Violencia estética: "El patriarcado construyó estereotipos para todas, y la industria de la belleza se apropió del discurso feminista" Entrevista de Lola Sánchez
Esther Pineda es socióloga, Magíster Scientiarum en Estudios de la Mujer, Doctora y Postdoctora en Ciencias Sociales, autora de los libros Machismo y vindicación. La mujer en el pensamiento sociofilosófico (2017). Cultura femicida. El riesgo de ser mujer en América Latina (2019), publicados por Prometeo Libros.
En su nuevo libro, "Bellas para morir. Estereotipos de género y violencia estética contra la mujer" (2021) la autora reúne las preocupaciones sobre la violencia estética, en línea con su trabajo sobre género y racismo. Una de las motivaciones para la escritura del libro es su propia experiencia en el marco de una cultura venezolana "profundamente vanidosa y superficial, con un culto exacerbado por la belleza". En una nueva entrevista con El Extremo Sur, Pineda reconoce esta violencia como una de las herramientas del patriarcado capitalista para mantener a las mujeres en un estado constante de inconformidad. El título no es metafórico, ya que afirma que la obsesión por alcanzar el ideal de belleza ha llevado a muchas mujeres a la enfermedad y la muerte.
"Lo que hicieron los medios de comunicación y el desarrollo tecnológico fue masificar esos ideales, hacerlos llegar hasta el último rincón del planeta", sostuvo. La socióloga desmintió la voluntad de inclusión que las marcas y los medios han mostrado en la última década, incorporando modelos "plus size", racializadas o mayores. "Lo han hecho para desviar la atención de las críticas y atraer como consumidoras a mujeres de estos grupos tradicionalmente excluidos", precisó.
Señaló la presencia de un mercado multimillonario, conformado por el negocio de las cirugías estéticas y los cosméticos, que incrementan sus ventas exponencialmente gracias a la inseguridad de las mujeres. Sin embargo, espera que la construcción de redes y una crítica política sobre los estereotipos sea capaz de "lesionar severamente la industria de la belleza". "Si no cambia la forma en que la sociedad mira y trata a las mujeres, es difícil que las mujeres puedan cambiar la forma en que se miran y tratan a sí mismas", concluyó la autora.
"Bellas para morir: Estereotipos de género y violencia estética contra la mujer" puede adquirirse de manera online a través de Editorial Prometeo.
¿De dónde proviene el interés por la escritura del libro? Ya había trabajado en este tema en artículos y libros previos.
La primera razón para escribir sobre la violencia estética es porque yo misma la sufrí durante mucho tiempo. La primera forma de violencia estética que viví fue desde la infancia, y se extendió durante la adolescencia por motivos racistas. Recibía bullying en el colegio y los espacios públicos por mi piel negra, mi cabello rizado, mis rasgos que evidencian mi herencia africana. En segundo lugar jugó un papel determinante la preocupación por lo que veía en mi entorno, crecer en una sociedad como la venezolana profundamente vanidosa y superficial, con un culto exacerbado por la belleza y las operaciones estéticas. La tercera razón que me llevó a investigar sobre esta problemática fueron los numerosos casos de mujeres en Latinoamérica que habían muerto realizándose algún procedimiento estético y que constantemente aparecían reseñadas en prensa y en televisión. Cuando buscaba información sobre esto no había nada, era una temática totalmente desatendida por el feminismo, y aún lo es.
¿Cómo definiría el concepto de "violencia estética"? ¿Por qué es tan difícil tipificarla y reconocerla, a diferencia de otras violencias?
