Política

Myriam Bregman: el precio de la coherencia y la valentía

Por Sebastián Sayago

En relación al ataque de Hamas, en el segundo debate presidencial, Myriam Bregman dijo textualmente: "Nos duelen las víctimas civiles que ocurren en un conflicto que tiene como base la política del Estado de Israel de ocupación y de apartheid contra el pueblo palestino". Esta frase lejos está de ser una celebración del terrorismo o del asesinato de inocentes.

Expresó el lamento por todas las víctimas civiles, tanto las que asesinó Hamas como las que, antes y después, asesinó el ejército israelí. Y fue más allá: responsabilizó directamente al Estado de Israel de la situación de violencia que provoca estas matanzas. Es cuestión de conocer un poco de historia y de ver lo que sucede entre Israel y lo que queda de Palestina, para darse cuenta de que Bregman tiene razón.

Inmediatamente, se montó una operación para su linchamiento mediático. Una de las impulsoras fue Patricia Bullrich, quien mintió al decir que, en el debate, no se había podido hacer un minuto de silencio en homenaje a las víctimas del ataque terrorista porque la candidata del Frente de Izquierda se había negado. También diferentes diarios cuestionaron que no se haya solidarizado con Israel ni que haya condenado el ataque terrorista. Son los mismos medios que no interpelan al resto de las figuras políticas, cuando Israel bombardea la Franja de Gaza o encarcela, tortura o mata a inocentes. El asesinato de niños, mujeres, ancianos palestinos, desde mediados del siglo pasado, parece no merecer una condena.

Entonces, Bregman demostró coherencia e integridad moral. Se solidariza con la lucha de los oprimidos, en este caso, de un pueblo que está siendo sistemáticamente diezmado por una potencia económica y militar que le está quitando casi todo el territorio. Demostró también que tiene memoria y que asume que las cosas (sobre todo, las tragedias) no suceden porque sí: tienen causas.

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Por eso, ahora, es víctima de una cacería de brujas. Mejor dicho: de la cacería de una troska que, además, es judía. La impulsó Bullrich con sus mentiras, tal vez cansada de sentirse opacada ante la capacidad oratoria de Bregman. Se prendieron todos los actores políticos y culturales que ven con buenos ojos la ocupación israelí y, por ende, la masacre del pueblo palestino. Y, para darle más cuerpo a la movida, un montón de gente que consume fake news, que cree solo lo que les muestran algunos canales de televisión y algunos diarios.

En estos días, recibió cientos de amenazas en su celular y muchas más expresiones de repudio en las redes sociales. Combinación de oportunismo, odio al oprimido (o admiración al opresor) e ignorancia. Es el precio que paga Bregman por ser valiente, por decir la verdad o, al menos, la verdad que muchos no quieren escuchar.

La campaña en su contra tiene varios objetivos. El primero es intentar deslegitimar a una excelente candidata presidencial, que se destaca por sus cualidades positivas (a diferencia de sus competidores directos). El segundo es evitar el crecimiento de la izquierda, esa molesta voz que denuncia los pactos de la casta política para someter el país al FMI y ajustar a los trabajadores. El tercer objetivo es continuar modelando el sentido común de la sociedad, para impedir que se extienda la solidaridad con los pueblos oprimidos y que se luche por un futuro más justo para todos.

En este contexto, la importancia de Myriam Bregman es enorme. Lo mínimo que podemos hacer es expresarle nuestro reconocimiento y nuestro apoyo.

Fuente: Contrahegemonía web