Península Valdés: La gripe aviar mató 1.800 crías de la colonia de elefantes marinosPor Nora Bär
La gripe aviar "altamente patógena" (o H5N1), que a lo largo de las últimas décadas se propagó por todo el mundo a bordo de las aves migratorias y les causó decenas de millones de muertes, que luego fue detectada también en mamíferos tales como gatos, cabras, visones, tigres, focas, delfines y, en los últimos dos años, también en granjas lecheras de los Estados Unidos, amenaza ahora la supervivencia de los elefantes marinos de la Patagonia argentina.
De acuerdo con un trabajo publicado en Marine Mammal Science (https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/mms.70009) y firmado por investigadores del Conicet, de la Sociedad para la Conservación de la Naturaleza (WCS, según sus siglas en inglés) y de la Universidad de California en Davis, en la colonia de Península Valdés causó la muerte de 18.000 crías, convirtiéndola de una especie perfectamente saludable en una que pasa a estar en situación de vulnerabilidad.
"Fue todo simultáneo. Murieron las aves, los lobos marinos y después vino la temporada de elefantes marinos (Mirounga leonina) y empezaron a morir -explica Claudio Campagna, primer autor del estudio y asesor senior de WCS-. El impacto que tuvo sobre esta especie es excepcional. Uno puede decir 'se murieron muchas aves o muchos lobos', pero ¿qué proporción de la población son y cuáles sus consecuencias a largo plazo? Para la mayoría no se puede saber porque solo se tienen datos de una colonia o dos, pero no de todas las agrupaciones. [En el caso de Península Valdés] lo pudimos medir con precisión porque se trata de algo que veníamos monitoreando desde hace 30 años".
Justo en 2022, los científicos habían hecho un recuento que había arrojado unas 18.000 crías. En 2023, llega la gripe aviar y deciden ir a ver qué estaba pasando. "Cuando llegamos, empezamos a ver una enorme cantidad de crías muertas. Una cosa de locos -exclama Campagna-. Empezamos a hacer estimaciones semanales y llegamos a la conclusión de que prácticamente todas las crías que habían nacido murieron, porque no había destetados. Prácticamente el 97%".
Tras pasar casi todo el año en el mar, los elefantes marinos se dirigen a las costas donde nacieron para reproducirse. Los machos llegan en primer lugar y se enfrentan por el dominio de una porción de playa lo más grande posible, con el fin de que las hembras que llegan después a la costa queden bajo su dominio y se apareen con ellos.
Tras la batalla, vuelven al mar para alimentarse y recuperarse, pero regresan regularmente para vigilar su territorio y formar su harén, que puede incluir decenas de hembras.
Estas llegan en septiembre y octubre. Al poco tiempo, dan a luz una única cría de unos 35 kg de peso que pronto aprende a distinguir la llamada característica de su madre entre todas las hembras de la playa.
Durante aproximadamente un mes, amamantan a sus cachorros (que pueden engordar más de 4 kg por día). Después del destete, se aparean por última vez y regresan al mar.
Los científicos sabían que habían muerto algunas madres, pero no cuántas, porque la playa estaba llena de crías jóvenes, recién nacidas, no de adultos. Para calcular el efecto de semejante mortandad en el agrupamiento, hicieron una estimación de cómo podía evolucionar la especie de acuerdo con cinco escenarios potenciales.
"En el primero, no había gripe aviar, no pasaba nada -explica Campagna-. En el segundo, solamente se afectaban las crías. En el tercero morían las crías y el 50% de las hembras adultas. En el cuarto, las crías, hembras adultas y de las que sobrevivían algunas no quedaban preñadas por muerte de machos o por otras razones. Y en el último, morían crías, adultos y volvía a haber un brote del virus al año siguiente. Hicimos correr el programa y vimos qué pasaba con la población. El resultado fue que si mueren solo crías no es tan grave, porque en esta especie la mortalidad de crías de todas maneras es muy alta. Entonces lo que pasa es que tres o cuatro años más tarde, cuando esas crías deberían ser adultas, si no hay suficientes hembras reclutadas, hay una caída marcada, pero pequeña de la población. Lo malo es si mueren hembras, que son las que producen descendencia año tras año. Y claro, si muere el 50% de las hembras, el impacto en la población es terrible".
