Géneros

Una mirada del activismo local sobre el lesbicidio de Barracas: "seguimos siendo invisibles"

Por Lola Sánchez

La semana pasada falleció la tercera víctima del ataque lesbodiante de Barracas, un hecho que puso en discusión nuevamente la calidad de vida de la comunidad LGBTQ+, y en particular de las lesbianas, en un contexto de profundización de los discursos de odio y falta de acceso a derechos básicos.

El Extremo Sur dialogó con activistas locales, quienes expresaron su preocupación por la invisibilización histórica de su colectivo y la urgencia de medidas concretas contra este tipo de ataques. Las sistematizaciones que dan cuenta de la situación de la comunidad LGBTQ+ en Argentina, y en concreto de las lesbianas, son escasas, signo inequívoco de que todavía no ocupan un lugar central en las prioridades políticas, económicas y mediáticas.

El lunes 6 de mayo cuatro mujeres lesbianas fueron prendidas fuego por un vecino del hotel-pensión donde residían en el barrio porteño de Barracas, Buenos Aires. A la fecha, hay una sola sobreviviente, Sofía C.R.

Pamela Cobbas y Mercedes Roxana Figueroa fallecieron a los pocos días del hecho, y la semana pasada se confirmó la muerte de Andrea Amarante, la tercera víctima, quien permanecía internada en el Hospital Penna en estado crítico, con 75% del cuerpo quemado.

El responsable, de 62 años, ya está detenido, y se pudo comprobar que utilizó una bomba molotov casera para perpetrar el crimen, que arrojó al cuarto donde vivían las cuatro mujeres. El testimonio de la única sobreviviente da cuenta de la dimensión lesbodiante del ataque, por lo que desde el Instituto contra la Discriminación de la Defensoría del Pueblo porteña, se presentaron informes para cambiar la carátula de "homicidio" a "crimen de odio".

El hecho reflota varios debates: el peso de los discursos de odio, la precariedad de la vida, la crisis habitacional y la falta de acceso a derechos fundamentales.

El 13 de mayo se llevó adelante una manifestación para exigir justica y visibilizar los ataques de odio sufridos por lesbianas y personas del colectivo LGBTQ+ en todo el país. La concentración se hizo en la Plaza Colombia y luego se efectuó un recorrido hasta el hotel familiar donde se produjo el crimen, situado en Olavarría 1600.

"Las prendieron fuego por lesbianas. Las prendieron fuego por lesbianas pobres, las prendieron fuego por lesbianas pobres haciendo comunidad, haciendo refugio. Las prendieron fuego con una bomba mientras dormían", expresa el documento elaborado por la Asamblea de Lesbianas de Barracas, que fue leído durante la marcha.

"Este crimen de odio fue agravado por las condiciones precarias de vivienda en la que se encontraban las chicas, Pamela, Andrea, Roxana y Sofi. La ausencia de políticas públicas frente a la crisis habitaciones y la promoción y reproducción de discursos de odio por parte del gobierno resaltan la responsabilidad del Estado. Esos discursos no son gratuitos ni son inofensivos, se llevan nuestras vidas", agrega.

La perspectiva local: entre las violencias y la invisibilización

Muriel Figueroa y Noelia Riquelme son activistas LGBTIQ+ de Comodoro Rivadavia, y desde hace varios años sostienen la militancia por la visibilización de su colectivo, las medidas contra la violencia y la creación de espacios propios para encuentros e intercambios. El hecho de Barracas generó preocupación en las distintas comunidades de todo el país, ya que refleja una situación que -en mayor o menor medida, y con las particularidades locales-, se vive en todo el territorio.

"La situación contra las lesbianas en Argentina siempre fue muy violenta, de todas las letras de nuestro colectivo siempre fuimos el grupo más segregado, decimos la palabra ‘lesbiana' y siempre genera rechazo y prejuicio, ser gay está bien, las personas trans hasta tienen una ley de cupo laboral que se respeta en varios espacios, y particularmente en nuestra ciudad. El nivel de las lesbianas, a nivel macro en Argentina, es pésimo, es violento y se reflejó con este crimen", expresa Muriel.

