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20 años sin Natalia Melmann: "La única condena a perpetuidad es la de mi hija, que está en un cajón"

Entrevista de Lola Sánchez.

"El dolor no tiene límite. Al principio sentía que caminaba desnuda en la calle. Sentía un agujero que me perforaba, como si tuviera un hueco en el útero, un hueco que me atravesaba de punta a punta. Así me sentía cuando me enteré de lo que había pasado. Yo esperaba poder encontrarla", relata Laura Calampuca al recordar con inmenso dolor el momento en que supo que su hija de 15 años, Natalia Melmann, había sido hallada sin vida. La adolescente fue secuestrada la madrugada del 4 de febrero de 2001 en Miramar, "la ciudad de los niños". Su cuerpo apareció cuatro días después cerca del vivero municipal. Había sido torturada y violada por cinco hombres, todos uniformados. La embriagaron para reducirla, la golpearon y finalmente la estrangularon con el cordón de una de sus zapatillas. A 20 años del brutal crimen, todavía quedan femicidas sueltos y una evidencia clave en manos de nadie.

Natalia tuvo una doble muerte. Su asesinato fue seguido por una siniestra complicidad de la clase política, la Justicia y los medios de comunicación con la institución policial, lo que llevó a un largo proceso no exento de sufrimiento, irregularidades y amenazas hacia la familia Melmann.

En diálogo con Extremo Sur, Laura Calampuca recordó a "Nati", a quien caracteriza como una joven independiente, trabajadora y amante del conocimiento. Habla de ella con una mezcla de ternura y sufrimiento. Reveló los obstáculos que atravesó al enfrentarse a la Policía Bonaerense. Desde mentiras, falsos testimonios y presiones hasta la amenaza constante de muerte. Se vio obligada a separarse de sus hijos y nietos, quienes debieron emigrar por temor. Sin embargo, ella y su compañero, Gustavo Melmann, permanecieron en Miramar para llevar adelante su lucha por la justicia, que culminará el día que todos los involucrados cumplan una pena ejemplar.

Para Laura todos los días es 4 de febrero. Durante 7 años tras el asesinato de su hija marchó cada sábado. Luego, organizó una marcha por año que sigue vigente. Este año el homenaje será virtual debido a la pandemia, pero eso no la detiene. Después de 20 años de macabra impunidad, Laura sigue alzando la foto de Natalia, bajo la premisa de no olvidarla nunca.

Femicidas uniformados

Natalia fue víctima de femicidio cuando el término aún no existía. A pesar de que la Ley contra Femicidios fue creada recién en 2012, su crimen tenía la marca inequívoca del ala más violenta del patriarcado: la Policía. Alrededor de cinco uniformados pusieron a su disposición el aparato estatal para saciar sus ansias de poder sobre las mujeres. Eran comunes las fiestas clandestinas y las "diversiones" ilegales por parte de los policías en Miramar. Laura comenta que muchos eran conscientes de estas actividades, pero como en muchas otras ciudades pequeñas y turísticas, "todo se escondía bajo la alfombra".

Según se desprende de la investigación, la menor fue obligada a subir a un vehículo de la Policía bonaerense durante la tarde-noche del 4 de febrero de 2001. Tras forcejeos que luego se evidenciaron en las marcas de su cuerpo, fue llevada a una casa del barrio Copacabana, en el extremo sur de la localidad.

En ese lugar, "fue accedida carnalmente por vía vaginal, bucal y anal por varias personas", y luego, "con el inequívoco propósito de procurar la impunidad de la agresión sexual, la víctima fue muerta por asfixia, estrangulada con un lazo confeccionado con el cordón de una de sus zapatillas". Trasladaron su cuerpo al vivero Florentino Ameghino, donde fue hallado cuatro días más tarde, desatando la indignación de todo un pueblo.

"Yo esperaba poder encontrarla", recuerda Laura, quién buscó a Natalia sin cansancio. "A los cuatro días, estaba todo el pueblo en el vivero donde la habían encontrado. Nadie se animaba a decirnos. Fue terrible", confiesa. No entendía por qué al hallar el cadáver de Natalia el pueblo fue directo a apedrear a la comisaría. "El pueblo se encargó de hacerles saber que eran ellos los culpables. Nosotros no sabíamos, pero ellos sí. Sabían que la Policía era culpable".