Entre que terminaron el trabajo, lo enviaron a publicar y fue evaluado, llegó 2024. Volvieron a hacer un recuento y no encontraron hembras. "A partir del año pasado, sabíamos que el escenario que se había dado en la realidad era el que se acercaba al 50% de las hembras muertas -lamenta el investigador-. Pero era peor, porque en algunos casos calculamos que fallecieron el 70%; quiere decir que la población cayó en promedio a la mitad en meses. Esto no está publicado todavía, pero el paper tiene un addendum donde advertimos que murieron una enormidad de adultos".
Se sabe que también en la Antártida hubo mortalidad de elefantes marinos, pero no hay manera de estimar qué proporción de la población fue impactada porque se carece de los datos necesarios, que sí tienen para la colonia de Valdés. Es decir, no se cuenta con la foto completa de la mortalidad. "Este trabajo es el que da una mejor imagen del impacto del virus sobre una población de mamíferos marinos -destaca Campagna-. Por lo menos para la Argentina continental, porque de las otras no tenemos toda la información".
Esto indica que el futuro de los elefantes marinos pasó a ser incierto. Podrían tardar 100 años en recuperar los números con que contaban antes de este brote. Si el episodio hubiera afectado sólo a las crías, la población podría recuperarse a los niveles de 2022 entre 2029 y 2051. Esto es así porque la mortalidad natural en las primeras etapas de vida es de por sí muy alta. Pero si la enfermedad mata a una parte significativa de la población reproductiva, la recuperación se puede demorar décadas. "En el peor de los casos, la población se vería como en 2022 recién a mediados del siglo XXII -afirma un comunicado de la WCS-. Los recuentos muestran que en las áreas de mayor densidad de animales el número de hembras reproductivas disminuyó un 67%, de 6938 en 2022, a 2256 individuos en 2024".
"Las hembras suelen quedarse en la costa un mes, los machos, tres con lo que tienen más probabilidades de contagio -explica Campagna-. Creemos que lo que pasó fue que prácticamente murieron todos los machos adultos. Las hembras también murieron y son las que importan, porque son las que gestan las crías, pero para eso tienen que estar preñadas. Ahora van a estar preñadas por machos menores, porque los grandes están muertos".
Aunque estos enormes pinnípedos (mamíferos adaptados a la vida marina) que llegan a pesar hasta cuatro toneladas pueden haberse contagiado de las aves marinas, los científicos estiman que adquirieron el virus entre ellos, dentro de los harenes, dado que se adaptó a pasar de mamífero a mamífero.
"Con décadas de crecimiento, el elefante marino del sur de Península Valdés era una población saludable y protagonista de espectáculos naturales asombrosos. Hasta que la gripe aviar de 2023 dejó miles de crías muertas y nuestros ojos con lágrimas. El monitoreo continuo llevado adelante por WCS Argentina y el Conicet nos permiten dimensionar el impacto", afirma en un comunicado Valeria Falabella, directora de conservación costero-marina de WCS Argentina y coautora del trabajo.
En pocas semanas, la epidemia de 2023 revirtió el estado de conservación de una población que había crecido de manera constante durante por lo menos medio siglo. De saludable, pasó a ser vulnerable.
Marcela Uhart, directora del Programa de América Latina de la Universidad de California en Davis, y también coautora, destaca que "la gripe aviar demuestra de forma contundente el impacto devastador que las enfermedades pueden tener en las poblaciones de fauna silvestre. Es probable que estos efectos se magnifiquen bajo los escenarios actuales y proyectados de cambio climático. Por ello, es fundamental que reforcemos los esfuerzos de prevención para mitigar riesgos futuros".
