El impacto desigual de la crisis petrolera en las mujeres: "Es probable que las brechas de género se hayan acrecentado" A pesar de los avances en materia de igualdad, en tiempos de crisis las mujeres suelen ser las más afectadas. Investigaciones realizadas en Argentina así como en otras partes del mundo muestran que son quienes más sufren la informalidad y el desempleo, además de concentrarse en los sectores con menores salarios. Por otro lado, pesa sobre ellas la carga histórica de las tareas domésticas y de cuidado, el "trabajo no pago" que han visibilizado los feminismos.
Renata Hiller -politóloga, investigadora del CONICET y docente de la UNPSJB- analizó, en entrevista con El Extremo Sur, el escenario local e identificó múltiples fenómenos que empiezan a vislumbrarse en el mercado laboral, signado por una crisis económica nacional y por la reciente baja de empleos en el sector hidrocarburífero e industrial de la región.
La investigadora habló de un mercado caracterizado por el pluriempleo, la sobreocupación y una amplia cantidad de población inactiva. También elaboró una lectura en clave de género en relación al impacto diferencial de la crisis petrolera sobre las mujeres. En principio, sostuvo que las mujeres son "más pobres de tiempo": "Trabajamos en el mercado de trabajo remunerado, formal o no formal, pero fuera de nuestras casas y después volvemos a nuestras casas y cumplimos otra jornada laboral, a veces de 6, a veces de 8 horas, haciendo las tareas domésticas".
Por otro lado, respecto a los despidos en la industria petrolera, se refirió al impacto directo en la población femenina, con fenómenos visibles como salarios complementarios de las mujeres que pasan a ser el sostén principal del hogar hasta acuerdos privados de indemnización de los varones que no contemplan las cuotas alimentarias.
Se refirió, además, a una dificultad metodológica que se ha acrecentado en el último tiempo a raíz de la eliminación de programas y áreas de género institucionales que se dedicaban a investigar, precisamente, el rol de las mujeres en la economía.
¿Cómo caracterizás el escenario laboral que hoy atraviesa Comodoro? ¿Se perciben diferencias de género a la hora de mirar las tasas de desempleo e informalidad?
Me parece que tenemos suficientes antecedentes como para saber que cuando decimos que aumenta la desocupación aumenta mayoritariamente entre mujeres y jóvenes, y cuando son ambas cosas, mujeres y jóvenes, se ve todavía más marcado. Algo bastante explicativo del caso comodorense es que paradójicamente Comodoro, si uno ve sus datos de desocupación, así como nunca fueron extremadamente preocupantes en relación a otras localidades patagónicas, hoy nos encontramos con que son especialmente bajos, pero esa baja tasa de desocupación en Comodoro, como en otras localidades, tenemos que empezar a leerlas con fenómenos que se están dando también. Uno que tiene que ver con el autoempleo, con el emprendedurismo, el empleo precario. Cuando el encuestador de la Encuesta Permanente de Hogares pregunta "¿Usted trabajó tantas horas en la última semana?" la gente va a decir que sí. Y esto lo vamos a ver especialmente entre las mujeres que tienen sus rebusques, su venta de empanada, su comprar ropa y revenderla. Lo que nos está resultando difícil hoy es encontrar indicadores para poder observar esa realidad del mercado laboral en relación a la precarización. Sí vamos a ver esto en las mayores tasas de empleo informal, ahí donde se puede llegar a medir, ahí donde se puede llegar a mensurar. Por un lado está esta cuestión de que hoy nos vamos a encontrar quizás con pocas desocupadas y desocupados, porque esto es un fenómeno que se da tanto en varones y mujeres, solo que entre las mujeres se ve acrecentado. Son personas que van a responder que están empleadas, pero que están empleadas de manera informal. Y después lo otro que se empieza a observar o que se vuelve a observar en Comodoro es el aumento de los inactivos, es decir, personas que directamente salen del mercado laboral, que no están trabajando, pero que tampoco están buscando trabajo, que en muchos casos son los que llamamos los desalentados.