Juicio, complicidad y misoginia

Entre septiembre y octubre de 2002, se realizó el juicio a los femicidas, ante el Tribunal Oral en lo Criminal 2 de Mar del Plata. Esto derivó en la condena a prisión perpetua de Oscar Echenique, Ricardo Suárez y Ricardo Anselmini, en tanto coautores de los delitos de "privación ilegítima de la libertad agravada, abuso sexual agravado y homicidio triplemente calificado por ensañamiento, alevosía y en concurso de dos o más personas".

En la misma instancia, Gustavo "el Gallo" Fernández fue condenado a 25 años de cárcel por su participación en el secuestro, pena que luego fue reducida a 10 años. Otro de los participantes acusados fue Ricardo Panadero, aunque su juicio fue realizado en 2018, 17 años después del hecho. Panadero está imputado como coautor de los delitos, y fue señalado como el hombre que "entregó" a Natalia, perfectamente consciente del objetivo de su entrega.

A pesar de las pruebas presentadas, los jueces del TOC 4, Juan Manuel Sueyro, Fabián Riquet y Jorge Peralta, absolvieron a Panadero al considerar que no pudo acreditarse la acusación. El fallo fue apelado por la Fiscalía General, así como por la fiscal del juicio, Ana María Caro. Pero los tiempos de la justicia son lentos, por lo que Panadero continúa en libertad en tanto se realice el nuevo juicio.

El resto de los acusados, por su parte, obtuvo el permiso para salidas transitorias en octubre de 2017. La decisión fue revocada un año después por el Tribunal de Casación Penal, tras los reclamos de la familia Melmann.

Laura sostiene que tales decisiones no pueden materializarse sin la complicidad de todo un sistema. "El Fiscal General de Mar del Plata es un hombre investigado por crímenes de lesa humanidad, y sigue en el puesto", expresa. "Todo lo que salga de ahí va a ser un no para nosotros. Es como si pusieran a Etchecolatz a cargo de una fiscalía". Remarca que todavía hay preguntas sin respuesta y una misoginia recalcitrante en los pasillos de los Juzgados. Comenta que uno de los problemas centrales fue que no les permitieron enjuiciar a todos los asesinos.

Criminales sueltos

"De lo que se encontró, mencionaron 5 muestras de ADN. En total, no sabemos cuántas personas fueron. Y nos decían que sólo podían tomar y probar dos muestras. Es terrible, ¿cómo que valen sólo dos? ¿Y el resto? ¿Los van a dejar libres para que los sigan asesinando?", manifiesta Laura. "Cuando les daban las salidas transitorias, que no les correspondía, yo les preguntaba a los Jueces, ‘¿ustedes nos van a custodiar?', no por mí, si no por mis hijos, mis nietos. El hijo de Echenique le puso una pistola en la cabeza a mi hijo cuando tenía 5 años, en plena playa. Mi familia tuvo que irse por seguridad, y eso se mantiene hasta el día de hoy".

Consultada sobre Panadero, sostuvo que "él tendría que haber estado en el primer juicio y sentenciado de la misma forma. Lo juzgaron como si fuera, no sé, un paracaidista que se enteró de la muerte de Natalia. El la entregó, sabía a quiénes se las entregaba y para qué. En el juicio dijo que no sabía nada. Pero lo dejaron libre, por supuesto. Uno de los jueces fue más abogado del asesino que su propio abogado defensor", remarca.

Enfatiza la lentitud con la que juega la Justicia, calvario de toda familia atravesada por el femicidio. "Cuando lo dejaron libre, nosotros apelamos. Dijeron que el juicio se anulaba, que tenía que haber otro juicio, y ellos volvieron a apelar. Y así se nos va la vida".

Las muestras de ADN en el cuerpo de Natalia fueron un punto clave para enjuiciar a los tres femicidas, pero fue necesaria una vigilia constante, en medio del profundo dolor, para evitar que cualquier movimiento entorpeciera la causa. "Mi compañero, Gustavo, tuvo que quedarse a custodiar las muestras de estos tipos para que no hubiese ninguna irregularidad, porque si no podrían anulan todas las pruebas", recuerda Laura. "Cualquiera pudo haber abierto ese placard y hacer un desastre". Afirma que incluso pidieron comparar su ADN con la muestra de Natalia, a fin de probar que fuera suya. "Si llegaba a ser de otra persona, no iba a concordar nada. Hasta lo más mínimo hay que custodiar, con ese dolor que lleva uno dentro".

Su próxima lucha, además de la cadena perpetua para todos los asesinos, es que se les prohíba volver a ingresar a Miramar. "Quiero, también, que la perpetua sea perpetua en este país. Porque hasta ahora, la única perpetuidad es la de Natalia, que está encerrada en un cajón sin poder moverse, no pudiendo vivir su vida, para lo que fue creada con todo el amor".

