Los indígenas que fueron oprimidos por México y Estados UnidosPor Rodrigo Osegueda
Cuando escuchamos hablar de los apaches solemos pensarlos como un pueblo indígena que pertenece a Estados Unidos. Sin embargo, los apaches congregaron distintos grupos étnicos que se extendieron al norte de México y sur de Estados Unidos. Debido a ello, los apaches también tienen una historia compartida con México, país que tiene una gran responsabilidad en el declive de su cultura.
En el imaginario colectivo el apache es visualizado bajo el estereotipo de ser incivilizado, bárbaro y agresivo. Preguntarnos por qué una población aglutinó tal leyenda negra hace que también nos preguntemos a qué intereses sirvió su exterminio y deshumanización.
Así es, los apaches también son mexicanos (aunque sea de forma itinerante), sin embargo, no figuran en los censos de grupos indígenas ni se han incluido sus lenguas el Catálogo de lenguas indígenas nacionales. ¿La razón? dos proyectos nacionalistas en los que la apachería era un estorbo.
Para la región mexicana, la apachería abarcó el norte de los estados de Sonora, Coahuila y Chihuahua. Mientras que, en Estados Unidos, esta población indígena aún habita en Arizona, Texas y Nuevo México.
Apache proviene de la palabra zuñi apuche, cuyo significado es «enemigo». Dicho apelativo les fue impuesto por los españoles para nombrarlos de forma peyorativa. Sin embargo, ellos se denominaban a sí mismos como indé, cuyo significado es «la gente».
Hablantes de lenguas atabascanas, hoy sólo 185,000 personas tienen este idioma como lengua materna. El riesgo de la muerte de su lengua, también anuncia el sucumbir de una forma de entender el mundo.
El primer acercamiento entre el pueblo indé y los españoles se dio desde el siglo XVII, pero no fue sino hasta el siglo XVIII que comenzó la relación hostil. De acuerdo con la primera definición de la etnia indé de fray Alonso de Benavides, los apaches destacaban por su carácter bélico que se reflejaba en su voz estruendosa que contrastaba con la de los indígenas del centro de México. Además, el indé poseía un cuerpo robusto y no formaban un grupo homogéneo, ya que se encontraban divididos en tribus nómadas que podían ser enemigas entre sí.
A diferencia de otros pueblos indígenas tenían una religión sin ídolos, y aunque reconocían una divinidad, no rendían culto. En cuanto institución social, tenían como unidad básica la familia, misma que al expandirse se transformaba en clan. Debido a su modo de vida errante, su alimentación dependía de la caza y la recolección.
Inicialmente la región de septentrión mexicano no fue considerado un territorio valioso por los españoles, pero tras el descubrimiento de minas en el siglo XVIII el panorama se transformó. Sumado a lo anterior, la expansión estadounidense y la mira sobre esta región por parte de otras naciones europeas llevaron a los españoles a buscar una plena dominación de la zona.
Empero, el sometimiento de la población nómada no fue una tarea fácil, su rebeldía frente al virreinato y la colonización también transformó la narrativa de su identidad. Incluso el independentista mexicano fray Vicente de Santa María los definiría más tarde como caníbales que ejercían terribles prácticas de tortura.
Para combatir a los indé, el virrey Bernardo Gálvez armas de fuego y alcohol ilimitado con la intención de convertirlos en personas disfuncionales. Sin embargo, los indé tenían una cultura del alcohol arraigada y la intención de destruirlos a través del vicio fue sólo un éxito parcial debido a que poseían una psicología no occidental.
El México independiente heredó una relación compleja con los pueblos originarios, derivado del sistema de castas virreinal. Para el gobierno colonial, los indígenas debían estar separados de la población europea, lo cual se tradujo en distintos grados de ciudadanía.
