Patagonia

La historia de la librería Libracos en Neuquén, la dictadura y un libro genial de Angelino

Por Gerardo Burton.

Deja el mate y empieza a recordar la historia de las ferias del libro en Neuquén, que organizaban los libreros y papeleros. Hubo diez ediciones, cuenta él, y la prehistoria fue cuando se reunió el Congreso de librerías, papelerías y afines, durante el primer gobierno democrático luego de la dictadura.

Apenas sentados en torno del escritorio en el entrepiso del depósito, ella mencionará que en "Los bárbaros", Alessandro Baricco habla de los cambios culturales en marcha que derivan en un saqueo en tres ámbitos sociales específicos: el vino, el fútbol y los libros. La imposición del gusto californiano en los vinos; el negocio y la tecnología del espectáculo en el fútbol y el vaciamiento de la calidad en los libros, que sólo funcionan comercialmente si son capaces de conectarse con otros géneros -cine, televisión, fama y glamour-. Eso en un contexto de transnacionalización de la industria editorial.

La charla es con Beba (Genoveva) Jaramillo, que en un momento hablará de la presentación de la novela "Con otro sol", de Diego Angelino, en 1975. Con ese libro, el narrador radicado en Chubut había ganado un concurso del diario La Nación con un jurado que integraban Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Alicia Jurado. En un rato más subirá Néstor Rivas con un termo y un mate. La escena ya está completa. Angelino tenía un vivero, dice ella, y una vez compró por encargo de una empresa una gran cantidad de tulipanes pero la transacción no se confirmó. Iba con su camión por todos lados, ríen los dos, tratando de venderlos a mitad de precio para recuperar algo de lo que había invertido.

Días atrás, en un mensaje por correo electrónico ha llegado la crónica de la librería, redactada a cuatro manos por Beba Jaramillo y Beba de Cea para una investigadora de la historia local. Está encabezada por una cita de Borges, "De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo... Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria".

La historia comienza así: En octubre de 1973, Marta Echeverría, con el apoyo económico de su cuñado, Cacho Alonso, abre la librería Libracos con el propósito de desarrollar en la zona un espacio cultural que al mismo tiempo tuviera un rédito comercial. En la esquina de Perito Moreno y Corrientes existía un local propiedad de la familia Echeverría y allí instalan la librería que se convierte en un centro de atracción para los habitantes del Bajo de la ciudad de Neuquén. A mediados de 1974 le propone a Marta de Cea unirse al proyecto con la idea de llevar a cabo otras actividades culturales además de la venta de libros, tarjetas, discos, posters. A partir de ese momento se incorpora Marta de Cea y Cacho abandona la sociedad restituyéndosele el capital. La librería se convirtió en un punto clave de reuniones culturales y de búsqueda de novedades literarias y musicales en un Neuquén aún provinciano. Una noche de marzo de 1975 un artefacto explosivo estalló en la librería, habían comenzado desde fines del año anterior las actividades de la triple A. La bomba de alto poder ocasionó daños en el local y en la mercadería pero también tenía un objetivo disuasivo, que no concurriera la gente al lugar, que no se realizaran reuniones; en una palabra, sembrar el temor. En abril del 1975 Marta de Cea obtiene una maestría para cursar un posgrado en una Universidad de Perú y en su lugar se une al proyecto su hermana, Beba de Cea. Durante ese año se trabajó intensamente para mejorar la librería para tratar de que el miedo no ahuyentara a la gente.

En junio del año siguiente en un operativo represivo desaparece Alicia Pifarré, que había trabajado en la librería; luego en un procedimiento similar, una patota secuestra a Marta de Cea, que es llevada a La Escuelita y, al ser liberada, se exilia en México con su hermana Beba. Marta Echeverría también se va del país, se instala en Brasil. Entonces alquilan y más tarde transfieren a Beba y Néstor la librería. Ahora funciona sobre la calle Corrientes, a metros de la esquina con Perito Moreno donde estaba en sus orígenes. De eso ya hace más de cuarenta años. Ahora el equipo se completa con Santiago Rivas, hijo de la pareja, y seis empleados.

En esa época, dice ella, trabajaba en Siringa, con Kune Grinberg. Era una librería chiquita, sobre la diagonal (25 de Mayo), antes de instalarse en su definitivo domicilio sobre la avenida Argentina. Había estudiado algo de letras y de trabajo social y culminó con psicología social. Considerábamos al libro desde otro ángulo, dice, la librería era parte del trabajo social. Todo surgía de la reconceptualización de la profesión a partir de la teoría y la práctica de Ezequiel Ander Egg, que colocaba lo popular por delante de toda tarea. El oficio de librero, dice, produce un cambio cualitativo, que se da por acumulación, porque estimula a seguir aprendiendo. En Siringa trabaja entre 1969 y 1973, después pasa a la Biblioteca Central de la Universidad Nacional del Comahue hasta la intervención de Remus Tetu, cuando vuelve con Grinberg.