Para Noelia, la situación de discriminación es similar para toda la comunidad LGBTQ+ pero advierte que "hemos sido las más invisibilizadas, también a nivel histórico".

"A partir del movimiento que surge a raíz de lo que pasó con la Pepa Gaitán, nos hemos puesto a trabajar en la visibilización. Por ejemplo, Valeria Flores, escritora lesbiana, dice que las compañeras travas han podido recuperar su historia, y lo vemos cada vez que vemos el archivo trava, que incluso estuvo acá en Comodoro. Podemos hacer una reconstrucción, pero las lesbianas ni siquiera eso tenemos. Siempre hemos sigo ‘amigas', y así se ha presentado. Hoy en día sigue pasando", agrega.

Ambas coinciden en que la discriminación sufrida en la ciudad frecuentemente se produce a raíz de no ajustarse a un modelo hegemónico o a ciertos rasgos asociados a las mujeres.

"En Comodoro es aún peor, no es lo mismo ser una lesbiana de pelo largo con un buen trabajo que una lesbiana de pelo corto con tatuajes, por ejemplo. Siento mucha discriminación en Comodoro, siento mucha discriminación por parte del Estado", expresa Muriel.

Noelia, por su parte, remarca que las agresiones no siempre son físicas, y que parte del cambio cultural es empezar a hablar de otro tipo de violencias: "Esto que pasó es lo último en la escala, antes somos agredidas de muchas otras maneras. Cuando una lesbiana no es hegemónica, por ejemplo, son discriminadas. Las lesbianas rompemos un poco el estereotipo de mujer. Si una lesbiana es un poco más hegemónico quizás no dejan de hacerle chistes, pero tiene más posibilidades. Ahí está la cuestión de clase, de raza, que sufrimos. No escapamos a eso".

Otros testimonios -que surgen en los encuentros y diálogos de las lesbianas en la ciudad- dan cuenta de las distintas modalidades de violencia que sufren a lo largo de su vida.

También hacen referencia a la cuestión cultural, a los chistes que circulan y estigmatizan al colectivo de lesbianas, o bien "las miradas de cuando vas agarrada de la mano, o incluso pensar que es una cuestión de amor, cuando a veces es sólo sexo, como el resto de la gente", señala Noelia.

Algunas lesbianas más jóvenes enfrentan problemas con los padrastros, "quienes son los que no comprenden y violentan". A nivel local, Noelia también habla de lesbianas pudieron asumirse como tales en una edad adulta, en parte por la invisibilización histórica y la discriminación. Es decir, hay experiencias plurales y complejas que apenas están comenzando a entrar en diálogo en ciertos espacios, en tanto se recrudece la violencia y la falta de condiciones dignas de vida para el colectivo. "Hay cosas de las que nunca se hablaron en Comodoro, surge ahora cuando empezamos a hacer un relevamiento de las violencias", agrega.

Todas estas cuestiones han sido recopiladas de los distintos encuentros locales que se llevan adelante, como las asambleas del colectivo lesbiano- disidente o la Festitorta, eventos relativamente nuevos que construyen comunidad dentro del territorio, y ofrecen a estas mujeres un espacio seguro para las actividades culturales, el diálogo y el encuentro con otras.

Las cifras de la violencia: más de 100 crímenes de odio en 2023

De acuerdo con el último informe del Observatorio Nacional de Crímenes de odio LGBT -creado por la Defensoría LGBT dependiente del Instituto contra la Discriminación de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires y en articulación con la Federación Argentina LGBT-, en el año 2023 ocurrieron en Argentina 133 crímenes de odio, en los cuales "la orientación sexual, la identidad y/o la expresión de género de todas las víctimas fueron utilizadas como pretexto discriminatorio para la vulneración de sus derechos y la violencia contra ellas". Un número considerablemente elevado al del año anterior, que ascendía a 129.