El quinto ADN

Quizás una de las muestras más claras de la desidia judicial es el hecho de que tras 20 años del femicidio de Natalia, la Justicia aún no ha cotejado un quinto ADN hallado en el cuerpo de la víctima, que señalaría a un nuevo acusado.

"Lo único que habría que hacer", sostiene Laura, es buscar a los policías que en ese momento ocupaban la comisaría. ¿Cuántos pueden ser? Treinta, máximo. Le hacen el hisopado, y si concuerdan, no necesitan más que eso. Sabemos que seguramente es policía, porque solo ellos participaron en esto. Y en la casa de otro policía, por supuesto".

Entre la lentitud y los plazos que vencen, pareciera no existir una vía posible para la justicia: "Cuando me enteré de que los plazos habían vencido, me agarró un ataque. Yo siempre esperaba, imaginaba que en algún momento tenían que buscar al quinto imputado".

Las decenas de pedidos por parte del abogado de la familia, Federico Paruolo, fueron rechazados. El pasado lunes el letrado presentó un nuevo pedido ante la Suprema Corte, subrayando el tiempo transcurrido y la urgencia con la que tanto el quinto asesino como Panadero, sean juzgados y encarcelados.

"Hoy, a veinte años del asesinato de Natalia, les solicitamos nuevamente intervención a efectos de lograr, de una vez y para siempre, cerrar esta difícil etapa de búsqueda de justicia", manifestó Paruolo.

Como sucede con la mayoría de las familias atravesadas por el femicidio, Laura comenta que en reiteradas ocasiones se vieron obligados a custodiar las muestras, insistir en el accionar judicial y encargarse de buscar y proteger a los testigos. No es el primer reclamo -como tampoco el último- que se escucha entre los familiares de las víctimas, casi siempre abandonados por el sistema estatal.

"Hay cosas que debe hacer la justicia. La familia no puede hacer de investigadora, buscar las pruebas, además de sobrevivir a los ataques. Le hicieron lo mismo a los que trabajaron en el caso, los peritos informáticos, a la bioquímica, a todos intentaron hacerle la vida imposible para que no encontraran nada", recalca.

Cambiar la idiosincracia de un pueblo

El femicidio de Natalia Melmann fue visibilizado a nivel nacional y permitió abrir el debate que poco a poco iba creciendo sobre la violencia contra las mujeres. Hoy es una problemática indiscutible, pero en ese 2001 atravesado por la crisis y en la pequeña ciudad de Miramar, no era tan sencillo.

"Muchos casos similares nunca tuvieron justicia, no tuvieron un juicio, no llegaron a nada. No pudieron o no supieron. Muchas víctimas fueron silenciadas", recuerda Laura. "Miramar era un lugar, como casi todos en el interior, muy feudal".

En la trama de complicidades, Laura reconoce a un personaje que carga una gran responsabilidad en lo sucedido. "El intendente [Enrique Honores] era siniestro, el tipo daba la cara ante la prensa pero en realidad nos mandaba cartas documento, mandaba personal a coimearnos para que sacáramos los carteles pidiendo por justicia, incluso con los asesinos todavía sueltos, viniendo a mi casa a buscar a mis hijos", confiesa.

"Acá no se conmemoraba ni el 24 de marzo. Era tal el miedo que había, y al ser un lugar turístico, toda la mugre se tiraba abajo de la alfombra. Escrachamos la ciudad de los niños, llegó un momento en el que todos sabían lo que había pasado", rememora Laura.

"Estos tipos no hubiesen podido hacer lo que hicieron si de parte del poder político y judicial no lo hubiesen avalado. Fue muy difícil encarcelarlos, porque se trata de la corporación policial". La madre de Natalia todavía recuerda las presiones que soportaron por parte de esta corporación para silenciar lo que había sucedido. Apuntó a la complicidad del intendente, el Concejo Deliberante, los medios locales, y por supuesto, la justicia.

"La policía no debería existir. Y en los juzgados, no tendríamos que pararnos cuando estos tipos entran, como si fueran parte de un imperio", opina Laura.

Entre los discursos fraudulentos que se llevaron a cabo para salvar el pellejo de los policías, jugó un papel importante el accionar de los medios de comunicación. Desde la pantalla local se dio un lugar fundamental a la abogada de los acusados, Patricia Perelló. Laura denuncia que Perelló desestimó la lucha de la familia Melmann y llegó a acusar al padre de Natalia de haber buscado que asesinaran a su hija con el fin de ganar dinero.

