Jubilados caídos de la clase media, una especie en extinciónPor Luis Zegarra
Beatriz Romero vuelve a mirar su celular. Por tercera vez, consulta el horario en que debe pasar el colectivo que la llevará a Córdoba capital. Mientras espera en una parada tradicional de su ciudad, repasa títulos periodísticos seleccionados por algoritmos. Todos remiten a la gestión de Javier Milei. Todos la conducen a reflexiones sobre el deterioro de su poder adquisitivo.
En la misma calurosa mañana mediterránea reinicia el repaso de gastos. En una hora, ni bien descienda del transporte, deberá pagar $30 mil por la cuota de la pileta, el triple de lo que abonaba hace diez meses.
A natación acude hace años por recomendación médica, parte de un tratamiento por hernias de disco y artrosis. Las primeras responden a un incremento en actividades de mantenimiento y limpieza en su casa, toda vez que redujo al mínimo los servicios de su empleada doméstica. Las segundas derivan de 40 años dedicados a la docencia, desde los tiempos de interinatos hasta el cargo de subinspectora con que se jubilara.
Con 72 años, sabe que debe cuidar su salud. Por eso se resigna al trayecto cansador en un transporte interurbano de frecuencias menguadas tras la pandemia. Una vez a bordo, prosigue con la aritmética cotidiana. Es su tercer viaje de la semana "al centro". Con éste ha cubierto ya los 20 boletos que el gobierno provincial asigna a adultos mayores. A partir del próximo deberá afrontar los $4.400 que supone cada ida y vuelta. Hasta noviembre de 2023, esa suma llegaba a $600.
Según calcula, añadir una sesión de pileta por semana le insumiría más de lo que ahorra desde julio, cuando dejó pilates, otra de las actividades que le había sugerido su médico.
Cobertura médica en Córdoba
Las actividades físicas ayudan a mitigar sus dolores. También, a disminuir las dosis de calmantes. Hace meses, su fisioterapeuta dejó de prestar servicios a través de la Administración Provincial de Seguros de Salud (Apross), la obra social del personal público de la provincia, activo y pasivo. Los caminos laberínticos que debía seguir para rendir cada prestación, sumados a la desactualización en el pago de sus servicios, obraron como disuasivo para la profesional.
Desde hace años, Beatriz acude también a métodos caseros. La decisión no responde a consignas en boga. Su rutina mensual incluye medicamentos para la tiroides, el colesterol, la tensión y los dolores neurales. Por todos ellos suma $38 mil mensuales.
Sin descuentos de Apross, orillaría los $100 mil. La reducción es significativa, pero la misma cuenta se reducía a un tercio hace sólo diez meses. A ello añade, ocasionalmente, sustitutos de hormonas y protectores gástricos.
Economía en tiempos de Javier Milei
Los viajes a Córdoba de la jubilada ya no incluyen actividad extra. Ocasionalmente añade un café con compañeras que también se sienten de clase media.
De vuelta en su casa revisa la boleta de gas. La última factura de la empresa Ecogas, correspondiente a agosto, asciende a $92 mil, $20 mil más que la anterior. Hace un año, por el mismo período, había pagado $12 mil.
Doce mil pesos es lo que deberá abonar por su reciente consumo de energía eléctrica, a cargo de la estatal EPEC. La cifra es considerablemente menor, pero representa un 20% más que el mes precedente.
Luego enciende la televisión. Las noticias giran en torno al financiamiento de las universidades. De soslayo mira su título de ingeniera agrónoma, obtenido en la Universidad Nacional de Córdoba. Fue la única integrante de su familia (padres y tres hermanos) en conseguir un diploma universitario.
Un rato después busca algún contenido en el servicio on demand que le provee la empresa de posición consolidada. Este octubre, por el pack que incluye internet debió desembolsar $40 mil. Hace un año, por los mismos productos pagó $11 mil. Por si acaso, comparte otro servicio de plataformas, por el que paga también $11 mil.
A ello añade $22 mil por telefonía celular y un resumen de tarjeta que nunca perfora los $130 mil.
Los gustos de la clase media
La enumeración de Beatriz no contempla viajes al exterior, su hobby por décadas. Las restricciones en el acceso al dólar y la pérdida de su salario ante la inflación le marcan un límite difícil de franquear. Sumida en la incertidumbre, ni siquiera considera volver a endeudarse para visitar a familiares.
