La violencia invisible del acoso: las denuncias sin respuesta de las comodorenses En los últimos días, se viralizó en Comodoro el vídeo de seguridad que muestra el acoso vivido por una joven en el transporte público. Su situación se une a la de otras vecinas que experimentaron episodios similares, en ocasiones perpetrados por los mismos agresores. El acoso en el espacio público es una problemática extendida en todo el país y reconocida como un tipo de violencia hace muy poco. Los casos no son aislados: las estadísticas indican que el 91% de las mujeres argentinas experimentó acoso callejero en algún momento. Aunque se sanciona con multas o arrestos, la identificación de los responsables no es frecuente, por lo que generalmente termina como un accionar impune. En los debates sobre su tipificación como delito penal subyace el reclamo por el derecho de las mujeres y niñas de circular sin violencia por las calles.
El relato de la víctima
El caso más reciente ocurrió el domingo 6 de abril en el barrio Pueyrredón, alrededor de las 7 de la mañana, cuando la víctima iba camino a su trabajo.
Mientras esperaba el colectivo sobre la calle La Nación, fue abordada por un hombre que, según indicaron testigos, se encontraba alterado. Comenzó a hostigarla, mostrándole sus genitales; luego intentó tocarla y la persiguió por la calle.
Durante la persecución, le arrojó un bloque que casi la golpea. La mujer logró subirse a un colectivo que justo pasaba por la zona, pero el atacante también lo abordó e intentó agredirla nuevamente.
En los últimos días se difundió el vídeo de seguridad del vehículo que muestra cómo el hombre se le tira encima mientras ella intenta defenderse a patadas. A pesar de que había otros pasajeros, nadie intervino, a excepción de la conductora que detuvo la marcha y exigió al agresor que descendiera.
El hecho fue denunciado en la Comisaría Seccional Tercera y es investigado por la División de Investigaciones Policiales (DIP), que se encuentra analizando otras cámaras de la zona.
La causa fue caratulada como "acoso callejero agravado" y no descartan que el agresor esté vinculado a hechos similares ocurridos en la zona sur de Comodoro.
"Se me acercó caminando por Olavarría, gritando; empieza a hacer movimientos obscenos; se bajó el pantalón y me muestra sus partes íntimas; me agarra la cara; yo lo empujo y se me caen los auriculares; entonces me cruzo al bulevar", relató la mujer a AZM Tv. En ese momento, marcó el 101 y dio su ubicación, guardando el celular con la llamada abierta en su buzo, pero nadie respondió.
"El sujeto me corre, agarra un bloque y me lo tira. Veo un señor parado sobre la Roca y voy allá porque había gente, él me sigue corriendo. Empezamos a forcejear, no a forcejear sino que yo trataba de evitarlo. En eso veo que viene el colectivo y me subo; él se sube detrás mío y se me viene encima. Yo le doy patadas y piñas para empujarlo y sacármelo de encima. Y mientras me decía groserías; luego quiere bajar por la puerta de adelante; va y viene hasta que baja por la puerta de atrás", continúa el relato.
La indignación viene del hecho de que la policía no acudió a pesar de que a tres cuadras del lugar del hecho funciona el Centro de Monitoreo. Volvió a llamar al mediodía y le dijeron que como no hubo robo, "ni pasó nada, quedaba a criterio mío hacer la denuncia. Ahora más tranquila me decido a hacer la denuncia".
"Me dijeron que mandaban un móvil, en el transcurso de la mañana estuve esperando novedades. Tuve que llamar yo. La respuesta que me dan es que no tenían novedades", agregó.
La víctima remarcó la necesidad de darle importancia a este tipo de hechos y no normalizar la violencia en el espacio público que frecuentemente afecta a las mujeres.
Contó que sintió "mucha impotencia porque hay gente alrededor que no hacía nada. Hay que hacer algo. La mujer chofer le pedía que se bajara, pero después nadie se acercó para preguntarme si necesitaba algo; si estaba bien. Cero empatía. No es que no me pasó nada; me quitaron la seguridad de andar por la calle; es grave. Si le hubiera pasado a alguna de mis hijas no sé si estaría hablando tranquila. No hay que normalizar esto".
