Tuitero superpoderoso: Elon Musk construye su gobierno global Por Marcelo Falak
Un aluvional financiamiento de la campaña electoral de Donald Trump, el anuncio de que dispondrá un drástico achicamiento del Estado desde la codirección del futuro Departamento de Eficiencia Gubernamental, el uso de un algoritmo promotor de cuanta idea de ultraderecha pulule en Twitter, sus características y ambiciones personales y su astronómica fortuna personal han hecho de Elon Musk el hombre más poderoso del mundo, acaso por encima del propio presidente electo de Estados Unidos.
En los últimos días generó enorme revuelo al meterse literalmente en el bolsillo a todo el Congreso de ese país, imponer un proyecto de su gusto -diferente del negociado por los dos grandes partidos- para evitar un cierre de la administración pública por falta de presupuesto, respaldar a la extrema derecha -con tintes neonazis- como "la única solución" para Alemania y sugerir, para espanto de laboristas y conservadores, que podría comenzar a financiar a los ultras del Reino Unido.
Una tecnoplutocracia -el gobierno de los técnicos y los ricos- de fuerza sin precedentes despliega sus tentáculos en Estados Unidos, Europa y la Argentina de Javier Milei.
El Congreso de Estados Unidos, a los pies de Elon Musk
Como es habitual, el agotamiento del presupuesto federal obligó al Congreso estadounidense a elaborar contra reloj un proyecto de extensión de partidas para evitar el shutdown, como se denomina al cierre de la administración pública por falta de fondos. Eso habría paralizado programas de prevención de catástrofes, de reconstrucción por desastres naturales y de investigación científica y, de modo más tangible, habría enviado a sus casas a millones de empleados en todo el país sin el pago de sus salarios justo antes de las fiestas.
Para que eso no ocurriera, también como suele suceder, demócratas y republicanos acordaron un paquete que aseguraría un final tranquilo del mandato de Joe Biden y un comienzo ordenado para el de Trump. Sin embargo, a Musk no le pareció bien y lo bombardeó desde su cuenta de Twitter hasta hacerlo naufragar.
El tardío apoyo del mandatario electo a esa ofensiva generó todo tipo de comentarios sobre quién detentará el verdadero poder durante los cuatros años que comenzarán con la ceremonia de asunción del 20 de enero.
Elon Musk, el dueño
Desde la red social que compró en octubre de 2022 por 44.000 millones de dólares -ahora se sabe para qué-, bombaredó con más de 150 mensajes a sus más de 208 millones de seguidores el último miércoles por la tarde para hacer caer el proyecto bipartidista.
La campaña incluyó fake news que reposteó como una ametralladora, lo que incluyó mentiras como que el paquete contenía un aumento del 40% de los salarios de los diputados y senadores -en realidad era de 3,8%-, 3.000 millones de dólares para la guerra en Ucrania y otro tanto para la construcción de un nuevo estadio en Washington DC, fondos para producir armas biológicas, así como disposiciones para bloquear investigaciones -una persecución previsible- a los miembros del comité que indagó en el intento de golpe trumpista del 6 de enero de 2021, que incluyó el asalto al Capitolio. Nada de eso era cierto.
Recién a la noche del mismo miércoles, Trump explicitó su rechazo al plan, sembrando dudas sobre si será él quien mande desde el 20E o el hombre que puso 277 millones de dólares en su campaña, aunque más dinero pudo haber fluido a través de propaganda indirecta pagada por diversos "comités de acción política" .
Al final, Musk ganó, no sin haber amenazado a los legisladores republicanos que se le resistían con financiar a sus rivales en sus próximas elecciones primarias. Tal fue la presión que el presidente de la Cámara de Representantes (diputados), el republicano Mike Johnson, lo llamó para rogarle que pusiera fin a la catarata de tuits.
El final dejó un proyecto mucho más chico para evitar el shutdown, programas federales desfinanciados desde antes de la asunción del nuevo gobierno y la sensación de que una suerte de tecnoplutocracia se apoderó del sistema que se presentaba, orgulloso, como la democracia más poderosa del mundo.