La violencia estética es toda la presión a la que son sometidas las mujeres para responder a la expectativa y exigencias de belleza, presión que puede provenir de distintas instituciones y agentes de socialización como la familia, la escuela, los grupos de pares, los medios de comunicación, las redes sociales. Esta forma de violencia es difícil de tipificar por el hecho de que nunca ha sido reconocida como una forma de violencia, porque no se problematiza las presiones a las que están sometidas las mujeres para responder al mandato de belleza, porque los malestares, inconformidad y sufrimiento de las mujeres por no responder a estos estereotipos han sido percibidos históricamente como un asunto privado que corresponde a la dimensión de lo subjetivo de la persona, se asume como un problema de complejos y de autoestima y no como un problema social.
¿Las aspiraciones a la belleza tienen siempre implícita la violencia y la dominación?
Las aspiraciones de belleza son una construcción en el contexto de sociedades patriarcales que conciben a las mujeres como objeto y no como sujeto, por eso se exigen con tanto énfasis sobre las mujeres y no tanto sobre los hombres, desde allí ya partimos de dos formas de desigualdad, la objetivación de la persona y la feminización de esa objetivación. La imposición, normalización y cotidianización de estas expectativas de belleza y por tanto la dominación de las mujeres a través del mandato de la belleza se realiza a través de distintos métodos: en primer lugar, coactivos, por ejemplo a través de la exigencia de la belleza como requisito de feminidad, mediante burlas o discriminaciones. Y en segundo lugar, persuasivos, haciendo creer que la belleza es algo innato de las mujeres, que es una elección de ellas, que les va a garantizar aceptación social, afecto, reconocimiento. Lo que hicieron los medios de comunicación y el desarrollo tecnológico fue masificar esos ideales, hacerlos llegar hasta el último rincón del planeta, difundirlos entre los más opulentos y los más precarizados; por lo cual es muy difícil en nuestras sociedades contemporáneas resistir y confrontar esos imperativos de belleza.
Usted problematiza la "inclusión" de cuerpos no hegemónicos en las pasarelas y las campañas publicitarias, señalando que la misma ha sido utilizada para "convocar y ampliar el espectro de sus consumidoras" Entonces, ¿esta inclusión no se trata en absoluto de un beneficio para las mujeres?
Siempre es importante que todas las mujeres estén incluidas, visibilizadas, representadas; que puedan ver a alguien como ellas en una revista, una valla o en la televisión, eso es positivo porque ayuda a reconocerse, a humanizarse en una sociedad que invisibiliza y excluye a determinados grupos de personas. Pero sobre lo que llamo la atención y hago la crítica es que esta inclusión no es tan real o bien intencionada como parece, no surge porque de un día para otro las grandes marcas comenzaron a considerar bellas a esta diversidad de mujeres porque los imaginarios de lo que es bello y lo que no en lo social siguen inmóviles. Estas empresas han comenzado a incorporarlas para evitar o desviar la atención de los señalamientos que han recibido por sexismo, racismo, gordofobia, transfobia, capacitismo; para incrementar las ventas, para atraer como consumidoras a mujeres de estos grupos tradicionalmente excluidas y para capitalizar y apropiarse del discurso feminista que en la última década se ha masificado.
¿Qué efectos tiene sobre las mujeres de diversas etnias y orígenes el hecho de que "la estética haya sido colonizada"?
La creencia de que la única estética bella, válida y aceptable es aquella de origen europeo funciona como una condena hacia todas aquellas mujeres que no respondan a ese canon, condena que se traduce en rechazo, maltrato y discriminación por sus facciones, color de piel, fenotipo, cabello; todas las mujeres que no responden al mandato de la blanquitud europea son consideradas feas, antiestéticas, inarmónicas; y en las excepcionales oportunidades en que su estética es considerada bella porque se les exotiza, se les hipersexualiza, o porque estas mujeres no europeas y racializadas han logrado blanquearse, ya sea por el mestizaje o por las modificaciones corporales, es decir, han logrado acercarse un poco más al ideal de belleza fundamentado en la blanquitud.
En su libro señala la evidente relación del patriarcado con la belleza, ¿qué significa la belleza para hombres y mujeres, en tanto consumidores y objetos de consumo?