Esas personas que ya ni siquiera aspiran a conseguir un trabajo y pasan a engrosar el grupo de las y los inactivos que hoy en Comodoro son más de la mitad de la población que podría estar trabajando. Hoy tenemos más población inactiva que activa. Eso también después lleva a un montón de discusiones en relación al sostenimiento de los sistemas previsionales, y esto es un fenómeno que se está dando más o menos de manera general. Este pasaje de la economía formal al informal no tiene que ver solamente con las condiciones laborales, sino que impacta en toda la vida de ese trabajador o trabajadora y también de su familia.
¿Qué otros fenómenos vienen de la mano de ese pasaje de la economía formal a la informal o, en muchos casos, del sostenimiento de más de un empleo en estas dos economías?
El otro fenómeno que también ya se observaba en la crisis del 2016-2017 y que ahora se vuelve a observar es el aumento de la cantidad de empleos. Comodoro tiene como esta narrativa medio fordista de sí misma, en donde se piensa que las personas empleadas son personas que trabajan de 8 a 16 o de 8 a 18, o que trabajan con los turnos rotativos del sistema industrial, pero que tienen un único empleo. Bueno, hoy lo que nos encontramos es cada vez más con personas que tienen más de un empleo. Quizás un empleo formal y una changa para completar, nos encontramos cada vez más con adultos mayores que trabajan. También es un fenómeno que no se observaba tan marcadamente en Comodoro y hoy nos encontramos con jubilados y jubiladas que obviamente con las jubilaciones planchadas tienen que seguir trabajando. Y esta cuestión del pluriempleo también nos lleva a un fenómeno que para Comodoro no es desconocido, que es la sobreocupación, es decir, personas que trabajan más allá de las 35-40 horas semanales. De vuelta, esto no es un fenómeno exclusivo de Comodoro. La ciudad siempre tuvo sobrempleo, sobreocupación, justamente por los regímenes laborales que predominan en la zona, pero hoy nos encontramos con que esta sobreocupación, este trabajar más horas de lo que indicaría una jornada laboral habitual y legal, tiene que ver con este pluriempleo de tener que tener tres o cuatro trabajos para llegar a alcanzar los ingresos que permitan garantizar la vida.
¿Cómo incide este escenario en las mujeres? No sólo en relación a sus condiciones laborales, por ejemplo, en donde quizás se pueden encontrar valores similares a los varones, sino a su carga histórica de las tareas domésticas y de cuidado.
En el caso de las mujeres, me parece que una dimensión que habría que incorporar tiene que ver con la falta de tiempo. Las mujeres siempre tenemos falta de tiempo, que es otra manera de pobreza. Somos pobres de tiempo. Somos pobres de tiempo porque trabajamos en el mercado de trabajo remunerado, formal o no formal, pero fuera de nuestras casas y después volvemos a nuestras casas y cumplimos otra jornada laboral, a veces de 6, a veces de 8 horas, haciendo las tareas domésticas. Entonces, cuando uno ve cuál es el tiempo que queda para una, cuál es el tiempo libre, las mujeres somos históricamente pobres en términos de tiempo. Ahora, si pensamos que estas mujeres que ya éramos pobres en términos de tiempo hoy tenemos que estar trabajando no 8, sino 10, 12, 14 horas, para alcanzar el mismo ingreso que antes se encontraba en una jornada laboral habitual, ahí esta pobreza de tiempo se ve sumamente acrecentada y eso redundando, no solamente en la salud física y mental de las mujeres, sino también, por ejemplo, en la calidad de la alimentación de sus hogares. Las mujeres siempre tenemos en el mundo del trabajo un uso simultáneo del tiempo, mientras que estamos haciendo las tareas remuneradas, estamos en paralelo pagando las cuentas desde el teléfono de los gastos del hogar o estamos haciendo la lista del supermercado, estamos monitoreando que nuestros chicos hayan vuelto de la escuela, hacemos tareas de cuidado y tareas remuneradas a la vez. Esto hoy se ve acrecentado, o sea, si hoy hacemos una encuesta sobre uso del tiempo, nos encontraríamos con mujeres que tienen jornadas de 30 horas, cosa que es imposible, porque la jornada dura 24 horas para todos. Lo que vemos es que hay una enorme simultaneidad de tareas que redondean la salud mental de las mujeres y en su salud física pero también en la de sus familias.