Una problemática extendida
Aunque es el más reciente y quizás más impactante por las imágenes que se difundieron, no es el único caso reportado en la ciudad: en los últimos años se dieron a conocer varios casos similares ya sea por denuncias formales o por "escraches" de las víctimas en redes sociales.
En plena pandemia, un episodio sufrido por una adolescente puso de manifiesto la dificultad de denunciar este tipo de situaciones. El hecho ocurrió apenas unos días después de los dichos del fiscal Fernando Rivarola sobre el "desahogo sexual" en el marco de la causa de violación grupal en Playa Unión.
"Fui a la librería que está abajo de mi casa a imprimir unas cosas. Cuando llego había que hacer fila ya que al local se puede ingresar de a uno por el distanciamiento social. Adelante mío estaba este viejo que empezó a hacer preguntas. Empezó normal con un ‘¿Hace frío no?' y yo le dije que sí. Primero lo tomé tranquila porque parecía un intercambio de palabras con alguien con el que estás esperando ser atendido. Pero después empezó con preguntas más personales, como ‘¿Vivís acá en el barrio?', ‘¿Tenés novio?','¿El va a dormir a tu casa?', ‘¿Tienen relaciones?', ‘¿Cómo te gusta que te lo hagan?'; ‘¿Segura que no querés que te lleve?'. Yo a todo esto trataba de alejarme y no contestarle pero él se me acercaba", relató en sus redes sociales.
"Quería que me atendieran rápido para irme antes que él. Pero se puso a hacer tiempo a propósito; hizo marear a la señora de la librería con las cosas que le pedía. Primero pagó las copias que le salieron $50 con un billete de $500 y cuando le estaban dando el vuelto pidió ver lapiceras pero sin comprar ninguna", agregó.
"Cuando salió se quedó mirándome por la puerta y yo me hice la que me había olvidado algo. Cuando se fue le conté lo que estaba pasando a las chicas que estaban atendiendo y enseguida me ayudaron. También tuve la suerte de que justo entraba a comprar una chica que es de la Policía Federal y salió enseguida a buscar al tipo éste pero no lo encontró", expresó la joven, y dijo que en el comercio le facilitaron un celular para comunicarse con su familia, y que los trabajadores le indicaron que "ese señor es un cliente habitual y que siempre que va, pasa algo".
Sin embargo, a la hora de denunciar, debió ir a tres comisarías distintas. Primero se dirigió a la subcomisaria de Próspero Palazzo y luego a la de Ciudadela por encontrarse allí la oficial de turno. De ahí la mandaron a la Comisaría de la Mujer en Km. 5: "Cuando pasé; lo hice sola y estuve tres horas sentada, contando bien lo que había pasado y leyendo bien la denuncia por si había que corregir algo. Cuando terminamos me dijeron que ya me podía ir y no me dieron la denuncia y si la quiero tengo que ir a Fiscalía".
"Me advirtieron que iba a ser mi palabra contra la de él. Que podría decir que tenía el barbijo puesto y en las cámaras no se ve que me habló y que si lo escracho en las redes sociales me puede denunciar por ‘manchar' su imagen", indicó. Denunció que la persona sería pastor de una Iglesia Pentecostal y que vive en el barrio y se tiene registro de nombre, dirección, número de teléfono y hasta su foto, no se puede hacer nada", lamentó.
En 2022, una joven de 20 años denunció el acoso de un hombre de aproximadamente 45 años, que la siguió durante varias cuadras en pleno centro, hasta que se resguardó en un local comercial. Allí fue asistida por las empleadas y otras mujeres que compraban en el lugar. Una de ellas señaló haber sido acosada por el mismo hombre tiempo antes.
Al igual que en el último episodio, la Policía no se presentó en el lugar pese a ser informada vía telefónica, y la joven fue acompañada hasta su hogar por la clienta que denunció haber sufrido lo mismo.