Sin embargo, el carácter errante de los pueblos nómadas del norte agravó su estatus identitario si lo comparamos con los indígenas sedentarios del resto del país. Aún con ello, gobiernos estatales como el de José J. Calvo intentó dar ciudadanía plena a los indé para pacificarlos. Sobre ello declaró en 1834:
"[el apache] es hijo de la gran familia mejicana y disfruta de los mismos derechos al suelo donde nació que nosotros como hijos de los conquistadores."
Lamentablemente, en 1852 la Cámara de Diputados Federal negó el carácter jurídico de las tribus nómadas bajo la premisa de que no pertenecían en realidad a ningún Estado reconocido.
Tras la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo con Estados Unidos, ambas naciones desconocieron el reconocimiento jurídico de los indé, quienes pasaron de ser un pueblo originario a invasores territoriales de dos países. Como consecuencia, ambas naciones ejercieron tácticas de guerra contra los indé, cuyo objetivo principal era la extinción, el genocidio.
El combate a la población apache tuvo su mayor auge durante el siglo XIX. Los métodos de guerra utilizados contra ellos violaron numerosas veces las tácticas prohibidas por el jus belli (derecho de guerra). Aunque el gobierno federal quiso intervenir, la falta de capacidad política no le permitió incidir en los gobiernos de Sonora, Chihuahua y Coahuila.
Así, los estados del nordeste mexicano declararon la guerra formalmente a la comunidad indé, y en algunas ocasiones llegaron a acuerdos con algunas tribus. Sin embargo, los prejuicios sobre esta población indígena también generaron una guerra social en la que la los civiles tuvieron una importante participación.
La crueldad llegó a tal grado que se llegó a ofrecer recompensa por cada cabellera o apache asesinado. Por su parte, los indé cobraron la vida de cerca de 3000 mexicanos. Finalmente en 1928 el gobierno de México consideró extinta la etnia en territorio mexicano, mientras que en Estados Unidos se los continuó combatiendo hasta confinarlos en la reserva de Arizona, Oklahoma y Nuevo México.
Actualmente el 12% de los nativos americanos muere por causas relacionadas al alcohol y la depresión, una consecuencia de la negación de su identidad, una que no pertenecía a las naciones modernas.
Por Rodrigo Osegueda
Cuando escuchamos hablar de los apaches solemos pensarlos como un pueblo indígena que pertenece a Estados Unidos. Sin embargo, los apaches congregaron distintos grupos étnicos que se extendieron al norte de México y sur de Estados Unidos. Debido a ello, los apaches también tienen una historia compartida con México, país que tiene una gran responsabilidad en el declive de su cultura.
En el imaginario colectivo el apache es visualizado bajo el estereotipo de ser incivilizado, bárbaro y agresivo. Preguntarnos por qué una población aglutinó tal leyenda negra hace que también nos preguntemos a qué intereses sirvió su exterminio y deshumanización.
Así es, los apaches también son mexicanos (aunque sea de forma itinerante), sin embargo, no figuran en los censos de grupos indígenas ni se han incluido sus lenguas el Catálogo de lenguas indígenas nacionales. ¿La razón? dos proyectos nacionalistas en los que la apachería era un estorbo.
Para la región mexicana, la apachería abarcó el norte de los estados de Sonora, Coahuila y Chihuahua. Mientras que, en Estados Unidos, esta población indígena aún habita en Arizona, Texas y Nuevo México.
Apache proviene de la palabra zuñi apuche, cuyo significado es «enemigo». Dicho apelativo les fue impuesto por los españoles para nombrarlos de forma peyorativa. Sin embargo, ellos se denominaban a sí mismos como indé, cuyo significado es «la gente».
Hablantes de lenguas atabascanas, hoy sólo 185,000 personas tienen este idioma como lengua materna. El riesgo de la muerte de su lengua, también anuncia el sucumbir de una forma de entender el mundo.
El primer acercamiento entre el pueblo indé y los españoles se dio desde el siglo XVII, pero no fue sino hasta el siglo XVIII que comenzó la relación hostil. De acuerdo con la primera definición de la etnia indé de fray Alonso de Benavides, los apaches destacaban por su carácter bélico que se reflejaba en su voz estruendosa que contrastaba con la de los indígenas del centro de México. Además, el indé poseía un cuerpo robusto y no formaban un grupo homogéneo, ya que se encontraban divididos en tribus nómadas que podían ser enemigas entre sí.