Ante la crisis, ¿se puede hablar de una sobrecarga de trabajo en las mujeres? En el caso de Comodoro, se podría pensar en un aumento de sus horas de trabajo, ya sea en empleos fuera del hogar o tareas domésticas y de cuidado, frente a esos varones que pierden el empleo en el mercado formal, y por ende, el ingreso económico.
Uno siempre quisiera pensar que toda crisis es una oportunidad y uno no deja de alentar que estos varones que perdieron ese empleo, que los mantenían alejados de la vida doméstica, sea una oportunidad para que esos varones se vinculen con las tareas de cuidado y se sumen las tareas de la cocina, de la limpieza, del cuidado de los niños, de los adultos mayores. La verdad no tenemos mucha constatación de que esto sea así, más bien sucede que esas mujeres que tenían un salario que llamábamos complementario del hogar se convierte en el salario principal. Yo creo que hoy esos varones que salieron sobre todo de estos empleos industriales, seguramente salieron con algún ingreso que les permite o bien intentar algún emprendimiento que los mantienen ocupados o están empleándose de manera precaria en algún otro trabajo. Yo no sé si están todavía esos varones en sus casas, me parece que eso lo vamos a ver dentro de un tiempo. Y acá el relato de los ‘90 viene perfectamente. Primero se pone el parripollo, después la cancha de pádel, después se funden y ahí recién los vamos a encontrar, ojalá en las calles, reclamando.
En muchos casos esos varones que son despedidos o desvinculados cumplen con obligaciones económicas como la cuota alimentaria. ¿Qué se vislumbra hoy en Comodoro en este sentido?
Hay un punto que vengo identificando en conversaciones con amigas abogadas, son estas cosas que a una le llegan por distintas líneas y todavía no se sabe muy bien cómo abordar o si es posible de abordar, que tiene que ver con que muchas de las desvinculaciones que se dieron en el empleo industrial en Comodoro, que eran todos empleos de calidad -es decir empleos formales, con derechos laborales y con cobertura médica-, no se dan de las manera formales y bajo la fórmula del despido y la indemnización, si no que se dan por acuerdos privados, de un retiro voluntario, como le llaman. Ahora, eso también tiene un impacto en las mujeres porque tenemos que pensar que muchos de esos trabajadores hasta hace un par de meses pagaban cuotas alimentarias. En muchos casos esas cuotas eran directamente descontadas del salario del trabajador. Por orden judicial se depositaba esa cuota alimentaria en las cuentas de estas mujeres que son quienes llevan adelante el cuidado prioritario de esos hijos en común. Aún cuando esos trabajadores hoy tengan otro empleo, eso no se va a dar de manera inmediata y directa, que la mujer se va a encontrar con la cuota alimentaria depositada el día 2. Lo que me viene preocupando tiene que ver con que muchas de esas desvinculaciones, como no se encuadran dentro de la relación laboral, esa "indemnización" no entra en la cuota alimentaria. Debiera hacerlo porque está vinculado a esa relación laboral. Pero no está sucediendo en todos los casos. Hay veces en donde en ese acuerdo los escribanos dicen: "Bueno, esto se lo vamos a mandar al juez para que el juez defina si parte de este acuerdo corresponde que sea un porcentaje como si fuera una indemnización". Y eso está generando muchos problemas a muchas familias en donde el trabajador es "indemnizado", pero no es una indemnización, es un acuerdo de partes. Se hace ese acuerdo de partes y las mujeres tienen que seguir sosteniendo los hogares sin tener ese respaldo.
Ante ciertos contextos económicos más críticos, ¿crees que hay un sostenimiento que recae centralmente en las mujeres? Suelen ser quienes están al frente de comedores o economías populares, además de realizar mayoritariamente las tareas del hogar.