La abogada Perelló es, ni más ni menos, la defensora de Carlos Monzón. Laura la describe como "siniestra": "siempre estuvo del lado de los violadores y asesinos. Se encargó de difamar a Gustavo, a Natalia, mientras los culpables seguían libres".

Cuenta que además se desplegó una auténtica campaña del terror hacia los testigos. El miedo principal de los Melmann era que las amenazas hacia aquellos que prestaron su testimonio se cumplieran.

"Los testigos tuvieron muchísimo coraje", rescata Laura. "Había periodistas que leían los expedientes policiales en la radio como si fuera una novela, leían las declaraciones de los testigos encubiertos. No daban nombres, pero esto es un pueblo chico, la gente se conoce. Yo lloraba cada vez que alguien iba a declarar porque tenía terror que le vieran la cara, que le sintieran la voz y supieran quien era. A una chica llegaron a decirle ‘vos vas a encontrar a tu hijo tirado en una zanja'".

Reconoce que nada la consuela por la ausencia de su hija, pero sabe también que el caso logró despertar la tibieza de un pueblo como Miramar. "Jamás hubiéramos permitido que esto quedara abajo de la alfombra, pero cambiar la idiosincrasia de todo un pueblo es muy difícil. A nosotros, afortunadamente, se nos acercó lo mejor de la gente de Miramar. Gracias a ellos pudimos avanzar".

"En este pueblo donde ocurrieron los hechos la gente ha cambiado totalmente, la idiosincrasia del pueblo ha cambiado, la modalidad de poder expresarse, que una simple criatura como cualquier otro hijo haya modificado todo eso te llena de satisfacción. Nada compensa la ausencia, por supuesto. Sigo esperando que ella entre por la puerta y me diga: "Hola mamá, ¿dónde estuviste todo este tiempo?", y poder abrazarla.

A pesar del dolor, la madre de Natalia celebra los cambios. "Hoy en día hay Ni una Menos, hay multisectorial, se hacen marchas, se perdió el miedo a esa basura que era el intendente. Ese tipo no gobernó nunca más y espero que nunca más lo pueda hacer, porque él fue quien permitió todo esto".

La sonrisa de Natalia como bandera

Laura se reconoce feminista, como toda su familia, y asegura que Natalia también hubiera militado en los movimientos de mujeres. Recuerda que, antes de mudarse a Miramar, asistían juntas a las rondas de las Abuelas de Plaza de Mayo, concurrieron a la Carpa Blanca, tradición que llega desde la abuela de Laura: "Todos tenemos ese aprendizaje de la militancia".

"Mi hija era muy querida en el pueblo, por sus amigas, sus profesores". Laura conserva la imagen de su hija vendiendo diarios para comprarse su bicicleta o vendiendo rifas para pagarse el viaje de egresados, discutiendo con sus profesores, exigiendo conocimiento. "Todo lo hacía por mérito propio, nadie le decía lo que debía hacer; si hay algo que le hemos otorgado es la libertad y la responsabilidad de vivir la vida que ellos desearan". El resto de la familia también la recuerda con un aura de ternura y vitalidad propios de una adolescente de 15 años.

"Para mí, Natalia sigue viva", afirma Laura. "No me fui de Miramar por eso, para que me vean a mí y la vean a ella, caminando, yendo en su bicicleta. Por eso voy a todos lados. Quiero que ella siga viviendo, la veo en cada joven. Yo le hablo, le escribo, le canto todos los días, era la alegría de la casa", recuerda entre sollozos. Sus padres ven el gesto de su pequeña Natalia en la lucha de las jóvenes, que año tras año perdieron el miedo al silencio.

A partir de los reclamos de la familia, el pasado noviembre la Sala III del Tribunal de Casación provincial anuló la absolución de Ricardo Panadero, y ordenó la realización de un nuevo juicio. El abogado reveló que está pendiente una nueva sentencia.

"Entendemos que a partir de los videos del juicio que ya se realizó a Panadero, y de una nueva ponderación de las pruebas y los testimonios, podríamos tener directamente una nueva sentencia sin necesidad de un nuevo debate oral", aseguró Paruolo.

En tanto, este 4 de febrero se cumplieron 20 años del crimen, y el pedido de Laura es el mismo de siempre: recuerden a Natalia. A través de un homenaje virtual busca que las redes vuelvan a llenarse con su rostro, a la espera de una condena para todos los asesinos, momento en que finalmente se hará justicia. Aunque el tiempo corre en la espera de los lentos procesos, tal como expresa la familia, "por amor seguimos luchando".