En marzo del 2023 un hombre identificado como Diego Alejandro Barrientos fue detenido tras una infracción al artículo 105 del Código de Convivencia Ciudadana por exhibicionismo y acoso sexual. La intervención policial se produjo después de que una agente fuera alertada por cuatro menores que habían sido víctimas del exhibicionismo, quien además sufrió acoso por parte del sujeto. El responsable quedó en libertad, sólo afectado por el pago de una multa.
El año pasado, una estudiante fue acosada por un hombre debió refugiarse en una heladería en la avenida Polonia, luego de que el sujeto la siguiera varias cuadras haciéndole preguntas personales y tomándole fotografías. Si bien la joven pudo dar una identificación detallada del agresor y la Policía se hizo presente para investigar, no hay información sobre la continuidad del proceso judicial para dar con el responsable.
Estos episodios representan una pequeña fracción del problema, apenas lo que llega a ser denunciado y visibilizado: otras veces las mujeres eligen el silencio frente a la falta de Justicia. Aquellos que son denunciados, tienen como atributo común la ausencia de medidas de protección o investigaciones concretas que logren dar con la identidad de los responsables.
Cifras que alarman
Un informe del Observatorio de situaciones de violencia de género en Trenes Argentinos realizado en 2021 mostró que el 13,1% de lxs encuestadxs atravesó situaciones de acoso en el espacio público; el 16,3% presenció situaciones de acoso en el tren y el 16,2% presenció y vivió situaciones de acoso.
De estos episodios se desprenden diversas situaciones como roces intencionales, manoseos, frases o gestos obscenos, miradas intimidantes, masturbación y fotos sin consentimiento.
El 74% de las mujeres que atravesaron situaciones de acoso no recurrieron a nadie para dar aviso de lo sucedido. El 14,4% dijo que "es normal que suceda"; el 12,8% dijo que "no había ningún lugar cerca"; al 12,5% le dio vergüenza; el 12% dijo que "no sucede nada"; el 8,4% dijo que "no tenía tiempo" y el 7,2% dijo "no conocer los mecanismos a dónde ir".
De acuerdo a una encuesta realizada por Mumalá en 2019, el acoso callejero es una forma de violencia que se empieza a vivir, en promedio, desde los 9 años de edad.
En la misma línea, un estudio internacional realizado en 2022 por Ipsos junto a L'Oréal Paris mostró que en Argentina el 91% de las mujeres dijo haber experimentado acoso en el espacio público al menos una vez en su vida. Las cifras muestran además que el 71% de las mujeres se siente insegura en el espacio público y cerca del 80% lleva adelante medidas de protección como evitar salir de noche o sola o adaptar la vestimenta. Por otro lado, el 50% sostuvo que el acoso callejero afecta su salud mental.
Otro dato destacado muestra que el 96% de las encuestadas afirmó que la situación de acoso se detuvo cuando alguien intervino, algo que no suele suceder, tal y como se vio en el vídeo del caso local. Ante la pregunta "¿Por qué no actúan cuando ven una situación de acoso?", el 90% sostiene que no hay información sobre cómo actuar ante una situación de este tipo.
Más allá de las responsabilidades civiles, el Artículo 4 de Ley 27.501 marca la obligación de las fuerzas policiales y de seguridad a "actuar en protección de las mujeres víctimas de violencia de género cuando la violencia ocurre en el espacio público o de acceso público, incluida la modalidad de 'violencia contra las mujeres en los espacios públicos' conocida como 'acoso callejero'".
Normativa nacional y local sobre el acoso
En Argentina, el acoso callejero se incorporó como delito en 2019, a través de la Ley 27.501 que introdujo esta categoría en la Ley 26.485 de Protección Integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres.
De esta forma, se incorporó una nueva modalidad de violencia, entendida como la violencia contra las mujeres en el espacio público (Art. 6, inciso g) que la define como "aquella ejercida contra las mujeres por una o más personas, en lugares públicos o de acceso público, como medios de transporte o centros comerciales, a través de conductas o expresiones verbales o no verbales, con connotación sexual, que afecten o dañen su dignidad, integridad, libertad, libre circulación o permanencia y/o generen un ambiente hostil u ofensivo". Dependiendo los hechos, se pueden aplicar sanciones como multas, trabajo comunitario o arresto.
