Patagonia

Lissette Feliz: "La discriminación es tremenda; para muchos las dominicanas somos todas prostitutas"

Entrevista de Lola Sánchez.

Lisette Feliz dejó su vida en República Dominicana para buscar otra oportunidad en Argentina. En Comodoro Rivadavia enfrenta los desafíos de la discriminación en una sociedad marcada históricamente por la inmigración pero que mantiene persistentes marcas de racismo. Admite que "los primeros tiempos en Comodoro fueron muy tristes" y remarca que lucha junto a su comunidad para visibilizar los problemas de las mujeres y los afrodescendientes. Es una de las fundadoras de la Asociación Dominicana Mano a Mano, donde milita por los derechos de su comunidad, contra el racismo y contra la violencia de género.

¿Cómo llegaste a la Argentina y qué cambios supuso esto para tu vida?

Me vine a la Argentina en 2007. En mi país estudiaba publicidad y quise continuar los estudios; pero por un tema de documentación no pude. Uno al ser inmigrante tiene muchas limitaciones. Al principio vivía en Rosario y tampoco contaba con los medios económicos para pagar una universidad privada. Luego de un año me trasladé a Buenos Aires hasta que por cuestiones de la vida terminé en Comodoro Rivadavia. Empecé de cero, en una ciudad bastante particular. Después de un tiempo fui mamá. Sin embargo, seguí buscando la veta del arte, es lo que siempre me gustó.

¿Cómo lograste encontrar tu primera oportunidad?

Entré a un casting por curiosidad; buscaban dominicanos. Me interesó porque desde los medios de comunicación siempre se nos nombraba por cosas negativas. Es parte del imaginario popular pensar que todos hacemos lo mismo y estamos en los mismos rubros; es bastante discriminatorio también. Me puse a leer el guión y era como mi vida reflejada en papel. El resumen de esa historia era mi vida. Quedé seleccionada para el casting y empecé a dedicarme al teatro; todo lo que se me cruzaba en ese momento iba por ese camino. Entonces empecé a estudiar en el instituto.

¿Cuáles fueron tus impresiones al llegar a la Argentina, y en particular a Comodoro?

Fue un choque fuerte. Buenos Aires me encantó. Yo soy de Santo Domingo, la capital en mi país. Es grande, pero en comparación con Argentina es como una provincia. Me llamó la atención la comida, todo era desconocido para mí. Cuando me vine al sur sentí mucho dolor, mucha tristeza, porque aquí la gente era cerrada y muy discriminatoria conmigo. Tengo muchas anécdotas no muy agradables. Ir por la calle, que me miren mal. Yo soy charlatana, me gusta compartir, y aquí me encontré con que la gente ni siquiera me saludaba; eso me chocaba mucho. No era agradable en ese entonces. Ya lo superé y hoy tengo a mis amigos, a mi familia, aunque los primeros tiempos en Comodoro fueron muy tristes.

Además del prejuicio de la gente, ¿Notabas discriminación en las autoridades o personal del Estado?

Sí, en Migraciones, por ejemplo. Era difícil. Era como ponerme la ropa de pelear y salir a la calle. Cuando llegas te encuentras con personal que es muy arisco, muy tosco para hablar porque está acostumbrado a trabajar con gente que baja la cabeza y se deja pisar; quizás porque no conoce sus derechos y le cuesta hablar o defenderse. Yo no me puedo quedar callada cuando veo que están haciendo las cosas injustamente. Hasta el día de hoy hay personas de mi casa que cuando tienen que ir a Migraciones me piden si puedo ayudarlos. Les da miedo ir a enfrentarse porque los tratan mal. Se abusan de que el otro tiene desconocimiento. No es fácil.

Actualmente integrás la Asociación Dominicana Mano a Mano. ¿Cómo comenzó esta iniciativa? ¿Qué actividades llevan a cabo?

Es una asociación civil de nuestra comunidad; ya que antes no teníamos agrupación ni organización de ningún tipo. Hay muchos dominicanos en Comodoro Rivadavia. Al haber tantos, surgían problemas. Veíamos mujeres de nuestra comunidad que han fallecido de manera violenta. Nos movió el asesinato de Lucía de la Rosa. Eso fue en abril de 2019. Nosotros hicimos una marcha, nos convocamos todas. Yo encabecé la convocatoria con gente de la Multisectorial de Mujeres. La desgracia nos unió y nos llevó a organizarnos. La desgracia de Lucia, una chica que tenía muchos años aquí en la ciudad y fue asesinada por un hombre, sigue impune.

¿Cuál es la situación del juicio por el asesinato de Lucía?

Ese juicio está parado y ahora con la cuestión de la pandemia, más. Hace un año que a Lucía la asesinaron y todavía no hay culpables condenados. A partir de ahí surge la Asociación. Con este tema nosotros venimos trabajando con la solidaridad en nuestra comunidad. En el marco de la pandemia hemos estado muy unidos, abocándonos a ayudar a gente que está en situación de precariedad, que tiene mucha necesidad. Nos reunimos, compramos comida e incluso pudimos ayudar al Hospital y a algunos comedores que apadrinamos. Estamos trabajando para el bien de la comunidad.

¿Cómo vivís la doble discriminación que suponen el racismo y la violencia de género?