A diferencia de otros pueblos indígenas tenían una religión sin ídolos, y aunque reconocían una divinidad, no rendían culto. En cuanto institución social, tenían como unidad básica la familia, misma que al expandirse se transformaba en clan. Debido a su modo de vida errante, su alimentación dependía de la caza y la recolección.
Inicialmente la región de septentrión mexicano no fue considerado un territorio valioso por los españoles, pero tras el descubrimiento de minas en el siglo XVIII el panorama se transformó. Sumado a lo anterior, la expansión estadounidense y la mira sobre esta región por parte de otras naciones europeas llevaron a los españoles a buscar una plena dominación de la zona.
Empero, el sometimiento de la población nómada no fue una tarea fácil, su rebeldía frente al virreinato y la colonización también transformó la narrativa de su identidad. Incluso el independentista mexicano fray Vicente de Santa María los definiría más tarde como caníbales que ejercían terribles prácticas de tortura.
Para combatir a los indé, el virrey Bernardo Gálvez armas de fuego y alcohol ilimitado con la intención de convertirlos en personas disfuncionales. Sin embargo, los indé tenían una cultura del alcohol arraigada y la intención de destruirlos a través del vicio fue sólo un éxito parcial debido a que poseían una psicología no occidental.
El México independiente heredó una relación compleja con los pueblos originarios, derivado del sistema de castas virreinal. Para el gobierno colonial, los indígenas debían estar separados de la población europea, lo cual se tradujo en distintos grados de ciudadanía.
Sin embargo, el carácter errante de los pueblos nómadas del norte agravó su estatus identitario si lo comparamos con los indígenas sedentarios del resto del país. Aún con ello, gobiernos estatales como el de José J. Calvo intentó dar ciudadanía plena a los indé para pacificarlos. Sobre ello declaró en 1834:
"[el apache] es hijo de la gran familia mejicana y disfruta de los mismos derechos al suelo donde nació que nosotros como hijos de los conquistadores."
Lamentablemente, en 1852 la Cámara de Diputados Federal negó el carácter jurídico de las tribus nómadas bajo la premisa de que no pertenecían en realidad a ningún Estado reconocido.
Tras la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo con Estados Unidos, ambas naciones desconocieron el reconocimiento jurídico de los indé, quienes pasaron de ser un pueblo originario a invasores territoriales de dos países. Como consecuencia, ambas naciones ejercieron tácticas de guerra contra los indé, cuyo objetivo principal era la extinción, el genocidio.
El combate a la población apache tuvo su mayor auge durante el siglo XIX. Los métodos de guerra utilizados contra ellos violaron numerosas veces las tácticas prohibidas por el jus belli (derecho de guerra). Aunque el gobierno federal quiso intervenir, la falta de capacidad política no le permitió incidir en los gobiernos de Sonora, Chihuahua y Coahuila.
Así, los estados del nordeste mexicano declararon la guerra formalmente a la comunidad indé, y en algunas ocasiones llegaron a acuerdos con algunas tribus. Sin embargo, los prejuicios sobre esta población indígena también generaron una guerra social en la que la los civiles tuvieron una importante participación.
La crueldad llegó a tal grado que se llegó a ofrecer recompensa por cada cabellera o apache asesinado. Por su parte, los indé cobraron la vida de cerca de 3000 mexicanos. Finalmente en 1928 el gobierno de México consideró extinta la etnia en territorio mexicano, mientras que en Estados Unidos se los continuó combatiendo hasta confinarlos en la reserva de Arizona, Oklahoma y Nuevo México.
Actualmente el 12% de los nativos americanos muere por causas relacionadas al alcohol y la depresión, una consecuencia de la negación de su identidad, una que no pertenecía a las naciones modernas.