Más allá de la legislación nacional, cada municipio o provincia sanciona sus propias normas para ampliar el alcance de la prevención y sanción. En Comodoro Rivadavia se aprobó, en 2021, la Ordenanza 15.777/21 de Prevención y Erradicación del acoso sexual callejero, impulsada por Juntos por el Cambio.
La norma prevé la realización de campañas de difusión, la elaboración de material informativo sobre la Ley 26.485, el desarrollo de talleres, jornadas y capacitaciones y acciones conjuntas con la Secretaría de la Mujer, Género y Juventud.
Sin embargo, en 2023 el entonces concejal Tomas Buffa denunció que a dos años de su aprobación la ordenanza no se cumplía. Y precisó que "ese programa, que era de capacitación y prevención, con publicidad e información, apuntaba también a que la Secretaría de la Mujer tuviera otro tipo de injerencia y un rol más activo".
"Fue aprobado por el Concejo Deliberante, pero nunca se puso en funciones. Por eso planteamos el interrogante de qué sucedió, porque entendemos que más allá de proclamas y marchas, a las que hay que acompañar, debemos hacer un abordaje de políticas públicas, que de a poco vayan generando que estos hechos aberrantes y actitudes naturalizadas vayan perdiendo uso en el día a día", expresó en ese momento.
En su análisis detallado de la normativa argentina respecto al acoso, la abogada Gabriela Yuba indica que "no se trata simplemente de circular por la vía pública sin recibir atropellos verbales, agresiones gestuales, etc., sino de que la circulación por dichos espacios y la garantía de que las mujeres puedan hacerlo sin ningún tipo de temor ni violencia, sea promovida y efectivizada desde la construcción de la ciudadanía que el Estado debe realizar. El respeto a la dignidad, igualdad y no discriminación es la base de una sociedad democrática sana donde el respeto hacia el otro hace a la dignidad humana".
A pesar de que el acoso callejero está reconocido como un tipo de violencia en las leyes argentinas, los colectivos feministas señalan que todavía no se comprende en profundidad la dimensión de este fenómeno, por lo que usualmente se subestima a la luz de violencias más visibles como el femicidio. Esta modalidad, sin embargo, atraviesa las historias de vida de la mayoría de las mujeres, quienes sostienen que comenzaron a ser acosadas a edades muy tempranas.
Juliana Santarosa Cobos, directora de la organización "Acción Respeto: por una calle libre de acoso" explicó en diálogo con El Cohete a la Luna que socialmente permanece una tendencia a la "romantización del acoso": "A nosotras se nos enseña a ser abiertas, a que tenemos que recibir cualquier comentario, a ser sumisas, calladitas y que no tenemos que hacer enojar a los demás. Somos objetos antes que personas, en un sistema patriarcal diseñado para el disfrute y el goce ajeno. La romantización del acoso se da a partir de esos elementos de una cultura que interpreta que las mujeres en el espacio público están fuera de lugar".
Además, precisó que el acoso tiene dos componentes centrales: la falta de consentimiento en la interacción y el contenido violento del mensaje. "Es una acción unilateral, es un reclamo impune de energía, es una eyaculación verbal. Sin interpelar a la otra persona, además posee un contenido agresivo". Y a diferencia de un piropo que se produce en una relación de confianza entre dos personas, el acoso busca marcar una relación de dominio.
La falta de visibilidad de las distintas dimensiones del problema hace que sea especialmente difícil sistematizar cifras y alentar las denuncias. La revisión de las prácticas machistas, la aplicación de las políticas públicas vigentes y el rol del Estado son pilares para la prevención. En el centro del debate está la calificación del acoso como delito; hasta la fecha es penalizado con multas o, en algunas provincias, con la obligación de realizar talleres con perspectiva de género sobre la temática. Pero en la vida de las mujeres y niñas sigue siendo moneda corriente.
