Géneros

"Eso que llaman amor es trabajo no pago": Las tareas del hogar representan 16% del PBI nacional y recaen sobre mujeres

En 1983 durante el segundo Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe se declaró el 22 de julio como el Día Internacional del Trabajo Doméstico, una fecha que busca colaborar al reconocimiento de las tareas domésticas y de cuidado, en su mayoría encabezadas por mujeres. Actualmente, es uno de los principales ejes de las agendas feministas. Hasta hace poco, también lo era de la agenda política de la Argentina, que había asumido el reconocimiento institucional de estas tareas. La pandemia puso de manifiesto la distribución desigual de esas tareas, que suelen recaer en las mujeres.

El Ministerio de Economía difundió que el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado representa cerca del 16% del Producto Bruto Interno y es la actividad con mayor aporte a la economía, por encima de la actividad industrial (13,2%) y comercio (13%). Se calcula que se trata de un aporte de $4.001.047 millones de pesos.

El sector invisible que sostiene la economía

Los feminismos se han interrogado sobre el verdadero peso del trabajo doméstico y su distribución desigual de género con más fuerza desde el Siglo XIX, delineándose como eje central de las preocupaciones de los colectivos de la segunda y tercera ola feminista, a la luz de otros debates transversales como la participación política, la equidad de los derechos y las violencias por motivos de género.

En América Latina el debate fue ocupando un lugar fundamental en la última década, sobre todo a partir de algunos hitos feministas como el Ni Una Menos o la Marea Verde, que pusieron las problemáticas de género en la agenda mediática y legislativa. Argentina, por su parte, registra avances considerables en este sentido, al menos desde un aspecto normativo.

El reconocimiento de las tareas de cuidado implicó dar el debate de otros ámbitos inevitablemente relacionados: la participación de las mujeres en el mercado de trabajo, las brechas salariales, la falta de oportunidades académicas y de empleo y la deconstrucción de los roles de género.

A la fecha, la única herramienta disponible en Argentina para medir el tiempo del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado (TDCNR) es un módulo de trabajo no remunerado y uso del tiempo relevado por la Encuesta Anual de Hogares Urbanos (EAHU) a la que se denomina Encuesta de Uso del Tiempo (EUT), y que fue llevada a cabo por INDEC en el tercer trimestre de 2013.

El objetivo del módulo es obtener información sobre la participación y el tiempo destinado por mayores de 18 años a las tareas domésticas y de cuidados de miembros de un hogar.

El informe "Las Brechas de Género en la Argentina. Estado de situación y desafíos" (2020) de la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género, que recogió los resultados del módulo, indica que las mujeres realizan más del 75% de las tareas domésticas no remuneradas. El 88,9% de las mujeres participan de estas tareas y les dedican en promedio 6,4 horas diarias. Mientras tanto, sólo el 57,9% de los varones participa en estos trabajos, a los que les dedican un promedio de 3,4 horas diarias.

Como vienen subrayando los feminismos, el aporte por género a esas tareas -y por ende, al PBI- TDCNR al PBI es desigual: el 75,7% proviene de tareas realizadas por mujeres. Es decir, las mujeres realizan más de las tres cuartas partes del TDCNR y, de este modo, dedican, el total de ellas en su conjunto, 96 millones de horas diarias de trabajo gratuitas a las tareas del hogar y los cuidados.

En términos de valorización monetaria, esto se traduce a que las mujeres aportarían $3.027.433 millones (75,7%) a la economía, mientras que los varones aportarían $973.613 millones (24,3%). Es decir, las mujeres aportan 3 veces más al PBI en el sector con mayor relevancia y más invisibilizado de toda la economía nacional.

Esa distribución asimétrica tiene consecuencias reales en la vida de las mujeres, sobre todo en su participación en el mercado laboral y en las posibilidades de acceder a una jubilación.