El virus de los elefantes marinos ya circulaba en el mundo en 2023. En los Estados Unidos, se extinguió ese mismo año, pero sigue circulando en el resto del planeta (menos Oceanía) y va tomando caminos divergentes. "No podemos hacer una comparación directa entre el de los elefantes marinos y el que se registra en las vacas lecheras, que provino de otro salto de aves a mamíferos -explica la investigadora desde Francia, donde está participando en uno de los encuentros bienales del Grupo de Fauna Silvestre de la Organización Mundial de Salud Animal-. Cada rama sigue sus propios caminos evolutivos y tiene diferente gravedad o capacidad de transmitirse a las personas. De hecho, en los EE.UU. hay una cepa que ahora también está en las vacas, la 1.1, que es la que produjo una muerte a fines del año pasado y enfermó de manera casi letal a un adolescente en Canadá. Lo que tiene de complejo este virus es que está adquiriendo mutaciones todo el tiempo. En ese sentido, los virus de influenza son peores que los coronas [como el SARS-CoV-2]. Por eso cada año la vacuna de gripe estacional es diferente, porque hay cepas diferentes dando vuelta. Además, se combinan variantes de aves con otras de mamíferos y generan virus nuevos todo el tiempo. La que en 2009 causó la pandemia de H1N1 (mal llamada gripe porcina) se hizo transmisible entre personas, pero la mayor parte de su genoma era de cerdos y de gallinas".
Según la experta, el último análisis de riesgo de la OMS lo considera moderado para el público en general y más alto para los que tienen exposición ocupacional (por ejemplo, trabajadores de tambos). "Los 80 casos que tiene EE.UU son casi todos de personas que tienen contacto directo con vacas lecheras, pero también hubo contagios de personas que lo adquirieron de gallinas a las que había llegado el virus bovino -comenta Uhart-. Cada día que pasa podemos llegar a estar más cerca de que aparezca [una mutación que lo haga transmisible de humano a humano]. Pero eso no necesariamente quiere decir será más letal".
La de los elefantes marinos es una especie longeva. Producen una cría por año, pero si se mantiene el número de hembras reproductivas, la población se sostiene. El problema es cuando estas se pierden. "Nosotros estimamos en ese trabajo que [con esa condición] por ahí en 15 años ya volverían a estar más o menos bien -afirma Uhart-. Pero si mueren muchas hembras adultas, que parece ser un escenario probable, ya estamos en una situación en la que por ahí necesitan 70 años para recuperarse. Y eso sin que haya más brotes".
Si bien no hay una relación muy directa entre elefantes marinos y personas, sí la hay entre la influenza aviar que recorre el mundo y el riesgo para las personas, porque el virus está tomando caminos riesgosos y divergentes todos los días en numerosas especies. "Cuanto más circula en mamíferos de cualquier clase, y sobre todo si llega a cerdos, puede estar complicado -afirma Uhart-. Lo que le pasa a la fauna es en gran parte inmanejable. Pero tenemos la oportunidad de controlar el virus en las personas y en los animales domésticos. Entonces es un poco insólito que ya hace un año que está circulando en vacas lecheras, que no vuelan ni se dispersan como las aves silvestres, y sin embargo dejamos que se desparrame por todo Estados Unidos. Eso habla de oportunidades de control perdidas, desperdiciadas y nos pone más cerca del riesgo por hacer las cosas mal".
Por su parte, concluye Campagna: "El mensaje importante es que es una población animal que está muy bien y muy rápidamente puede pasar a estar muy afectada. Hay que entender que cualquier cualquier población hoy puede terminar con un grave problema. La pesca de alto impacto, la agricultura extensiva o la minería a gran escala, al igual que la contaminación de diverso origen, requieren mitigarse para crear suficiente resiliencia en poblaciones naturales. Sin embargo, el cambio forzado del clima y la acidificación de los océanos están fuera de control. En este contexto, las epidemias son un posible camino hacia la extinción".
Ante estos resultados, WCS Argentina enfatiza la necesidad de realizar monitoreos periódicos de esta especie que aporten datos y sirvan de alerta en el caso de niveles anormales de mortalidad. Además, destaca la importancia de proteger decenas de kilómetros de costa donde se reproducen cientos de animales que hoy están expuestos al constante disturbio humano. La zonificación de la pesca deportiva y de los vehículos todo terreno aportaría diferencialmente a impedir mortalidad de crías durante los meses de agosto a noviembre.