El canon de belleza desde sus orígenes es patriarcal porque ha sido creado por los hombres, para el disfrute de los hombres y para el beneficio de los hombres; fueron ellos quienes crearon un canon de belleza que a través de sus mandatos, instituciones y narrativas impusieron a las mujeres, canon que satisface sus expectativas e imaginarios, que son lo que ellos desean en las mujeres, lo que les atrae y les produce placer, y canon que además les ha reportado beneficios económicos porque les ha permitido construir toda una industria de la belleza que se sostiene e incrementa a partir del malestar y las inseguridades de las mujeres.
¿La apariencia también implica ciertos valores positivos o negativos sobre las mujeres? ¿Qué significa entonces, para el sistema, una mujer que no es atractiva?
El patriarcado es tan hábil que ha construido estereotipos para todas las mujeres, la mujer atractiva es concebida y representada como bonita pero tonta, con poca capacidad intelectual, falta de profundidad en sus conversaciones, superficial, vanidosa, interesada, pero por supuesto sexualmente atractiva y deseable; por su parte la mujer que no responde al canon de belleza es concebida y representada como fea, torpe, desexualizada; se le atribuye por lo general inteligencia y profesionalismo, pero que al mismo tiempo según los estereotipos viene acompañada de soledad, amargura e insatisfacción. Esto coloca a las mujeres en una situación en la que siempre, física y socialmente son insuficientes, siempre incompletas, siempre incapaces de satisfacer y cumplir con lo que se espera de ellas.
Frente a este contexto tan agresivo, ¿qué sucede con la psique, la autoestima de mujeres y niñas?
Las niñas crecen recibiendo mensajes externos sobre su apariencia, positivos o negativos los cuales dependen de cuánto respondan o no al canon de belleza. La niña que recibe comentarios negativos sobre su imagen, y además no encuentra referentes de diversidad estética y corporal en las cuales reconocerse o identificarse crece sintiéndose insegura, incorrecta, inapropiada, fea, incómoda, y si no cuenta con apoyo, acompañamiento, información, esto la puede acompañar toda su vida; algunas sintiendo su valor como persona disminuido, otras experimentando trastornos dismórficos corporales o alimenticios, otras sometiéndose a procedimientos estéticos para poder acercarse al canon de belleza e intentar cambiar la forma en la que son percibidas por los demás y cómo se sienten con ellas mismas. La respuesta a este problema no es sólo individual, no basta el discurso de "amor propio", es necesaria la deconstrucción colectiva de los estereotipos, cánones y mandatos de belleza. Si no cambia la forma en que la sociedad mira y trata a las mujeres, es difícil que las mujeres puedan cambiar la forma en que se miran y tratan a sí mismas.
¿Cómo caracteriza la "macdonalización" de los procedimientos de belleza?
La macdonaldización es un concepto acuñado por el sociólogo George Ritzer que intenta explicar cómo en nuestras sociedades los procedimientos complejos en la sociedad contemporánea han sido masificados, corporativizados y simplificados; esto extrapolado a la problemática de la industria de la belleza significa que ya no es difícil realizarse una cirugía o procedimiento estético como antes por las existencia de limitaciones tecnológicas, la existencia de pocas y exclusivas clínicas estéticas o los altos costos de los procedimientos lo cual lo hacía accesible sólo a quienes detentaban mayor poder adquisitivo; en la actualidad las clínicas estéticas las consigues en cualquier esquina de cualquier pueblo o ciudad tal como ocurre con los MacDonalds, te ofrecen una diversidad de procedimientos, algunos incluso en combos (un lifting+una liposucción+implantes de senos) tan variados como los combos de hamburguesas, se han abaratado sus costos, y además se realizan en tiempo récord.
En resumen, ¿estamos ante una democratización y proliferación de las formas de opresión contra las mujeres?