La dictadura del algoritmo
Desde hace tiempo, Twitter ha relajado al extremo sus criterios de moderación de fake news y, desde ya, no los puso en práctica para desmentir a su dueño.
Es más, sus algoritmos han convertido a la red, desde el desembarco de Musk, en "un megáfono para las ideas conservadoras" y ultraderechistas. Recientes disposiciones han hecho de la verificación de identidad un privilegio que ya no se prueba sino que se compra y no evitan que los usuarios bloqueados puedan leer qué escriben quienes nada quieren saber con ellos. El poder de decisión del titular de una cuenta sobre lo que se le presenta se ha visto drásticamente reducido.
La presencia de los posteos de Musk es abrumadora por cantidad y por número de seguidores, pero ni siquiera dejar de seguirlo impide que aparezcan permanentemente en el listado de los usuarios.
Todas esas prácticas, sentidas como abusivas por millones de personas, le han restado en los últimos dos años tráfico y han alimentado booms como el de la nueva red el de la nueva red Bluesky y el de Threads, aunque la primera sigue concentrando -y moldeando- buena parte del debate político en el mundo con sus 588 millones de cuentas activas hasta septiembre.
Elon Musk y la extrema derecha europea
En su momento de mayor poder, Musk mete también la cola en Europa.
Por un lado, reposteó -con un comentario sorprendente- un mensaje de la influencer alemana Naomi Seibt, que le atribuía al conservador Friedrich Merz, favorito para las elecciones anticipadas de febrero, rechazo a las ideas políticas del propio Musk y de Milei. "Sólo la AfD puede salvar a Alemania", replicó el magnate en referencia al partido de extrema derecha Alternativa por Alemania.
La AfD es ultraconservadora, ultranacionalista, islamófoba, antiinmigración y suele quedar inmersa en polémicas por reivindicaciones que algunos de sus dirigentes hacen del régimen nazi.
Quien fuera cabeza de lista del partido en las últimas elecciones para el Parlamento Europeo, Maximilian Krah, debió dejar la dirección de la agrupación y apartarse de los actos de campaña después de declarar que no todo miembro de las SS "es automáticamente un criminal".
Hasta Marine Le Pen rompió relaciones con AfD en el Parlamento Estrasburgo por ese episodio.
Björn Höcke, el presidente de AfD en el länder -estado federado- de Turingia -este de Alemania, su principal bastión-, causó estupefacción el año pasado al usar una arenga nazi en un mitin político, lo que le valió una multa. "¡Todo por nuestra patria, todo por Sajonia-Anhalt! Todo por...!", exclamó, alentando a los concurrentes a gritar "Alemania". El detalle es que "todo por Alemania" es una consigna nazi y que el propio Höcke ya había sido amonestado en 2021 por utilizarla.
En 2018, calificó de "monumento de la vergüenza" al memorial del Holocausto de Berlín y reclamó "un giro de 180 grados" sobre el modo en que Alemania hace autocrítica por su pasado.
La presidenta de AfD, Alice Weidel, le agradeció el gesto a Musk. La mujer suele ser discutida dentro de su formación por su condición de lesbiana y por estar en pareja con una inmigrante de Sri Lanka, con quien adoptó dos chicos.
En la carrera hacia los comicios del 23 de febrero, el conservador Merz ronda el 32% de la intención de voto, mientras que AfD ya supera el 18% en las encuestas, por encima de los socialdemócratas del saliente Olaf Scholz y los Verdes.
¿El respaldo de Musk a AfD será sólo cosa de un posteo y del trabajo de los algoritmos?
Así como amenazó con meter mano con sus millones en cada distrito estadounidense en futuras elecciones legislativas, el multimillonario analiza realizar una fuerte donación a Reform UK -"Reformá el Reino Unido"-, el partido ultra de Nigel Farage, uno de los principales impulsores del brexit, proceso que sentó un precedente mundial sobre el uso de las fake news y de los datos de los usuarios de Internet a través de las acciones de Cambridge Analytica.
¿Qué hay de nuevo, viejo?
El dinero y los medios de difusión siempre han jugado un rol clave en la política en todas las democracias del mundo. ¿Qué tiene entonces de novedoso el fenómeno Musk?