Es bastante fuerte. La discriminación hacia la mujer es tremenda, ni hablar de los asesinatos, especialmente de mujeres humildes. Por el contrario, cuando mueren las ricas los medios lo cubren por días. A las mujeres más humildes nos matan y nos entierran. Es un tema que para mí es muy duro de trabajar, milito todo lo que puedo para ayudar a las mujeres. El maltrato no es bueno para nadie, nosotras nos debemos respeto. Somos mujeres y tenemos que ayudarnos entre nosotras. Acá hay discriminación, contra la mujer y contra la inmigrante. Para la gente, las dominicanas somos todas prostitutas. Por el contrario, aquí en Comodoro hay un montón de mujeres que llevan años trabajando y no todas están en ese mundo. El imaginario social se quedó colgado de eso. Es un trabajo social y educativo que hay que dar para combatir esto.

El Día Internacional contra la Violencia de Género se conmemora en recuerdo del asesinato las hermanas Mirabal, que lucharon contra el régimen del dictador Trujillo en República Dominicana. ¿Es un precedente de lucha para las mujeres de tu país?

La historia de las mujeres de mi tierra es muy rica, como en la mayoría de Latinoamérica. Nosotras como dominicanas somos luchadoras, somos mujeres muy trabajadoras, personas que salen a poner el frente; muchas veces criticadas y con una cuestión cultural muy fuerte. En mi país la mayoría de los hogares están compuestos por mujeres solas, mujeres que son papá y mamá porque el padre machista está ausente, y no se queda a criar a su familia. Eso marca mucho a la mujer. Es muy fuerte, se levanta, va a trabajar, cría a sus hijos sola, los echa adelante sola como puede. Hay mucha falta de educación y de oportunidades en mi tierra. Todo eso nos vuelve más fuertes. Eso viene en nuestra esencia, siempre hay una mujer muy fuerte en la historia dominicana, las principales guerreras aparecieron contra la dictadura de Trujillo, pero anterior a eso hay mucha historia.

¿Sentís que los comodorenses empiezan a conocer y aceptar tu cultura?

Todavía hay mucho rechazo. Yo pertenezco al colectivo de Omi-Obi, y junto a la Cátedra Libre de Pueblos Originarios, Afrodescendientes y Migrantes hicimos unos videos y los compartimos. El objetivo es visibilizar el racismo, el colectivo social e imaginario que tiene la gente principalmente acá en la ciudad. No conocen mucho mi cultura, ahora se han empezado a abrir un poco más a la comida, a nuestra música, a nuestro estilo. El carnaval sí tuvo una aceptación muy positiva. Fue el primer año que pudimos hacer muestra de nuestra cultura en el carnaval y a la gente le gustó. Así que por ahí vamos haciendo el trabajo.

Tras el asesinato de George Floyd en Estados Unidos se retomó el debate del racismo. ¿Creés que hay un doble estándar sobre cómo percibimos el racismo afuera y dentro del país?

Existe una doble moral. Hablemos de racismo en la Argentina. Hay una cosa de mirar afuera, pero hay que mirar acá; acá pasa. Tenemos un doble discurso, pero todo lo que viene del otro lado del charco, dígase Europa o Estados Unidos, está bien visto. Es una composición cultural y social del argentino. Todavía falta transitar ese largo camino. Argentina apenas está abriéndose a los otros pueblos hermanos, que no solo es Europa que lo llenó de gente. Hay otras migraciones. Aunque no nos quieran ver, estamos.

¿Cuál es tu evaluación del trato que reciben en Argentina?

No hay que ver solo al chico que mataron en Estados Unidos. Todos los días nos matan acá, a dichos, a malos tratos. Lo que más duele es que no lo aceptan. Falta mucha concientización. No lo aceptan y todavía nos colocan en un nivel menor de jerarquía, siempre estamos debajo o después de ellos. No aceptan que el que viene de afuera no siempre viene mal o a quitarle algo. Por ejemplo, yo me vine a la Argentina porque quería salir, estaba en un estado de stand by en un momento complicado; quería buscarme otra oportunidad. No es fácil salir y dejar todo, empezar de cero. La gente eso no lo ve, no se pone en los zapatos del otro, no lo cuestiona siquiera. ¿Sabes lo que duele estar lejos? Y perderse todo lo que uno se pierde.

¿Cómo ves el futuro para tu comunidad en esta ciudad? ¿Es posible construir una sociedad con menos prejuicios?

Creo que el trabajo que se viene haciendo aporta a eso, y si las cosas se siguen visibilizando mi esperanza es esa. Creo que en poco tiempo, más ahora con todo lo que nos está pasando a nivel mundial, las cosas pueden cambiar para mejor. Es importante tener un Estado que se preocupe para erradicar las desigualdades, para que se dejen de marcar esas diferencias. Vamos caminando por un sendero que va a tener un buen final. Hay mucho trabajo para hacer. Las redes sociales influyen mucho, hay muchos medios para llegar y concientizar. Debemos empezar a descolonizarnos, y dejar muchas prácticas que uno sostiene porque no conoce el origen. Si descolonizamos las prácticas y lo mostramos, en un futuro cercano vamos a tener una sociedad con menos prejuicios.