A 20 años de Cromañón: rock, juventud, negocios, Estado e impunidadPor Nicolás Laguna y Liliana Vera Ibáñez
El 30 de diciembre de 2004 se incendió un boliche del barrio de Once, República de Cromañón. Esa noche tocaba Callejeros, y lo que prometía ser una fiesta de rock se transformó en una masacre con 194 muertos y más de 1500 heridos. 20 años de Cromañón, 20 años de una tragedia, 20 años de una masacre anunciada. Ni una bengala ni el Rock and Roll: a nuestros pibes los mató la corrupción. 20 años de impunidad política, 20 años de lucha de los sobrevivientes, los familiares y una pelea diaria por la memoria.
Pasadas las 11 de la noche empezó a tocar la banda, como parte de una serie de recitales en el lugar. Callejeros sonaba cada vez más y más y se había convertido en una de las bandas de rock, con letras contestatarias, del momento. Una bengala fue lanzada dentro del boliche. Era usual utilizarlas en los recitales (hoy se siguen usando en la cancha). Para los fanáticos era sinónimo de festejo y alegría en lo que debía ser una fiesta. La bengala prendió una media sombra en el techo, el fuego se hizo humo, la luz se cortó, los matafuegos estaban vacíos producto de un incendio días antes y la salida de emergencia estaba cerrada con candado. El lugar explotaba de gente: entraban 1000 personas pero había 4000.
Una cueva como las cientos que existían para los recitales y boliches populares, o "cámara de muerte" como la llamaron algunos sobrevivientes durante los juicios posteriores. Cada pibe o piba salía como podía y muchos no lo lograron. Otros tantos volvieron a rescatar a quienes podían, sacarlos como fuera, mientras el humo invadía cada rincón del local. Las pericias posteriores y que fueron parte de la causa penal, determinaron que la mayoría de las muertes se produjeron por la inhalación de monóxido de carbono y ácido cianhídrico. Y las víctimas fatales pudieron ser más si no hubiese sido porque muchos de los espectadores que lograron salir volvieron a ingresar para rescatar personas que todavía estaban dentro del establecimiento.
La lucha por justicia estuvo en las calles
Después del llanto y el dolor, la búsqueda por hospitales y morgues, llegó la lucha de los jóvenes y familiares por esclarecer los hechos y que paguen los responsables civiles y políticos. Del lado opuesto, comenzó una violenta operación por buscar culpables entre los jóvenes, en el rock y en la bengala. Una campaña burda por parte de políticos patronales, funcionarios de turno, periodistas adictos al poder y opinólogos con micrófono que querían culpar a la misma juventud que solamente quería cerrar el año junto a amigos y su banda preferida.
Anibal Ibarra era el Jefe de Gobierno, tenía un discurso "progresista" y fue parte de esta operación intentando escapar de su responsabilidad. "La noche porteña" (como las del resto del país) estaba llena de boliches, locales, bares, etc. sin ningún tipo de controles por el Estado. Todo funcionaba tras una cadena evidente de coimas y corrupción, en la que el lucro capitalista era lo importante y la vida de los jóvenes no valía nada. Eso no es algo que haya cambiado.
La movilización popular fue enorme: miles y miles de pibes del Conurbano, sobre todo los barrios alejados de CABA, fueron impulsores de espacios de organización, de lucha, y marchaban cantando que "ni una bengala ni en el rock and roll, a nuestros pibes los mató la corrupción". Organismos de derechos humanos, partidos de izquierda, organizaciones estudiantiles, etc., formaron parte de estos escenarios y acompañaron a familiares y sobrevivientes.
La organización, movilización y el testimonio de miles de jóvenes y su pelea constante, demostraron que Cromañon no tenía ninguna condición de seguridad. Su dueño, Omar Chabán, un comerciante del rock de muchos años, tenía el local en pésimas condiciones. Las habilitaciones conseguidas fueron mediante coimas a policías y funcionarios. Esta organización y movilización logró que con el juicio político Anibal Ibarra fuera destituido de la Jefatura Porteña. La presión social que se logró con la movilización, y en donde los jóvenes sobrevivientes, los familiares y amigos de las víctimas se organizaron, hicieron asambleas en los barrios donde había víctimas y jóvenes (en su mayoría de la Zona Oeste del Conurbano, La Matanza), que debatían con los organismos de DDHH y partidos de izquierda.