Sudafricano de nacimiento, el magnate no puede ser presidente de Estados Unidos, pero no por eso deja de proyectar su influencia.
La pregunta sobre la novedad que representa el dueño de Twitter, Tesla, SpaceX, Starlink y otras compañías comienza a responderse por el volumen: nunca en la historia de la humanidad una sola persona acumuló una riqueza semejante. En este caso, lo cuantitativo hace a lo cualitativo.
De acuerdo con el relevamiento que la agencia Bloomberg realiza de modo permanente, siguiendo las variaciones de cotización de las acciones y activos de los mayores magnates del mundo, Musk no sólo es el más rico de todos, sino que su patrimonio neto asciende a la cifra sin precedentes de 444.000 millones de dólares. Si lo siguiera usando, con capacidades muy superiores a las estándar en cualquier campaña que le interese, podría influir decisivamente sobre el futuro del mundo.
Su riqueza casi duplica a la del segundo del ránking, el fundador de Amazon, Jeff Bezos, y su incremento sólo en el último año casi equivale a todo el patrimonio del tercero, el ceo de Meta, Mark Zuckerberg.
Musk constituye un caso único. Bezos también busca influir con su fortuna, pero lo ha hecho en base a la compra de The Washington Post -250 millones de dólares en 2013-, polémica en su momento y también en la última campaña, cuando ordenó quebrar la tradición de anunciar una preferencia electoral. Es decir que el segundo milmillonario del mundo influye sobre la opinión pública en base a una herramienta tradicional, por más que se lea en la web; Musk lo hace a través de las redes y los algoritmos.
La diferencia no es menor. El Post -sujeto, como toda la prensa, a amenazas trumpistas de acoso- actúa dentro de un ecosistema de medios plural y compite también con los motores de búsqueda y las redes sociales.
Lo de Musk es diferente: por Twitter pasa buena parte del debate político en Estados Unidos y de muchos países, incluida la Argentina. Y en ese mundo virtual, de algoritmos opacos, big data y tráfico de datos personales, goza casi de un monopolio, constituyendo incluso la puerta de entrada de millones de jóvenes a una "información de picoteo". A diferencia de Instagram, Facebook y otras redes, Twitter es un foro mucho más político.
Por otro lado, cuenta su impronta personal. Extrovertido y decidido a convertirse en un líder político, se ha adosado a Trump, lo financió, recorrió Estados Unidos, dio discursos y hasta realizó apariciones representándolo.
Por decirlo gráficamente, David Rockefeller habitaba en la oscuridad del lobby, mientras Musk -un magnate excluyente- se desenvuelve en la exposición extrema. Desde allí y desde su fortuna impresionante, parece decidido a comprarse la democracia estadounidense... y acaso alguna más.
La Argentina de Milei y Musk
El discurso de Musk es el de las nuevas derechas, lleno de agresiones y provocación. El mismo que en Argentina practican Milei, su troupe y empresarios que también hicieron fortuna en el sector tecnológico como Marcos Galperin.
Obsesionado por la caída de la tasa de natalidad, abierto a las teorías conspirativas sobre el "gran reemplazo" poblacional del Occidente blanco por migrantes de África y Medio Oriente, defensor de un Estado mínimo e impulsor del recorte de impuestos a los ultrarricos, es un paleolibertario en toda la regla, esto es un ultraderechista, no un liberal.
Eso no obsta que alimente su megafortuna como contratista del Estado -de la NASA- y que se siga beneficiado con incentivos fiscales para la compra de los autos eléctricos que produce. Al actuar como un Federico Sturzenegger del Primer Mundo, sus conflictos de interés serán una comidilla cotidiana.
Es evidente que ve en Milei a alguien que lo seduce, pero también un vehículo. El argentino se empeña en cultivar ese lazo y otros con empresarios del sector de la tecnología, abundante en dinero y decisivo en la generación y difusión de contenidos. Hay allí algo novedoso.
Musk, el big brother del sector, ha posado su mirada sobre la Argentina, a donde llegó con su servicio de Internet satelital. Políticamente, ya juega con Twitter. ¿Actuará también con sus millones?