Esta situación "contribuye a explicar que su participación en el mercado laboral sea más baja que la de los varones. También incide en que tengan trabajos más precarios, que implican a su vez una mayor desprotección social; por ejemplo no tener acceso a una obra social y, en un futuro, tener una mayor dificultad para acceder a una jubilación por no tener aportes. Las mujeres presentan mayores niveles de desocupación, ganan menos y, por consiguiente, son más pobres. En este sentido, es imprescindible entender que las condiciones del trabajo remunerado están estrechamente ligadas a cómo se resuelven las tareas no remuneradas", detalla el informe "Los cuidados, un sector económico estratégico", elaborado por la ex Dirección Nacional de Igualdad y Género del Ministerio de Economía, que mide el aporte del Trabajo Doméstico al PBI.

La pandemia implicó un aumento considerable de estas tareas y sus efectos sobre las mujeres. Mientras otras áreas de la economía cayeron en su nivel de actividad, los trabajos domésticos y de cuidados pasaron a representar alrededor del 21% del PBI, casi seis puntos más que antes del aislamiento.

Reconocer los aportes por las tareas de cuidado

En 2021, mediante el decreto 475/2021, ANSES puso en marcha el "Programa Integral de Reconocimiento de Períodos de Aportes por Tareas de Cuidado", que busca compensar a aquellas mujeres que no cuentan con los años de aporte por haberse dedicado a la crianza de sus hijos e hijas.

Al lanzamiento del programa se calculaba que un 44% de las mujeres en edad jubilatoria no pueden acceder a la jubilación debido a la disparidad de inserción laboral; es decir, no significa que no hayan trabajado, sino que sus tareas han estado históricamente invisibilizadas.

La pandemia había mostrado no sólo lo esencial de esas tareas sino la carga que implicaba para las mujeres. En este sentido, la Dirección Ejecutiva de ANSES afirmó que con la medida se buscaba "reparar hacia atrás".

El programa tiene tres modalidades que buscan reducir la brecha de género en materia previsional. El reconocimiento es de 1 año de aportes por cada hijo o hija; 2 años por hijo o hija adoptado o adoptada siendo menor de edad; 1 año adicional por cada hijo o hija con discapacidad y 2 años adicionales en caso de que por el hijo o hija haya accedido a la Asignación Universal por Hijo (AUH) por al menos 12 meses.

En esta dirección, desde el Gobierno se había confeccionado la "Calculadora de cuidado", una plataforma en la web que permite calcular el tiempo y el aporte económico de las tareas domésticas y cuidado. Sin embargo, hoy en día la página está caída, como muchos de los links que llevaban a materiales e información en materia de género.

Parte de estos avances -frutos de las luchas históricas- hoy tambalean en la incertidumbre, en la medida en que el actual Gobierno nacional desfinancia espacios institucionales de género y encabeza, además, un borramiento cultural de los debates que coparon las agendas mediáticas y políticas en la última década.

"Lo que se evidencia es que la normativa, los servicios y la infraestructura existentes son insuficientes para asegurar el derecho al cuidado de forma equitativa y que tenemos una deuda enorme de generar las condiciones para una mayor corresponsabilidad entre los géneros, para desfeminizar el cuidado pero también de dejar de sobrecargar a las familias y otorgar mejores condiciones para atender a las responsabilidades familiares, personales y laborales desde las políticas públicas y la normativa desde un enfoque de derechos y de equidad", destacan desde el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA).

Gran parte de las conquistas de los movimientos de mujeres y diversidades no sólo tuvo que ver con el avance de políticas públicas de reconocimiento sino, como primer paso ineludible, en comprender y explicar que las tareas domésticas y de cuidado son también un trabajo, acaso más invisibilizado y esencial.

"La condición no remunerada del trabajo doméstico ha sido el arma más poderosa en el fortalecimiento de la extendida asunción de que el trabajo doméstico no es un trabajo, anticipándose al negarle este carácter a que las mujeres se rebelen contra él, excepto en el ámbito privado del dormitorio-cocina que toda la sociedad acuerda ridiculizar, minimizando de esta manera aún más a las protagonistas de la lucha. Se nos ve como brujas gruñonas, no como trabajadoras en lucha", escribe Silva Federici en su clásico ensayo "Revolución en punto cero", para explicar aquello que pareciera que todavía tiene que explicarse: "eso que llaman amor es trabajo no pago".