Sí, con todas las dificultades que tenemos para hacer registro de esos cuidados, y no quiero tampoco invisibilizar que hay varones. Cuando yo pienso en estos varones que hoy aparecen como inactivos, me imagino que son varones quizás que todavía no están en una edad jubilatoria, pero que ya saben que no se van a poder reinsertar en el mercado laboral y que son abuelos que también cuidan. Es difícil estudiarlo, uno no puede decir frases muy taxativas. Pero yo aspiro a pensar que también hoy hay varones que están ejerciendo esas tareas de cuidado y que no están siendo tan visibles. Pero sí es cierto, en general esas tareas de cuidado y sobre todo cuando son tareas que se dan en ámbitos comunitarios, las asumen las mujeres y hoy tenemos una dificultad adicional para poder mensurar, para poder observar y decir en datos, cómo se llevan adelante estas tareas, que tiene que ver como que todo lo que era la economía popular y el sostenimiento que se da, por ejemplo, a través de los programas como Potenciar Trabajo, están completamente desmantelados.
Ahí hay otra gran problemática asociada a los cambios que introdujo este Gobierno que inciden directamente en las mujeres que integran la economía popular.
El programa Potenciar Trabajo, que ahora se llama Volver al Trabajo -como si esas personas no hubieran estado trabajando en los comedores o en los merenderos-, quedó con un salario congelado en marzo del 2023 de $78.000. Es decir que si hay una persona que tiene que ir a prestar servicio en un comedor que no queda en su barrio, casi que no puede pagar el colectivo. Sobre todo en la post pandemia, se reconoció, se identificó y se buscó reconocer el trabajo de las trabajadoras comunitarias y ahí hubo proyectos de Ley como el de Las Ramonas para poder darle algún tipo de cobertura social a ese trabajo comunitario que realizaban mayoritariamente las mujeres. En ese momento era posible mensurar cuántas eran las mujeres y personas que desarrollaban estas tareas. Hoy nos encontramos con que todo el ámbito de lo comunitario está muy mermado, con muchísima irregularidad porque dependen mayoritariamente de los aportes privados de donaciones voluntarias. Entonces hay merenderos que te dicen "la demanda aumenta, pero nosotros podemos abrir un día al mes y si tenemos un poco de suerte hacemos la merienda dos veces por semana", pero no tienen la regularidad que tenían antes porque no están recibiendo los alimentos que antes se recibía por parte del Ministerio de Desarrollo Social y que bueno, son los que se encontraron acopiados en el Ministerio de Capital Humano y todavía Sandra Petovello nunca dio explicaciones. Efectivamente antes existía toda una logística que garantizaba que esos espacios comunitarios contaran con los insumos. Y tenías programas de acompañamiento social como el Potenciar que te permitía mensurar quiénes y cuántas eran las personas que realizaban esas tareas de trabajo comunitario en todas las ciudades del país. Hoy eso es casi imposible de mensurar.
Las cifras económicas han mostrado un aumento de la brecha salarial en la región. De hecho, Chubut y Santa Cruz se posicionaron, no hace mucho, como las provincias con mayor brecha del país, superando el 30%. ¿Hay mediciones sobre la evolución de esta diferencia en el último tiempo?
Lamentablemente es una información que antes se construía desde los organismos públicos. Nosotras tuvimos durante algún tiempo no solamente un Ministerio de las Mujeres, sino que en cada una de las áreas gubernamentales había áreas con perspectiva de género. La producción que tuvo específicamente el Ministerio de Economía durante la última gestión tuvo que ver con investigaciones que permitían dar cuenta, por ejemplo, de las brechas de ingresos. Hoy tendríamos que hacerlo nosotros desde la academia y con las limitaciones del acceso a la información que tenemos. Antes encontrábamos una asimetría entre lo que era el empleo público y el empleo privado. Hoy esas asimetrías están sumamente acrecentadas, es decir, cuando uno ve la evolución de los salarios ve que algunos sectores del mercado laboral privado empataron o le ganaron un poquito a la inflación, después le sigue ese empleo informal que no le gana a la inflación, pero aumentaron sus ingresos y después -y ahí tengo que hablar en primera persona como docente universitaria e investigadora del CONICET-, quienes estamos en peor condición somos los trabajadores del sector público, que algunos casos no ha habido casi aumentos. Entonces, si pensamos que somos las mujeres las que más mayoritariamente nos empleamos en las áreas de salud, educación, en ese empleo registrado pero estatal, es muy probable que esas brechas se hayan acrecentado, porque se acrecentaron en general entre el sector privado y el sector estatal y las mujeres somos para proporcionalmente más empleadas en el sector estatal.