Sabe que su salario de $1,6 millones le permite mejores condiciones de vida que la mayor parte de los jubilados nacionales. También, que los 80.649 docentes que aportan a la Caja de Jubilaciones de la provincia y reciben una remuneración promedio de $782 mil, pero maldice por volver a pagar el Impuesto a las Ganancias.
Sabe, también, que por ser propietaria su situación es mejor que la de casi ocho millones de argentinos que pagan alquiler, pero ha ido perdiendo el ritmo de arreglos y reparaciones a que obliga el mantenimiento diario. La inminencia de las lluvias se cierne sobre su almanaque.
También lamenta el incremento del mantenimiento de su auto: entre impuestos y seguro suma más de $120 mil. A disposición de sobrinos y hermanas, es la única vía de movilidad con que cuenta un grupo familiar. En él se desplazan a supermercados y centros de compras según un cronograma de descuentos que le propone la tarjeta de crédito.
En cada una de esas excursiones pasa por una librería. El precio de las vidrieras reafirma su decisión de integrar un círculo de préstamos con amigas. Con algunas de ellas analizó la posibilidad de asistir al show de despedida de Joaquín Sabina. La confirmación de Buenos Aires como única sede obturó cualquier chance. Un rápido recuento, que incluye entrada, transporte y alojamiento, le devuelve un cálculo mínimo de medio millón de pesos.
La decisión fue acompañada por sus hermanas. Vecinas en su ciudad, desde hace años articulan acciones a modo de economía familiar. Jubiladas docentes también, carecen de la capacidad de ahorro de que disponían hace años. Como Beatriz, calculan el impacto del diferimiento en percibir las mejoras salariales que reciben los activos. Más lejos aún parece la posibilidad de volver a percibir el 82% móvil de la remuneración de aquellos.
Les queda un gusto conjunto, el asado dominguero, reencuentro con el hermano que, al filo de los 70, toma dos colectivos para recibir alguna ayuda que le permita costear gastos cotidianos para él y su esposa. Principalmente medicamentos, para los que ya no les alcanzan dos jubilaciones mínimas.
Fuente: Letra P
Por Luis Zegarra
Beatriz Romero vuelve a mirar su celular. Por tercera vez, consulta el horario en que debe pasar el colectivo que la llevará a Córdoba capital. Mientras espera en una parada tradicional de su ciudad, repasa títulos periodísticos seleccionados por algoritmos. Todos remiten a la gestión de Javier Milei. Todos la conducen a reflexiones sobre el deterioro de su poder adquisitivo.
En la misma calurosa mañana mediterránea reinicia el repaso de gastos. En una hora, ni bien descienda del transporte, deberá pagar $30 mil por la cuota de la pileta, el triple de lo que abonaba hace diez meses.
A natación acude hace años por recomendación médica, parte de un tratamiento por hernias de disco y artrosis. Las primeras responden a un incremento en actividades de mantenimiento y limpieza en su casa, toda vez que redujo al mínimo los servicios de su empleada doméstica. Las segundas derivan de 40 años dedicados a la docencia, desde los tiempos de interinatos hasta el cargo de subinspectora con que se jubilara.
Con 72 años, sabe que debe cuidar su salud. Por eso se resigna al trayecto cansador en un transporte interurbano de frecuencias menguadas tras la pandemia. Una vez a bordo, prosigue con la aritmética cotidiana. Es su tercer viaje de la semana "al centro". Con éste ha cubierto ya los 20 boletos que el gobierno provincial asigna a adultos mayores. A partir del próximo deberá afrontar los $4.400 que supone cada ida y vuelta. Hasta noviembre de 2023, esa suma llegaba a $600.
Según calcula, añadir una sesión de pileta por semana le insumiría más de lo que ahorra desde julio, cuando dejó pilates, otra de las actividades que le había sugerido su médico.
Cobertura médica en Córdoba
Las actividades físicas ayudan a mitigar sus dolores. También, a disminuir las dosis de calmantes. Hace meses, su fisioterapeuta dejó de prestar servicios a través de la Administración Provincial de Seguros de Salud (Apross), la obra social del personal público de la provincia, activo y pasivo. Los caminos laberínticos que debía seguir para rendir cada prestación, sumados a la desactualización en el pago de sus servicios, obraron como disuasivo para la profesional.