En los últimos días, se viralizó en Comodoro el vídeo de seguridad que muestra el acoso vivido por una joven en el transporte público. Su situación se une a la de otras vecinas que experimentaron episodios similares, en ocasiones perpetrados por los mismos agresores. El acoso en el espacio público es una problemática extendida en todo el país y reconocida como un tipo de violencia hace muy poco. Los casos no son aislados: las estadísticas indican que el 91% de las mujeres argentinas experimentó acoso callejero en algún momento. Aunque se sanciona con multas o arrestos, la identificación de los responsables no es frecuente, por lo que generalmente termina como un accionar impune. En los debates sobre su tipificación como delito penal subyace el reclamo por el derecho de las mujeres y niñas de circular sin violencia por las calles.
El relato de la víctima
El caso más reciente ocurrió el domingo 6 de abril en el barrio Pueyrredón, alrededor de las 7 de la mañana, cuando la víctima iba camino a su trabajo.
Mientras esperaba el colectivo sobre la calle La Nación, fue abordada por un hombre que, según indicaron testigos, se encontraba alterado. Comenzó a hostigarla, mostrándole sus genitales; luego intentó tocarla y la persiguió por la calle.
Durante la persecución, le arrojó un bloque que casi la golpea. La mujer logró subirse a un colectivo que justo pasaba por la zona, pero el atacante también lo abordó e intentó agredirla nuevamente.
En los últimos días se difundió el vídeo de seguridad del vehículo que muestra cómo el hombre se le tira encima mientras ella intenta defenderse a patadas. A pesar de que había otros pasajeros, nadie intervino, a excepción de la conductora que detuvo la marcha y exigió al agresor que descendiera.
El hecho fue denunciado en la Comisaría Seccional Tercera y es investigado por la División de Investigaciones Policiales (DIP), que se encuentra analizando otras cámaras de la zona.
La causa fue caratulada como "acoso callejero agravado" y no descartan que el agresor esté vinculado a hechos similares ocurridos en la zona sur de Comodoro.
"Se me acercó caminando por Olavarría, gritando; empieza a hacer movimientos obscenos; se bajó el pantalón y me muestra sus partes íntimas; me agarra la cara; yo lo empujo y se me caen los auriculares; entonces me cruzo al bulevar", relató la mujer a AZM Tv. En ese momento, marcó el 101 y dio su ubicación, guardando el celular con la llamada abierta en su buzo, pero nadie respondió.
"El sujeto me corre, agarra un bloque y me lo tira. Veo un señor parado sobre la Roca y voy allá porque había gente, él me sigue corriendo. Empezamos a forcejear, no a forcejear sino que yo trataba de evitarlo. En eso veo que viene el colectivo y me subo; él se sube detrás mío y se me viene encima. Yo le doy patadas y piñas para empujarlo y sacármelo de encima. Y mientras me decía groserías; luego quiere bajar por la puerta de adelante; va y viene hasta que baja por la puerta de atrás", continúa el relato.
La indignación viene del hecho de que la policía no acudió a pesar de que a tres cuadras del lugar del hecho funciona el Centro de Monitoreo. Volvió a llamar al mediodía y le dijeron que como no hubo robo, "ni pasó nada, quedaba a criterio mío hacer la denuncia. Ahora más tranquila me decido a hacer la denuncia".
"Me dijeron que mandaban un móvil, en el transcurso de la mañana estuve esperando novedades. Tuve que llamar yo. La respuesta que me dan es que no tenían novedades", agregó.
La víctima remarcó la necesidad de darle importancia a este tipo de hechos y no normalizar la violencia en el espacio público que frecuentemente afecta a las mujeres.
Contó que sintió "mucha impotencia porque hay gente alrededor que no hacía nada. Hay que hacer algo. La mujer chofer le pedía que se bajara, pero después nadie se acercó para preguntarme si necesitaba algo; si estaba bien. Cero empatía. No es que no me pasó nada; me quitaron la seguridad de andar por la calle; es grave. Si le hubiera pasado a alguna de mis hijas no sé si estaría hablando tranquila. No hay que normalizar esto".
