Williams: "La poesía tiene una función social de resistencia, de sostener aquello que se está dejando caer" El poeta y narrador Ariel Williams, autor de libros imprescindibles como "Conurbano sur", "Los fronterantes", "Discurso del contador de gusanos", "El cementerio de cigarrillos", "La Era de Paso de Caballo", "Los niños asesinos", "Invención y desinvención de Giorgia Bardat & Nadie es hermoso" y cuya antología poética "Cómo se construye una orfandad" fue destacada por Osvaldo Aguirre en Clarín como uno de los mejores libros del 2024, analizó en este entrevista con El Extremo Sur lo que dejó el año pasado en cuanto a la producción literaria, la circulación de esas producciones y los escenarios para darlas a conocer. "Siento que muchos de los que escribimos nos encerramos en el propio trabajo, dejamos de hacer movidas", esbozó.
Frente a un contexto de desfinanciamiento y batalla cultural, los artistas ensayan respuestas y, lejos de detenerse, sostienen la producción. En diálogo con El Extremo Sur, el poeta, narrador y docente Ariel Williams (Trelew, 1967) habló desde Puerto Madryn, donde reside, sobre este escenario, particularmente de la situación en Patagonia.
"Como en los '90, nuevamente hay una búsqueda de banalización absoluta de la cultura y la sociedad, la literatura está recibiendo ataques en ese sentido también, evidentemente hay un plan de aculturación de la gente, se siente eso en la literatura", sostuvo, e indicó que el cimbronazo se sintió con fuerza en el mundo editorial.
Habló de una movida patagónica muy fuerte previa a la crisis del 2001 y la reconfiguración de esa potencia a través de otros frentes; y reflexionó sobre la producción literaria en Patagonia, la reconfiguración de los circuitos de intercambio entre escritores, la "identidad" de la literatura regional, los desafíos editoriales y el boom narrativo de los últimos años.
¿Qué balance hacés, como escritor, del contexto cultural del 2024?
Lo que se vivió fue un cimbronazo muy fuerte, sobre todo desde el punto de visto editorial, y supongo que también en términos del Fondo Nacional de las Artes, yo no me presenté nunca, pero parece que para muchos escritores y poetas es muy importante. Desde el punto de vista editorial ha sido un año muy difícil. Hace unos meses editaron una antología de mis libros de poesía en Miño y Dávila que la veníamos elaborando desde 2023 y tendría que haber salido ese año, pero bueno, las cosas se demoraron y salió recién a principios de 2024, y ahí en algún momento incluso el editor, Gerardo Miño, me dijo no se si va a poder salir' y realmente se la jugó y salió la antología ("Cómo se inventa una orfandad"). Así que a pesar de que hubo una apuesta del editor también estuvo el peligro de que no se editara. Algo parecido paso con otro libro que me iban a editar en una editorial artesanal, El Vendedor de Tierra, que posiblemente iba a salir y no pudieron sacarlo así que sale este año, con suerte. Desde ese punto de vista, la situación está muy difícil. No solamente por la cuestión de que no hay plata, la gente no tiene plata para comprar los libros, sino también por la cultura, la literatura ha estado recibiendo un ataque frontal del gobierno y de los que responden a su ideología. Como en los '90, nuevamente hay una búsqueda de banalización absoluta de la cultura y la sociedad, la literatura está recibiendo ataques en ese sentido también, evidentemente hay un plan de aculturación de la gente, se siente eso en la literatura.
¿Cómo lo ves a nivel patagónico? ¿Notás un crecimiento de la visibilidad de la producción literaria y poética de la región?
Como escritor patagónico, la situación es todavía más difícil. En la Patagonia no hay muchas posibilidades de editar, hay pocas editoriales, no hay muchas posibilidades de difundir lo que se edita, y más actualmente. Hasta hace unos pocos años, después de la crisis del 2001, en la Patagonia había un circuito literario muy importante, con encuentros de escritores, incluso de escritores jóvenes, que tenían lugares para mostrar lo que hacían. Y ese circuito, esa movida literaria, había llegado a tener un reconocimiento nacional bastante importante; es decir, la literatura que se escribe acá en la Patagonia había logrado una visibilidad que hasta ese momento nunca había tenido. Todo eso lamentablemente cayó después de la crisis de 2001, se dejaron de hacer encuentros de escritores, creo que el único que resistió fue el encuentro de Esquel, y algunas cositas a nivel local. También siento que ocurrió que muchos de los que escribimos nos encerramos en el propio trabajo, dejamos de hacer movidas. Tardó en recuperarse la movida literaria patagónica y hoy lo está haciendo de otra manera, a través de ferias de libros, presentaciones de libros, cafés literarios, esa parte de la movida volvió con mucha fuerza. Pero los encuentros de escritores, por ejemplo, ya no se hacen.
