Recrearon el accidente de Chernóbil para estudiar los efectos de la radiaciónEl objetivo de los trabajos en los que participa la Estación Biológica de Doñana es comprobar si la melanina es un factor protector frente a la radiación y si existen patrones de adaptación a la radiación.
El 26 de abril de 1986, el cuarto reactor de la central nuclear de Chernóbil explotó accidentalmente, provocando la mayor fuga de materiales reactivos de la historia. 38 años después, la región de Chernóbil se ha convertido en un sorprendente laboratorio natural para estudiar los efectos de la radiación sobre la fauna y la flora así como para estudiar cómo las especies recolonizan zonas abandonadas por el hombre.
En esta dirección trabaja desde hace ocho años un equipo de investigación de la Universidad de Oviedo y de la Estación Biológica de Doñana. Hoy, cuando la guerra les impide regresar a Chernobyl para continuar sus investigaciones, los científicos han comenzado una serie de experimentos para recrear el accidente de Chernóbil y estudiar cómo la radiación afecta a los anfibios y los escarabajos.
"Los anfibios son buenos modelos para este tipo de investigación. Están expuestos tanto a medios acuáticos como terrestres y se mueven poco, por lo que su exposición a la radiación suele ser más estable", explica Pablo Burraco, investigador de la Estación Biológica de Doñana (CSIC). El científico junto con el investigador Iván Gómez-Mester realizaron el primer experimento en el laboratorio de su centro de investigación situado en la isla de Cartuja en Sevilla.
El objetivo era simular un accidente nuclear para comprobar si la melanina era un factor protector contra la radiación, como se había sugerido en estudios de observación realizados en Chernóbil antes del accidente nuclear.
La pandemia detuvo temporalmente sus proyectos. En 2016, el investigador Germán Orizaola de la Universidad de Oviedo inició una investigación para determinar los efectos de la radiactividad en las ranas arbóreas (Hyla Orientalis). Al año siguiente se le uniría el investigador Pablo Burraco.
Después de tres años de cuidadosos muestreos en Chernobyl, los resultados parecían indicar que la radiación tenía poco efecto en las ranas, excepto por una cosa: su color. Los ejemplares que viven en la Zona de Exclusión, una zona de evacuación por desastres, tienen un tono más oscuro que los que viven fuera de ella. Algunos incluso son completamente negros, a diferencia del color vere brillante que suele exhibir esta especie.
"Los resultados muestran que la melanina las protege de las radiaciones ionizantes de un accidente nuclear, de forma similar a como nos protege a nosotros de la radiación ultravioleta", explica Germán Orizaola. La selección natural debe haber actuado sin piedad después de la explosión nuclear, haciendo que las ranas de colores más oscuros tuvieran más probabilidades de sobrevivir que las ranas más verdes.
Recrear un accidente nuclear
Ese estudio fue de naturaleza puramente observacional. Encontraron una correlación que sugería, pero no demostraba, que la melanina fuera un factor protector. Para corroborarlo, se decidió recrear el accidente nuclear en condiciones controladas, que pueden llevarse a cabo en laboratorios alejados de la zona del accidente de Chernóbil, respetando estrictamente la normativa europea.
Lo primero que hizo el investigador Burraco al inicio del experimento fue colocar larvas de la misma colonia sapo de espuelas (Pelobates cultripes), muy común en Doñana, en cubos blancos y negros. Se sabe que, como muchos otros anfibios y reptiles, las larvas de esta especie tienen una gran plasticidad y pueden cambiar el color de su piel según el entorno. Esto haría que algunas ranas se oscurezcan y otros resulten más claras.
En colaboración con el Centro Nacional de Aceleradores, las larvas fueron expuestas a varios niveles de radiación durante cortos períodos de tiempo. "Las dosis no son fatales, por lo que al principio, no pudimos encontrar la diferencia en la tasa de mortalidad relacionada con el color", explicó Pablo Burrako. El experimento tuvo lugar durante más de un año y durante este tiempo, las ranas todavía estaban en cámaras climáticas en condiciones muy controladas para evitar la incidencia de otros factores.
"De momento tienen muy buen aspecto y prácticamente no hay diferencias de tamaño, pero algo está empezando a pasar dentro de ellos. Estamos empezando a ver diferencias en la mortalidad", dijo el investigador. Habrá que esperar unos meses más para obtener los resultados definitivos.
Recientemente, el equipo de investigación inició otro experimento en una dirección similar, esta vez con ranas del género Xenopus. El experimento se realizó en la Universidad de Stirling en Escocia con fondos para el Consejo de Seguridad Nuclear.