Una problemática extendida
Aunque es el más reciente y quizás más impactante por las imágenes que se difundieron, no es el único caso reportado en la ciudad: en los últimos años se dieron a conocer varios casos similares ya sea por denuncias formales o por "escraches" de las víctimas en redes sociales.
En plena pandemia, un episodio sufrido por una adolescente puso de manifiesto la dificultad de denunciar este tipo de situaciones. El hecho ocurrió apenas unos días después de los dichos del fiscal Fernando Rivarola sobre el "desahogo sexual" en el marco de la causa de violación grupal en Playa Unión.
"Fui a la librería que está abajo de mi casa a imprimir unas cosas. Cuando llego había que hacer fila ya que al local se puede ingresar de a uno por el distanciamiento social. Adelante mío estaba este viejo que empezó a hacer preguntas. Empezó normal con un ‘¿Hace frío no?' y yo le dije que sí. Primero lo tomé tranquila porque parecía un intercambio de palabras con alguien con el que estás esperando ser atendido. Pero después empezó con preguntas más personales, como ‘¿Vivís acá en el barrio?', ‘¿Tenés novio?','¿El va a dormir a tu casa?', ‘¿Tienen relaciones?', ‘¿Cómo te gusta que te lo hagan?'; ‘¿Segura que no querés que te lleve?'. Yo a todo esto trataba de alejarme y no contestarle pero él se me acercaba", relató en sus redes sociales.
"Quería que me atendieran rápido para irme antes que él. Pero se puso a hacer tiempo a propósito; hizo marear a la señora de la librería con las cosas que le pedía. Primero pagó las copias que le salieron $50 con un billete de $500 y cuando le estaban dando el vuelto pidió ver lapiceras pero sin comprar ninguna", agregó.
"Cuando salió se quedó mirándome por la puerta y yo me hice la que me había olvidado algo. Cuando se fue le conté lo que estaba pasando a las chicas que estaban atendiendo y enseguida me ayudaron. También tuve la suerte de que justo entraba a comprar una chica que es de la Policía Federal y salió enseguida a buscar al tipo éste pero no lo encontró", expresó la joven, y dijo que en el comercio le facilitaron un celular para comunicarse con su familia, y que los trabajadores le indicaron que "ese señor es un cliente habitual y que siempre que va, pasa algo".
Sin embargo, a la hora de denunciar, debió ir a tres comisarías distintas. Primero se dirigió a la subcomisaria de Próspero Palazzo y luego a la de Ciudadela por encontrarse allí la oficial de turno. De ahí la mandaron a la Comisaría de la Mujer en Km. 5: "Cuando pasé; lo hice sola y estuve tres horas sentada, contando bien lo que había pasado y leyendo bien la denuncia por si había que corregir algo. Cuando terminamos me dijeron que ya me podía ir y no me dieron la denuncia y si la quiero tengo que ir a Fiscalía".
"Me advirtieron que iba a ser mi palabra contra la de él. Que podría decir que tenía el barbijo puesto y en las cámaras no se ve que me habló y que si lo escracho en las redes sociales me puede denunciar por ‘manchar' su imagen", indicó. Denunció que la persona sería pastor de una Iglesia Pentecostal y que vive en el barrio y se tiene registro de nombre, dirección, número de teléfono y hasta su foto, no se puede hacer nada", lamentó.
En 2022, una joven de 20 años denunció el acoso de un hombre de aproximadamente 45 años, que la siguió durante varias cuadras en pleno centro, hasta que se resguardó en un local comercial. Allí fue asistida por las empleadas y otras mujeres que compraban en el lugar. Una de ellas señaló haber sido acosada por el mismo hombre tiempo antes.
Al igual que en el último episodio, la Policía no se presentó en el lugar pese a ser informada vía telefónica, y la joven fue acompañada hasta su hogar por la clienta que denunció haber sufrido lo mismo.