Fuente: El Destape
Por Nora Bär
La gripe aviar "altamente patógena" (o H5N1), que a lo largo de las últimas décadas se propagó por todo el mundo a bordo de las aves migratorias y les causó decenas de millones de muertes, que luego fue detectada también en mamíferos tales como gatos, cabras, visones, tigres, focas, delfines y, en los últimos dos años, también en granjas lecheras de los Estados Unidos, amenaza ahora la supervivencia de los elefantes marinos de la Patagonia argentina.
De acuerdo con un trabajo publicado en Marine Mammal Science (https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/mms.70009) y firmado por investigadores del Conicet, de la Sociedad para la Conservación de la Naturaleza (WCS, según sus siglas en inglés) y de la Universidad de California en Davis, en la colonia de Península Valdés causó la muerte de 18.000 crías, convirtiéndola de una especie perfectamente saludable en una que pasa a estar en situación de vulnerabilidad.
"Fue todo simultáneo. Murieron las aves, los lobos marinos y después vino la temporada de elefantes marinos (Mirounga leonina) y empezaron a morir -explica Claudio Campagna, primer autor del estudio y asesor senior de WCS-. El impacto que tuvo sobre esta especie es excepcional. Uno puede decir 'se murieron muchas aves o muchos lobos', pero ¿qué proporción de la población son y cuáles sus consecuencias a largo plazo? Para la mayoría no se puede saber porque solo se tienen datos de una colonia o dos, pero no de todas las agrupaciones. [En el caso de Península Valdés] lo pudimos medir con precisión porque se trata de algo que veníamos monitoreando desde hace 30 años".
Justo en 2022, los científicos habían hecho un recuento que había arrojado unas 18.000 crías. En 2023, llega la gripe aviar y deciden ir a ver qué estaba pasando. "Cuando llegamos, empezamos a ver una enorme cantidad de crías muertas. Una cosa de locos -exclama Campagna-. Empezamos a hacer estimaciones semanales y llegamos a la conclusión de que prácticamente todas las crías que habían nacido murieron, porque no había destetados. Prácticamente el 97%".
Tras pasar casi todo el año en el mar, los elefantes marinos se dirigen a las costas donde nacieron para reproducirse. Los machos llegan en primer lugar y se enfrentan por el dominio de una porción de playa lo más grande posible, con el fin de que las hembras que llegan después a la costa queden bajo su dominio y se apareen con ellos.
Tras la batalla, vuelven al mar para alimentarse y recuperarse, pero regresan regularmente para vigilar su territorio y formar su harén, que puede incluir decenas de hembras.
Estas llegan en septiembre y octubre. Al poco tiempo, dan a luz una única cría de unos 35 kg de peso que pronto aprende a distinguir la llamada característica de su madre entre todas las hembras de la playa.
Durante aproximadamente un mes, amamantan a sus cachorros (que pueden engordar más de 4 kg por día). Después del destete, se aparean por última vez y regresan al mar.
Los científicos sabían que habían muerto algunas madres, pero no cuántas, porque la playa estaba llena de crías jóvenes, recién nacidas, no de adultos. Para calcular el efecto de semejante mortandad en el agrupamiento, hicieron una estimación de cómo podía evolucionar la especie de acuerdo con cinco escenarios potenciales.
"En el primero, no había gripe aviar, no pasaba nada -explica Campagna-. En el segundo, solamente se afectaban las crías. En el tercero morían las crías y el 50% de las hembras adultas. En el cuarto, las crías, hembras adultas y de las que sobrevivían algunas no quedaban preñadas por muerte de machos o por otras razones. Y en el último, morían crías, adultos y volvía a haber un brote del virus al año siguiente. Hicimos correr el programa y vimos qué pasaba con la población. El resultado fue que si mueren solo crías no es tan grave, porque en esta especie la mortalidad de crías de todas maneras es muy alta. Entonces lo que pasa es que tres o cuatro años más tarde, cuando esas crías deberían ser adultas, si no hay suficientes hembras reclutadas, hay una caída marcada, pero pequeña de la población. Lo malo es si mueren hembras, que son las que producen descendencia año tras año. Y claro, si muere el 50% de las hembras, el impacto en la población es terrible".
