500 viajaran en tren hasta Tandil para rehuir su deber cívico sin salirse de la ley. “No íbamos a convalidar otro teatro de la democracia sobre el consenso de Washington”.
BZN-BAS-BZN
La perinola de la democracia argentina daría saltos acrobáticos a partir del estallido del 2001. Mario ya se había quedado sin laburo. Se fue a Barcelona resignado a seguir estudiando con respaldo de los viejos pero volvió para ver al fin campeón a su club y codearse sin conocerse con Máximo en la Racing Stone. Llegó justo para estar en la Plaza esos días culminantes de diciembre, tirando contra bancos y policías, cantando “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. “Piquete y cacerola, la lucha es una sola”, coreaba la chusma con la plata en el corralito.
En febrero de 2002 ya estaba de vuelta en Barcelona, rindiendo para entrar a la Universidad local. Un año más tarde, en una marcha contra la guerra de Irak conoció a Berta, la jovencita rebelde, 7 años menor, que le dio tres hijos españoles en 2004, 2006 y 2007.
Hasta que nació el primero él laburó con intensidad cada verano, de mozo o ayudante de cocina, para que le alcanzara changueando el resto del año. Convertido en padre sentó cabeza como titiritero en el Poble Español, la Ciudat dels Artesans, y después de dos años entró a asuntos internacionales de una empresa de seguros. Le ayudó ser políglota: habla portugués, catalán, francés, italiano e inglés.
En 2005 vinieron a casarse al hogar de Villa Allende donde había vivido sus primeros 5 años de vida creyéndose huérfano. Terminó Economía en Barcelona en 2009 y con Berta decidieron volver para radicarse en Argentina en julio. Mario tenía lista para el cobro la indemnización por haber nacido en cautiverio. Con eso compraron la casa donde viven hoy, en Salsipuedes.
“Jota K”
Aliado a Duhalde, “Néstor” llegó en 2003 a la presidencia. Aquellos pibes del 501 se convirtieron en cuadros políticos del kirchnerismo y hoy son algunos de los más sonados representantes de La Cámpora. La organización conducida por Máximo coloca sus fichas al frente de todos y cada uno de los organismos del Estado nacional, de punta a punta del país: ahora YPF, primero Aerolíneas, también cada ventanilla de la AFIP, la ANSES, PAMI, el Nación y demás. El control total es la consigna.
Mario Javier Firmenich hoy es secretario de interior de la hermética “jota k” en Córdoba. Es hijo del jefe montonero exiliado en Barcelona, sobre quien todavía pesa en Argentina una causa por el asesinato de Rucci, cometido por una célula autónoma de la organización guerrillera. Yo lo conocí en Salsipuedes. Nos hicimos amigos y me fue contando esporádicamente una historia que hasta ahora no salía en la prensa.