Fuente: Letra P
Por Marcelo Falak
Un aluvional financiamiento de la campaña electoral de Donald Trump, el anuncio de que dispondrá un drástico achicamiento del Estado desde la codirección del futuro Departamento de Eficiencia Gubernamental, el uso de un algoritmo promotor de cuanta idea de ultraderecha pulule en Twitter, sus características y ambiciones personales y su astronómica fortuna personal han hecho de Elon Musk el hombre más poderoso del mundo, acaso por encima del propio presidente electo de Estados Unidos.
En los últimos días generó enorme revuelo al meterse literalmente en el bolsillo a todo el Congreso de ese país, imponer un proyecto de su gusto -diferente del negociado por los dos grandes partidos- para evitar un cierre de la administración pública por falta de presupuesto, respaldar a la extrema derecha -con tintes neonazis- como "la única solución" para Alemania y sugerir, para espanto de laboristas y conservadores, que podría comenzar a financiar a los ultras del Reino Unido.
Una tecnoplutocracia -el gobierno de los técnicos y los ricos- de fuerza sin precedentes despliega sus tentáculos en Estados Unidos, Europa y la Argentina de Javier Milei.
El Congreso de Estados Unidos, a los pies de Elon Musk
Como es habitual, el agotamiento del presupuesto federal obligó al Congreso estadounidense a elaborar contra reloj un proyecto de extensión de partidas para evitar el shutdown, como se denomina al cierre de la administración pública por falta de fondos. Eso habría paralizado programas de prevención de catástrofes, de reconstrucción por desastres naturales y de investigación científica y, de modo más tangible, habría enviado a sus casas a millones de empleados en todo el país sin el pago de sus salarios justo antes de las fiestas.
Para que eso no ocurriera, también como suele suceder, demócratas y republicanos acordaron un paquete que aseguraría un final tranquilo del mandato de Joe Biden y un comienzo ordenado para el de Trump. Sin embargo, a Musk no le pareció bien y lo bombardeó desde su cuenta de Twitter hasta hacerlo naufragar.
El tardío apoyo del mandatario electo a esa ofensiva generó todo tipo de comentarios sobre quién detentará el verdadero poder durante los cuatros años que comenzarán con la ceremonia de asunción del 20 de enero.
Elon Musk, el dueño
Desde la red social que compró en octubre de 2022 por 44.000 millones de dólares -ahora se sabe para qué-, bombaredó con más de 150 mensajes a sus más de 208 millones de seguidores el último miércoles por la tarde para hacer caer el proyecto bipartidista.
La campaña incluyó fake news que reposteó como una ametralladora, lo que incluyó mentiras como que el paquete contenía un aumento del 40% de los salarios de los diputados y senadores -en realidad era de 3,8%-, 3.000 millones de dólares para la guerra en Ucrania y otro tanto para la construcción de un nuevo estadio en Washington DC, fondos para producir armas biológicas, así como disposiciones para bloquear investigaciones -una persecución previsible- a los miembros del comité que indagó en el intento de golpe trumpista del 6 de enero de 2021, que incluyó el asalto al Capitolio. Nada de eso era cierto.
Recién a la noche del mismo miércoles, Trump explicitó su rechazo al plan, sembrando dudas sobre si será él quien mande desde el 20E o el hombre que puso 277 millones de dólares en su campaña, aunque más dinero pudo haber fluido a través de propaganda indirecta pagada por diversos "comités de acción política" .
Al final, Musk ganó, no sin haber amenazado a los legisladores republicanos que se le resistían con financiar a sus rivales en sus próximas elecciones primarias. Tal fue la presión que el presidente de la Cámara de Representantes (diputados), el republicano Mike Johnson, lo llamó para rogarle que pusiera fin a la catarata de tuits.
El final dejó un proyecto mucho más chico para evitar el shutdown, programas federales desfinanciados desde antes de la asunción del nuevo gobierno y la sensación de que una suerte de tecnoplutocracia se apoderó del sistema que se presentaba, orgulloso, como la democracia más poderosa del mundo.