A pesar de los avances en materia de igualdad, en tiempos de crisis las mujeres suelen ser las más afectadas. Investigaciones realizadas en Argentina así como en otras partes del mundo muestran que son quienes más sufren la informalidad y el desempleo, además de concentrarse en los sectores con menores salarios. Por otro lado, pesa sobre ellas la carga histórica de las tareas domésticas y de cuidado, el "trabajo no pago" que han visibilizado los feminismos.
Renata Hiller -politóloga, investigadora del CONICET y docente de la UNPSJB- analizó, en entrevista con El Extremo Sur, el escenario local e identificó múltiples fenómenos que empiezan a vislumbrarse en el mercado laboral, signado por una crisis económica nacional y por la reciente baja de empleos en el sector hidrocarburífero e industrial de la región.
La investigadora habló de un mercado caracterizado por el pluriempleo, la sobreocupación y una amplia cantidad de población inactiva. También elaboró una lectura en clave de género en relación al impacto diferencial de la crisis petrolera sobre las mujeres. En principio, sostuvo que las mujeres son "más pobres de tiempo": "Trabajamos en el mercado de trabajo remunerado, formal o no formal, pero fuera de nuestras casas y después volvemos a nuestras casas y cumplimos otra jornada laboral, a veces de 6, a veces de 8 horas, haciendo las tareas domésticas".
Por otro lado, respecto a los despidos en la industria petrolera, se refirió al impacto directo en la población femenina, con fenómenos visibles como salarios complementarios de las mujeres que pasan a ser el sostén principal del hogar hasta acuerdos privados de indemnización de los varones que no contemplan las cuotas alimentarias.
Se refirió, además, a una dificultad metodológica que se ha acrecentado en el último tiempo a raíz de la eliminación de programas y áreas de género institucionales que se dedicaban a investigar, precisamente, el rol de las mujeres en la economía.
¿Cómo caracterizás el escenario laboral que hoy atraviesa Comodoro? ¿Se perciben diferencias de género a la hora de mirar las tasas de desempleo e informalidad?
Me parece que tenemos suficientes antecedentes como para saber que cuando decimos que aumenta la desocupación aumenta mayoritariamente entre mujeres y jóvenes, y cuando son ambas cosas, mujeres y jóvenes, se ve todavía más marcado. Algo bastante explicativo del caso comodorense es que paradójicamente Comodoro, si uno ve sus datos de desocupación, así como nunca fueron extremadamente preocupantes en relación a otras localidades patagónicas, hoy nos encontramos con que son especialmente bajos, pero esa baja tasa de desocupación en Comodoro, como en otras localidades, tenemos que empezar a leerlas con fenómenos que se están dando también. Uno que tiene que ver con el autoempleo, con el emprendedurismo, el empleo precario. Cuando el encuestador de la Encuesta Permanente de Hogares pregunta "¿Usted trabajó tantas horas en la última semana?" la gente va a decir que sí. Y esto lo vamos a ver especialmente entre las mujeres que tienen sus rebusques, su venta de empanada, su comprar ropa y revenderla. Lo que nos está resultando difícil hoy es encontrar indicadores para poder observar esa realidad del mercado laboral en relación a la precarización. Sí vamos a ver esto en las mayores tasas de empleo informal, ahí donde se puede llegar a medir, ahí donde se puede llegar a mensurar. Por un lado está esta cuestión de que hoy nos vamos a encontrar quizás con pocas desocupadas y desocupados, porque esto es un fenómeno que se da tanto en varones y mujeres, solo que entre las mujeres se ve acrecentado. Son personas que van a responder que están empleadas, pero que están empleadas de manera informal. Y después lo otro que se empieza a observar o que se vuelve a observar en Comodoro es el aumento de los inactivos, es decir, personas que directamente salen del mercado laboral, que no están trabajando, pero que tampoco están buscando trabajo, que en muchos casos son los que llamamos los desalentados.