En este caso, la exposición a la radiación es menor, pero durante un período de tiempo más largo y simulando diferentes pendientes de radiación actualmente existentes luego del accidente de Chernóbil. "Con este experimento queríamos ver qué pasaría si las ranas estuvieran expuestas a radiación durante todo su desarrollo embrionario", explica Burraco.
Los investigadores estudiarán los efectos de la radiación en la supervivencia, fisiología y morfología de las ranas. Durante estas semanas, el equipo realizó pruebas para comenzar un tercer experimento, esta vez con escarabajos.
También lo harán en la Estación Biológica de Doñana en colaboración con el grupo de investigación de Francisco García y nuevamente el Centro Nacional de Aceleradores. Uno de los retos que plantean los vertebrados para este tipo de investigaciones es que sus ciclos reproductivos suelen ser muy largos. Los escarabajos, en cambio, tienen una nueva generación cada 20 días.
Beetles dijo: "Trabajando con escarabajos podremos ver si existen efectos transgeneracionales y patrones de adaptación a la exposición a la radiación y ver así la evolución en tiempo real"
Accidente de Chernóbil, 38 años después
"Chernóbil no es lo que se muestra en los documentos", afirma Germán Orizaola. "Se ha convertido en un refugio espectacular para la vida silvestre". Tras el accidente nuclear, se creó una Zona de Exclusión alrededor de la central de Chernóbil con una superficie de 4.700 kilómetros cuadrados que, tras varias décadas de casi nula presencia humana, se convirtió en un punto crítico de diversidad biológica, habitado por lobos, osos y linces, e incluso caballos salvajes como el caballo de Przewalski que pueden vagar libremente.
"Tenemos parques nacionales como Doñana o Picos de Europa que deberíamos dejar sólo para la conservación. No hace falta montar ni excursiones ni carreteras", afirma Orizaola. La explosión de la central nuclear de Chernóbil se convirtió en uno de los desastres más peligrosos de la historia de la humanidad.
38 años después, a medida que los niveles de radiación disminuyeron, la zona del accidente de Chernóbil se convirtió en el laboratorio natural ideal para aprender qué sucede cuando los humanos abandonan la zona. Según el investigador, a veces la mejor manera de proteger la naturaleza es simplemente no perturbarla.
Fuente: Ecoportal.net
El objetivo de los trabajos en los que participa la Estación Biológica de Doñana es comprobar si la melanina es un factor protector frente a la radiación y si existen patrones de adaptación a la radiación.
El 26 de abril de 1986, el cuarto reactor de la central nuclear de Chernóbil explotó accidentalmente, provocando la mayor fuga de materiales reactivos de la historia. 38 años después, la región de Chernóbil se ha convertido en un sorprendente laboratorio natural para estudiar los efectos de la radiación sobre la fauna y la flora así como para estudiar cómo las especies recolonizan zonas abandonadas por el hombre.
En esta dirección trabaja desde hace ocho años un equipo de investigación de la Universidad de Oviedo y de la Estación Biológica de Doñana. Hoy, cuando la guerra les impide regresar a Chernobyl para continuar sus investigaciones, los científicos han comenzado una serie de experimentos para recrear el accidente de Chernóbil y estudiar cómo la radiación afecta a los anfibios y los escarabajos.
"Los anfibios son buenos modelos para este tipo de investigación. Están expuestos tanto a medios acuáticos como terrestres y se mueven poco, por lo que su exposición a la radiación suele ser más estable", explica Pablo Burraco, investigador de la Estación Biológica de Doñana (CSIC). El científico junto con el investigador Iván Gómez-Mester realizaron el primer experimento en el laboratorio de su centro de investigación situado en la isla de Cartuja en Sevilla.
El objetivo era simular un accidente nuclear para comprobar si la melanina era un factor protector contra la radiación, como se había sugerido en estudios de observación realizados en Chernóbil antes del accidente nuclear.
La pandemia detuvo temporalmente sus proyectos. En 2016, el investigador Germán Orizaola de la Universidad de Oviedo inició una investigación para determinar los efectos de la radiactividad en las ranas arbóreas (Hyla Orientalis). Al año siguiente se le uniría el investigador Pablo Burraco.
Después de tres años de cuidadosos muestreos en Chernobyl, los resultados parecían indicar que la radiación tenía poco efecto en las ranas, excepto por una cosa: su color. Los ejemplares que viven en la Zona de Exclusión, una zona de evacuación por desastres, tienen un tono más oscuro que los que viven fuera de ella. Algunos incluso son completamente negros, a diferencia del color vere brillante que suele exhibir esta especie.