El informe advierte que los datos no son exactos, ya que sólo toman casos que han sido relevados por los medios de comunicación o ingresaron como denuncias en la Defensoría LGBT, y que la realidad es "mucho más grave de lo que sugieren los números".

Del total, se desprende que el 68% de los casos (91) corresponden a lesiones al derecho a la vida, es decir, asesinatos, muertes por violencia estructural y suicidios; y el 32% restante (42) corresponden a lesiones al derecho a la integridad física, es decir, violencia física que no terminó en muerte.

Del total de lesiones al derecho a la vida, el 10% de los casos son asesinatos; el 88% son casos de muertes por violencia estructural -es decir muertes en donde la vulneración sistemática e histórica de derechos generó las condiciones materiales de precariedad en la que se inscriben estos decesos, todos ellos evitables-; y el 2% restante está constituido por casos de suicidios.

La violencia estructural sea, tal vez, la dimensión más compleja, y a la vez más invisibilizada, de este fenómeno. "La cantidad de casos de muertes por violencia estructural es imprecisa y sin dudas significativamente muchísimo menor a la real. Estas muertes se inscriben en un fenómeno estructural de vulneración sistemática e histórica de derechos que vive particularmente la comunidad trans en la región y en el mundo", describe el informe.

Para comprender en profundidad este panorama y avanzar en políticas públicas para la comunidad LGBTQ+ es necesario, además, ahondar en otro tipo de cifras sobre la calidad de vida y las oportunidades a las que accede o no este colectivo.

En 2023 se llevó adelante el Primer Relevamiento Nacional de Condiciones de Vida de la Diversidad Sexual y Genérica en la Argentina, y si bien no es capaz de brindar información generalizada del colectivo -precisamente porque no hay números certeros sobre la totalidad de la población LGBTQ+ en el país-, recogió un número considerable de respuestas confiables.

Los resultados preliminares muestran que este colectivo sufre discriminación en los distintos espacios que va a atravesando a lo largo de la vida, como el educativo y el laboral, además de registrar mayores niveles de informalidad y desempleo (números que se profundizan al mirar los datos de las mujeres trans).

Otros datos sobre las condiciones de vida muestran que un gran número depende del sistema de salud público, ya que no es capaz de pagar una obra social o atenderse de manera privada, además de presentar niveles muy altos de estrés, depresión y angustia, miedo o ansiedad (un 86,5% en gays y 96,9% en mujeres y feminidades bisexuales).

Todos estos datos dan cuenta de la precariedad de la vida del colectivo LGBTQ+, un hecho no menor que formó parte del pedido de justicia por las lesbianas de Barracas, ya que vivían en condiciones precarias, fruto de esas violencias estructurales que frecuentemente pasan desapercibidas. Pese a los avances en materia de ley, la vida digna, sin discriminación y con oportunidades laborales continúa siendo el reclamo central del colectivo.

Múltiples testimonios, acompañados de los datos recabados hasta el momento, dejan en claro que la crisis afecta de manera más profunda a la población LGBTQ+.

Las leyes que reconocen los crímenes de odio

Son varias las leyes que, a la fecha, reconocen y penalizan los crímenes de odio como tales. Algunas fueron ampliadas en la medida en que distintos colectivos exigieron la incorporación de violencias e identidades invisibilizadas sistemáticamente.

La Ley Nº 26.743 de Identidad de Género, en su art. 1, reconoce el derecho al reconocimiento de la identidad de género autopercibida y a su rectificación registral, al libre desarrollo personal y al trato adecuado de las personas conforme su identidad de género.

La Ley 26.791, en la cual se incorpora la figura de femicidio al Código Penal, fue ampliada años después de su sanción y ahora reconoce la figura de homicidio calificado por el vínculo en todo tipo de vínculos de pareja, vigentes o concluidos, haya mediado o no convivencia.