La opresión hacia las mujeres siempre ha estado presente, en cualquier época, contexto, clase social y grupo étnico-racial, y siempre ha sido masivo, no hay ninguna mujer que escape de la opresión sexista; lo característico de esta época es que esa opresión no siempre es explícita, visible, violenta o coactiva; sino que se ha mutado a nuevas formas para expresarse y realizarse, por ejemplo, ahora la opresión se disfraza de libre elección, y con ello se le hace creer a las mujeres que no se les impone nada sino que son ellas quienes quieren realizarse esos procedimientos, para sí mismas, por su autoestima, aunque no sepan explicar que las motiva o empuja a ello.
Otro de sus planteos es la autopercepción de las mujeres, quienes se miran a través de la mirada de los varones y sus fantasías. ¿Cree que estamos ante un panorama en el que cada vez más mujeres puedan verse a sí mismas a través de sus propios ojos? ¿Qué efectos políticos implicaría este cambio de mirada?
Más mujeres se están amigando con sus cuerpos, con su imagen, con la diversidad, pero siguen siendo muy pocas, y sigue siendo una lucha muy larga y difícil consigo mismas; sin embargo, de a poco, con información, pero sobre todo, con comunidad, es decir, mostrándole a las mujeres que no es un problema de cada una, que no es un fenómeno individual, sino que son muchas quienes atraviesan y sienten lo mismo como consecuencia de estructuras y mandatos sociales, se va soltando la culpa, se va dejando de agredir al propio cuerpo. Si todas las mujeres comenzaran a verse de otra manera, a soltar la culpa, a sentirse libres de esas imposiciones, sin lugar a dudas lesionarían severamente a la industria de la belleza, pero no al punto de desaparecer. No soy tan optimista, pero sí les obligaría a realizar cambios en sus productos, servicios, en la forma en que se publicitan, en los cuerpos que muestran, como lo han comenzado a hacer algunas empresas tan hegemónicas como Barbie o Victoria Secret. Eso ocurre justamente por las críticas y señalamientos que se le vienen haciendo, como también por la disminución en sus ventas.
Entrevista de Lola Sánchez
Esther Pineda es socióloga, Magíster Scientiarum en Estudios de la Mujer, Doctora y Postdoctora en Ciencias Sociales, autora de los libros Machismo y vindicación. La mujer en el pensamiento sociofilosófico (2017). Cultura femicida. El riesgo de ser mujer en América Latina (2019), publicados por Prometeo Libros.
En su nuevo libro, "Bellas para morir. Estereotipos de género y violencia estética contra la mujer" (2021) la autora reúne las preocupaciones sobre la violencia estética, en línea con su trabajo sobre género y racismo. Una de las motivaciones para la escritura del libro es su propia experiencia en el marco de una cultura venezolana "profundamente vanidosa y superficial, con un culto exacerbado por la belleza". En una nueva entrevista con El Extremo Sur, Pineda reconoce esta violencia como una de las herramientas del patriarcado capitalista para mantener a las mujeres en un estado constante de inconformidad. El título no es metafórico, ya que afirma que la obsesión por alcanzar el ideal de belleza ha llevado a muchas mujeres a la enfermedad y la muerte.
"Lo que hicieron los medios de comunicación y el desarrollo tecnológico fue masificar esos ideales, hacerlos llegar hasta el último rincón del planeta", sostuvo. La socióloga desmintió la voluntad de inclusión que las marcas y los medios han mostrado en la última década, incorporando modelos "plus size", racializadas o mayores. "Lo han hecho para desviar la atención de las críticas y atraer como consumidoras a mujeres de estos grupos tradicionalmente excluidos", precisó.
Señaló la presencia de un mercado multimillonario, conformado por el negocio de las cirugías estéticas y los cosméticos, que incrementan sus ventas exponencialmente gracias a la inseguridad de las mujeres. Sin embargo, espera que la construcción de redes y una crítica política sobre los estereotipos sea capaz de "lesionar severamente la industria de la belleza". "Si no cambia la forma en que la sociedad mira y trata a las mujeres, es difícil que las mujeres puedan cambiar la forma en que se miran y tratan a sí mismas", concluyó la autora.