La dictadura del algoritmo
Desde hace tiempo, Twitter ha relajado al extremo sus criterios de moderación de fake news y, desde ya, no los puso en práctica para desmentir a su dueño.
Es más, sus algoritmos han convertido a la red, desde el desembarco de Musk, en "un megáfono para las ideas conservadoras" y ultraderechistas. Recientes disposiciones han hecho de la verificación de identidad un privilegio que ya no se prueba sino que se compra y no evitan que los usuarios bloqueados puedan leer qué escriben quienes nada quieren saber con ellos. El poder de decisión del titular de una cuenta sobre lo que se le presenta se ha visto drásticamente reducido.
La presencia de los posteos de Musk es abrumadora por cantidad y por número de seguidores, pero ni siquiera dejar de seguirlo impide que aparezcan permanentemente en el listado de los usuarios.
Todas esas prácticas, sentidas como abusivas por millones de personas, le han restado en los últimos dos años tráfico y han alimentado booms como el de la nueva red el de la nueva red Bluesky y el de Threads, aunque la primera sigue concentrando -y moldeando- buena parte del debate político en el mundo con sus 588 millones de cuentas activas hasta septiembre.
Elon Musk y la extrema derecha europea
En su momento de mayor poder, Musk mete también la cola en Europa.
Por un lado, reposteó -con un comentario sorprendente- un mensaje de la influencer alemana Naomi Seibt, que le atribuía al conservador Friedrich Merz, favorito para las elecciones anticipadas de febrero, rechazo a las ideas políticas del propio Musk y de Milei. "Sólo la AfD puede salvar a Alemania", replicó el magnate en referencia al partido de extrema derecha Alternativa por Alemania.
La AfD es ultraconservadora, ultranacionalista, islamófoba, antiinmigración y suele quedar inmersa en polémicas por reivindicaciones que algunos de sus dirigentes hacen del régimen nazi.
Quien fuera cabeza de lista del partido en las últimas elecciones para el Parlamento Europeo, Maximilian Krah, debió dejar la dirección de la agrupación y apartarse de los actos de campaña después de declarar que no todo miembro de las SS "es automáticamente un criminal".
Hasta Marine Le Pen rompió relaciones con AfD en el Parlamento Estrasburgo por ese episodio.
Björn Höcke, el presidente de AfD en el länder -estado federado- de Turingia -este de Alemania, su principal bastión-, causó estupefacción el año pasado al usar una arenga nazi en un mitin político, lo que le valió una multa. "¡Todo por nuestra patria, todo por Sajonia-Anhalt! Todo por...!", exclamó, alentando a los concurrentes a gritar "Alemania". El detalle es que "todo por Alemania" es una consigna nazi y que el propio Höcke ya había sido amonestado en 2021 por utilizarla.
En 2018, calificó de "monumento de la vergüenza" al memorial del Holocausto de Berlín y reclamó "un giro de 180 grados" sobre el modo en que Alemania hace autocrítica por su pasado.
La presidenta de AfD, Alice Weidel, le agradeció el gesto a Musk. La mujer suele ser discutida dentro de su formación por su condición de lesbiana y por estar en pareja con una inmigrante de Sri Lanka, con quien adoptó dos chicos.
En la carrera hacia los comicios del 23 de febrero, el conservador Merz ronda el 32% de la intención de voto, mientras que AfD ya supera el 18% en las encuestas, por encima de los socialdemócratas del saliente Olaf Scholz y los Verdes.
¿El respaldo de Musk a AfD será sólo cosa de un posteo y del trabajo de los algoritmos?
Así como amenazó con meter mano con sus millones en cada distrito estadounidense en futuras elecciones legislativas, el multimillonario analiza realizar una fuerte donación a Reform UK -"Reformá el Reino Unido"-, el partido ultra de Nigel Farage, uno de los principales impulsores del brexit, proceso que sentó un precedente mundial sobre el uso de las fake news y de los datos de los usuarios de Internet a través de las acciones de Cambridge Analytica.
¿Qué hay de nuevo, viejo?
El dinero y los medios de difusión siempre han jugado un rol clave en la política en todas las democracias del mundo. ¿Qué tiene entonces de novedoso el fenómeno Musk?