En el inciso 4 del art. 80 del Código figuran los crímenes de odio: está penado el homicidio cometido "por placer, codicia, odio racial, religioso, de género o a la orientación sexual, identidad de género o su expresión".

Un espacio de encuentro

El activismo lésbico local se viene desarrollando desde hace varios años, aunque no siempre le es fácil encontrar espacios para desarrollar actividades, mucho menos espacios institucionalizados. Muriel explica que desde hace casi una década exige que se visibilice al colectivo en el área de Diversidad de la Municipalidad: "No nombran la palabra lesbianas, hacen actividades para todo el colectivo, pero nuestra palabra no está. Lo que no se nombra, no existe. Las palabras importan".

"El panorama a nivel local es desalentador, a pesar de todo lo que vengo impulsando y trabajando nunca se me dio un espacio en Diversidad, y ahora que estoy a miles de kilómetros, en Europa, haciendo un recorrido LGBT para ver cómo viven acá las lesbianas, como se arma comunidad, indagando en los feminismos, he tenido respuesta", relata Muriel.

Noelia agrega que en una reunión llevada adelante el pasado 18 de mayo se dialogó al respecto con los responsables de Diversidad y Género, quienes "se comprometieron para que podamos hacer actividades en relación a nuestra agenda".

Advierte que no se trata solo de espacios para charlar sobre las problemáticas del colectivo sino de "eventos de creación cultural, de lectura, incluso algunas ya estamos pensando en empezar a escribir, en generar epistemologías lésbicas desde acá, desde Puel Mapu, desde el sur, desde Comodoro Rivadavia, para que se generen los cambios culturales tenemos que hacer esto".

"El problema de las lesbianas en todo el mundo son los lugares de sociabilización", agrega Noelia, por lo que buscan que ese lugar "sea un punto de referencia para las que llegan a la ciudad, para las más chicas, para la que se hacen lesbiana de grandes, que tengan un espacio de contención, donde encontrar otras compañeras".

Visibilidad "casi nula" y "autogestiva"

"No hay visibilidad, siento que la visibilidad ha sido casi nula y muy autogestiva, muy de cyberactivistas, que estamos haciendo videos para visibilizar", comenta Muriel, "yo estoy en España, hice un recorrido por algunas comunidades de lesbianas y todas y cada una sabía del crimen de odio ocurrido en Argentina. Me llama la atención que en Argentina no se habla, en Comodoro menos, y me vengo a miles de kilómetros de casa y no hay una sola lesbiana que no lo sepa".

"No se nombran los ataques de odios. El vocero presidencial salió a decir que no era un ataque de odio como tal, ya eso habilita que toda la sociedad se sienta con esa entidad de decir que no fue un crimen de odio, solo un crimen. Y no fue así, porque si hubiesen matado a tres mujeres heterosexuales en el Hilton, todes estaríamos hablando de esto. Tenemos que nombrarlo como es, esto fue un lesbicidio", agregó.

Noelia, por su parte, dice que "a partir de lo de la Pepa Gaitán empezamos a trabajar un montón pero ya teníamos una relación vincular con la militancia y la conciencia de que tenemos que visibilizarnos, pero aun así no hemos logrado en estos últimos 10 años que salgan todas las lesbianas a reivindicarse. Seguimos estando invisibles".

Expresó que en Comodoro "hay muchas lesbianas casadas, adultas y muchas lesbianas pasadas los 40 que de grande descubren que lo son. Así que ese es un trabajo que vamos a hacer con un grupo de lesbianas para entender sociológicamente, socialmente, un poco más que nos ha pasado. El lesbicidio nos ha hecho conectarnos a nivel nacional, internacional. Nos preocupa. Nos hemos puesto en contacto y nos vamos a organizar".