"Bellas para morir: Estereotipos de género y violencia estética contra la mujer" puede adquirirse de manera online a través de Editorial Prometeo.
¿De dónde proviene el interés por la escritura del libro? Ya había trabajado en este tema en artículos y libros previos.
La primera razón para escribir sobre la violencia estética es porque yo misma la sufrí durante mucho tiempo. La primera forma de violencia estética que viví fue desde la infancia, y se extendió durante la adolescencia por motivos racistas. Recibía bullying en el colegio y los espacios públicos por mi piel negra, mi cabello rizado, mis rasgos que evidencian mi herencia africana. En segundo lugar jugó un papel determinante la preocupación por lo que veía en mi entorno, crecer en una sociedad como la venezolana profundamente vanidosa y superficial, con un culto exacerbado por la belleza y las operaciones estéticas. La tercera razón que me llevó a investigar sobre esta problemática fueron los numerosos casos de mujeres en Latinoamérica que habían muerto realizándose algún procedimiento estético y que constantemente aparecían reseñadas en prensa y en televisión. Cuando buscaba información sobre esto no había nada, era una temática totalmente desatendida por el feminismo, y aún lo es.
¿Cómo definiría el concepto de "violencia estética"? ¿Por qué es tan difícil tipificarla y reconocerla, a diferencia de otras violencias?
La violencia estética es toda la presión a la que son sometidas las mujeres para responder a la expectativa y exigencias de belleza, presión que puede provenir de distintas instituciones y agentes de socialización como la familia, la escuela, los grupos de pares, los medios de comunicación, las redes sociales. Esta forma de violencia es difícil de tipificar por el hecho de que nunca ha sido reconocida como una forma de violencia, porque no se problematiza las presiones a las que están sometidas las mujeres para responder al mandato de belleza, porque los malestares, inconformidad y sufrimiento de las mujeres por no responder a estos estereotipos han sido percibidos históricamente como un asunto privado que corresponde a la dimensión de lo subjetivo de la persona, se asume como un problema de complejos y de autoestima y no como un problema social.
¿Las aspiraciones a la belleza tienen siempre implícita la violencia y la dominación?
Las aspiraciones de belleza son una construcción en el contexto de sociedades patriarcales que conciben a las mujeres como objeto y no como sujeto, por eso se exigen con tanto énfasis sobre las mujeres y no tanto sobre los hombres, desde allí ya partimos de dos formas de desigualdad, la objetivación de la persona y la feminización de esa objetivación. La imposición, normalización y cotidianización de estas expectativas de belleza y por tanto la dominación de las mujeres a través del mandato de la belleza se realiza a través de distintos métodos: en primer lugar, coactivos, por ejemplo a través de la exigencia de la belleza como requisito de feminidad, mediante burlas o discriminaciones. Y en segundo lugar, persuasivos, haciendo creer que la belleza es algo innato de las mujeres, que es una elección de ellas, que les va a garantizar aceptación social, afecto, reconocimiento. Lo que hicieron los medios de comunicación y el desarrollo tecnológico fue masificar esos ideales, hacerlos llegar hasta el último rincón del planeta, difundirlos entre los más opulentos y los más precarizados; por lo cual es muy difícil en nuestras sociedades contemporáneas resistir y confrontar esos imperativos de belleza.
Usted problematiza la "inclusión" de cuerpos no hegemónicos en las pasarelas y las campañas publicitarias, señalando que la misma ha sido utilizada para "convocar y ampliar el espectro de sus consumidoras" Entonces, ¿esta inclusión no se trata en absoluto de un beneficio para las mujeres?
