Patagonia

Falleció Pablo Quintana: Un hombre íntegro, honesto, gran periodista, luchador por la vida y las causas justas

El sábado por la tarde murió en Esquel, luego de una larga pelea por vivir, Pablo Quintana. El periodista y amigo que supo engalanar las páginas de El Extremo Sur falleció tras varios años de luchar contra el cáncer y se fue habiéndole dado todas batallas las posibles, inclusive la de ese final en la que jamás bajó los brazos y con una entereza enorme vivió disfrutando hasta el último de los instantes. Desde estas páginas enviamos el abrazo fraterno y caluroso para sus tres hijos, su familia y todos los muchos amigos y compañeros que lo conocieron.

Pocas veces en la vida me he animado a escribir en primera persona, en general termino haciéndolo cuando me despido de alguien muy querido y que considero vale la pena romper lo que para mí es una regla básica del periodismo, donde el que escribe jamás es protagonista. Pero esta vez amerita, que te despida y te homenajee como hermano del alma, amigo entrañable, colega admirado y compañero imprescindible de la pelea por una vida más igualitaria, justa y fraterna.

Chau pirata y cuervo (fanático de Belgrano de Córdoba y San Lorenzo de Almagro), chau antiminero incansable, chau periodista exquisito, chau padre apasionado, chau ajedrecista amateur, chau amante de la música, chau docente carcelario, chau hombre íntegro, chau luchador imprescindible, chau cordobés querido.

Hasta siempre amigo del alma, se te va a extrañar muchísimo; tus palabras, tus risas, tu hidalguía frente a los avatares de la vida y tu pluma faltante deja un hueco que nadie podrá completar.

Sé que la peleaste como jamás creí que podías hacerlo. Te admiré por eso. Desde el fondo de tu dolor me ensañaste a no bajar los brazos y que a pesar de todo había que disfrutar cada instante por más cerca que estuviera el final.

Ese final que sabíamos que se acercaba, al que le diste batalla con uñas y dientes, al que a puro trompazos de vida intentaste espantarlo y que cuando creíste que ya no tenía sentido seguirlo batallando con la medicina le diste pelea con tus ganas de tus ganas de disfrutar y sentir cada instante que quedaba por delante.

Nos hicimos amigos muy queridos allá por el '96 en la redacción de El Chubut en Esquel cuando llegaste de Córdoba con la Nadine y desde ese momento nos disfrutamos en un verdadero nexo de hermandad que jamás se rompió. Te elegí como uno de los padrinos de mi hija, aunque nunca formalizamos nada de eso, porque si yo no estaba quería que aprendiera con tu guía.

Tuvimos algunos momentos de silencios no buscados, pero siempre estuvimos de alguna manera disponibles para el otro y por suerte en el arranque de la pandemia nos reencontramos con la misma intensidad que siempre quisimos, esa frecuencia de larguísimas charlas telefónicas que nos llenaron el alma de felicidad, filosofando de la complejidad social, la problemática del periodismo, el fútbol siempre presente con alegría y tantos otros contenidos valiosos.

Admiré tu calidad como periodista, tu profundidad, agudeza, reflexión e involucramiento con los temas que escribías. Las páginas del EES se engalanaron con tus escritos. También le pusiste la palabra a Radio Kalewche en Esquel, conduciendo La Tijereta, donde pudiste sacarte las ganas de libertad de expresión.

Con honestidad intelectual y en todas sus formas, siempre estuviste del lado de lo que está bien, del de los oprimidos, de los injusticiados, de las que causas nobles, de las causas justas, del lado donde no estaban los poderosos, del lado de los que sufren, siempre del lado del pueblo en sus devenires en la búsqueda de una vida mejor. No dejo de recordar una de tus últimas bellísimas notas que escribiste con las tripas sobre Francisca, una migrante boliviana en Comodoro a la que le quitaron sus cuatro hijos.

No te tembló el pulso en escribir todo lo que fuera necesario y contra quien fuera, pero cuando la enfermedad te fue sacando ganas y tiempos, dejaste de clavar esos puñales en el corazón del poder, pero tu pluma sigue más viva que nunca y aunque -como bien escribió Darío Aranda en su despedida- no vayas a integrar la lista de los ilustres periodistas reconocidos en el país, para los que te leímos y te conocimos fuiste y seguirás siendo uno de los grandes.

Tampoco le temiste a la militancia y así lo hiciste con coherencia entre el decir y el hacer involucrándote en el movimiento No a la Mina de Esquel y fuiste una referencia nacional para todos aquellos que se opusieron al avance del saqueo y la contaminación a cambio de los brillosos espejitos de colores.