"Los resultados muestran que la melanina las protege de las radiaciones ionizantes de un accidente nuclear, de forma similar a como nos protege a nosotros de la radiación ultravioleta", explica Germán Orizaola. La selección natural debe haber actuado sin piedad después de la explosión nuclear, haciendo que las ranas de colores más oscuros tuvieran más probabilidades de sobrevivir que las ranas más verdes.
Recrear un accidente nuclear
Ese estudio fue de naturaleza puramente observacional. Encontraron una correlación que sugería, pero no demostraba, que la melanina fuera un factor protector. Para corroborarlo, se decidió recrear el accidente nuclear en condiciones controladas, que pueden llevarse a cabo en laboratorios alejados de la zona del accidente de Chernóbil, respetando estrictamente la normativa europea.
Lo primero que hizo el investigador Burraco al inicio del experimento fue colocar larvas de la misma colonia sapo de espuelas (Pelobates cultripes), muy común en Doñana, en cubos blancos y negros. Se sabe que, como muchos otros anfibios y reptiles, las larvas de esta especie tienen una gran plasticidad y pueden cambiar el color de su piel según el entorno. Esto haría que algunas ranas se oscurezcan y otros resulten más claras.
En colaboración con el Centro Nacional de Aceleradores, las larvas fueron expuestas a varios niveles de radiación durante cortos períodos de tiempo. "Las dosis no son fatales, por lo que al principio, no pudimos encontrar la diferencia en la tasa de mortalidad relacionada con el color", explicó Pablo Burrako. El experimento tuvo lugar durante más de un año y durante este tiempo, las ranas todavía estaban en cámaras climáticas en condiciones muy controladas para evitar la incidencia de otros factores.
"De momento tienen muy buen aspecto y prácticamente no hay diferencias de tamaño, pero algo está empezando a pasar dentro de ellos. Estamos empezando a ver diferencias en la mortalidad", dijo el investigador. Habrá que esperar unos meses más para obtener los resultados definitivos.
Recientemente, el equipo de investigación inició otro experimento en una dirección similar, esta vez con ranas del género Xenopus. El experimento se realizó en la Universidad de Stirling en Escocia con fondos para el Consejo de Seguridad Nuclear.
En este caso, la exposición a la radiación es menor, pero durante un período de tiempo más largo y simulando diferentes pendientes de radiación actualmente existentes luego del accidente de Chernóbil. "Con este experimento queríamos ver qué pasaría si las ranas estuvieran expuestas a radiación durante todo su desarrollo embrionario", explica Burraco.
Los investigadores estudiarán los efectos de la radiación en la supervivencia, fisiología y morfología de las ranas. Durante estas semanas, el equipo realizó pruebas para comenzar un tercer experimento, esta vez con escarabajos.
También lo harán en la Estación Biológica de Doñana en colaboración con el grupo de investigación de Francisco García y nuevamente el Centro Nacional de Aceleradores. Uno de los retos que plantean los vertebrados para este tipo de investigaciones es que sus ciclos reproductivos suelen ser muy largos. Los escarabajos, en cambio, tienen una nueva generación cada 20 días.
Beetles dijo: "Trabajando con escarabajos podremos ver si existen efectos transgeneracionales y patrones de adaptación a la exposición a la radiación y ver así la evolución en tiempo real"
Accidente de Chernóbil, 38 años después
"Chernóbil no es lo que se muestra en los documentos", afirma Germán Orizaola. "Se ha convertido en un refugio espectacular para la vida silvestre". Tras el accidente nuclear, se creó una Zona de Exclusión alrededor de la central de Chernóbil con una superficie de 4.700 kilómetros cuadrados que, tras varias décadas de casi nula presencia humana, se convirtió en un punto crítico de diversidad biológica, habitado por lobos, osos y linces, e incluso caballos salvajes como el caballo de Przewalski que pueden vagar libremente.
"Tenemos parques nacionales como Doñana o Picos de Europa que deberíamos dejar sólo para la conservación. No hace falta montar ni excursiones ni carreteras", afirma Orizaola. La explosión de la central nuclear de Chernóbil se convirtió en uno de los desastres más peligrosos de la historia de la humanidad.
38 años después, a medida que los niveles de radiación disminuyeron, la zona del accidente de Chernóbil se convirtió en el laboratorio natural ideal para aprender qué sucede cuando los humanos abandonan la zona. Según el investigador, a veces la mejor manera de proteger la naturaleza es simplemente no perturbarla.
Fuente: Ecoportal.net