Siempre es importante que todas las mujeres estén incluidas, visibilizadas, representadas; que puedan ver a alguien como ellas en una revista, una valla o en la televisión, eso es positivo porque ayuda a reconocerse, a humanizarse en una sociedad que invisibiliza y excluye a determinados grupos de personas. Pero sobre lo que llamo la atención y hago la crítica es que esta inclusión no es tan real o bien intencionada como parece, no surge porque de un día para otro las grandes marcas comenzaron a considerar bellas a esta diversidad de mujeres porque los imaginarios de lo que es bello y lo que no en lo social siguen inmóviles. Estas empresas han comenzado a incorporarlas para evitar o desviar la atención de los señalamientos que han recibido por sexismo, racismo, gordofobia, transfobia, capacitismo; para incrementar las ventas, para atraer como consumidoras a mujeres de estos grupos tradicionalmente excluidas y para capitalizar y apropiarse del discurso feminista que en la última década se ha masificado.
¿Qué efectos tiene sobre las mujeres de diversas etnias y orígenes el hecho de que "la estética haya sido colonizada"?
La creencia de que la única estética bella, válida y aceptable es aquella de origen europeo funciona como una condena hacia todas aquellas mujeres que no respondan a ese canon, condena que se traduce en rechazo, maltrato y discriminación por sus facciones, color de piel, fenotipo, cabello; todas las mujeres que no responden al mandato de la blanquitud europea son consideradas feas, antiestéticas, inarmónicas; y en las excepcionales oportunidades en que su estética es considerada bella porque se les exotiza, se les hipersexualiza, o porque estas mujeres no europeas y racializadas han logrado blanquearse, ya sea por el mestizaje o por las modificaciones corporales, es decir, han logrado acercarse un poco más al ideal de belleza fundamentado en la blanquitud.
En su libro señala la evidente relación del patriarcado con la belleza, ¿qué significa la belleza para hombres y mujeres, en tanto consumidores y objetos de consumo?
El canon de belleza desde sus orígenes es patriarcal porque ha sido creado por los hombres, para el disfrute de los hombres y para el beneficio de los hombres; fueron ellos quienes crearon un canon de belleza que a través de sus mandatos, instituciones y narrativas impusieron a las mujeres, canon que satisface sus expectativas e imaginarios, que son lo que ellos desean en las mujeres, lo que les atrae y les produce placer, y canon que además les ha reportado beneficios económicos porque les ha permitido construir toda una industria de la belleza que se sostiene e incrementa a partir del malestar y las inseguridades de las mujeres.
¿La apariencia también implica ciertos valores positivos o negativos sobre las mujeres? ¿Qué significa entonces, para el sistema, una mujer que no es atractiva?
El patriarcado es tan hábil que ha construido estereotipos para todas las mujeres, la mujer atractiva es concebida y representada como bonita pero tonta, con poca capacidad intelectual, falta de profundidad en sus conversaciones, superficial, vanidosa, interesada, pero por supuesto sexualmente atractiva y deseable; por su parte la mujer que no responde al canon de belleza es concebida y representada como fea, torpe, desexualizada; se le atribuye por lo general inteligencia y profesionalismo, pero que al mismo tiempo según los estereotipos viene acompañada de soledad, amargura e insatisfacción. Esto coloca a las mujeres en una situación en la que siempre, física y socialmente son insuficientes, siempre incompletas, siempre incapaces de satisfacer y cumplir con lo que se espera de ellas.
Frente a este contexto tan agresivo, ¿qué sucede con la psique, la autoestima de mujeres y niñas?