No obstante, el juicio contra las autoridades políticas nunca avanzó. El mismo Ibarra nunca fue procesado ni fue llamado a declarar. Años más tarde (en el 2015) formó parte de las listas a diputados por el kirchnerismo. Apuntaron contra Omar Chabán, el manager y la banda. El empresario fue procesado y arrestado por homicidio simple con dolo eventual de 192 personas (número de víctimas fatales hasta el momento). Tras el pago de una fianza de 500 mil pesos, Chabán fue excarcelado, lo que desató fuertes críticas de familiares y sobrevivientes. Volvió al penal de Marcos Paz en noviembre de 2005, donde murió en 2014. En el año 2012, en el segundo juicio por Cromañón, a Rafael Levy, que se resiste a la expropiación del local, le dictaron una pena de cuatro años y medio de prisión, aunque siguió en libertad, y los cuatro ex funcionarios y el ex comisario anteriormente juzgados fueron absueltos.
Las condenas a los integrantes de Callejeros variaron de 3 a 7 años, teniendo Fontanet la mayor de ellas. Los demás músicos (Maximiliano Djerfy, Elio Delgado, Cristian Torrejón y Juan Carbone) recibieron 5 años. El fallo trajo mucha polémica, centralmente con respecto al rol de la banda, ya que fue por un lado parte del negocio y la organización del evento. Pero a su vez eran el exponente artístico y en donde muchos jóvenes se referenciaban, por lo que lanzaron la consigna "Callejeros inocente". Entre las víctimas había familiares de la banda. A su vez sufrieron la censura, ya que durante años no los habilitaba a tocar en ningún lado. La campaña mediática, cuestionando al rock como una cultura de reviente que llevaba a los jóvenes por el mal camino, hizo mella. Parte de las víctimas terminaron divididos entre los que bancaban a la banda, centralmente los seguidores, y quienes la consideraban culpable, parte de los padres y madres.
El negocio ante todo
La idea de asociar a la cultura del rock, la música que escuchan los jóvenes que expresan rebeldía y que cuestione lo establecido u otras expresiones culturales, con el reviente, las drogas o el "mal camino", no es algo nuevo, ni es algo que dejó de existir. Es una campaña constante que busca quitarle filo crítico a las expresiones artísticas. No es casual que toda expresión que cuestiona al régimen político, el Estado y al sistema social capitalista es atacada de una u otra forma.
Pero no es solo ataque. También el propio sistema intenta integrar y dejarlas como culturas inofensivas. Los "Chabanes" del rock y la cultura están en todos lados, con un discurso contracultural hacen negocios millonarios con el divertimento de miles de jóvenes. Hoy con más cuidado, controles y mejores lugares de lo que era Cromañón, Cemento o cualquier otro local. Hacen mega estadios, carísimos, donde para acceder hay que pagar 12 cuotas con la tarjeta, como el Movistar Arena o el Cosquín Rock. De la mano de José Palazzo, manager y organizador de eventos (quien organiza los recitales de La Renga, donde murió Ismael Sosa y sus declaraciones fueron un ataque a la víctima), hoy el rock es parte de cualquier circuito comercial. También es manager de Don Osvaldo, banda liderada por el Pato Fontanet.
Hoy los espacios del Under quedaron relegados a la mínima expresión. No solo los empresarios sino también el Estado buscan vaciar cada lugar independiente. Casi todo Municipio o Gobernación, busca organizar eventos con las bandas del momento, las que más venden en el circuito comercial para lavarse la cara y dejar a las expresiones independientes afuera.