En estos escenarios, ¿cuál es el rol de la poesía? ¿Considerás que le cabe una función social?
Me parece que en ese contexto la poesía tiene una función social que es de resistencia, de sostener aquello que se está dejando caer, de sostener algo que para mi es fundamental tanto en la poesía como en la literatura que es la posibilidad de construir otros sentidos alternativos frente a los sentidos impuestos; otras experiencias, la posibilidad de imaginar, pensar, inventar otras experiencias, otras formas de ser y de vivir que la literatura y el arte mantienen vivas.
Frente a la discusión del centro-periferia, y el debate sobre posicionarse o no como escritor patagónico, ¿cuál es tu postura? ¿Qué rol juega lo geográfico en la identidad y la producción artística?
Yo siento que cuando estaba fuerte el circuito literario patagónico, reivindicarse escritor patagónico estaba bueno, era una postura interesante, pero creo que hoy en día ya no. Es decir, creo que esa reivindicación no pasaba, aunque siempre estaba en discusión el tema, por la identidad, sino por otra cosa, por un circuito que era alternativo en alguna medida, y tenía sus rasgos propios y sus ámbitos de consagración simbólica propios. Desde ese punto de vista se podía hablar de literatura patagónica. Creo que no es interesante preguntarse si existe una identidad de la cultura patagónica, me parece una pregunta reaccionaria, siempre deja a alguien afuera. Y es una búsqueda de fijar algo, una especie de ser o idea. Eso me parece que siempre es reaccionario. Por otro lado, por supuesto que lo que se escribe en un lugar, en una geografía, tiene algunos rasgos propios porque las vivencias de los escritores y las escritoras son singulares. Por otro lado, también hay una historia detrás. La Patagonia tiene una historia detrás que involucra no solamente la época en la cual la cultura occidental, el hombre blanco invade, sino toda la experiencia y la tradición de los Pueblos Originarios, que muchos poetas revindican fuertemente, no está solamente la lectura mapuche sino con otras como en Tierra del Fuego, por ejemplo, donde las desgrabaciones de los cantos de Lola Kiepja han tenido una importancia y una influencia enorme.
Con todos estos debates y reconfiguraciones, ¿cómo se perfila hoy el escenario de producción literaria y poética en Patagonia?
Se hace mucho más difícil acceder a las obras que se van editando en las distintas provincias patagónicas justamente porque ya no hay encuentros de escritores. Una de las posibilidades importantes que brindaban los encuentros era la posibilidad de intercambiar libros, escuchar lo que estaba haciendo el otro, intercambiar puntos de vista, debatir, todo eso se ha perdido. En la época en la que hubo una movida patagónica importante también había varios medios a través de los cuales se difundía en general, no solo en el contexto de los escritores y escritoras; había suplementos literarios, revistas, había publicaciones virtuales, era un circuito muy intenso, eso hoy casi no está. Entonces se hace más difícil acceder a lo que los demás están haciendo. Y, por otro lado, siento que se ha reconfigurado el sistema literario en la Patagonia de una manera fuerte porque en la época de la que hablaba había un primado muy fuerte de la poesía. La cantidad de libros de poesía que se escribían, se publicaban, la cantidad de poetas que había era mayor a los que hacían narrativa, y que las publicaciones de narrativa que había. Siento que eso se ha ido revirtiendo, y hoy en día, por lo menos, se ha emparejado. Eso se ve, por ejemplo, en el catalogo de Espacio Hudson, en otra época es muy posible que ese catalogo hubiera tenido casi exclusivamente libros de poesía publicados. La anterior editorial que tuvo Cristian Aliaga, que era Revuelto Magallanes, que llegó a publicar nada más que cuatro libros porque después se produjo la crisis del 2001, esos cuatro libros eran de poesía. En Espacio Hudson se ven publicaciones de poesía, ensayo y narrativa. Ahí tenemos otro golpe durísimo que recibió el contexto de la literatura patagónica, que es el fallecimiento del querido Cristian Aliaga, no solo perdimos uno de nuestros poetas más importantes, para mi el poeta más grande de la Patagonia, sino también su proyecto editorial en el cual muchos de los que escribimos en la Patagonia tuvimos la posibilidad de editar.