Las niñas crecen recibiendo mensajes externos sobre su apariencia, positivos o negativos los cuales dependen de cuánto respondan o no al canon de belleza. La niña que recibe comentarios negativos sobre su imagen, y además no encuentra referentes de diversidad estética y corporal en las cuales reconocerse o identificarse crece sintiéndose insegura, incorrecta, inapropiada, fea, incómoda, y si no cuenta con apoyo, acompañamiento, información, esto la puede acompañar toda su vida; algunas sintiendo su valor como persona disminuido, otras experimentando trastornos dismórficos corporales o alimenticios, otras sometiéndose a procedimientos estéticos para poder acercarse al canon de belleza e intentar cambiar la forma en la que son percibidas por los demás y cómo se sienten con ellas mismas. La respuesta a este problema no es sólo individual, no basta el discurso de "amor propio", es necesaria la deconstrucción colectiva de los estereotipos, cánones y mandatos de belleza. Si no cambia la forma en que la sociedad mira y trata a las mujeres, es difícil que las mujeres puedan cambiar la forma en que se miran y tratan a sí mismas.
¿Cómo caracteriza la "macdonalización" de los procedimientos de belleza?
La macdonaldización es un concepto acuñado por el sociólogo George Ritzer que intenta explicar cómo en nuestras sociedades los procedimientos complejos en la sociedad contemporánea han sido masificados, corporativizados y simplificados; esto extrapolado a la problemática de la industria de la belleza significa que ya no es difícil realizarse una cirugía o procedimiento estético como antes por las existencia de limitaciones tecnológicas, la existencia de pocas y exclusivas clínicas estéticas o los altos costos de los procedimientos lo cual lo hacía accesible sólo a quienes detentaban mayor poder adquisitivo; en la actualidad las clínicas estéticas las consigues en cualquier esquina de cualquier pueblo o ciudad tal como ocurre con los MacDonalds, te ofrecen una diversidad de procedimientos, algunos incluso en combos (un lifting+una liposucción+implantes de senos) tan variados como los combos de hamburguesas, se han abaratado sus costos, y además se realizan en tiempo récord.
En resumen, ¿estamos ante una democratización y proliferación de las formas de opresión contra las mujeres?
La opresión hacia las mujeres siempre ha estado presente, en cualquier época, contexto, clase social y grupo étnico-racial, y siempre ha sido masivo, no hay ninguna mujer que escape de la opresión sexista; lo característico de esta época es que esa opresión no siempre es explícita, visible, violenta o coactiva; sino que se ha mutado a nuevas formas para expresarse y realizarse, por ejemplo, ahora la opresión se disfraza de libre elección, y con ello se le hace creer a las mujeres que no se les impone nada sino que son ellas quienes quieren realizarse esos procedimientos, para sí mismas, por su autoestima, aunque no sepan explicar que las motiva o empuja a ello.
Otro de sus planteos es la autopercepción de las mujeres, quienes se miran a través de la mirada de los varones y sus fantasías. ¿Cree que estamos ante un panorama en el que cada vez más mujeres puedan verse a sí mismas a través de sus propios ojos? ¿Qué efectos políticos implicaría este cambio de mirada?
Más mujeres se están amigando con sus cuerpos, con su imagen, con la diversidad, pero siguen siendo muy pocas, y sigue siendo una lucha muy larga y difícil consigo mismas; sin embargo, de a poco, con información, pero sobre todo, con comunidad, es decir, mostrándole a las mujeres que no es un problema de cada una, que no es un fenómeno individual, sino que son muchas quienes atraviesan y sienten lo mismo como consecuencia de estructuras y mandatos sociales, se va soltando la culpa, se va dejando de agredir al propio cuerpo. Si todas las mujeres comenzaran a verse de otra manera, a soltar la culpa, a sentirse libres de esas imposiciones, sin lugar a dudas lesionarían severamente a la industria de la belleza, pero no al punto de desaparecer. No soy tan optimista, pero sí les obligaría a realizar cambios en sus productos, servicios, en la forma en que se publicitan, en los cuerpos que muestran, como lo han comenzado a hacer algunas empresas tan hegemónicas como Barbie o Victoria Secret. Eso ocurre justamente por las críticas y señalamientos que se le vienen haciendo, como también por la disminución en sus ventas.