Entre que terminaron el trabajo, lo enviaron a publicar y fue evaluado, llegó 2024. Volvieron a hacer un recuento y no encontraron hembras. "A partir del año pasado, sabíamos que el escenario que se había dado en la realidad era el que se acercaba al 50% de las hembras muertas -lamenta el investigador-. Pero era peor, porque en algunos casos calculamos que fallecieron el 70%; quiere decir que la población cayó en promedio a la mitad en meses. Esto no está publicado todavía, pero el paper tiene un addendum donde advertimos que murieron una enormidad de adultos".
Se sabe que también en la Antártida hubo mortalidad de elefantes marinos, pero no hay manera de estimar qué proporción de la población fue impactada porque se carece de los datos necesarios, que sí tienen para la colonia de Valdés. Es decir, no se cuenta con la foto completa de la mortalidad. "Este trabajo es el que da una mejor imagen del impacto del virus sobre una población de mamíferos marinos -destaca Campagna-. Por lo menos para la Argentina continental, porque de las otras no tenemos toda la información".
Esto indica que el futuro de los elefantes marinos pasó a ser incierto. Podrían tardar 100 años en recuperar los números con que contaban antes de este brote. Si el episodio hubiera afectado sólo a las crías, la población podría recuperarse a los niveles de 2022 entre 2029 y 2051. Esto es así porque la mortalidad natural en las primeras etapas de vida es de por sí muy alta. Pero si la enfermedad mata a una parte significativa de la población reproductiva, la recuperación se puede demorar décadas. "En el peor de los casos, la población se vería como en 2022 recién a mediados del siglo XXII -afirma un comunicado de la WCS-. Los recuentos muestran que en las áreas de mayor densidad de animales el número de hembras reproductivas disminuyó un 67%, de 6938 en 2022, a 2256 individuos en 2024".
"Las hembras suelen quedarse en la costa un mes, los machos, tres con lo que tienen más probabilidades de contagio -explica Campagna-. Creemos que lo que pasó fue que prácticamente murieron todos los machos adultos. Las hembras también murieron y son las que importan, porque son las que gestan las crías, pero para eso tienen que estar preñadas. Ahora van a estar preñadas por machos menores, porque los grandes están muertos".
Aunque estos enormes pinnípedos (mamíferos adaptados a la vida marina) que llegan a pesar hasta cuatro toneladas pueden haberse contagiado de las aves marinas, los científicos estiman que adquirieron el virus entre ellos, dentro de los harenes, dado que se adaptó a pasar de mamífero a mamífero.
"Con décadas de crecimiento, el elefante marino del sur de Península Valdés era una población saludable y protagonista de espectáculos naturales asombrosos. Hasta que la gripe aviar de 2023 dejó miles de crías muertas y nuestros ojos con lágrimas. El monitoreo continuo llevado adelante por WCS Argentina y el Conicet nos permiten dimensionar el impacto", afirma en un comunicado Valeria Falabella, directora de conservación costero-marina de WCS Argentina y coautora del trabajo.
En pocas semanas, la epidemia de 2023 revirtió el estado de conservación de una población que había crecido de manera constante durante por lo menos medio siglo. De saludable, pasó a ser vulnerable.
Marcela Uhart, directora del Programa de América Latina de la Universidad de California en Davis, y también coautora, destaca que "la gripe aviar demuestra de forma contundente el impacto devastador que las enfermedades pueden tener en las poblaciones de fauna silvestre. Es probable que estos efectos se magnifiquen bajo los escenarios actuales y proyectados de cambio climático. Por ello, es fundamental que reforcemos los esfuerzos de prevención para mitigar riesgos futuros".
