Cuando Sayhueque hace 140 años bajó las armas y le puso fin a la resistencia mapuche contra el huincaPor Adrián Moyano
La crónica militar dice que "el 1 de enero de 1885, Sayhueque, el más poderoso y temido cacique del sur, se presentó en el fuerte Junín de los Andes al jefe del C.7 (Regimiento 7 de Caballería), amparándose en las leyes de la Nación juntamente con 700 indios de lanza y 2.500 de chusma pertenecientes a las tribus de Inacayal, Huenchunecul, Chiquichan, Qual Salvutia, Payel, Nahuel, Pichi-Curuhuinca, Cumilao, Foyel y otros más".
El párrafo precedente soslaya que, durante más de 25 años, el lonco manzanero había privilegiado el mantenimiento de relaciones pacíficas con los sucesivos gobiernos argentinos y que recién después del ataque que sufrió en cercanías del Collón Cura en 1880, rompió relaciones con interlocutores huincas. Como sea, su "presentación" es interpretada como el fin de la resistencia armada mapuche, acontecimiento que tuvo lugar 140 años atrás.
Tal vez haya que recordar que con el vocablo chusma, los militares se referían a mujeres, niñeces o ancianos que ya no estaban en condiciones de combatir, o sea, civiles si usáramos terminología contemporánea. Pero más allá de las omisiones, la frialdad y deshumanización que caracterizan a los escritos militares de la época, la ocasión es propicia para restituir un tanto de humanidad a quienes ese día perdieron su libertad.
Nahuelpi todavía era un niño en tiempos de la Campaña al Desierto y varios años después, se convirtió en una fuente de importancia para la reconstrucción del período al confiar sus recuerdos al investigador alemán Robert Lehmann-Nitsche. En castellano, su testimonio se publicó íntegro en 2013 y cuatro de sus párrafos se consagraron a la "Historia de Saihueque", aunque más bien se refieren a episodios que afrontó el lonco "en la tierra de los cristianos", es decir, después de su capitulación.
Precisamente, confió Nahuelpi que "Saiweke se vino a presentar. Esa vez, cuando se vino a presentar, a Saiweke lo recibieron bien. Le entregaron de todo para que pudiesen sobrevivir sus jóvenes kona, le dieron: hierba (yerba), azúcar, cigarros. Y así, después de un tiempo, lo llevaron a Chichinales. Fue allí donde le fueron a sacar a sus jóvenes kona para que fuesen soldados [del ejército argentino]. Entonces ya no tuvo relevancia el pobre Saiweke. Aquel que no se hizo soldado, huyeron yéndose de sus tierras, esos jóvenes kona".
Junto con alguien de nombre José, Nahuelpi visitó el otrora titular de la Gobernación Indígena de las Manzanas, con ánimo de brindarle recibimiento. "Entonces llegamos a la casa de Saiweke, allí Saiweke tenía luanruka -casa de cuero de guanaco-, tenía siete señoras y tres hijos: Kachul, Trukel, y Takumañ; sus hijas, una de ellas se llama Wakatol, las otras no supe cómo se llamaban". Después de beber durante buena parte de la noche, "en la mañana se levantó Saiweke y nos dijo ‘amanecieron [bien] hijitos; y nosotros dijimos ‘Amanecimos [bien]".
Canto en tehuelche
En la continuidad del relato, el lonco cautivo hizo una pequeña rogativa y dijo: "Chaw, ojalá que tengan una larga vida mis jóvenes amigos, a causa de ellos me embriagué un poco ayer". Había quedado una botella y "ahí se puso alegre, cuando se alegró se puso a cantar. No pude entender su canto, era un canto del Wüllümapu, pero cantó muy bien y terminó". Como su madre era de origen gününa kuna o tehuelche del norte, muy probablemente el líder manzanero cantara en esa lengua, que su joven interlocutor no conocía.
Ocho días se prolongó la estadía de Nahuelpi y José en la ruca de Sayhueque. Al momento de iniciar el retorno, "nos regaló dos caballos y una yegua. Entonces, cuando íbamos atravesar el río Limay, nos cruzaron en un bote de cuero [de guanaco], [con el mismo que se construye la casa]. Dos caballos tiraban el bote, así eran sus botes, de la gente del Wüllümapu. Donde nosotros [vivimos] eso no se fabrica".
En mapuzungun Willimapu significa Territorio del Sur, en este caso, en relación con el río Limay y el lago Nahuel Huapi. Nahuelpi se consideraba a sí mismo waizufche, es decir, gente de la cordillera. Antes de la llegada de las tropas del Ejército, su morada habitual quedaba en cercanías de los lagos Aluminé y Moquehue. Por su parte, se estima que, junto con su familia, se presentó en el fuerte de Ñorquin en el norte de Neuquén, en 1883.