Cromañón fue una muestra de la cultura del rock de una época en la que muchos jóvenes se identificaban en ese momento con una cultura contestaria, de cuestionamiento al sistema. Allí bandas como Callejeros eran parte de la nueva expresión. El rock había sido parte de la resistencia contra la dictadura en su momento y venía de ser parte de la resistencia contra el menemismo, con Water Bulacio como bandera contra la represión policial (joven asesinado por la Policía Federal a principio de los 90' en un recital de Los Redondos). Callejeros era una expresión de lo que era la juventud pos rebelión del 2001. Porque gran parte del público ese 30 de diciembre eran jóvenes del Conurbano, donde la crisis que había hecho escapar en helicóptero a De La Rúa dio experiencias novedosas.
El rock en la Argentina fue parte de la resistencia a la dictadura y central en el parakulturalde los 80', donde tenía mayor autonomía. Luego el negocio pudo más y se fue involucrando hasta hacer una gran industria de la música y la cultura. Así como lo hace con el deporte y otras expresiones artísticas, el capitalismo busca el negocio en la diversión y expresión de los jóvenes. No habrá cultura crítica ni independiente de la mano del Estado y de los empresarios, en donde lo que priman son sus propios intereses.
La lucha de los familiares y víctimas de esa noche, en los juicios, en las calles, en las actividades culturales, recitales, charlas, etc. fueron centrales para que hoy siga en la memoria colectiva esta masacre. Seguir recordando esos pibes y pibas es parte de esta pelea contra el negocio capitalista y la injerencia del Estado en la cultura.
La pelea por justicia por los pibes de Cromañón se trata también de pelear por nuevas bases sociales, por acabar con el dominio de los empresarios ricos y políticos cómplices (que también se enriquecen). La misma juventud que salió a las calles en defensa de la educación pública, en defensa del derecho a decidir sobre sus cuerpos y por Ni Una Menos, pueden abrir el camino a una nueva cultura, libres de las ataduras del mercado. Esta pelea es incompatible con el capitalismo: para liberar a la cultura es necesario construir una sociedad sin explotación y opresión.
Los Pibes de Cromañón presentes!
Fuente: La Izquierda Diario
Por Nicolás Laguna y Liliana Vera Ibáñez
El 30 de diciembre de 2004 se incendió un boliche del barrio de Once, República de Cromañón. Esa noche tocaba Callejeros, y lo que prometía ser una fiesta de rock se transformó en una masacre con 194 muertos y más de 1500 heridos. 20 años de Cromañón, 20 años de una tragedia, 20 años de una masacre anunciada. Ni una bengala ni el Rock and Roll: a nuestros pibes los mató la corrupción. 20 años de impunidad política, 20 años de lucha de los sobrevivientes, los familiares y una pelea diaria por la memoria.
Pasadas las 11 de la noche empezó a tocar la banda, como parte de una serie de recitales en el lugar. Callejeros sonaba cada vez más y más y se había convertido en una de las bandas de rock, con letras contestatarias, del momento. Una bengala fue lanzada dentro del boliche. Era usual utilizarlas en los recitales (hoy se siguen usando en la cancha). Para los fanáticos era sinónimo de festejo y alegría en lo que debía ser una fiesta. La bengala prendió una media sombra en el techo, el fuego se hizo humo, la luz se cortó, los matafuegos estaban vacíos producto de un incendio días antes y la salida de emergencia estaba cerrada con candado. El lugar explotaba de gente: entraban 1000 personas pero había 4000.
Una cueva como las cientos que existían para los recitales y boliches populares, o "cámara de muerte" como la llamaron algunos sobrevivientes durante los juicios posteriores. Cada pibe o piba salía como podía y muchos no lo lograron. Otros tantos volvieron a rescatar a quienes podían, sacarlos como fuera, mientras el humo invadía cada rincón del local. Las pericias posteriores y que fueron parte de la causa penal, determinaron que la mayoría de las muertes se produjeron por la inhalación de monóxido de carbono y ácido cianhídrico. Y las víctimas fatales pudieron ser más si no hubiese sido porque muchos de los espectadores que lograron salir volvieron a ingresar para rescatar personas que todavía estaban dentro del establecimiento.