Desde hace años, Beatriz acude también a métodos caseros. La decisión no responde a consignas en boga. Su rutina mensual incluye medicamentos para la tiroides, el colesterol, la tensión y los dolores neurales. Por todos ellos suma $38 mil mensuales.
Sin descuentos de Apross, orillaría los $100 mil. La reducción es significativa, pero la misma cuenta se reducía a un tercio hace sólo diez meses. A ello añade, ocasionalmente, sustitutos de hormonas y protectores gástricos.
Economía en tiempos de Javier Milei
Los viajes a Córdoba de la jubilada ya no incluyen actividad extra. Ocasionalmente añade un café con compañeras que también se sienten de clase media.
De vuelta en su casa revisa la boleta de gas. La última factura de la empresa Ecogas, correspondiente a agosto, asciende a $92 mil, $20 mil más que la anterior. Hace un año, por el mismo período, había pagado $12 mil.
Doce mil pesos es lo que deberá abonar por su reciente consumo de energía eléctrica, a cargo de la estatal EPEC. La cifra es considerablemente menor, pero representa un 20% más que el mes precedente.
Luego enciende la televisión. Las noticias giran en torno al financiamiento de las universidades. De soslayo mira su título de ingeniera agrónoma, obtenido en la Universidad Nacional de Córdoba. Fue la única integrante de su familia (padres y tres hermanos) en conseguir un diploma universitario.
Un rato después busca algún contenido en el servicio on demand que le provee la empresa de posición consolidada. Este octubre, por el pack que incluye internet debió desembolsar $40 mil. Hace un año, por los mismos productos pagó $11 mil. Por si acaso, comparte otro servicio de plataformas, por el que paga también $11 mil.
A ello añade $22 mil por telefonía celular y un resumen de tarjeta que nunca perfora los $130 mil.
Los gustos de la clase media
La enumeración de Beatriz no contempla viajes al exterior, su hobby por décadas. Las restricciones en el acceso al dólar y la pérdida de su salario ante la inflación le marcan un límite difícil de franquear. Sumida en la incertidumbre, ni siquiera considera volver a endeudarse para visitar a familiares.
Sabe que su salario de $1,6 millones le permite mejores condiciones de vida que la mayor parte de los jubilados nacionales. También, que los 80.649 docentes que aportan a la Caja de Jubilaciones de la provincia y reciben una remuneración promedio de $782 mil, pero maldice por volver a pagar el Impuesto a las Ganancias.
Sabe, también, que por ser propietaria su situación es mejor que la de casi ocho millones de argentinos que pagan alquiler, pero ha ido perdiendo el ritmo de arreglos y reparaciones a que obliga el mantenimiento diario. La inminencia de las lluvias se cierne sobre su almanaque.
También lamenta el incremento del mantenimiento de su auto: entre impuestos y seguro suma más de $120 mil. A disposición de sobrinos y hermanas, es la única vía de movilidad con que cuenta un grupo familiar. En él se desplazan a supermercados y centros de compras según un cronograma de descuentos que le propone la tarjeta de crédito.
En cada una de esas excursiones pasa por una librería. El precio de las vidrieras reafirma su decisión de integrar un círculo de préstamos con amigas. Con algunas de ellas analizó la posibilidad de asistir al show de despedida de Joaquín Sabina. La confirmación de Buenos Aires como única sede obturó cualquier chance. Un rápido recuento, que incluye entrada, transporte y alojamiento, le devuelve un cálculo mínimo de medio millón de pesos.
La decisión fue acompañada por sus hermanas. Vecinas en su ciudad, desde hace años articulan acciones a modo de economía familiar. Jubiladas docentes también, carecen de la capacidad de ahorro de que disponían hace años. Como Beatriz, calculan el impacto del diferimiento en percibir las mejoras salariales que reciben los activos. Más lejos aún parece la posibilidad de volver a percibir el 82% móvil de la remuneración de aquellos.
Les queda un gusto conjunto, el asado dominguero, reencuentro con el hermano que, al filo de los 70, toma dos colectivos para recibir alguna ayuda que le permita costear gastos cotidianos para él y su esposa. Principalmente medicamentos, para los que ya no les alcanzan dos jubilaciones mínimas.
Fuente: Letra P