El poeta y narrador Ariel Williams, autor de libros imprescindibles como "Conurbano sur", "Los fronterantes", "Discurso del contador de gusanos", "El cementerio de cigarrillos", "La Era de Paso de Caballo", "Los niños asesinos", "Invención y desinvención de Giorgia Bardat & Nadie es hermoso" y cuya antología poética "Cómo se construye una orfandad" fue destacada por Osvaldo Aguirre en Clarín como uno de los mejores libros del 2024, analizó en este entrevista con El Extremo Sur lo que dejó el año pasado en cuanto a la producción literaria, la circulación de esas producciones y los escenarios para darlas a conocer. "Siento que muchos de los que escribimos nos encerramos en el propio trabajo, dejamos de hacer movidas", esbozó.
Frente a un contexto de desfinanciamiento y batalla cultural, los artistas ensayan respuestas y, lejos de detenerse, sostienen la producción. En diálogo con El Extremo Sur, el poeta, narrador y docente Ariel Williams (Trelew, 1967) habló desde Puerto Madryn, donde reside, sobre este escenario, particularmente de la situación en Patagonia.
"Como en los '90, nuevamente hay una búsqueda de banalización absoluta de la cultura y la sociedad, la literatura está recibiendo ataques en ese sentido también, evidentemente hay un plan de aculturación de la gente, se siente eso en la literatura", sostuvo, e indicó que el cimbronazo se sintió con fuerza en el mundo editorial.
Habló de una movida patagónica muy fuerte previa a la crisis del 2001 y la reconfiguración de esa potencia a través de otros frentes; y reflexionó sobre la producción literaria en Patagonia, la reconfiguración de los circuitos de intercambio entre escritores, la "identidad" de la literatura regional, los desafíos editoriales y el boom narrativo de los últimos años.
¿Qué balance hacés, como escritor, del contexto cultural del 2024?
Lo que se vivió fue un cimbronazo muy fuerte, sobre todo desde el punto de visto editorial, y supongo que también en términos del Fondo Nacional de las Artes, yo no me presenté nunca, pero parece que para muchos escritores y poetas es muy importante. Desde el punto de vista editorial ha sido un año muy difícil. Hace unos meses editaron una antología de mis libros de poesía en Miño y Dávila que la veníamos elaborando desde 2023 y tendría que haber salido ese año, pero bueno, las cosas se demoraron y salió recién a principios de 2024, y ahí en algún momento incluso el editor, Gerardo Miño, me dijo no se si va a poder salir' y realmente se la jugó y salió la antología ("Cómo se inventa una orfandad"). Así que a pesar de que hubo una apuesta del editor también estuvo el peligro de que no se editara. Algo parecido paso con otro libro que me iban a editar en una editorial artesanal, El Vendedor de Tierra, que posiblemente iba a salir y no pudieron sacarlo así que sale este año, con suerte. Desde ese punto de vista, la situación está muy difícil. No solamente por la cuestión de que no hay plata, la gente no tiene plata para comprar los libros, sino también por la cultura, la literatura ha estado recibiendo un ataque frontal del gobierno y de los que responden a su ideología. Como en los '90, nuevamente hay una búsqueda de banalización absoluta de la cultura y la sociedad, la literatura está recibiendo ataques en ese sentido también, evidentemente hay un plan de aculturación de la gente, se siente eso en la literatura.
¿Cómo lo ves a nivel patagónico? ¿Notás un crecimiento de la visibilidad de la producción literaria y poética de la región?
Como escritor patagónico, la situación es todavía más difícil. En la Patagonia no hay muchas posibilidades de editar, hay pocas editoriales, no hay muchas posibilidades de difundir lo que se edita, y más actualmente. Hasta hace unos pocos años, después de la crisis del 2001, en la Patagonia había un circuito literario muy importante, con encuentros de escritores, incluso de escritores jóvenes, que tenían lugares para mostrar lo que hacían. Y ese circuito, esa movida literaria, había llegado a tener un reconocimiento nacional bastante importante; es decir, la literatura que se escribe acá en la Patagonia había logrado una visibilidad que hasta ese momento nunca había tenido. Todo eso lamentablemente cayó después de la crisis de 2001, se dejaron de hacer encuentros de escritores, creo que el único que resistió fue el encuentro de Esquel, y algunas cositas a nivel local. También siento que ocurrió que muchos de los que escribimos nos encerramos en el propio trabajo, dejamos de hacer movidas. Tardó en recuperarse la movida literaria patagónica y hoy lo está haciendo de otra manera, a través de ferias de libros, presentaciones de libros, cafés literarios, esa parte de la movida volvió con mucha fuerza. Pero los encuentros de escritores, por ejemplo, ya no se hacen.
