Haití y sus muertos vivientesSPUTNIK
Los "muertos vivientes" que han invadido la cultura pop a nivel global tienen su origen en Haití, una nación tan pobre que sus habitantes existen, pero no viven. Como auténticos zombis...
Sin embargo, más allá de metáforas de precariedad y seres cuyo único propósito parece ser atiborrarse de sesos, en Haití se han documentado casos de personas envenenadas con un brebaje, con el propósito de "resucitarlas" y esclavizarlas.
El término proviene del vocablo "ndzumbi" (cuerpo) de una etnia de Gabón, aunque en la lengua bantú existe "nzambi", que alude al espíritu de una persona muerta, lo cual tiene más sentido para describir a estas criaturas.
El célebre forense francés Philippe Charlier los describió en su libro "Zombis: estudio antropológico sobre los muertos vivientes", un texto indispensable para conocer sobre esta práctica que persiste en Haití, por la desconfianza en la justicia tradicional.
Charlier explica que el zombi haitiano es alguien condenado por sociedades secretas a perder su libre albedrío, y son sometidos a un entierro simulado, en el que permanecen conscientes, aunque su aspecto exterior es el de alguien sin vida.
Las víctimas son, por lo general, personas que cometieron alguna falta social, ya sean ladrones, violadores, estafadores, asesinos... y que son envenenados por un "bokor", o sea, los brujos a cargo de preparar la pócima que "zombifica".
Tal práctica es ilegal y castigada con duras penas de cárcel por el código penal haitiana, pero igual persiste y es más frecuente de lo que podría creerse, y no siempre con fines justicieros. A veces solo se busca hacerle un daño a alguien con "magia negra".
Convirtiéndose en zombi
Estos zombis no nacen de la mordida de otro: aquí la clave es la tetrodotoxina, una sustancia neurotóxica que bloquea terminaciones nerviosas para provocar un estado de muerte aparente: pulso ínfimo, frialdad corporal, respiración queda...
El "muerto vivo" es velado según los ritos del vudú, y lo entierran sin embalsamar, porque la idea no es matarlo de veras, si no simularlo, hasta que el bokor y sus ayudantes, los autodenominados "hombres lobos", acuden a sacarlo de la tumba.
Cuando sacan el cuerpo, lo ponen cabeza abajo para que la sangre fluya, lo golpean para combatir la rigidez muscular y los calambres, y le dan a beber algún antídoto, como el jugo de beleño, que contrarresta los efectos de la tetrodotoxina.
Luego el flamante zombi es convocado por la sociedad secreta, se le cambia el nombre y se le administra drogas que anulan su voluntad, como benzodiacepinas, barbitúricos y otros medicamentos que generalmente recetan los psiquiatras.
"Se convierten en verdaderos esclavos del mundo moderno. Trabajan en cañaverales, fábricas o como sirvientes en casa de otros bokors. Desaparecen, ya no son las mismas personas. Es una pena peor que la muerte", comenta Charlier.
Reinserción social
El experto explica que los zombis rara vez logran reincorporarse a la sociedad, porque se supone que han muerto, y porque realmente han sido privados de su voluntad, ya sea por la administración constante de psicotrópicos o por la privación de sal.
Si, por casualidad, algún familiar de la víctima la reconoce y rescata, lo más práctico que puede hacer es adoptarla, pues las autoridades expiden certificados de defunción, pero no de resucitación.
Charlier también ha estudiado a los llamados "zombis psiquiátricos", individuos que están convencidos de que murieron y cenaron en el inframundo con el Baron Samedi (espíritu de la muerte en el vudú) y Madame Brigitte (protectora de los cementerios).
Ocurre también que alguna persona zombificada por tetrodotoxina -sustancia extraída del pez globo- desarrolla auténticos problemas psiquiátricas, o le quedan cicatrices espirituales muy duras de superar.
Explotando el terror
Se cuenta que había personas zombificadas entre los temibles Tontons Macoutes, la policía secreta de las dictaduras de Francois "Papa Doc" Duvalier y su hijo, Jean-Claude Duvalier, quienes alimentaron el mito de una supuesta protección sobrenatural.
"Los Duvalier alimentaban el mito de una ayuda sobrenatural, de una ayuda religiosa y mágico-religiosa de su ejército y de sus fuerzas especiales por los bokors. Era una forma de sembrar miedo", relata Charlier.
Estos sátrapas explotaron el horror para someter a su país, doblegado además por la miseria, falta de educación y múltiples flagelos sociales. Pero la cultura pop también le ha sacado partido al gusto de muchos por asustarse...
Desde "La legión de los hombres sin alma" (1930) hasta la fecha, los zombis se pasean por el cine, la literatura, la televisión y las novelas gráficas, con la soltura y la libertad que no tienen los auténticos muertos vivientes de Haití.