En marzo del 2023 un hombre identificado como Diego Alejandro Barrientos fue detenido tras una infracción al artículo 105 del Código de Convivencia Ciudadana por exhibicionismo y acoso sexual. La intervención policial se produjo después de que una agente fuera alertada por cuatro menores que habían sido víctimas del exhibicionismo, quien además sufrió acoso por parte del sujeto. El responsable quedó en libertad, sólo afectado por el pago de una multa.
El año pasado, una estudiante fue acosada por un hombre debió refugiarse en una heladería en la avenida Polonia, luego de que el sujeto la siguiera varias cuadras haciéndole preguntas personales y tomándole fotografías. Si bien la joven pudo dar una identificación detallada del agresor y la Policía se hizo presente para investigar, no hay información sobre la continuidad del proceso judicial para dar con el responsable.
Estos episodios representan una pequeña fracción del problema, apenas lo que llega a ser denunciado y visibilizado: otras veces las mujeres eligen el silencio frente a la falta de Justicia. Aquellos que son denunciados, tienen como atributo común la ausencia de medidas de protección o investigaciones concretas que logren dar con la identidad de los responsables.
Cifras que alarman
Un informe del Observatorio de situaciones de violencia de género en Trenes Argentinos realizado en 2021 mostró que el 13,1% de lxs encuestadxs atravesó situaciones de acoso en el espacio público; el 16,3% presenció situaciones de acoso en el tren y el 16,2% presenció y vivió situaciones de acoso.
De estos episodios se desprenden diversas situaciones como roces intencionales, manoseos, frases o gestos obscenos, miradas intimidantes, masturbación y fotos sin consentimiento.
El 74% de las mujeres que atravesaron situaciones de acoso no recurrieron a nadie para dar aviso de lo sucedido. El 14,4% dijo que "es normal que suceda"; el 12,8% dijo que "no había ningún lugar cerca"; al 12,5% le dio vergüenza; el 12% dijo que "no sucede nada"; el 8,4% dijo que "no tenía tiempo" y el 7,2% dijo "no conocer los mecanismos a dónde ir".
De acuerdo a una encuesta realizada por Mumalá en 2019, el acoso callejero es una forma de violencia que se empieza a vivir, en promedio, desde los 9 años de edad.
En la misma línea, un estudio internacional realizado en 2022 por Ipsos junto a L'Oréal Paris mostró que en Argentina el 91% de las mujeres dijo haber experimentado acoso en el espacio público al menos una vez en su vida. Las cifras muestran además que el 71% de las mujeres se siente insegura en el espacio público y cerca del 80% lleva adelante medidas de protección como evitar salir de noche o sola o adaptar la vestimenta. Por otro lado, el 50% sostuvo que el acoso callejero afecta su salud mental.
Otro dato destacado muestra que el 96% de las encuestadas afirmó que la situación de acoso se detuvo cuando alguien intervino, algo que no suele suceder, tal y como se vio en el vídeo del caso local. Ante la pregunta "¿Por qué no actúan cuando ven una situación de acoso?", el 90% sostiene que no hay información sobre cómo actuar ante una situación de este tipo.
Más allá de las responsabilidades civiles, el Artículo 4 de Ley 27.501 marca la obligación de las fuerzas policiales y de seguridad a "actuar en protección de las mujeres víctimas de violencia de género cuando la violencia ocurre en el espacio público o de acceso público, incluida la modalidad de 'violencia contra las mujeres en los espacios públicos' conocida como 'acoso callejero'".
Normativa nacional y local sobre el acoso
En Argentina, el acoso callejero se incorporó como delito en 2019, a través de la Ley 27.501 que introdujo esta categoría en la Ley 26.485 de Protección Integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres.
De esta forma, se incorporó una nueva modalidad de violencia, entendida como la violencia contra las mujeres en el espacio público (Art. 6, inciso g) que la define como "aquella ejercida contra las mujeres por una o más personas, en lugares públicos o de acceso público, como medios de transporte o centros comerciales, a través de conductas o expresiones verbales o no verbales, con connotación sexual, que afecten o dañen su dignidad, integridad, libertad, libre circulación o permanencia y/o generen un ambiente hostil u ofensivo". Dependiendo los hechos, se pueden aplicar sanciones como multas, trabajo comunitario o arresto.