Esas personas que ya ni siquiera aspiran a conseguir un trabajo y pasan a engrosar el grupo de las y los inactivos que hoy en Comodoro son más de la mitad de la población que podría estar trabajando. Hoy tenemos más población inactiva que activa. Eso también después lleva a un montón de discusiones en relación al sostenimiento de los sistemas previsionales, y esto es un fenómeno que se está dando más o menos de manera general. Este pasaje de la economía formal al informal no tiene que ver solamente con las condiciones laborales, sino que impacta en toda la vida de ese trabajador o trabajadora y también de su familia.
¿Qué otros fenómenos vienen de la mano de ese pasaje de la economía formal a la informal o, en muchos casos, del sostenimiento de más de un empleo en estas dos economías?
El otro fenómeno que también ya se observaba en la crisis del 2016-2017 y que ahora se vuelve a observar es el aumento de la cantidad de empleos. Comodoro tiene como esta narrativa medio fordista de sí misma, en donde se piensa que las personas empleadas son personas que trabajan de 8 a 16 o de 8 a 18, o que trabajan con los turnos rotativos del sistema industrial, pero que tienen un único empleo. Bueno, hoy lo que nos encontramos es cada vez más con personas que tienen más de un empleo. Quizás un empleo formal y una changa para completar, nos encontramos cada vez más con adultos mayores que trabajan. También es un fenómeno que no se observaba tan marcadamente en Comodoro y hoy nos encontramos con jubilados y jubiladas que obviamente con las jubilaciones planchadas tienen que seguir trabajando. Y esta cuestión del pluriempleo también nos lleva a un fenómeno que para Comodoro no es desconocido, que es la sobreocupación, es decir, personas que trabajan más allá de las 35-40 horas semanales. De vuelta, esto no es un fenómeno exclusivo de Comodoro. La ciudad siempre tuvo sobrempleo, sobreocupación, justamente por los regímenes laborales que predominan en la zona, pero hoy nos encontramos con que esta sobreocupación, este trabajar más horas de lo que indicaría una jornada laboral habitual y legal, tiene que ver con este pluriempleo de tener que tener tres o cuatro trabajos para llegar a alcanzar los ingresos que permitan garantizar la vida.
¿Cómo incide este escenario en las mujeres? No sólo en relación a sus condiciones laborales, por ejemplo, en donde quizás se pueden encontrar valores similares a los varones, sino a su carga histórica de las tareas domésticas y de cuidado.
En el caso de las mujeres, me parece que una dimensión que habría que incorporar tiene que ver con la falta de tiempo. Las mujeres siempre tenemos falta de tiempo, que es otra manera de pobreza. Somos pobres de tiempo. Somos pobres de tiempo porque trabajamos en el mercado de trabajo remunerado, formal o no formal, pero fuera de nuestras casas y después volvemos a nuestras casas y cumplimos otra jornada laboral, a veces de 6, a veces de 8 horas, haciendo las tareas domésticas. Entonces, cuando uno ve cuál es el tiempo que queda para una, cuál es el tiempo libre, las mujeres somos históricamente pobres en términos de tiempo. Ahora, si pensamos que estas mujeres que ya éramos pobres en términos de tiempo hoy tenemos que estar trabajando no 8, sino 10, 12, 14 horas, para alcanzar el mismo ingreso que antes se encontraba en una jornada laboral habitual, ahí esta pobreza de tiempo se ve sumamente acrecentada y eso redundando, no solamente en la salud física y mental de las mujeres, sino también, por ejemplo, en la calidad de la alimentación de sus hogares. Las mujeres siempre tenemos en el mundo del trabajo un uso simultáneo del tiempo, mientras que estamos haciendo las tareas remuneradas, estamos en paralelo pagando las cuentas desde el teléfono de los gastos del hogar o estamos haciendo la lista del supermercado, estamos monitoreando que nuestros chicos hayan vuelto de la escuela, hacemos tareas de cuidado y tareas remuneradas a la vez. Esto hoy se ve acrecentado, o sea, si hoy hacemos una encuesta sobre uso del tiempo, nos encontraríamos con mujeres que tienen jornadas de 30 horas, cosa que es imposible, porque la jornada dura 24 horas para todos. Lo que vemos es que hay una enorme simultaneidad de tareas que redondean la salud mental de las mujeres y en su salud física pero también en la de sus familias.
