Cultura

El Eternauta, nadie se salva solo

Por Yanil Coliva

Más de seis décadas después de su creación, la obra de Oesterheld sigue vigente como un reflejo del poder colectivo frente a la opresión. A través de una invasión alienígena y la tragedia de su propio creador, El Eternauta se ha convertido en un símbolo de lucha política y resistencia

Es una de las escenas más impactantes de El Eternauta (1957): una nevada blanca y silenciosa cae sobre Buenos Aires. Pero no es nieve. Es muerte. En el hogar de Juan Salvo, él, su esposa Elena y su hija Martita miran con incredulidad por la ventana, mientras su amigo Favalli, con el aplomo del científico, intuye el peligro antes de que todos los demás lo comprendan. Pronto, los teléfonos dejan de funcionar, la ciudad queda sumida en el caos, y solo quienes permanecen bajo techo sobreviven. "Nadie debe salir. Nadie debe tocar la nieve". Afuera, el pavimento está sembrado de cadáveres. La humanidad ha sido sentenciada a una muerte invisible, desprovista de estruendos, como un exterminio quirúrgico.

Estas imágenes establecen el tono de la obra: la lucha por la supervivencia en un mundo asediado por fuerzas incomprensibles y crueles. Pero más allá de su narrativa de ciencia ficción, El Eternauta -escrito por Héctor Germán Oesterheld e ilustrado por Francisco Solano López-, es una metáfora profunda de la resistencia y la organización colectiva como única vía para enfrentar la opresión. Porque en este universo, como en la realidad que lo inspiró, nadie se salva solo.

El héroe colectivo de El Eternauta

Juan Salvo no es un héroe clásico. No es un ser excepcional dotado de poderes ni de una voluntad indomable. Es, ante todo, un hombre común, un ciudadano que se convierte en líder no por deseo, sino por necesidad. Su fuerza no radica en su individualidad, sino en su capacidad de unir a otros. Junto a Favalli, Franco y Polsky, vecinos y amigos, organiza la resistencia ante la invasión extraterrestre.

"Nos enfrentamos a algo que va más allá de nosotros, algo que no podemos comprender del todo, pero sí podemos combatir", dice Favalli en un pasaje crucial. La supervivencia no se basa en la valentía de un solo hombre, sino en la capacidad del grupo para actuar con solidaridad e inteligencia.

La idea del héroe colectivo es una ruptura con los paradigmas de la narrativa tradicional. En lugar del único elegido que salva el día, El Eternauta plantea que la verdadera resistencia solo es posible en comunidad. Es un mensaje que resuena especialmente en la historia argentina y latinoamericana, donde la organización popular ha sido clave para enfrentar dictaduras, crisis y abusos del poder.

Oesterheld escribió El Eternauta en un contexto sociopolítico cargado de tensiones. Argentina, en los años 50, se encontraba bajo la influencia de la Revolución Libertadora (1955), un golpe militar que derrocó a Juan Domingo Perón y persiguió a sus seguidores. La represión política y la censura marcaron la época, y la incertidumbre se reflejaba en la obra de Oesterheld. La Guerra Fría también jugó un papel importante, con su clima de paranoia y enfrentamiento entre bloques de poder. En este sentido, no solo habla de una invasión alienígena, sino también de una amenaza que opera a través de estructuras de control y manipulación, una alusión directa a los regímenes totalitarios y la violencia de Estado.

Héctor Germán Oesterheld y la dictadura: Profecía autocumplida

La vida de Héctor Germán Oesterheld refleja un proceso de radicalización que lo llevó de ser un narrador de aventuras a un militante comprometido con la lucha política. Sus primeras obras, como Sargento Kirk (1953), mostraban héroes que, aunque aventureros, se alejaban de la visión imperialista tradicional. Sin embargo, con el tiempo, su mirada se volvió más crítica y comprometida con las luchas populares.

Durante los años 70's, Oesterheld se unió a la organización Montoneros y comenzó a escribir historias con una carga política cada vez más explícita. En 1976, reescribió El Eternauta con un tono mucho más militante, transformando su historia en una denuncia directa contra la dictadura y la opresión. Esta decisión selló su destino.

En 1977, Oesterheld fue secuestrado por las fuerzas de seguridad del régimen militar. Fue trasladado a diversos centros clandestinos de detención y sometido a torturas. Sus cuatro hijas -Beatriz, Diana, Estela y Marina- también fueron secuestradas y asesinadas por la dictadura, lo que convirtió su historia en un símbolo del horror del terrorismo de Estado en Argentina. Se cree que Oesterheld fue ejecutado en 1978, aunque nunca se encontraron sus restos.

El destino de Oesterheld y su familia refuerza la dimensión premonitoria de El Eternauta. La historia de una invasión que somete a la humanidad, utilizando intermediarios que actúan como títeres de un poder mayor, se refleja dolorosamente con la estructura del aparato represivo de la dictadura argentina. Los "Manos", figuras alienígenas esclavizadas que ejecutan las órdenes de los verdaderos invasores, pueden verse como una alegoría de los represores que, a su vez, eran instrumentos de un sistema de dominación más amplio.