Deja el mate y empieza a recordar la historia de las ferias del libro en Neuquén, que organizaban los libreros y papeleros. Hubo diez ediciones, cuenta él, y la prehistoria fue cuando se reunió el Congreso de librerías, papelerías y afines, durante el primer gobierno democrático luego de la dictadura. Tuvieron apoyo de Felipe Sapag, que era el gobernador, y se organizó en el Hotel Sol de San Martín de los Andes. En la provincia esa etapa fue importantísima, dice ella, en cuanto a sistemas de salud estaban Francia, Cuba y Neuquén. Los proyectos personales se inscribían en un proyecto más amplio, más general, de provincia, de país. Era muy nutritivo. Y él, Néstor, recuerda el plan educativo provincial, la gestión cultural. Las primeras ferias eran para las Cámaras: se hacían con el auspicio del gremio docente ATEN y del diario Río Negro, además del estado provincial. Las editoriales enviaban los libros en consignación y los que no se vendían se devolvían. La primera feria -él la llama "número cero"- en esta ciudad se hizo en la planta alta de la Galería Jardín, que estaba en construcción. Después, con participación de los libreros de entonces -Siringa, Logos, Platerito, San Pablo, Oltem, Heidi-, adquirió carácter comercial, es decir, además de exposición, había venta de libros. La ronda comenzó en el viejo local que tenía el Banco Credicoop en la calle Juan B. Justo.

Los contratiempos no han impedido desarrollar una intensa y fructífera tarea en todo lo que hace a la difusión del libro y la promoción de la lectura, respondiendo al requerimiento y necesidades de tres generaciones de lectores neuquinos, respetando siempre la diversidad y pluralidad tanto de autores como de temáticas; siendo el lema de la librería "Pongamos el libro al alcance de todos".

Las ferias se organizaban en el contexto de la integración a la cámara nacional -LIRA, Libreros del Interior de la República Argentina- como parte de estrategias de las pequeñas y medianas librerías en cuanto a las condiciones de comercialización y difusión del libro. Las últimas ferias se hicieron en el museo Gregorio Álvarez de la capital neuquina, e incluían la participación de escritores locales y nacionales con lecturas, conferencias y talleres. El punto culminante fue la convocatoria masiva de público con la participación de Quino, a mediados de la década de 1990. En 1993, la librería apoyó financieramente la edición del libro "Historia de Neuquén", de Susana Bandieri, Orietta Favaro, Marta Morinelli y otros autores, que se incorporó a la colección Historia de nuestras provincias de la editorial Plus Ultra y se hizo a partir de un convenio entre la Cámara de Libreros, Papeleros y Afines de Neuquén y el departamento de Historia de la Universidad del Comahue.

Estos años recientes, la municipalidad organizó la feria del libro, un emprendimiento empresarial itinerante por todo el país, donde operan editoriales y bolseros, libreros que trabajan sólo en estos emprendimientos. Está complicada la edición hoy día, dice Néstor: el papel se cotiza a precio dólar y eso encarece el libro. Las editoriales grandes -Planeta-Sudamericana; Random Mondadori, Santillana- abandonaron la Cámara Argentina del Libro y operan por su parte. Forman los precios, imponen las condiciones comerciales y dejan parte del negocio a pequeñas editoriales que muchas veces funcionan como banco de pruebas de autores. Muchas veces un título de éxito tiene un antecedente en una de estas organizaciones menores. De regreso a Baricco, citado por Beba, la idea de calidad de una edición o de un texto, al bárbaro le resulta indiferente, lo que le interesa es a qué está conectado el libro: debe "completar secuencias de sentido que se han generado en otra parte". Es decir, lo importante para el negocio es que el texto esté conectado a zonas limítrofes que proceden del cine, la televisión, la prensa o la fama.

Un informe de las cámaras que agrupan a editoriales grandes, medianas y pequeñas aparecido la semana pasada en medios de prensa de Buenos Aires establece que hubo una caída en la producción de libros en el país del 30 por ciento y de ventas, de alrededor del 50 por ciento desde 2015.

Superados los años de persecución, censura y autocensura, sobrevinieron crisis económicas y cambios culturales y sociales que afectaban directamente a la actividad librera, tales como el auge del uso indiscriminado de las fotocopias en reemplazo del libro y el desembarco en la ciudad de Neuquén de grandes cadenas de librerías de capitales nacionales e internacionales. También la tecnología digital y el auge de la cultura de la lectura digital, han significado un duro golpe al libro impreso, aunque con el tiempo ha ido disminuyendo su efecto.

A esto se añaden las dificultades en la circulación de libros, salvo para las grandes cadenas, y la difusión del hábito de fotocopiar textos de estudio que se incrementa con la excusa del alto precio de los libros o las dificultades para obtenerlo. Y en eso está la desvalorización de la función docente, dice Beba, y la devaluación del libro como herramienta de aprendizaje y enseñanza. Se perdieron las ventajas fiscales que había en la década de 1970 y que incluía los gastos de flete en el precio de los libros que se comercializaban lejos de su lugar de impresión, con lo cual los márgenes de rentabilidad se estrechan para los libreros de provincias, salvo para las grandes cadenas que prorratean esos costos.

Fuente: Va Con Firma