Ante la crisis, ¿se puede hablar de una sobrecarga de trabajo en las mujeres? En el caso de Comodoro, se podría pensar en un aumento de sus horas de trabajo, ya sea en empleos fuera del hogar o tareas domésticas y de cuidado, frente a esos varones que pierden el empleo en el mercado formal, y por ende, el ingreso económico.
Uno siempre quisiera pensar que toda crisis es una oportunidad y uno no deja de alentar que estos varones que perdieron ese empleo, que los mantenían alejados de la vida doméstica, sea una oportunidad para que esos varones se vinculen con las tareas de cuidado y se sumen las tareas de la cocina, de la limpieza, del cuidado de los niños, de los adultos mayores. La verdad no tenemos mucha constatación de que esto sea así, más bien sucede que esas mujeres que tenían un salario que llamábamos complementario del hogar se convierte en el salario principal. Yo creo que hoy esos varones que salieron sobre todo de estos empleos industriales, seguramente salieron con algún ingreso que les permite o bien intentar algún emprendimiento que los mantienen ocupados o están empleándose de manera precaria en algún otro trabajo. Yo no sé si están todavía esos varones en sus casas, me parece que eso lo vamos a ver dentro de un tiempo. Y acá el relato de los ‘90 viene perfectamente. Primero se pone el parripollo, después la cancha de pádel, después se funden y ahí recién los vamos a encontrar, ojalá en las calles, reclamando.
En muchos casos esos varones que son despedidos o desvinculados cumplen con obligaciones económicas como la cuota alimentaria. ¿Qué se vislumbra hoy en Comodoro en este sentido?
Hay un punto que vengo identificando en conversaciones con amigas abogadas, son estas cosas que a una le llegan por distintas líneas y todavía no se sabe muy bien cómo abordar o si es posible de abordar, que tiene que ver con que muchas de las desvinculaciones que se dieron en el empleo industrial en Comodoro, que eran todos empleos de calidad -es decir empleos formales, con derechos laborales y con cobertura médica-, no se dan de las manera formales y bajo la fórmula del despido y la indemnización, si no que se dan por acuerdos privados, de un retiro voluntario, como le llaman. Ahora, eso también tiene un impacto en las mujeres porque tenemos que pensar que muchos de esos trabajadores hasta hace un par de meses pagaban cuotas alimentarias. En muchos casos esas cuotas eran directamente descontadas del salario del trabajador. Por orden judicial se depositaba esa cuota alimentaria en las cuentas de estas mujeres que son quienes llevan adelante el cuidado prioritario de esos hijos en común. Aún cuando esos trabajadores hoy tengan otro empleo, eso no se va a dar de manera inmediata y directa, que la mujer se va a encontrar con la cuota alimentaria depositada el día 2. Lo que me viene preocupando tiene que ver con que muchas de esas desvinculaciones, como no se encuadran dentro de la relación laboral, esa "indemnización" no entra en la cuota alimentaria. Debiera hacerlo porque está vinculado a esa relación laboral. Pero no está sucediendo en todos los casos. Hay veces en donde en ese acuerdo los escribanos dicen: "Bueno, esto se lo vamos a mandar al juez para que el juez defina si parte de este acuerdo corresponde que sea un porcentaje como si fuera una indemnización". Y eso está generando muchos problemas a muchas familias en donde el trabajador es "indemnizado", pero no es una indemnización, es un acuerdo de partes. Se hace ese acuerdo de partes y las mujeres tienen que seguir sosteniendo los hogares sin tener ese respaldo.
Ante ciertos contextos económicos más críticos, ¿crees que hay un sostenimiento que recae centralmente en las mujeres? Suelen ser quienes están al frente de comedores o economías populares, además de realizar mayoritariamente las tareas del hogar.