El virus de los elefantes marinos ya circulaba en el mundo en 2023. En los Estados Unidos, se extinguió ese mismo año, pero sigue circulando en el resto del planeta (menos Oceanía) y va tomando caminos divergentes. "No podemos hacer una comparación directa entre el de los elefantes marinos y el que se registra en las vacas lecheras, que provino de otro salto de aves a mamíferos -explica la investigadora desde Francia, donde está participando en uno de los encuentros bienales del Grupo de Fauna Silvestre de la Organización Mundial de Salud Animal-. Cada rama sigue sus propios caminos evolutivos y tiene diferente gravedad o capacidad de transmitirse a las personas. De hecho, en los EE.UU. hay una cepa que ahora también está en las vacas, la 1.1, que es la que produjo una muerte a fines del año pasado y enfermó de manera casi letal a un adolescente en Canadá. Lo que tiene de complejo este virus es que está adquiriendo mutaciones todo el tiempo. En ese sentido, los virus de influenza son peores que los coronas [como el SARS-CoV-2]. Por eso cada año la vacuna de gripe estacional es diferente, porque hay cepas diferentes dando vuelta. Además, se combinan variantes de aves con otras de mamíferos y generan virus nuevos todo el tiempo. La que en 2009 causó la pandemia de H1N1 (mal llamada gripe porcina) se hizo transmisible entre personas, pero la mayor parte de su genoma era de cerdos y de gallinas".
Según la experta, el último análisis de riesgo de la OMS lo considera moderado para el público en general y más alto para los que tienen exposición ocupacional (por ejemplo, trabajadores de tambos). "Los 80 casos que tiene EE.UU son casi todos de personas que tienen contacto directo con vacas lecheras, pero también hubo contagios de personas que lo adquirieron de gallinas a las que había llegado el virus bovino -comenta Uhart-. Cada día que pasa podemos llegar a estar más cerca de que aparezca [una mutación que lo haga transmisible de humano a humano]. Pero eso no necesariamente quiere decir será más letal".
La de los elefantes marinos es una especie longeva. Producen una cría por año, pero si se mantiene el número de hembras reproductivas, la población se sostiene. El problema es cuando estas se pierden. "Nosotros estimamos en ese trabajo que [con esa condición] por ahí en 15 años ya volverían a estar más o menos bien -afirma Uhart-. Pero si mueren muchas hembras adultas, que parece ser un escenario probable, ya estamos en una situación en la que por ahí necesitan 70 años para recuperarse. Y eso sin que haya más brotes".
Si bien no hay una relación muy directa entre elefantes marinos y personas, sí la hay entre la influenza aviar que recorre el mundo y el riesgo para las personas, porque el virus está tomando caminos riesgosos y divergentes todos los días en numerosas especies. "Cuanto más circula en mamíferos de cualquier clase, y sobre todo si llega a cerdos, puede estar complicado -afirma Uhart-. Lo que le pasa a la fauna es en gran parte inmanejable. Pero tenemos la oportunidad de controlar el virus en las personas y en los animales domésticos. Entonces es un poco insólito que ya hace un año que está circulando en vacas lecheras, que no vuelan ni se dispersan como las aves silvestres, y sin embargo dejamos que se desparrame por todo Estados Unidos. Eso habla de oportunidades de control perdidas, desperdiciadas y nos pone más cerca del riesgo por hacer las cosas mal".
Por su parte, concluye Campagna: "El mensaje importante es que es una población animal que está muy bien y muy rápidamente puede pasar a estar muy afectada. Hay que entender que cualquier cualquier población hoy puede terminar con un grave problema. La pesca de alto impacto, la agricultura extensiva o la minería a gran escala, al igual que la contaminación de diverso origen, requieren mitigarse para crear suficiente resiliencia en poblaciones naturales. Sin embargo, el cambio forzado del clima y la acidificación de los océanos están fuera de control. En este contexto, las epidemias son un posible camino hacia la extinción".
Ante estos resultados, WCS Argentina enfatiza la necesidad de realizar monitoreos periódicos de esta especie que aporten datos y sirvan de alerta en el caso de niveles anormales de mortalidad. Además, destaca la importancia de proteger decenas de kilómetros de costa donde se reproducen cientos de animales que hoy están expuestos al constante disturbio humano. La zonificación de la pesca deportiva y de los vehículos todo terreno aportaría diferencialmente a impedir mortalidad de crías durante los meses de agosto a noviembre.
Fuente: El Destape