Patagonia

La Patagonia Rebelde, 100 años de la masacre de huelguistas campesinos

Por Franco Lucotti (Sputnik).

A fines de 1921, el Ejército argentino, asistido por fuerzas paramilitares, persiguió y asesinó a 1.500 obreros rurales de la provincia austral de Santa Cruz, levantados en armas para reclamar mejoras en sus humillantes condiciones de trabajo. Fue el acto de violencia institucional más grave cometido en el país durante un gobierno democrático.

La vida de un peón de estancia en la Patagonia a principios del siglo XX tenía las condiciones de sometimiento, previo a leyes laborales, que provocaron las primeras revueltas de trabajadores del mundo, como la revolución campesina en México, que inició en 1910, o la revolución bolchevique en la Rusia zarista, que estalló en 1917.

Hacia 1920, gobernaba en Argentina Hipólito Yrigoyen (1916-1922 / 1928-1930), dirigente de la Unión Cívica Radical (UCR), que había llegado al poder a través de las primeras elecciones libres, aunque exclusivamente masculinas, desplazando al caudillismo aristócrata conservador. Su gestión confirió reformas políticas, económicas, sociales, laborales y universitarias, pero fue intransigente con los focos de insurgencia armada.

"Los especialistas plantean que hubo una política del yrigoyenismo hacia el movimiento obrero oscilante, ambivalente. Conviven el apoyo explícito del Poder Ejecutivo nacional a distintos conflictos de trabajadores, con enormes matanzas que se produjeron en la primera presidencia", dijo a Sputnik el historiador argentino Jorge Nuñez.

El fantasma rojo del socialismo y el temor de la oligarquía a la virulencia anarquista había conducido, entre el 7 y el 14 de enero de 1919, a los hechos de la Semana Trágica en Buenos Aires, la revuelta obrera de inspiración soviética y la consecuente represión insititucional que produjeron más de 700 muertos y el primer pogromo antisemita en Latinoamérica.

Hubo enfrentamientos con la Policía y con grupos de choque que se conocían en la época como guardias blancas, sectores civiles vinculados a la Iglesia católica y la cúpula económica y militar, antecedentes de la Liga Patriótica -fuerza parapolicial anticomunista, antiobrera y antisemita- que provocaría, junto con la Gendarmería, la masacre de La Forestal, en el que asesinaron a cerca de 600 obreros leñadores de quebracho, en la provincia de Santa Fe, en 1921.

Los reclamos obreros del sur

El proletariado campesino en la Patagonia, donde las bajas temperaturas son constantes, comenzó a organizarse en estos años gracias al influjo de inmigrantes europeos, inspirados en el anarquismo y el socialismo comunista, a través de las primeras agrupaciones sindicales y federaciones obreras nacionales.

Las condiciones eran humillantes: dormían apelmazados en chozas de madera, sin abrigo ni ropa de trabajo adecuada, sin días de descanso más que el domingo después de trabajar entre 12 y 16 horas diarias, cobrando salarios miserables a través de vales o pesos chilenos que eran aceptados a un menor valor en los comercios.

La demanda de peones rurales, que había crecido durante la Primera Guerra Mundial para la producción de lana, cayó al igual que el precio internacional, al terminar el conflicto bélico. Cientos de trabajadores fueron despedidos y sus salarios reducidos.

"La UCR apoyó los reclamos obreros del sindicalismo revolucionario, que planteaba la prescindencia de la política electoral y la lógica partidaria, a diferencia del anarquismo, que era fuertemente perseguido por la represión, y el socialismo institucional, que se había conformado como partido [en 1896]", comentó el investigador y docente universitario.

Conducidos por Antonio Gallego Soto, dirigente obrero anarquista nacido en España y radicado en la ciudad de Río Gallegos, capital de la provincia patagónica de Santa Cruz, se produjeron en 1920 las primeras huelgas generales en el distrito, para demandar mejoras laborales a la Sociedad Rural y la administración local, unificados en la persona del gobernador interino Edelmiro Correa Falcón, conservador y latifundista.