A la bosta con todos los culeados que quisieron hacerte pagar ese involucramiento y que te la hayas jugado como hiciste, sin pensar en los costos individuales y sin dejar de pensar en los beneficios colectivos. Te quedaste sin trabajo por meterte hasta el cuello contra las poderosas mineras y los gobiernos que las impulsaban -te despidieron de El Chubut por eso-, pero nada te frenó y seguiste con tu lucha en todas las formas que pudiste.

Te espiaron, te persiguieron, te apretaron; pero jamás bajaste los brazos y seguiste para adelante. No te conformaste con darle contienda al saqueo minero porque siempre te ubicaste claramente del lado de los pueblos oprimidos y defendiste la causa mapuche desde tu trinchera en Esquel primero y en Trevelin después.

Ahí donde había una injusticia, siempre de una u otra manera estabas involucrado; porque como dice tu muro de Facebook "si me lavo las manos, me ensucio el alma".

Las caprichosas vueltas de la vida nos llevaron a estar compartiendo una cena en Buenos Aires la noche del 15 de diciembre del 2021 cuando se votó la aprobación de la zonificación minera en la Legislatura chubutense. Habías llegado para ver al cirujano especialista que te iba a operar por primera vez y tu valía humana hizo que antes de despedirnos le diéramos a un indigente que pululaba por las oscuras calles de Almagro los sabrosos restos de la parrillada degustada en largas horas de charlas inolvidables. Esa fue la anteúltima vez que nos vimos, pero por suerte seguimos más unidos que nunca con el contacto y lo disfrutamos entrañablemente. La última sería en el sanatorio de Colegiales después de la segunda operación.

Siempre me mantuviste al tanto de cómo la ibas llevando y qué sentías, jamás te escuché quebrado porque siempre diste batalla en estos largos años de enfermedad. Desentrañamos la llegada a tu vida del Leito, el último hijo que tuviste, pero que era el más grande de los tres y con el que te diste una revancha preciosa que disfrutaste enormemente junto a la Maite y el Genarito. Esos tres pichones te llenaron de mimos, cariño y un amor que te hizo ser uno de los seres más felices y completos de la humanidad; los disfrutaste y les dejaste lo mejor de vos. Siempre reflexivo, dejando espacios a los demás y respetando sus tiempos. Ellos seguramente atesoran tus palabras, tus sonrisas, tus enseñanzas, tu valentía y tu integridad de hombre libre, sabio y luchador.

Con una resiliencia inconmensurable disfrutaste con tus tres hijos la última etapa de tu vida y cuando el puto cáncer te fue doblegando el cuerpo decidiste que ya era hora de no pelearle más con operaciones, quimios o pastillas, le luchaste mano a mano cada instante en que pudiste disfrutar y le ganaste. Le ganaste al cáncer porque con una sonrisa a flor de piel en cada momento te sacaste las ganas vivir como nunca y de disfrutar sin pensar en lo que iba a venir.

Sabías muy bien que la muerte y ese cáncer, dos palabras a las que jamás le escapaste y las asumiste y las enfrenaste con la frente bien en alto, te iban a llevar; pero antes les ganaste viviendo más que nunca.

Hiciste de la muerte un culto a la vida, aprovechando cada profundo instante de la existencia. Ahí también nos enseñaste como pelear, a luchar contra lo que vendrá sin pensar mucho más allá del aquí y ahora.

Hace casi un mes que esperaba un audio tuyo que jamás llegó, sólo me restaba esperar que algún amigo o amiga me hiciera saber que habías fallecido. Así sucedió cuando la Leti me aviso que estaba en tu casa despidiéndote.

Hermano no puedo negarte que lloré, pero fue sólo un ratito. Ya había llorado bastante tiempo atrás cuando me ibas contando los primeros cambios que presagiaban el final que en algún momento iba a llegar. Inmediatamente me puse a escribirte, porque esta es mi forma de despedirme y acá estoy recordándote, llenándome de emociones hermosas y recuerdos inolvidables que pasamos juntos que jamás olvidaré. Abrazo a tus hijos y a sus madres, a tus hermanos, a tu viejita y a todos los que te quisieron bien.

Chau Quintana, se te va a extrañar amigo, pero acá dejaste hermosos recuerdos y lazos que ni la muerte puede disolver. Uno de los imprescindibles se fue y eso, aunque sea muy triste, amerita levantar una copa y brindar a tu memoria. Hasta siempre querido Pablo...