Najwan Darwish, el gran poeta convertido en símbolo de la lucha palestinaPor Jorge Valbuena
Presentamos un conjunto de poemas de Najwan Darwish (Jerusalén, Palestina, 1978) posee una de las voces poéticas árabes más destacadas del momento. Desde que publicara su primer poemario en el año 2000, su obra ha sido aclamada en todo el mundo árabe y más allá como una expresión singular de la lucha palestina.
Ha publicado nueve poemarios, ha sido traducido a más de veinte idiomas y galardonado con varios premios internacionales. La traducción al inglés de este mismo poemario, Exhausted on the Cross, ha sido premiada con The Sarah Maguire Prize (Reino Unido, 2022) y finalista del PEN Award for Poetry in Translation, del Derek Walcott Prize for Poetry y del National Translation Award (Estados Unidos, 2022). En la actualidad, Darwish vive en Palestina, desde donde dirige la sección cultural del diario árabe Al-Arabí al-Jadeed (El nuevo árabe), con sede en Londres.
Compartimos una selección de poemas traducidos por Frances Simán de su libro Exhausto en la cruz (Vaso Roto, 2022).
En Shatila
«Aquí no hay dignidad»,
te dice la vieja mujer,
la que se fue de Haifa cuando tenía nueve meses.
Ahora tiene sesenta y cinco
y está de pie en el sofocante calor
afuera de su «casa» en el campamento.
Ella lo dice todo
en unos pocos segundos.
Ella lo dice todo
en sólo cuatro palabras.
Ríos de arrepentimiento,
años de agonía que se ahogan
en sólo cuatro palabras.
La miras inclinada hacia atrás y piensas en los pinos del Monte Carmelo.
La miras a los ojos y recuerdas el sosiego de la orilla,
mientras ella se queja contigo de los grifos
y el agua salobre que sale de ellos.
Todo lo que puedes hacer es sonreír mientras abres tu corazón
a esta niña enferma de amor.
Sabes que no la volverás a ver:
ella no estará allí
cuando regreses a Haifa.
¿Qué te dijo mientras se despedía?
¿Qué le prometiste mientras tú le decías adiós?
¿Cómo pudiste sonreír, indiferente
a la salobre agua del mar,
mientras el alambre de púas envolvió tu corazón?
¿Cómo pudiste,
hijo de puta?
Exhausto en la cruz
I
Los que estamos colgados
nos hemos cansado,
así que bájanos
y déjanos descansar.
Arrastramos historias detrás de nosotros,
aquí
donde no hay ni tierra ni cielo.
¡Señor,
afila tu cuchillo
y dale el descanso a tu sacrificio!
II
No has tenido padres
ni viste a tus hermanos colgar
de las garras heladas del alba.
Nunca amaste,
nadie te ha abandonado
y jamás la muerte comió de tus manos.
Tú nunca entenderás nuestro dolor.
III
No soy el rey David
para sentarme a la puerta del arrepentimiento
y cantarte salmos de lamentación
después del pecado.
IV
Bájame, Señor,
sólo quiero descansar.
Una canción inconclusa
I
Cántame,
cántame,
como una montaña se inclina
sobre un bosque de lirios.
y olvídame.
II
Acógeme, casa mía,
como dos habitaciones,
acógeme
como dos meses de verano.
Un cuento sobre el cierre del mar
En las afueras de la ciudad, al doblar la calle
que te lleva al campamento,
si ves a niños saliendo de esa escuela que parece una prisión,
si ves a siete de ellos de pie allí mirando en el umbral del silencio,
si ves a un niño delgado cuyos ojos brillan con todas las
[promesas del mundo,
habrás encontrado a mi amigo Tayseer.
Su familia tiene una patria que fue robada en plena luz del día,
y puedes ver el despertar de sus pájaros en sus ojos ansiosos.
Las casas de cemento,
el recuerdo de las láminas de zinc,
las temibles voces
de los transmisores del ejército ocupante
durante las largas semanas de toque de queda,
nada de eso apagó la chispa que resplandecía en sus ojos.
Él vio el mar una vez, y nada le convencerá
de que no lo volverá a ver.
«Cuando se levante el toque de queda, te llevaremos al mar»,
solían consolarlo.
Y cuando una tarde finalmente levantaron el toque de queda,
[le dijeron:
«El mar ya está cerrado, ve a dormir».
Aquella noche en vez de dormir, se imaginó a un anciano
que cerraba el mar con una enorme lámina de zinc que se extendía
desde la estrella del horizonte hasta la orilla:
el anciano la aseguró con un gran candado,
luego regresó a su casa (el candado era más grande
que el de la tienda de su padre en la calle Omar al-Mukhtar).