También conoció a Sayhueque en su cautiverio Pascual Coña, mapuche originario del Lago Budi (Chile) que durante la Ocupación de la Araucanía se mostró colaborador del ejército trasandino junto con Painemilla, el lonco cuya orientación seguía. Esa actitud posibilitó el inverosímil viaje a Buenos Aires que una delegación mapuche del occidente cordillerano acometió en 1885 y su recorrido incluyó una escala donde precisamente, funcionaba un gran centro de reclusión.
En este caso, Coña confió sus memorias a un sacerdote varias décadas después del acontecimiento. En los párrafos anteriores, el viajero describió minuciosamente cómo cruzó el río Negro, "luego montamos a caballo y nos pusimos en marcha para visitar al ilustre prisionero Chaihueque que había juntado toda su gente; todos estaban a caballo. A poca distancia de su reunión nos paramos y formamos en línea".
Se reprodujo entonces una formalidad que tenía siglos de existencia. "El cacique Chaihueque trajo a su gente; él marchaba a la cabeza, sus mocetones venían formados en pos de él. Se acercó al primer mocetón de nuestra fila, lo saludó, le estrechó la mano y conversó con él. Luego pasó al segundo y lo trató de igual modo. Sus mocetones seguían su ejemplo tras él. Con apretones de la derecha y palabras de bienvenida recorrieron la fila de nuestros jinetes".
Después de la ceremonia del saludo, anfitriones y visitantes quedaron en parlamentar al día siguiente. En esa ocasión, Sayhueque lamentó frente a Painemilla y Coña: "Con tantos mocetones me han hecho prisionero, hasta con las mujeres de mis guerreros. Si quieres verlas voy a reunirte las mujeres". El mapuche trasandino calculó en 300 a las cautivas y aunque desestimó contarlos, estimó en 600 a los hombres prisioneros.
Los dos loncos intercambiaron pareceres y 24 horas después, los viajeros continuaron con su periplo, para arribar a General Roca. Historiadores consideran que el encuentro entre las gentes de Sayhueque y Painemilla tuvo lugar en Chichinales, que en realidad queda al este de la localidad del Alto Valle. Coña confió sus recuerdos cuatro décadas después, de manera que es posible que su memoria fallara. He ahí una razón más, aunque mínima, de por qué hay que ejercitarla de manera continua.
Fuente: El Cordillerano
Por Adrián Moyano
La crónica militar dice que "el 1 de enero de 1885, Sayhueque, el más poderoso y temido cacique del sur, se presentó en el fuerte Junín de los Andes al jefe del C.7 (Regimiento 7 de Caballería), amparándose en las leyes de la Nación juntamente con 700 indios de lanza y 2.500 de chusma pertenecientes a las tribus de Inacayal, Huenchunecul, Chiquichan, Qual Salvutia, Payel, Nahuel, Pichi-Curuhuinca, Cumilao, Foyel y otros más".
El párrafo precedente soslaya que, durante más de 25 años, el lonco manzanero había privilegiado el mantenimiento de relaciones pacíficas con los sucesivos gobiernos argentinos y que recién después del ataque que sufrió en cercanías del Collón Cura en 1880, rompió relaciones con interlocutores huincas. Como sea, su "presentación" es interpretada como el fin de la resistencia armada mapuche, acontecimiento que tuvo lugar 140 años atrás.
Tal vez haya que recordar que con el vocablo chusma, los militares se referían a mujeres, niñeces o ancianos que ya no estaban en condiciones de combatir, o sea, civiles si usáramos terminología contemporánea. Pero más allá de las omisiones, la frialdad y deshumanización que caracterizan a los escritos militares de la época, la ocasión es propicia para restituir un tanto de humanidad a quienes ese día perdieron su libertad.
Nahuelpi todavía era un niño en tiempos de la Campaña al Desierto y varios años después, se convirtió en una fuente de importancia para la reconstrucción del período al confiar sus recuerdos al investigador alemán Robert Lehmann-Nitsche. En castellano, su testimonio se publicó íntegro en 2013 y cuatro de sus párrafos se consagraron a la "Historia de Saihueque", aunque más bien se refieren a episodios que afrontó el lonco "en la tierra de los cristianos", es decir, después de su capitulación.
Precisamente, confió Nahuelpi que "Saiweke se vino a presentar. Esa vez, cuando se vino a presentar, a Saiweke lo recibieron bien. Le entregaron de todo para que pudiesen sobrevivir sus jóvenes kona, le dieron: hierba (yerba), azúcar, cigarros. Y así, después de un tiempo, lo llevaron a Chichinales. Fue allí donde le fueron a sacar a sus jóvenes kona para que fuesen soldados [del ejército argentino]. Entonces ya no tuvo relevancia el pobre Saiweke. Aquel que no se hizo soldado, huyeron yéndose de sus tierras, esos jóvenes kona".