La lucha por justicia estuvo en las calles
Después del llanto y el dolor, la búsqueda por hospitales y morgues, llegó la lucha de los jóvenes y familiares por esclarecer los hechos y que paguen los responsables civiles y políticos. Del lado opuesto, comenzó una violenta operación por buscar culpables entre los jóvenes, en el rock y en la bengala. Una campaña burda por parte de políticos patronales, funcionarios de turno, periodistas adictos al poder y opinólogos con micrófono que querían culpar a la misma juventud que solamente quería cerrar el año junto a amigos y su banda preferida.
Anibal Ibarra era el Jefe de Gobierno, tenía un discurso "progresista" y fue parte de esta operación intentando escapar de su responsabilidad. "La noche porteña" (como las del resto del país) estaba llena de boliches, locales, bares, etc. sin ningún tipo de controles por el Estado. Todo funcionaba tras una cadena evidente de coimas y corrupción, en la que el lucro capitalista era lo importante y la vida de los jóvenes no valía nada. Eso no es algo que haya cambiado.
La movilización popular fue enorme: miles y miles de pibes del Conurbano, sobre todo los barrios alejados de CABA, fueron impulsores de espacios de organización, de lucha, y marchaban cantando que "ni una bengala ni en el rock and roll, a nuestros pibes los mató la corrupción". Organismos de derechos humanos, partidos de izquierda, organizaciones estudiantiles, etc., formaron parte de estos escenarios y acompañaron a familiares y sobrevivientes.
La organización, movilización y el testimonio de miles de jóvenes y su pelea constante, demostraron que Cromañon no tenía ninguna condición de seguridad. Su dueño, Omar Chabán, un comerciante del rock de muchos años, tenía el local en pésimas condiciones. Las habilitaciones conseguidas fueron mediante coimas a policías y funcionarios. Esta organización y movilización logró que con el juicio político Anibal Ibarra fuera destituido de la Jefatura Porteña. La presión social que se logró con la movilización, y en donde los jóvenes sobrevivientes, los familiares y amigos de las víctimas se organizaron, hicieron asambleas en los barrios donde había víctimas y jóvenes (en su mayoría de la Zona Oeste del Conurbano, La Matanza), que debatían con los organismos de DDHH y partidos de izquierda.
No obstante, el juicio contra las autoridades políticas nunca avanzó. El mismo Ibarra nunca fue procesado ni fue llamado a declarar. Años más tarde (en el 2015) formó parte de las listas a diputados por el kirchnerismo. Apuntaron contra Omar Chabán, el manager y la banda. El empresario fue procesado y arrestado por homicidio simple con dolo eventual de 192 personas (número de víctimas fatales hasta el momento). Tras el pago de una fianza de 500 mil pesos, Chabán fue excarcelado, lo que desató fuertes críticas de familiares y sobrevivientes. Volvió al penal de Marcos Paz en noviembre de 2005, donde murió en 2014. En el año 2012, en el segundo juicio por Cromañón, a Rafael Levy, que se resiste a la expropiación del local, le dictaron una pena de cuatro años y medio de prisión, aunque siguió en libertad, y los cuatro ex funcionarios y el ex comisario anteriormente juzgados fueron absueltos.
Las condenas a los integrantes de Callejeros variaron de 3 a 7 años, teniendo Fontanet la mayor de ellas. Los demás músicos (Maximiliano Djerfy, Elio Delgado, Cristian Torrejón y Juan Carbone) recibieron 5 años. El fallo trajo mucha polémica, centralmente con respecto al rol de la banda, ya que fue por un lado parte del negocio y la organización del evento. Pero a su vez eran el exponente artístico y en donde muchos jóvenes se referenciaban, por lo que lanzaron la consigna "Callejeros inocente". Entre las víctimas había familiares de la banda. A su vez sufrieron la censura, ya que durante años no los habilitaba a tocar en ningún lado. La campaña mediática, cuestionando al rock como una cultura de reviente que llevaba a los jóvenes por el mal camino, hizo mella. Parte de las víctimas terminaron divididos entre los que bancaban a la banda, centralmente los seguidores, y quienes la consideraban culpable, parte de los padres y madres.