En estos escenarios, ¿cuál es el rol de la poesía? ¿Considerás que le cabe una función social?
Me parece que en ese contexto la poesía tiene una función social que es de resistencia, de sostener aquello que se está dejando caer, de sostener algo que para mi es fundamental tanto en la poesía como en la literatura que es la posibilidad de construir otros sentidos alternativos frente a los sentidos impuestos; otras experiencias, la posibilidad de imaginar, pensar, inventar otras experiencias, otras formas de ser y de vivir que la literatura y el arte mantienen vivas.
Frente a la discusión del centro-periferia, y el debate sobre posicionarse o no como escritor patagónico, ¿cuál es tu postura? ¿Qué rol juega lo geográfico en la identidad y la producción artística?
Yo siento que cuando estaba fuerte el circuito literario patagónico, reivindicarse escritor patagónico estaba bueno, era una postura interesante, pero creo que hoy en día ya no. Es decir, creo que esa reivindicación no pasaba, aunque siempre estaba en discusión el tema, por la identidad, sino por otra cosa, por un circuito que era alternativo en alguna medida, y tenía sus rasgos propios y sus ámbitos de consagración simbólica propios. Desde ese punto de vista se podía hablar de literatura patagónica. Creo que no es interesante preguntarse si existe una identidad de la cultura patagónica, me parece una pregunta reaccionaria, siempre deja a alguien afuera. Y es una búsqueda de fijar algo, una especie de ser o idea. Eso me parece que siempre es reaccionario. Por otro lado, por supuesto que lo que se escribe en un lugar, en una geografía, tiene algunos rasgos propios porque las vivencias de los escritores y las escritoras son singulares. Por otro lado, también hay una historia detrás. La Patagonia tiene una historia detrás que involucra no solamente la época en la cual la cultura occidental, el hombre blanco invade, sino toda la experiencia y la tradición de los Pueblos Originarios, que muchos poetas revindican fuertemente, no está solamente la lectura mapuche sino con otras como en Tierra del Fuego, por ejemplo, donde las desgrabaciones de los cantos de Lola Kiepja han tenido una importancia y una influencia enorme.
Con todos estos debates y reconfiguraciones, ¿cómo se perfila hoy el escenario de producción literaria y poética en Patagonia?
Se hace mucho más difícil acceder a las obras que se van editando en las distintas provincias patagónicas justamente porque ya no hay encuentros de escritores. Una de las posibilidades importantes que brindaban los encuentros era la posibilidad de intercambiar libros, escuchar lo que estaba haciendo el otro, intercambiar puntos de vista, debatir, todo eso se ha perdido. En la época en la que hubo una movida patagónica importante también había varios medios a través de los cuales se difundía en general, no solo en el contexto de los escritores y escritoras; había suplementos literarios, revistas, había publicaciones virtuales, era un circuito muy intenso, eso hoy casi no está. Entonces se hace más difícil acceder a lo que los demás están haciendo. Y, por otro lado, siento que se ha reconfigurado el sistema literario en la Patagonia de una manera fuerte porque en la época de la que hablaba había un primado muy fuerte de la poesía. La cantidad de libros de poesía que se escribían, se publicaban, la cantidad de poetas que había era mayor a los que hacían narrativa, y que las publicaciones de narrativa que había. Siento que eso se ha ido revirtiendo, y hoy en día, por lo menos, se ha emparejado. Eso se ve, por ejemplo, en el catalogo de Espacio Hudson, en otra época es muy posible que ese catalogo hubiera tenido casi exclusivamente libros de poesía publicados. La anterior editorial que tuvo Cristian Aliaga, que era Revuelto Magallanes, que llegó a publicar nada más que cuatro libros porque después se produjo la crisis del 2001, esos cuatro libros eran de poesía. En Espacio Hudson se ven publicaciones de poesía, ensayo y narrativa. Ahí tenemos otro golpe durísimo que recibió el contexto de la literatura patagónica, que es el fallecimiento del querido Cristian Aliaga, no solo perdimos uno de nuestros poetas más importantes, para mi el poeta más grande de la Patagonia, sino también su proyecto editorial en el cual muchos de los que escribimos en la Patagonia tuvimos la posibilidad de editar.