Sí, con todas las dificultades que tenemos para hacer registro de esos cuidados, y no quiero tampoco invisibilizar que hay varones. Cuando yo pienso en estos varones que hoy aparecen como inactivos, me imagino que son varones quizás que todavía no están en una edad jubilatoria, pero que ya saben que no se van a poder reinsertar en el mercado laboral y que son abuelos que también cuidan. Es difícil estudiarlo, uno no puede decir frases muy taxativas. Pero yo aspiro a pensar que también hoy hay varones que están ejerciendo esas tareas de cuidado y que no están siendo tan visibles. Pero sí es cierto, en general esas tareas de cuidado y sobre todo cuando son tareas que se dan en ámbitos comunitarios, las asumen las mujeres y hoy tenemos una dificultad adicional para poder mensurar, para poder observar y decir en datos, cómo se llevan adelante estas tareas, que tiene que ver como que todo lo que era la economía popular y el sostenimiento que se da, por ejemplo, a través de los programas como Potenciar Trabajo, están completamente desmantelados.
Ahí hay otra gran problemática asociada a los cambios que introdujo este Gobierno que inciden directamente en las mujeres que integran la economía popular.
El programa Potenciar Trabajo, que ahora se llama Volver al Trabajo -como si esas personas no hubieran estado trabajando en los comedores o en los merenderos-, quedó con un salario congelado en marzo del 2023 de $78.000. Es decir que si hay una persona que tiene que ir a prestar servicio en un comedor que no queda en su barrio, casi que no puede pagar el colectivo. Sobre todo en la post pandemia, se reconoció, se identificó y se buscó reconocer el trabajo de las trabajadoras comunitarias y ahí hubo proyectos de Ley como el de Las Ramonas para poder darle algún tipo de cobertura social a ese trabajo comunitario que realizaban mayoritariamente las mujeres. En ese momento era posible mensurar cuántas eran las mujeres y personas que desarrollaban estas tareas. Hoy nos encontramos con que todo el ámbito de lo comunitario está muy mermado, con muchísima irregularidad porque dependen mayoritariamente de los aportes privados de donaciones voluntarias. Entonces hay merenderos que te dicen "la demanda aumenta, pero nosotros podemos abrir un día al mes y si tenemos un poco de suerte hacemos la merienda dos veces por semana", pero no tienen la regularidad que tenían antes porque no están recibiendo los alimentos que antes se recibía por parte del Ministerio de Desarrollo Social y que bueno, son los que se encontraron acopiados en el Ministerio de Capital Humano y todavía Sandra Petovello nunca dio explicaciones. Efectivamente antes existía toda una logística que garantizaba que esos espacios comunitarios contaran con los insumos. Y tenías programas de acompañamiento social como el Potenciar que te permitía mensurar quiénes y cuántas eran las personas que realizaban esas tareas de trabajo comunitario en todas las ciudades del país. Hoy eso es casi imposible de mensurar.
Las cifras económicas han mostrado un aumento de la brecha salarial en la región. De hecho, Chubut y Santa Cruz se posicionaron, no hace mucho, como las provincias con mayor brecha del país, superando el 30%. ¿Hay mediciones sobre la evolución de esta diferencia en el último tiempo?
Lamentablemente es una información que antes se construía desde los organismos públicos. Nosotras tuvimos durante algún tiempo no solamente un Ministerio de las Mujeres, sino que en cada una de las áreas gubernamentales había áreas con perspectiva de género. La producción que tuvo específicamente el Ministerio de Economía durante la última gestión tuvo que ver con investigaciones que permitían dar cuenta, por ejemplo, de las brechas de ingresos. Hoy tendríamos que hacerlo nosotros desde la academia y con las limitaciones del acceso a la información que tenemos. Antes encontrábamos una asimetría entre lo que era el empleo público y el empleo privado. Hoy esas asimetrías están sumamente acrecentadas, es decir, cuando uno ve la evolución de los salarios ve que algunos sectores del mercado laboral privado empataron o le ganaron un poquito a la inflación, después le sigue ese empleo informal que no le gana a la inflación, pero aumentaron sus ingresos y después -y ahí tengo que hablar en primera persona como docente universitaria e investigadora del CONICET-, quienes estamos en peor condición somos los trabajadores del sector público, que algunos casos no ha habido casi aumentos. Entonces, si pensamos que somos las mujeres las que más mayoritariamente nos empleamos en las áreas de salud, educación, en ese empleo registrado pero estatal, es muy probable que esas brechas se hayan acrecentado, porque se acrecentaron en general entre el sector privado y el sector estatal y las mujeres somos para proporcionalmente más empleadas en el sector estatal.