El Eternauta dentro del canon del cómic norteamericano

El Eternauta se inscribe dentro de una tradición consolidada de la ciencia ficción que, para mediados del siglo XX, ya había abordado de forma extensa temáticas como las invasiones alienígenas, los cataclismos globales y los futuros distópicos. Sin embargo, su valor distintivo no radica tanto en la elección de esos motivos, sino en la forma en que los reinterpreta desde una perspectiva anclada en la historia y la política de Argentina y América Latina. La estructura narrativa, la concepción del héroe y la insistencia en la resistencia organizada configuran un relato que se aparta del canon anglosajón, aun dialogando con él de manera constante.

En el campo del cómic, El Eternauta establece vínculos visibles con títulos emblemáticos como Flash Gordon (1934), de Alex Raymond, y Buck Rogers (1929), de Philip Nowlan y Dick Calkins, referentes ineludibles del género en sus primeras décadas. Estos relatos instauraron un modelo de héroe individual, casi siempre masculino, que encarna una suerte de destino manifiesto para enfrentarse a enemigos de origen extraterrestre en escenarios que combinaban exotismo y aventura.

Oesterheld subvierte este paradigma. En lugar de un protagonista con habilidades extraordinarias, elige a Juan Salvo: un hombre común, sin atributos excepcionales, cuya única posibilidad de sobrevivir ante la invasión es la organización colectiva. Esta operación narrativa -que desplaza el foco del individuo a la comunidad- marca una ruptura ideológica con los relatos clásicos del género.

En términos de ambientación y atmósfera, se aproxima a la estética de publicaciones estadounidenses como Weird Science y Weird Fantasy, ambas editadas por EC Comics a partir de 1950. Estas historietas solían explorar escenarios catastróficos, viajes en el tiempo y amenazas alienígenas, con una fuerte carga visual y una narrativa enfocada en el impacto sensacionalista. En contraste, Oesterheld y Solano López sitúan la invasión en un espacio reconocible: Buenos Aires. Este traslado del horror al entorno cotidiano opera como una estrategia de proximidad, que refuerza el efecto de amenaza concreta y posible, al tiempo que interpela directamente a sus lectores.

El Eternauta y la literatura de ciencia ficción

En el ámbito de la literatura,establece relaciones con varios textos fundacionales del género. La comparación más inmediata es con La Guerra de los Mundos (1898) de H.G. Wells, donde la humanidad se enfrenta a una fuerza invasora tecnológicamente superior. No obstante, si bien comparten el motivo de la invasión alienígena, sus lógicas narrativas divergen. Mientras Wells trabaja con una perspectiva centrada en la supervivencia individual y una mirada darwinista sobre la adaptación, El Eternauta sostiene que la única posibilidad de subsistir ante una amenaza sistémica es mediante la acción colectiva y solidaria.

Por otra parte, aunque 1984 (1949) de George Orwell se ubica más claramente en el campo de la distopía política, existen puntos de contacto importantes. Ambos relatos construyen un poder opresivo, jerárquico y ubicuo, que somete a los individuos y los convierte en engranajes involuntarios de su propio sometimiento. En El Eternauta, ese poder se representa a través de una cadena de mando alienígena que opera como metáfora de las formas de dominación que ya circulaban en la Argentina de mediados del siglo XX.

Este enfoque sobre los sistemas de control y la resistencia frente a ellos no solo define el núcleo ideológico de la obra, sino que también explica parte de su perdurabilidad y su capacidad de irradiar sentido en otras producciones.

A partir de su publicación, El Eternauta ejerció una influencia visible sobre diversas producciones de historieta y literatura argentina y latinoamericana. En el campo gráfico, la serie Bárbara (1979), escrita por Ricardo Barreiro y dibujada por Juan Zanotto, retoma la idea de un territorio arrasado por fuerzas invasoras y la resistencia desde la marginalidad, con una protagonista femenina que encarna un nuevo tipo de heroísmo. Más tarde, la historieta Ciudad (1991) de Carlos Trillo y Eduardo Risso también explora una ciudad distorsionada por la violencia y la opresión, con claras resonancias del clima paranoico y asfixiante de El Eternauta.

En la literatura, autores como Angélica Gorodischer, en cuentos de Trafalgar (1979), o Elvio Gandolfo, en sus relatos de ciencia ficción urbana, desarrollan mundos alternativos atravesados por conflictos colectivos, tecnología opresiva y sujetos que actúan en comunidad. En ambos casos, puede rastrearse la influencia de la perspectiva crítica que Oesterheld había instaurado en su obra.

Incluso textos más recientes, como Los Cuerpos del Verano (2012) de Martín Felipe Castagnet, pueden leerse dentro de un linaje que comprende a El Eternauta no solo como un hito cultural, sino como una matriz posible para narrar desde Latinoamérica otras formas de futuro.

El Eternauta de Netflix

A más de sesenta años de su primera publicación, El Eternauta conserva su potencia crítica. Lejos de perder vigencia, su denuncia sobre los mecanismos del totalitarismo y su apuesta por la resistencia organizada encuentran eco en contextos actuales, marcados por nuevas formas de violencia institucional y exclusión.

La adaptación que prepara Netflix, bajo la dirección de Bruno Stagnaro y con Ricardo Darín en el rol protagónico, no solo reactualiza la historia, sino que la sitúa en un momento donde las distopías ya no funcionan únicamente como advertencias futuras, sino como retratos posibles -y reconocibles- del presente.

Que su estreno coincida con el aniversario de la desaparición de Oesterheld a manos de la dictadura cívico-militar subraya la dimensión trágica de su legado: un autor que hizo del relato colectivo un acto de resistencia política.

Fuente: Plano Americano

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