En las afueras de la ciudad, al doblar aquella calle
que te lleva al campamento,
si ves a unos ojos brillantes con todas las promesas del mundo,
pregúntales, te ruego, si el mar de Gaza está «abierto»
o si aún sigue cerrado.
Te despertaron al alba
Para Rasmea Odeh
Cuando te despertaron al alba,
cuando te colgaron para sacrificarte...
Cristo era un fedayín como tú,
pero él fue condenado y crucificado
en el mar de un solo día, mientras tú-
tu cruz se levanta con cada amanecer.
Su nombre estaba en su lista negra,
su madre dormía en una almohada de pesadillas.
¿Cuál de estas mujeres afuera de la cárcel de Moscovia
puede sostenerla cuando cae,
colgando como está
de la estrella más lejana del cosmos?
De nuevo te despertaron al alba.
Te colgaron para sacrificarte.
Mi derrotado estandarte
Si pudiera volver,
no lo haría bajo ningún otro estandarte.
Te abrazaría aun
con las manos mutiladas.
No quiero alas en el paraíso.
Sólo quiero tus tumbas a orillas del río.
Quiero la eternidad en la mesa del desayuno
con el pan y el aceite.
Tan sólo te quiero a ti,
tierra,
mi derrotado estandarte.
Te conozco
Desesperación, te conozco,
y puedo escuchar tus pasos
y el susurro de tu vestido
mientras bajas las escaleras.
Y casi -casi- te digo buenos días
o buenas tardes
a ti, mi viejo vecino.
Te conozco
-te conozco-,
aunque lleves puesta
ahora la ropa de una mujer extranjera.
¿Quién más,
quien más que yo
te conocería?
Elegía para un niño dormido
I
Hijo mío, vengo de la memoria
de los asesinados:
es incapaz de distinguir
entre un niño dormido
y otro asesinado.
Pero tú sigues dormido, hijo mío,
aunque el campo está despierto a tu alrededor en la pintura.
Y yo, enfermo y desvelado, trasnocho
en esta fría tierra del norte
y escucho la lluvia que golpea oscura.
Tú sigues dormido sin poder escuchar ni la lluvia
ni mis temores.
¿Cómo conciliar el sueño
sin tu sosiego?
El campo está despierto a tu alrededor.
Como yo, piensa en el óleo del artista
que te cubre ahora
con una capa de aire opaco
para que sigas dormido
como niño asesinado.
II
Sofocante es el aire en el cuadro,
y mis ojos ya no me auxilian:
no tengo
fuerza para verte.
Fallando
me rindo a la oscuridad.
Por Jorge Valbuena
Presentamos un conjunto de poemas de Najwan Darwish (Jerusalén, Palestina, 1978) posee una de las voces poéticas árabes más destacadas del momento. Desde que publicara su primer poemario en el año 2000, su obra ha sido aclamada en todo el mundo árabe y más allá como una expresión singular de la lucha palestina.
Ha publicado nueve poemarios, ha sido traducido a más de veinte idiomas y galardonado con varios premios internacionales. La traducción al inglés de este mismo poemario, Exhausted on the Cross, ha sido premiada con The Sarah Maguire Prize (Reino Unido, 2022) y finalista del PEN Award for Poetry in Translation, del Derek Walcott Prize for Poetry y del National Translation Award (Estados Unidos, 2022). En la actualidad, Darwish vive en Palestina, desde donde dirige la sección cultural del diario árabe Al-Arabí al-Jadeed (El nuevo árabe), con sede en Londres.
Compartimos una selección de poemas traducidos por Frances Simán de su libro Exhausto en la cruz (Vaso Roto, 2022).
En Shatila
«Aquí no hay dignidad»,
te dice la vieja mujer,
la que se fue de Haifa cuando tenía nueve meses.
Ahora tiene sesenta y cinco
y está de pie en el sofocante calor
afuera de su «casa» en el campamento.
Ella lo dice todo
en unos pocos segundos.
Ella lo dice todo
en sólo cuatro palabras.
Ríos de arrepentimiento,
años de agonía que se ahogan
en sólo cuatro palabras.
La miras inclinada hacia atrás y piensas en los pinos del Monte Carmelo.
La miras a los ojos y recuerdas el sosiego de la orilla,
mientras ella se queja contigo de los grifos
y el agua salobre que sale de ellos.
Todo lo que puedes hacer es sonreír mientras abres tu corazón
a esta niña enferma de amor.
Sabes que no la volverás a ver:
ella no estará allí
cuando regreses a Haifa.
¿Qué te dijo mientras se despedía?
¿Qué le prometiste mientras tú le decías adiós?
¿Cómo pudiste sonreír, indiferente
a la salobre agua del mar,
mientras el alambre de púas envolvió tu corazón?
¿Cómo pudiste,
hijo de puta?
Exhausto en la cruz
I
Los que estamos colgados
nos hemos cansado,
así que bájanos
y déjanos descansar.