Más allá de la legislación nacional, cada municipio o provincia sanciona sus propias normas para ampliar el alcance de la prevención y sanción. En Comodoro Rivadavia se aprobó, en 2021, la Ordenanza 15.777/21 de Prevención y Erradicación del acoso sexual callejero, impulsada por Juntos por el Cambio.
La norma prevé la realización de campañas de difusión, la elaboración de material informativo sobre la Ley 26.485, el desarrollo de talleres, jornadas y capacitaciones y acciones conjuntas con la Secretaría de la Mujer, Género y Juventud.
Sin embargo, en 2023 el entonces concejal Tomas Buffa denunció que a dos años de su aprobación la ordenanza no se cumplía. Y precisó que "ese programa, que era de capacitación y prevención, con publicidad e información, apuntaba también a que la Secretaría de la Mujer tuviera otro tipo de injerencia y un rol más activo".
"Fue aprobado por el Concejo Deliberante, pero nunca se puso en funciones. Por eso planteamos el interrogante de qué sucedió, porque entendemos que más allá de proclamas y marchas, a las que hay que acompañar, debemos hacer un abordaje de políticas públicas, que de a poco vayan generando que estos hechos aberrantes y actitudes naturalizadas vayan perdiendo uso en el día a día", expresó en ese momento.
En su análisis detallado de la normativa argentina respecto al acoso, la abogada Gabriela Yuba indica que "no se trata simplemente de circular por la vía pública sin recibir atropellos verbales, agresiones gestuales, etc., sino de que la circulación por dichos espacios y la garantía de que las mujeres puedan hacerlo sin ningún tipo de temor ni violencia, sea promovida y efectivizada desde la construcción de la ciudadanía que el Estado debe realizar. El respeto a la dignidad, igualdad y no discriminación es la base de una sociedad democrática sana donde el respeto hacia el otro hace a la dignidad humana".
A pesar de que el acoso callejero está reconocido como un tipo de violencia en las leyes argentinas, los colectivos feministas señalan que todavía no se comprende en profundidad la dimensión de este fenómeno, por lo que usualmente se subestima a la luz de violencias más visibles como el femicidio. Esta modalidad, sin embargo, atraviesa las historias de vida de la mayoría de las mujeres, quienes sostienen que comenzaron a ser acosadas a edades muy tempranas.
Juliana Santarosa Cobos, directora de la organización "Acción Respeto: por una calle libre de acoso" explicó en diálogo con El Cohete a la Luna que socialmente permanece una tendencia a la "romantización del acoso": "A nosotras se nos enseña a ser abiertas, a que tenemos que recibir cualquier comentario, a ser sumisas, calladitas y que no tenemos que hacer enojar a los demás. Somos objetos antes que personas, en un sistema patriarcal diseñado para el disfrute y el goce ajeno. La romantización del acoso se da a partir de esos elementos de una cultura que interpreta que las mujeres en el espacio público están fuera de lugar".
Además, precisó que el acoso tiene dos componentes centrales: la falta de consentimiento en la interacción y el contenido violento del mensaje. "Es una acción unilateral, es un reclamo impune de energía, es una eyaculación verbal. Sin interpelar a la otra persona, además posee un contenido agresivo". Y a diferencia de un piropo que se produce en una relación de confianza entre dos personas, el acoso busca marcar una relación de dominio.
La falta de visibilidad de las distintas dimensiones del problema hace que sea especialmente difícil sistematizar cifras y alentar las denuncias. La revisión de las prácticas machistas, la aplicación de las políticas públicas vigentes y el rol del Estado son pilares para la prevención. En el centro del debate está la calificación del acoso como delito; hasta la fecha es penalizado con multas o, en algunas provincias, con la obligación de realizar talleres con perspectiva de género sobre la temática. Pero en la vida de las mujeres y niñas sigue siendo moneda corriente.