SPUTNIK
Los "muertos vivientes" que han invadido la cultura pop a nivel global tienen su origen en Haití, una nación tan pobre que sus habitantes existen, pero no viven. Como auténticos zombis...
Sin embargo, más allá de metáforas de precariedad y seres cuyo único propósito parece ser atiborrarse de sesos, en Haití se han documentado casos de personas envenenadas con un brebaje, con el propósito de "resucitarlas" y esclavizarlas.
El término proviene del vocablo "ndzumbi" (cuerpo) de una etnia de Gabón, aunque en la lengua bantú existe "nzambi", que alude al espíritu de una persona muerta, lo cual tiene más sentido para describir a estas criaturas.
El célebre forense francés Philippe Charlier los describió en su libro "Zombis: estudio antropológico sobre los muertos vivientes", un texto indispensable para conocer sobre esta práctica que persiste en Haití, por la desconfianza en la justicia tradicional.
Charlier explica que el zombi haitiano es alguien condenado por sociedades secretas a perder su libre albedrío, y son sometidos a un entierro simulado, en el que permanecen conscientes, aunque su aspecto exterior es el de alguien sin vida.
Las víctimas son, por lo general, personas que cometieron alguna falta social, ya sean ladrones, violadores, estafadores, asesinos... y que son envenenados por un "bokor", o sea, los brujos a cargo de preparar la pócima que "zombifica".
Tal práctica es ilegal y castigada con duras penas de cárcel por el código penal haitiana, pero igual persiste y es más frecuente de lo que podría creerse, y no siempre con fines justicieros. A veces solo se busca hacerle un daño a alguien con "magia negra".
Convirtiéndose en zombi
Estos zombis no nacen de la mordida de otro: aquí la clave es la tetrodotoxina, una sustancia neurotóxica que bloquea terminaciones nerviosas para provocar un estado de muerte aparente: pulso ínfimo, frialdad corporal, respiración queda...
El "muerto vivo" es velado según los ritos del vudú, y lo entierran sin embalsamar, porque la idea no es matarlo de veras, si no simularlo, hasta que el bokor y sus ayudantes, los autodenominados "hombres lobos", acuden a sacarlo de la tumba.
Cuando sacan el cuerpo, lo ponen cabeza abajo para que la sangre fluya, lo golpean para combatir la rigidez muscular y los calambres, y le dan a beber algún antídoto, como el jugo de beleño, que contrarresta los efectos de la tetrodotoxina.
Luego el flamante zombi es convocado por la sociedad secreta, se le cambia el nombre y se le administra drogas que anulan su voluntad, como benzodiacepinas, barbitúricos y otros medicamentos que generalmente recetan los psiquiatras.
"Se convierten en verdaderos esclavos del mundo moderno. Trabajan en cañaverales, fábricas o como sirvientes en casa de otros bokors. Desaparecen, ya no son las mismas personas. Es una pena peor que la muerte", comenta Charlier.
Reinserción social
El experto explica que los zombis rara vez logran reincorporarse a la sociedad, porque se supone que han muerto, y porque realmente han sido privados de su voluntad, ya sea por la administración constante de psicotrópicos o por la privación de sal.
Si, por casualidad, algún familiar de la víctima la reconoce y rescata, lo más práctico que puede hacer es adoptarla, pues las autoridades expiden certificados de defunción, pero no de resucitación.
Charlier también ha estudiado a los llamados "zombis psiquiátricos", individuos que están convencidos de que murieron y cenaron en el inframundo con el Baron Samedi (espíritu de la muerte en el vudú) y Madame Brigitte (protectora de los cementerios).
Ocurre también que alguna persona zombificada por tetrodotoxina -sustancia extraída del pez globo- desarrolla auténticos problemas psiquiátricas, o le quedan cicatrices espirituales muy duras de superar.
Explotando el terror
Se cuenta que había personas zombificadas entre los temibles Tontons Macoutes, la policía secreta de las dictaduras de Francois "Papa Doc" Duvalier y su hijo, Jean-Claude Duvalier, quienes alimentaron el mito de una supuesta protección sobrenatural.
"Los Duvalier alimentaban el mito de una ayuda sobrenatural, de una ayuda religiosa y mágico-religiosa de su ejército y de sus fuerzas especiales por los bokors. Era una forma de sembrar miedo", relata Charlier.
Estos sátrapas explotaron el horror para someter a su país, doblegado además por la miseria, falta de educación y múltiples flagelos sociales. Pero la cultura pop también le ha sacado partido al gusto de muchos por asustarse...
Desde "La legión de los hombres sin alma" (1930) hasta la fecha, los zombis se pasean por el cine, la literatura, la televisión y las novelas gráficas, con la soltura y la libertad que no tienen los auténticos muertos vivientes de Haití.