Arrastramos historias detrás de nosotros,
aquí
donde no hay ni tierra ni cielo.
¡Señor,
afila tu cuchillo
y dale el descanso a tu sacrificio!
II
No has tenido padres
ni viste a tus hermanos colgar
de las garras heladas del alba.
Nunca amaste,
nadie te ha abandonado
y jamás la muerte comió de tus manos.
Tú nunca entenderás nuestro dolor.
III
No soy el rey David
para sentarme a la puerta del arrepentimiento
y cantarte salmos de lamentación
después del pecado.
IV
Bájame, Señor,
sólo quiero descansar.
Una canción inconclusa
I
Cántame,
cántame,
como una montaña se inclina
sobre un bosque de lirios.
y olvídame.
II
Acógeme, casa mía,
como dos habitaciones,
acógeme
como dos meses de verano.
Un cuento sobre el cierre del mar
En las afueras de la ciudad, al doblar la calle
que te lleva al campamento,
si ves a niños saliendo de esa escuela que parece una prisión,
si ves a siete de ellos de pie allí mirando en el umbral del silencio,
si ves a un niño delgado cuyos ojos brillan con todas las
[promesas del mundo,
habrás encontrado a mi amigo Tayseer.
Su familia tiene una patria que fue robada en plena luz del día,
y puedes ver el despertar de sus pájaros en sus ojos ansiosos.
Las casas de cemento,
el recuerdo de las láminas de zinc,
las temibles voces
de los transmisores del ejército ocupante
durante las largas semanas de toque de queda,
nada de eso apagó la chispa que resplandecía en sus ojos.
Él vio el mar una vez, y nada le convencerá
de que no lo volverá a ver.
«Cuando se levante el toque de queda, te llevaremos al mar»,
solían consolarlo.
Y cuando una tarde finalmente levantaron el toque de queda,
[le dijeron:
«El mar ya está cerrado, ve a dormir».
Aquella noche en vez de dormir, se imaginó a un anciano
que cerraba el mar con una enorme lámina de zinc que se extendía
desde la estrella del horizonte hasta la orilla:
el anciano la aseguró con un gran candado,
luego regresó a su casa (el candado era más grande
que el de la tienda de su padre en la calle Omar al-Mukhtar).
En las afueras de la ciudad, al doblar aquella calle
que te lleva al campamento,
si ves a unos ojos brillantes con todas las promesas del mundo,
pregúntales, te ruego, si el mar de Gaza está «abierto»
o si aún sigue cerrado.
Te despertaron al alba
Para Rasmea Odeh
Cuando te despertaron al alba,
cuando te colgaron para sacrificarte...
Cristo era un fedayín como tú,
pero él fue condenado y crucificado
en el mar de un solo día, mientras tú-
tu cruz se levanta con cada amanecer.
Su nombre estaba en su lista negra,
su madre dormía en una almohada de pesadillas.
¿Cuál de estas mujeres afuera de la cárcel de Moscovia
puede sostenerla cuando cae,
colgando como está
de la estrella más lejana del cosmos?
De nuevo te despertaron al alba.
Te colgaron para sacrificarte.
Mi derrotado estandarte
Si pudiera volver,
no lo haría bajo ningún otro estandarte.
Te abrazaría aun
con las manos mutiladas.
No quiero alas en el paraíso.
Sólo quiero tus tumbas a orillas del río.
Quiero la eternidad en la mesa del desayuno
con el pan y el aceite.
Tan sólo te quiero a ti,
tierra,
mi derrotado estandarte.
Te conozco
Desesperación, te conozco,
y puedo escuchar tus pasos
y el susurro de tu vestido
mientras bajas las escaleras.
Y casi -casi- te digo buenos días
o buenas tardes
a ti, mi viejo vecino.
Te conozco
-te conozco-,
aunque lleves puesta
ahora la ropa de una mujer extranjera.
¿Quién más,
quien más que yo
te conocería?
Elegía para un niño dormido
I
Hijo mío, vengo de la memoria
de los asesinados:
es incapaz de distinguir
entre un niño dormido
y otro asesinado.
Pero tú sigues dormido, hijo mío,
aunque el campo está despierto a tu alrededor en la pintura.
Y yo, enfermo y desvelado, trasnocho
en esta fría tierra del norte
y escucho la lluvia que golpea oscura.
Tú sigues dormido sin poder escuchar ni la lluvia
ni mis temores.
¿Cómo conciliar el sueño
sin tu sosiego?
El campo está despierto a tu alrededor.
Como yo, piensa en el óleo del artista
que te cubre ahora
con una capa de aire opaco
para que sigas dormido
como niño asesinado.
II
Sofocante es el aire en el cuadro,
y mis ojos ya no me auxilian:
no tengo
fuerza para verte.
Fallando
me rindo a la oscuridad.