Sudafricano de nacimiento, el magnate no puede ser presidente de Estados Unidos, pero no por eso deja de proyectar su influencia.
La pregunta sobre la novedad que representa el dueño de Twitter, Tesla, SpaceX, Starlink y otras compañías comienza a responderse por el volumen: nunca en la historia de la humanidad una sola persona acumuló una riqueza semejante. En este caso, lo cuantitativo hace a lo cualitativo.
De acuerdo con el relevamiento que la agencia Bloomberg realiza de modo permanente, siguiendo las variaciones de cotización de las acciones y activos de los mayores magnates del mundo, Musk no sólo es el más rico de todos, sino que su patrimonio neto asciende a la cifra sin precedentes de 444.000 millones de dólares. Si lo siguiera usando, con capacidades muy superiores a las estándar en cualquier campaña que le interese, podría influir decisivamente sobre el futuro del mundo.
Su riqueza casi duplica a la del segundo del ránking, el fundador de Amazon, Jeff Bezos, y su incremento sólo en el último año casi equivale a todo el patrimonio del tercero, el ceo de Meta, Mark Zuckerberg.
Musk constituye un caso único. Bezos también busca influir con su fortuna, pero lo ha hecho en base a la compra de The Washington Post -250 millones de dólares en 2013-, polémica en su momento y también en la última campaña, cuando ordenó quebrar la tradición de anunciar una preferencia electoral. Es decir que el segundo milmillonario del mundo influye sobre la opinión pública en base a una herramienta tradicional, por más que se lea en la web; Musk lo hace a través de las redes y los algoritmos.
La diferencia no es menor. El Post -sujeto, como toda la prensa, a amenazas trumpistas de acoso- actúa dentro de un ecosistema de medios plural y compite también con los motores de búsqueda y las redes sociales.
Lo de Musk es diferente: por Twitter pasa buena parte del debate político en Estados Unidos y de muchos países, incluida la Argentina. Y en ese mundo virtual, de algoritmos opacos, big data y tráfico de datos personales, goza casi de un monopolio, constituyendo incluso la puerta de entrada de millones de jóvenes a una "información de picoteo". A diferencia de Instagram, Facebook y otras redes, Twitter es un foro mucho más político.
Por otro lado, cuenta su impronta personal. Extrovertido y decidido a convertirse en un líder político, se ha adosado a Trump, lo financió, recorrió Estados Unidos, dio discursos y hasta realizó apariciones representándolo.
Por decirlo gráficamente, David Rockefeller habitaba en la oscuridad del lobby, mientras Musk -un magnate excluyente- se desenvuelve en la exposición extrema. Desde allí y desde su fortuna impresionante, parece decidido a comprarse la democracia estadounidense... y acaso alguna más.
La Argentina de Milei y Musk
El discurso de Musk es el de las nuevas derechas, lleno de agresiones y provocación. El mismo que en Argentina practican Milei, su troupe y empresarios que también hicieron fortuna en el sector tecnológico como Marcos Galperin.
Obsesionado por la caída de la tasa de natalidad, abierto a las teorías conspirativas sobre el "gran reemplazo" poblacional del Occidente blanco por migrantes de África y Medio Oriente, defensor de un Estado mínimo e impulsor del recorte de impuestos a los ultrarricos, es un paleolibertario en toda la regla, esto es un ultraderechista, no un liberal.
Eso no obsta que alimente su megafortuna como contratista del Estado -de la NASA- y que se siga beneficiado con incentivos fiscales para la compra de los autos eléctricos que produce. Al actuar como un Federico Sturzenegger del Primer Mundo, sus conflictos de interés serán una comidilla cotidiana.
Es evidente que ve en Milei a alguien que lo seduce, pero también un vehículo. El argentino se empeña en cultivar ese lazo y otros con empresarios del sector de la tecnología, abundante en dinero y decisivo en la generación y difusión de contenidos. Hay allí algo novedoso.
Musk, el big brother del sector, ha posado su mirada sobre la Argentina, a donde llegó con su servicio de Internet satelital. Políticamente, ya juega con Twitter. ¿Actuará también con sus millones?
Fuente: Letra P