Patagonia

El Bariloche de 115 años atrás

Por Adrián Moyano

Gente se instalaba sin títulos, los lotes no tenían demarcación y quienes habían comprado "un paraíso" se encontraron con un pedrero. Todo conducido a la concentración de la tierra en pocas manos.

El panorama que presentaba Bariloche hace 115 años no era muy prolijo. Quizás haya que ponerse en la piel de aquella familia que, después de invertir tres meses en cruzar la cordillera desde Chile, encontró que el lote que le había adjudicado el Gobierno argentino estaba a 25 kilómetros del pequeño poblado en tiempos de comunicaciones más bien azarosas. Con todo, la lejanía no era el más grave de los inconvenientes.

"Los principales problemas con los nuevos y viejos habitantes se produjeron a comienzos del siglo XX y giraron en torno a la posesión de la tierra", enmarca la historiadora Laura Méndez en su libro "Estado, frontera y turismo. Historia de San Carlos de Bariloche" (Prometeo Libros-2010). "Muchos se instalaron sin tener los títulos correspondientes y luego debían enfrentarse a quienes habían comprado esas tierras", contextualiza.

El río revuelto se completa con que "otros no tenían la demarcación definitiva; a otros les habían vendido un paraíso y al llegar se encontraron solo con rocas; y muchos no obtuvieron nunca su título de propiedad y fueron desalojados", dice la descripción. En ese revoltijo, hubo pescadores muy atentos que, con el paso de los años, obtuvieron considerables ganancias. En ocasiones, sin pisar las playas del gran lago y ni estar en condiciones de señalar a Bariloche en el mapa.

Seguramente, el desánimo cundió en casos como el que sigue: "Oscar Bernardo Félix Runge y su esposa, por ejemplo, tardaron tres meses en atravesar la cordillera desde Chile. Según el relato de su hija, primero se instalaron en el lote adjudicado en la zona de Puerto Pañuelo, muy alejados de toda la población. Al enterarse de que había un lote desocupado en las cercanías de Bariloche, el número 45, resolvieron trasladarse más cerca del incipiente poblado".

La historiadora se basó en el propio relato de la familia involucrada, que se encuentra en el Archivo Runge de la Biblioteca del Museo de la Patagonia. "Esta práctica fue muy habitual en la época: el asentamiento temporal en el lote otorgado por el Gobierno y el casi inmediato traslado a otro desocupado, aunque no se poseyeran los títulos que permitían su ocupación", redondea la narración de la investigadora.

"Otro problema fue la falta de amojonamiento", añade. A propósito, los Runge aportaron que esa ausencia "hace que continuamente tengan discusiones los colonos sobre cuál facción de terreno les pertenece y privándose alguno de estos de cercar sus lotes por no tener los límites". Esa situación se estiró por varios años. "El periodista francés Huret llamó la atención sobre las injusticias cometidas en el reparto y adjudicación definitiva de las tierras en los años 1910, que hacía que los colonos no invirtieran capital y trabajo en los terrenos por temor a la confiscación".

Según la mirada del europeo, los vecinos de Bariloche "se indignan al ver los favores que se hacen a algunos y las numerosas injusticias de que ellos son objeto. Me refieren las desgracias de viejos colonos burlados y expoliados, y las concesiones injustificadas de millas de hectáreas, de islas enteras incluso, cedidas vitaliciamente y sin razón a millonarios 'quistos' en ciertas esferas". Ciertos parecidos con el presente, ¿serán casualidad?

"Él informó de estas situaciones al ministro, pero nunca pudo obtener respuestas. Dios está demasiado alto y el Zar demasiado lejos, dicen los mujicks", es decir, el campesinado ruso eternamente postergado. Sigue Méndez: "Paralelamente a los problemas que surgieron en la adjudicación y ocupación de la tierra en la Colonia Agrícola y Ganadera del Nahuel Huapi, fueron gestándose otros en el espacio circundante".

La problemática se agudizó con "los procesos de traspaso, especulación y acaparamiento", que "permitieron la consolidación de la gran propiedad latifundista". No llamará la atención que "en el sudoeste del territorio neuquino y rionegrino, las tierras de mejor calidad para vacunos se otorgaron para colonizar, de acuerdo a la ley de 1878, en fracciones de 80.000 hectáreas a importantes familias porteñas como los Uriburu, Castells, Gartland y Sorondo, entre otros".

Las maniobras de enriquecimiento de quienes ya eran considerablemente ricos se completaron "cuando estos nuevos propietarios, iniciados el siglo XX y una vez habilitados por la ley de 1891, vendieron sus propiedades a importantes inversores chilenos, como, por ejemplo, la Sociedad Comercial y Ganadera. Chile-Argentina". Entre otras, la compañía adquirió la estancia San Ramón. En efecto, a río revuelto, ganancia de pescador.

Fuente: El Cordillerano