El negocio ante todo
La idea de asociar a la cultura del rock, la música que escuchan los jóvenes que expresan rebeldía y que cuestione lo establecido u otras expresiones culturales, con el reviente, las drogas o el "mal camino", no es algo nuevo, ni es algo que dejó de existir. Es una campaña constante que busca quitarle filo crítico a las expresiones artísticas. No es casual que toda expresión que cuestiona al régimen político, el Estado y al sistema social capitalista es atacada de una u otra forma.
Pero no es solo ataque. También el propio sistema intenta integrar y dejarlas como culturas inofensivas. Los "Chabanes" del rock y la cultura están en todos lados, con un discurso contracultural hacen negocios millonarios con el divertimento de miles de jóvenes. Hoy con más cuidado, controles y mejores lugares de lo que era Cromañón, Cemento o cualquier otro local. Hacen mega estadios, carísimos, donde para acceder hay que pagar 12 cuotas con la tarjeta, como el Movistar Arena o el Cosquín Rock. De la mano de José Palazzo, manager y organizador de eventos (quien organiza los recitales de La Renga, donde murió Ismael Sosa y sus declaraciones fueron un ataque a la víctima), hoy el rock es parte de cualquier circuito comercial. También es manager de Don Osvaldo, banda liderada por el Pato Fontanet.
Hoy los espacios del Under quedaron relegados a la mínima expresión. No solo los empresarios sino también el Estado buscan vaciar cada lugar independiente. Casi todo Municipio o Gobernación, busca organizar eventos con las bandas del momento, las que más venden en el circuito comercial para lavarse la cara y dejar a las expresiones independientes afuera.
Cromañón fue una muestra de la cultura del rock de una época en la que muchos jóvenes se identificaban en ese momento con una cultura contestaria, de cuestionamiento al sistema. Allí bandas como Callejeros eran parte de la nueva expresión. El rock había sido parte de la resistencia contra la dictadura en su momento y venía de ser parte de la resistencia contra el menemismo, con Water Bulacio como bandera contra la represión policial (joven asesinado por la Policía Federal a principio de los 90' en un recital de Los Redondos). Callejeros era una expresión de lo que era la juventud pos rebelión del 2001. Porque gran parte del público ese 30 de diciembre eran jóvenes del Conurbano, donde la crisis que había hecho escapar en helicóptero a De La Rúa dio experiencias novedosas.
El rock en la Argentina fue parte de la resistencia a la dictadura y central en el parakulturalde los 80', donde tenía mayor autonomía. Luego el negocio pudo más y se fue involucrando hasta hacer una gran industria de la música y la cultura. Así como lo hace con el deporte y otras expresiones artísticas, el capitalismo busca el negocio en la diversión y expresión de los jóvenes. No habrá cultura crítica ni independiente de la mano del Estado y de los empresarios, en donde lo que priman son sus propios intereses.
La lucha de los familiares y víctimas de esa noche, en los juicios, en las calles, en las actividades culturales, recitales, charlas, etc. fueron centrales para que hoy siga en la memoria colectiva esta masacre. Seguir recordando esos pibes y pibas es parte de esta pelea contra el negocio capitalista y la injerencia del Estado en la cultura.
La pelea por justicia por los pibes de Cromañón se trata también de pelear por nuevas bases sociales, por acabar con el dominio de los empresarios ricos y políticos cómplices (que también se enriquecen). La misma juventud que salió a las calles en defensa de la educación pública, en defensa del derecho a decidir sobre sus cuerpos y por Ni Una Menos, pueden abrir el camino a una nueva cultura, libres de las ataduras del mercado. Esta pelea es incompatible con el capitalismo: para liberar a la cultura es necesario construir una sociedad sin explotación y opresión.
Los Pibes de Cromañón presentes!
Fuente: La Izquierda Diario