Junto con alguien de nombre José, Nahuelpi visitó el otrora titular de la Gobernación Indígena de las Manzanas, con ánimo de brindarle recibimiento. "Entonces llegamos a la casa de Saiweke, allí Saiweke tenía luanruka -casa de cuero de guanaco-, tenía siete señoras y tres hijos: Kachul, Trukel, y Takumañ; sus hijas, una de ellas se llama Wakatol, las otras no supe cómo se llamaban". Después de beber durante buena parte de la noche, "en la mañana se levantó Saiweke y nos dijo ‘amanecieron [bien] hijitos; y nosotros dijimos ‘Amanecimos [bien]".
Canto en tehuelche
En la continuidad del relato, el lonco cautivo hizo una pequeña rogativa y dijo: "Chaw, ojalá que tengan una larga vida mis jóvenes amigos, a causa de ellos me embriagué un poco ayer". Había quedado una botella y "ahí se puso alegre, cuando se alegró se puso a cantar. No pude entender su canto, era un canto del Wüllümapu, pero cantó muy bien y terminó". Como su madre era de origen gününa kuna o tehuelche del norte, muy probablemente el líder manzanero cantara en esa lengua, que su joven interlocutor no conocía.
Ocho días se prolongó la estadía de Nahuelpi y José en la ruca de Sayhueque. Al momento de iniciar el retorno, "nos regaló dos caballos y una yegua. Entonces, cuando íbamos atravesar el río Limay, nos cruzaron en un bote de cuero [de guanaco], [con el mismo que se construye la casa]. Dos caballos tiraban el bote, así eran sus botes, de la gente del Wüllümapu. Donde nosotros [vivimos] eso no se fabrica".
En mapuzungun Willimapu significa Territorio del Sur, en este caso, en relación con el río Limay y el lago Nahuel Huapi. Nahuelpi se consideraba a sí mismo waizufche, es decir, gente de la cordillera. Antes de la llegada de las tropas del Ejército, su morada habitual quedaba en cercanías de los lagos Aluminé y Moquehue. Por su parte, se estima que, junto con su familia, se presentó en el fuerte de Ñorquin en el norte de Neuquén, en 1883.
También conoció a Sayhueque en su cautiverio Pascual Coña, mapuche originario del Lago Budi (Chile) que durante la Ocupación de la Araucanía se mostró colaborador del ejército trasandino junto con Painemilla, el lonco cuya orientación seguía. Esa actitud posibilitó el inverosímil viaje a Buenos Aires que una delegación mapuche del occidente cordillerano acometió en 1885 y su recorrido incluyó una escala donde precisamente, funcionaba un gran centro de reclusión.
En este caso, Coña confió sus memorias a un sacerdote varias décadas después del acontecimiento. En los párrafos anteriores, el viajero describió minuciosamente cómo cruzó el río Negro, "luego montamos a caballo y nos pusimos en marcha para visitar al ilustre prisionero Chaihueque que había juntado toda su gente; todos estaban a caballo. A poca distancia de su reunión nos paramos y formamos en línea".
Se reprodujo entonces una formalidad que tenía siglos de existencia. "El cacique Chaihueque trajo a su gente; él marchaba a la cabeza, sus mocetones venían formados en pos de él. Se acercó al primer mocetón de nuestra fila, lo saludó, le estrechó la mano y conversó con él. Luego pasó al segundo y lo trató de igual modo. Sus mocetones seguían su ejemplo tras él. Con apretones de la derecha y palabras de bienvenida recorrieron la fila de nuestros jinetes".
Después de la ceremonia del saludo, anfitriones y visitantes quedaron en parlamentar al día siguiente. En esa ocasión, Sayhueque lamentó frente a Painemilla y Coña: "Con tantos mocetones me han hecho prisionero, hasta con las mujeres de mis guerreros. Si quieres verlas voy a reunirte las mujeres". El mapuche trasandino calculó en 300 a las cautivas y aunque desestimó contarlos, estimó en 600 a los hombres prisioneros.
Los dos loncos intercambiaron pareceres y 24 horas después, los viajeros continuaron con su periplo, para arribar a General Roca. Historiadores consideran que el encuentro entre las gentes de Sayhueque y Painemilla tuvo lugar en Chichinales, que en realidad queda al este de la localidad del Alto Valle. Coña confió sus recuerdos cuatro décadas después, de manera que es posible que su memoria fallara. He ahí una razón más, aunque mínima, de por qué hay que ejercitarla de manera continua.
Fuente: El Cordillerano