Escalada y exterminio

Ante el fracaso de la negociación con las patronales y un intento frustrado de asesinato a Soto, las agrupaciones obreras se radicalizaron. Los huelguistas tomaron de rehenes a policías y estancieros y se hicieron de sus armas.

Entre enero de 1921, la Sociedad Rural presionó para una reacción e intervención del Gobierno nacional. Se instaló el nuevo gobernador, el oficialista Ángel Ysa, en simultáneo a tropas del Ejército a cargo del coronel Héctor Varela.

La conciliación momentánea es alcanzada a mediados de febrero, por lo que se liberaron rehenes y se acordaron las demandas laborales, aunque no fue aceptada por los grupos más rebeldes, que escondieron buena parte de las armas.

Varela y su regimiento regresaron a Buenos Aires en mayo y comenzaron las represalias de parte de las patronales, apoyadas por la Liga Patriótica, contra los trabajadores. La organización obrera se fractura entre parte del sindicalismo y el anarquismo.

Soto, que buscaba evitar un enfrentamiento con el Gobierno nacional, comenzó una campaña para organizar un segundo paro general, pero la Policía se anticipó con redadas, allanamientos, detención, tortura y deportación de dirigentes obreros. Los huelguistas volvieron a la radicalización en buena parte de la provincia. Algunos estancieros y fuerzas de choque los enfrentaron armados.

Según los relatos históricos, el presidente Yrigoyen encargó a Varela regresar a Santa Cruz y hacer lo necesario para sofocar la revuelta. 200 militares del Regimiento 10 de Caballería llegaron el 10 de noviembre de 1921 a Río Gallegos e iniciaron una represión y masacre sin antecedentes.

Se impuso un bando que exigía a los huelguistas la rendición inmediata o de lo contrario ser tratados como enemigos de la patria. Durante noviembre y diciembre, las tropas recorrieron el territorio provincial, combatieron con los rebeldes que se defendían, fusilaron a la inmensa mayoría de quienes se rendían o eran apresados y persiguieron a los que huyeron hasta terminar con sus vidas.

"Varela va a ejecutar en fusilamientos sumarios, sin ningún miramiento ni juicio, cuando la pena de muerte había sido derogada del Código Penal ese año, a entre 1.000 y 1.500 peones rurales; asesinados, degollados, les hacían cavar su fosa y les disparaban, los rociaban con combustible", narró Nuñez.

Ocultamiento y revelación

Entre 1972 y 1974, el historiador argentino Osvaldo Bayer fue el primero en realizar una exhaustiva investigación documental, publicada en cuatro tomos, titulada Los vengadores de la Patagonia trágica, también conocida como La Patagonia rebelde. Su cálculo es que fueron asesinados, entre enfrentamientos y fusilaciones, entre 300 y 1.500 trabajadores.

Bayer inició sus investigaciones a partir del libro de 1928 La Patagonia Trágica, escrito por José María Borrero, un político y abogado español radicado en Río Gallegos, quien apoyó la huelga y resumió entonces los hechos.

Las matanzas fueron denunciadas en su momento solamente por los periódicos anarquistas. Las agrupaciones sindicales dialoguistas y la clase política local repudiaron los acontecimientos más tarde, evitando represalias del Gobierno nacional, que eligió el manto de olvido en el que permanecieron durante décadas.

"Varela vuelve a Buenos Aires y el Gobierno se lo quiere sacar de encima, nadie lo quiere recibir y él busca el reconocimiento, dice que a él lo mandaron a hacer eso. Hay una comisión en el Congreso que no prospera, los diputados socialistas denuncian, pero los radicales se lavan las manos. Un tiempo después, Varela es interceptado afuera de su domicilio, donde le arrojan una bomba y le disparan", contó el historiador.

El 27 de enero de 1923, Kurt Wilckens, un justiciero anarquista alemán, asesinó en Buenos Aires a Varela, encargado de la masacre. Ernesto Pérez Millán Témperley, un joven de la Liga Patriótica y expolicía de Santa Cruz, vengó la muerte del militar al asesinar a Wilckens de un disparo en el pecho mientras dormía en su celda, el 15 de junio siguiente. Fue declarado demente e internado en un hospital, donde murió asesinado por otro interno.