Cómo es Liberland, la utopía libertaria de la elite que hace soñar a MileiPor Guido Agostinelli*
Entre Serbia y Croacia, sobre una pequeña franja de tierra llamada Gornja Siga, se encuentra Liberland, un experimento que busca materializar las ideas libertarias más extremas. Fundado en 2015 por el político checo Vít Jedlika, este proyecto aspira a convertirse en un país basado en la ausencia de impuestos obligatorios, con una economía regida por criptomonedas y un gobierno limitado a sus funciones más básicas. En mi visita al lugar, descrita en el capítulo 4 de "Experimento Libertario", confirmé lo que muchos sospechan: detrás de esta fantasía de libertad absoluta, se esconden profundas contradicciones y desigualdades.
No es casualidad que este proyecto haya captado la atención de figuras como Javier Milei, quien en un video que circuló en redes sociales aseguró venir de Liberland, dándole un aire de legitimidad que el propio proyecto no ha logrado obtener en la práctica. Pero más allá del simbolismo, el modelo libertario que propone Liberland revela sus límites al enfrentarse a la realidad económica y social del siglo XXI.
Modelo plutocrático
Liberland se presenta como una tierra de oportunidades donde el esfuerzo individual es la clave del éxito. Sin embargo, su sistema de méritos confirma lo contrario: los ciudadanos deben acumular puntos, ya sea trabajando o, preferentemente, aportando dinero. Este mecanismo privilegia a quienes tienen recursos económicos sobre quienes buscan contribuir con trabajo, lo que hace que el proyecto sea accesible solo para una élite. Como explico en el libro, incluso los liberlandeses reconocen que "los méritos de trabajo serán diluidos si el proyecto avanza, porque los millonarios acabarán imponiendo su capital".
Espejismo
Liberland es una paradoja en sí misma. Aunque se autodefine como un experimento de libertad absoluta, su existencia depende completamente de las estructuras externas que rechaza. Sin reconocimiento internacional y sin control efectivo de su territorio, Liberland no es una nación funcional, sino un símbolo de las limitaciones del libertarismo extremo.
El video de Javier Milei aludiendo a Liberland como una referencia legítima refleja cómo este proyecto ha captado la imaginación de ciertos sectores ideológicos, pero también resalta la desconexión entre los ideales y la realidad. Milei, al igual que los fundadores de Liberland, promueve un discurso que se ve atractivo en la teoría, pero que en la práctica resulta inviable.
Liberland no es una utopía de libertad; es un espejo de las contradicciones del modelo libertario. Mientras que su sistema de méritos favorece a los millonarios, su incapacidad para controlar su territorio lo convierte en un proyecto simbólico más que funcional.
*Economista y autor de Experimento Libertario
Fuente: Página/12
Por Guido Agostinelli*
Entre Serbia y Croacia, sobre una pequeña franja de tierra llamada Gornja Siga, se encuentra Liberland, un experimento que busca materializar las ideas libertarias más extremas. Fundado en 2015 por el político checo Vít Jedlika, este proyecto aspira a convertirse en un país basado en la ausencia de impuestos obligatorios, con una economía regida por criptomonedas y un gobierno limitado a sus funciones más básicas. En mi visita al lugar, descrita en el capítulo 4 de "Experimento Libertario", confirmé lo que muchos sospechan: detrás de esta fantasía de libertad absoluta, se esconden profundas contradicciones y desigualdades.
No es casualidad que este proyecto haya captado la atención de figuras como Javier Milei, quien en un video que circuló en redes sociales aseguró venir de Liberland, dándole un aire de legitimidad que el propio proyecto no ha logrado obtener en la práctica. Pero más allá del simbolismo, el modelo libertario que propone Liberland revela sus límites al enfrentarse a la realidad económica y social del siglo XXI.
Modelo plutocrático
Liberland se presenta como una tierra de oportunidades donde el esfuerzo individual es la clave del éxito. Sin embargo, su sistema de méritos confirma lo contrario: los ciudadanos deben acumular puntos, ya sea trabajando o, preferentemente, aportando dinero. Este mecanismo privilegia a quienes tienen recursos económicos sobre quienes buscan contribuir con trabajo, lo que hace que el proyecto sea accesible solo para una élite. Como explico en el libro, incluso los liberlandeses reconocen que "los méritos de trabajo serán diluidos si el proyecto avanza, porque los millonarios acabarán imponiendo su capital".
Espejismo
Liberland es una paradoja en sí misma. Aunque se autodefine como un experimento de libertad absoluta, su existencia depende completamente de las estructuras externas que rechaza. Sin reconocimiento internacional y sin control efectivo de su territorio, Liberland no es una nación funcional, sino un símbolo de las limitaciones del libertarismo extremo.
El video de Javier Milei aludiendo a Liberland como una referencia legítima refleja cómo este proyecto ha captado la imaginación de ciertos sectores ideológicos, pero también resalta la desconexión entre los ideales y la realidad. Milei, al igual que los fundadores de Liberland, promueve un discurso que se ve atractivo en la teoría, pero que en la práctica resulta inviable.
Liberland no es una utopía de libertad; es un espejo de las contradicciones del modelo libertario. Mientras que su sistema de méritos favorece a los millonarios, su incapacidad para controlar su territorio lo convierte en un proyecto simbólico más que funcional.
*Economista y autor de Experimento Libertario
Fuente: Página/12