Patagonia

Historias de despojos y conquistas: El primer gobernador de Patagonia denunció la "explotación de civiles, soldados e indios"

Por Adrián Moyano

La "explotación de civiles, soldados e indios" que benefició materialmente "a los comerciantes de los distintos pueblos fronterizos" fue objeto de denuncia por Álvaro Barros antes de erigirse como primer gobernador de la Patagonia, cargo que asumió incluso antes de que comenzara la llamada Campaña al Desierto. El coronel también ventiló "extralimitaciones de militares destacados en la frontera, al no cumplir o cumplir vilmente las órdenes del gobierno". Aunque formaba parte del sector que impulsó la Campaña al Desierto, su pensamiento ofrecía matices respecto de los hegemónicos. Solicitó licencia por enfermedad y nunca pudo retornar al puesto.

Barros recibió su designación por parte del presidente Nicolás Avellaneda el 21 de octubre de 1878, cuando la inmensidad de la región todavía permanecía ajena a la soberanía argentina. Su mandato no llegó a los cuatro años, pero durante su ejercicio dejó asentado un pensamiento, según el cual con conquistar no alcanzaba, se requería colonizar. No dejar tantas tierras al arbitrio de la especulación.

Había llegado al país con el Ejército Grande que comandó Justo José de Urquiza, para enfrentar a Juan Manuel de Rosas en Caseros. El futuro gobernador había tenido que emigrar hacia Uruguay cuando niño, detrás de los pasos de sus padres unitarios. Ya en 1856 fue enviado a la frontera sur, donde conoció a fondo la realidad que planteaba la convivencia con las poblaciones indígenas.

Su trayectoria fue objeto de estudio para María Inés Cárdenas de Monner Sans en su ponencia "Álvaro Barros, pionero y artífice de la Conquista del Desierto". La autora presentó su trabajo en el Congreso Nacional de Historia que versara sobre el acontecimiento, cónclave que tuvo lugar en General Roca en noviembre de 1979, en ocasión de su centenario. Barros se había caracterizado por una visión distinta del "problema indígena".

Según la autora, desde los periódicos y los libros, el militar había insistido "en la necesidad de usar con los indios un método para adaptarlos a la civilización. No sobornarlos para usar su fuerza políticamente, no dominarlos por medio de las armas, no exterminarlos en forma de genocidio, como lo proponía el general Rivas". En síntesis, Barros predicó "sus afanes colonizadores" con matices respecto al ideario dominante.

Según Cárdenas de Monner Sans, "Álvaro Barros señaló cuanto vicio se practicaba en la frontera: explotación de civiles, soldados e indios, realizada por los comerciantes de los distintos pueblos fronterizos; extralimitaciones de militares destacados en la frontera, al no cumplir o cumplir vilmente, las órdenes del gobierno". Asimismo, "señaló constantemente el mal manejo del blanco con el indio, pues aquel usaba la mentira en su trato diario".

Tal vez por estas razones el presidente Avellaneda lo puso al frente de la empresa. En los años inmediatos anteriores, Barros había polemizado públicamente con el general Roca, al señalarle "lo ilusorio que significaba ‘conquistar y asegurar para el desarrollo de nuestras industrias y riqueza natural extensos y fértiles campos'. Para Barros era imprescindible tomar posesión de la tierra y eso, significaba colonizar".

Según la historiadora, "ese fue el pensamiento de toda su vida, el que heredó del abuelo materno (Pedro García, el primero en liderar una expedición a Salinas Grandes)". El 5 de octubre de 1878 "el Senado sancionó la ley 947 que aprobaba el plan para la Conquista del Desierto. En el mismo mes fue sancionado un decreto que completaba la ley anterior: la creación de la Gobernación de los territorios de la Patagonia".

En consecuencia, "el 21 de octubre de 1878, el presidente Avellaneda designó como primer gobernador de la Patagonia al coronel Álvaro Barros, de seguro porque buscaba a uno de los hombres que mejor conocía en nuestro país los problemas del desierto y premiaba así la tesonera prédica de toda su vida militar. Nadie como él había escrito sobre la necesidad de garantizar la paz interior y quizás nadie como él había defendido la soberanía argentina", según la explicación de la autora.

"Aunque el decreto fue firmado en octubre de 1878, Barros no tomó posesión del cargo hasta el 2 de febrero de 1879. Los tres meses del ‘interregno' los pasó Barros en el lugar para estudiar ‘las condiciones del suelo, los recursos naturales y los medios de progreso que conviene emplear'. Así consta en el informe que elevó al Ministerio de Guerra", según estableció la investigadora 45 años atrás.

Después de levantar General Conesa, Barros "recogió los restos de la tribu de Catriel, que en número de mil hombres perecían de necesidad en el fortín llamado Conciliación. De allí fueron trasladados más tarde a la margen opuesta del río Negro porque todos los esfuerzos realizados hasta entonces se los llevó una alta crecida que inundó aquella tierra. Más tarde hubo que hacer otro tanto en Viedma, también sumergida bajo las aguas".

Cárdenas de Monner Sans escribió que "en 1881 Barros elevó una Memoria al Ministerio del Interior en la cual realizó un balance de la obra ya cumplida y aconsejó prestar a los indios un apoyo equivalente al que el país brindaba a los extranjeros". El coronel gobernador también "estudió las deficiencias de la Ley de Patentes, cuyos ingresos permitirían impulsar las apremiantes necesidades económicas de la Patagonia, donde algunas incipientes industrias evadían -ya entonces-, los pagos correspondientes".

El gobernador consideraba que "el litoral marítimo debía ser poblado, instalando allí futuros puertos que dieran salida a los productos agrícolas y ganaderos del interior y, más adelante, a los de las industrias que allí lograran establecerse. Y sin traicionar sus principios liberales demostrados a lo largo de su vida, entendía que esta etapa del inmediato desarrollo patagónico debía corresponder a las iniciativas individuales que se sumarían a las oficiales del gobierno".

Quizá la configuración de la región fuera otra hoy si hubiera logrado plasmar en la práctica sus ideas, pero "el 15 de junio de 1882, invocando razones de salud, Barros solicitó licencia y lo reemplazó interinamente el coronel Lorenzo Winter. Pero no volvió a hacerse cargo de la gobernación y Winter continuó reemplazándolo. De inmediato, comenzaron las rispideces entre ambos en las columnas de los periódicos". La maquinaria de la especulación inmobiliaria estaba en marcha y los proyectos del primer gobernador ya no tuvieron cabida.

Fuente: El Cordillerano