Lo que no se nombra, no existe

Una semana después del crimen de Barracas, el vocero presidencial Manuel Adorni expresó la opinión del Gobierno sobre el tema, y en conferencia de prensa declaró: "No me gusta definirlo como un atentado a determinado colectivo". Repudió una violencia más bien generalizada y apuntó al fortalecimiento de las políticas de seguridad, un discurso muy alejado de las voces de la marcha que pedían mejoras estructurales para la población LGBTQ+ y sobre todo, reconocer que fue un lesbicidio.

En esa generalización no solo se ignora la dimensión lesbodiante del ataque, sino que se subsumen y se ocultan las identidades que tanto han luchado por ser visibilizadas. El informe del Observatorio de Crímenes de Odio LGBT+ enfatiza que tomar los registros se vuelve particularmente difícil ya que no a todas las personas trans asesinadas se las registra como tales, ni todos los crímenes de odio se nombran así, sino que por el contrario "en muchos casos se oculta la orientación sexual de las personas y su pertenencia a esta comunidad".

Para las activistas locales, hay una relación entre este tipo de expresiones, los discursos de odio que proliferan en redes sociales y las acciones de discriminación contra la comunidad LGBT+.

"Los discursos de odio repercuten directamente en nuestra sociedad, todo lo que se dice, todas las cosas terribles que se dicen, que dice el presidente, sus amigos, sus voceros, sus trolls, impulsa a que la gente sienta el poder o de repente sienten que pueden accionar ese odio y pasan crímenes como el que sucedió con las mujeres lesbianas. Debemos ocuparnos de esto, debemos salir a luchar contra estos discursos de odio porque la única forma de parar esto es visibilizando, hablando, dando charlas, haciendo talleres. La violencia tenemos que pararla con organización", subraya Muriel.

Por otro lado, reconoce el avance en implementación de leyes y normativas, pero advierte que cierto tipo de contextos como el que atravesamos en la actualidad hace que el foco esté puesto en lo urgente, en los ataques del día a día.

"La discriminación aumentó muchísimo, eso hace que el resto se ponga en stop, pero todavía hay muchas deudas pendientes, con las lesbianas, con las personas trans, hay mucho para trabajar que va a quedar en espera mientras vamos resolviendo lo urgente. A la vez siento que el Estado toma estas urgencias para ir quitando derechos por atrás, hay que ocuparse y estar", agrega.

Para Muriel, hace falta ampliar las normativas a todo el colectivo: "Particularmente en Chubut, el año pasado se estaba trabajando en poder hacer un proyecto de ley para destinar cierto porcentaje de las casas del IPV a personas trans, algo que a mi me gustaría que sea para todo nuestro colectivo LGBT, las lesbianas también sufrimos discriminación en nuestros espacios de trabajo, también somos excluidas de nuestras familias, y muchas veces también de nuestros ámbitos escolares.

"La crisis habitacional también nos afecta directamente a nosotras, si me quiero ir a anotar al IPV soy la última en tener chances, no tengo hijes, no estoy casada, tenemos que empezar a contemplar leyes que sean más abaractivas de todo el colectivo", apuntó.

Otro gran debate pendiente en este sentido es la dimensión discursiva, que en las últimas semanas se produjo a raíz de dos facetas: los discursos de odio y la invisibilización del hecho en los medios de comunicación.

"Pensar en los discursos y ataques de odio nos ayuda a entender que es lo que pasa. Las lesbianas somos víctimas de ataque de odio como el resto de la comunidad, nos tiene que llamar a estar más alertas, a empezar a levantar la mirada a ver con quien contamos, u ofrecer nuestro apoyo a quienes lo necesitan", expresa Noelia.

"Las comunicadoras lesbianas tenemos una perspectiva sobre lo ocurrido, pensamos que hay que seguir publicando, hay que llevar estos temas al aula, a los medios, hay que empezar a hablar de la comunidad de lesbianas, es muy importante empezar a visibilizar, seguir marcándolo en los medios de comunicación, hay un pedido de justicia detrás de esto, hay una compañera que se va a levantar que no va a tener a su compañera de vida", concluye.